CP XV - Los hombres de las estrellas - Iliria (3º Popular)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CP XV - Los hombres de las estrellas - Iliria (3º Popular)

Mensaje por lucia »

LOS HOMBRES DE LAS ESTRELLAS

—Tenías razón, Nara: existen.
En el exterior la lluvia seguía cayendo sobre la frondosa arbolada con un sonido afelpado que a Raol siempre le había parecido apaciguador. Trataba de evocar esa sensación para que se mezclara con todas las emociones que había vivido. Evocar era su tarea. Y ahora más que nunca anhelaba ese bálsamo.
No hubo respuesta. Tampoco la esperaba. Las paredes de la gruta le devolvieron su afirmación y cuando cesó el eco se sintió solo. Sin embargo la esencia de ella aún parecía estar presente, podía respirarla, casi sentirla. Sabía qué hacer para mantenerla todo el tiempo posible. Buscó en su bolsa de piel: grafito y carbón para sombreado y perfil, roca de goetita para el cabello, caolín para la piel. Qué más daba que fuese tabú representar humanos con tanto detalle. Él la necesitaba, y la necesitaba ahora. Al fin y al cabo los dioses ya abandonaron a ambos hacía mucho tiempo.
--------
La mañana fría y nublada anticipaba la llegada del invierno. Raol se detuvo a pensar. Desde lo alto del peñasco, a su derecha, una hilera de árboles que ya empezaban a perder las hojas cinteaba el río. Frente a él oleadas de grises herbáceas germinaban acorde con las estaciones, y en base a eso las manadas de caballos y de renos pronto migrarían hacia otras tierras más gratas. No era eso lo que le preocupaba. Él no era cazador, y ya había previsto que el río le proporcionaría pescado suficiente, como la trucha que colgaba de su cinto. Siempre que el agua no se congelase demasiado. Era difícil afrontar su primer invierno a solas en un paraje desconocido, pero aún era joven y fuerte, y no estaba dispuesto a dejarse vencer. ¿Abandonar aquel territorio? Se había expuesto mucho y ahora había encontrado una gruta segura. Por otro lado, ¿con qué alimentaría el fuego todo el invierno? ¿Cómo era de riguroso allí?
Un relincho le hizo volver la cabeza hacia los ralos pastos. Pudo percibir el nerviosismo de los animales y vio el galope en círculos del semental en su intento por proteger a la yeguada, que formaba ya un grupo compacto en torno a los potrillos y parecía dispuesta a echar al galope. Raol descendió hasta la mitad de la colina para tener mejor visión. Si tenía que enfrentarse a depredadores tenía que saber cuáles y cuántos eran. Un único bulto se movió entre las hierbas y se expuso a una distancia prudente del semental, que no cesaba de relinchar y patear el suelo. Raol vio que era una figura humana, un cazador. En su mano esgrimía lo que parecía un propulsor, preparado para arrojar el proyectil hacia uno de los animales. Sin embargo, el cazador no pudo completar el movimiento y lanzó un grito de dolor antes de caer de rodillas al suelo. Un grito agudo. Femenino.
La manada emprendió el galope y Raol descendió con cuidado. Lanzaba rápidas ojeadas en todas direcciones pero sobretodo se fijaba en la cazadora, que seguía de rodillas y con un gesto de dolor en el rostro.
—¿Estás heri…?
No advirtió el movimiento de la mujer. Se vio con una punta de azagaya rozándole la nuez. Raol retrocedió con las palmas en alto ante la expresión de ella. Era todavía joven, quizá unos cinco años menos de los veinte de Raol. Ambos vestían con abrigo y polainas de piel de cabra, la misma piel de corzo para el carcaj de ella y para la bolsa de útiles de él. Raol sonrió al ver el colgante que pendía del cuello de la chica: un canino perforado, por su tamaño parecía de lobo. Ambos eran de tribus que, aunque en principio no se relacionaban demasiado, compartían de forma más o menos amistosa recursos en una zona ahora muy lejana. Los idiomas eran casi iguales, sólo variaban algunos sonidos. Ella, que se presentó como Nara, reconoció la tribu del joven por el tatuaje en pequeñas espirales que rodeaba ambas muñecas. También pareció relajarse ante el gesto conciliador y la invitación de él:
—Este no es un buen sitio para quedarnos. Necesitas comida y fuego. Mi gruta está justo ahí.
No fue muy difícil convencerla. Raol le ayudó a levantarse y la cargó a su espalda. A juzgar por su liviano peso, debía hallarse muy apurada para conseguir alimento.
—¿Qué te ha sucedido? —preguntó él, una vez en la gruta y acomodados ante el fuego que consumía los restos de pescado.
—Debí ofender a la diosa de la Caza, y me ha castigado con este mal…
Raol se fijó en las manos que le mostró la joven. Varios dedos se curvaban en forma de garras, y tanto los nudillos como las muecas estaban hinchados y calientes. Pero no era lo único que Nara movía con dificultad. De igual modo los dolores se extendían por las rodillas y la espalda. Él había visto esa clase de dolencia en miembros muy ancianos de su clan, nunca en personas tan jóvenes. También le extrañó que en esa situación ella no estuviese arropada por los suyos.
—No quise seguir siendo un lastre para mi tribu y decidí marcharme. Voy a las tierras del Sur, en busca de los Hombres de las Estrellas. Sólo ellos podrán curarme… ¿Qué te hace tanta gracia?
—Perdona, no quería ofenderte—Raol abandonó la media sonrisa que se había dibujado en su rostro—, sólo me sorprende que creas en esos cuentos para niños…
—No son cuentos. Habitaron estas tierras hace infinitas estaciones, antes del Cataclismo de Hielo…
—… sí, sí, y casi todos ascendieron junto a los dioses, salvo unos pocos que quedaron en el mundo. Pero nadie les ha visto, ni hay rastro de ellos.
—¿Y esto? ¿Qué dirías que es?
Nara le extendió una curiosa pieza de color indefinido y de un material duro, pero a la vez muy ligero, además de suave y liso al tacto, salvo por algunos grabados formando líneas paralelas en los bordes, sin duda hechos de manera intencional. A juzgar por su forma Raol lo identificó como un fragmento de algún objeto muy antiguo que presentaba unas proporciones tan regulares y exactas que era imposible que la naturaleza lo hubiese modelado. No quiso mostrar su asombro ni ante la cazadora ni ante algo que cuestionaba su escepticismo.
—No sé. Puede ser cualquier cosa.
Nara entornó los ojos. Esta vez fue ella quien apenas pudo contener una media sonrisa:
—¿Sabes? Me sorprende que lleves en tus muñecas los tatuajes del chamán, y sin embargo seas tan poco creyente.
—Estás en lo cierto. Me temo que mi magia dejó de funcionar hace tiempo. Al igual que a ti, puede que los dioses me hayan castigado. Solo que mi marcha no fue voluntaria.
Nara comprendió. Respetó el silencio que guardó el hombre, se envolvió lo mejor que pudo en las pieles y se dispuso a descansar.
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Raol dejó sus útiles en tierra y se distanció un poco de la pared rocosa. El recuerdo de su primer encuentro con Nara había hecho que el trazo, primero del rostro y luego de sus rubios cabellos fuese delicado. Puso especial esmero en la expresión firme y obstinada a través de unos ojos almendrados, fijos en el espectador. El cuerpo menudo, delgado, con las manos sobre un abultado vientre. Así era como la recordaba en los últimos tiempos. Sintió una leve opresión en el pecho, entre placentera y dolorosa, al verla de nuevo y al saber que ya nunca estaría con él. Volvió a preparar nuevos pigmentos en su mortero de piedra y continuó pintando.
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—No, así nunca conseguirás alcanzarla.
Como respuesta, Raol se volvió hacia Nara, contrariado. Ella, sentada sobre una roca, hizo caso omiso a su expresión.
—Sostén el propulsor con tres dedos. Y lanza el proyectil con firmeza.
—¿Para qué cazar teniendo pesca?
—¿Para qué pescar teniendo caza?
Tras varios intentos Raol consiguió cobrar su pieza: una cierva que cojeaba de manera ostentosa. Su logro se ensombreció ante un pensamiento en voz alta formulado por su compañera, tras escuchar un lejano coro de aullidos:
—Esa cierva y yo podríamos compartir la misma suerte.
Durante aquellas semanas de frío intenso Nara había empeorado. No sólo le costaba mucho caminar, sino también levantarse de su hueco junto a la lumbre. Podía ser que por eso se había empeñado en transmitir sus conocimientos a Raol, para que éste actuase en el lugar de su cuerpo enfermo. O quizá le estaba dotando de más medios para cuando ella ya no… Raol no quiso seguir pensando. Prefería dejar que cada noche ella se acomodara en su pecho, al calor del fuego que elevaba numerosas pavesas hacia un cielo de estrellas infinitas. ¿En cuál de ellas morarían aquellos hombres de tiempos remotos? Ojalá pudiera emprender junto a Nara el viaje que ella había iniciado. Quizá si ella mejorase un poco con el cambio de estación… tenía que ayudarla de algún modo.
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Concluida la pintura, Raol se retiró de la estancia hasta el amanecer, momento en que el alma del invocado se impregnaría en la obra para atender las súplicas a través del trance del chamán. Se sintió inquieto. Siempre se aludía al Gran Espíritu que regía a cada animal, ya fuese el bisonte, el caballo, el ciervo o la cabra. Las menos veces se trataba de aplacar las presencias malignas del lobo o la hiena, como petición para acceder a la caza, y que esta fuese propicia. Nunca se había invocado a un ser humano, ya que eran los Grandes Espíritus Animales los que regían el mundo y las migraciones de las manadas. Hombres y mujeres estaban supeditados a ellos. Quizá algo ominoso se abatiera sobre él en el delicado momento del trance. ¿Podría regresar? ¿Le castigarían los Grandes Espíritus? Bien mirado, ¿importaba?
La luz de su lámpara se había extinguido. Depositó algo de sebo de caballo en el mortero de piedra y una nueva mecha a base de pequeñas ramas de enebro. Tras varios intentos volvió a prender la llama, y descendió por la resbalosa y húmeda caliza hacia la galería inferior. Un derrumbe reciente había dado lugar a un descubrimiento extraordinario para ambos, y sobre todo muy beneficioso para Nara.
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—¿Y dices que esta parte de la cueva nunca la habías visto?
—Es la primera vez que desciendo tanto. Ven, te ayudaré a bajar.
Desde el interior de la tierra se elevaban vapores que hacían exudar las paredes rocosas. Nara dejó escapar un suspiro de satisfacción. De allí manaba calor. Se afianzó sobre la espalda de su compañero y avanzaron con cuidado por una rampa natural no demasiado inclinada hasta que aquel pasillo se abrió de manera espectacular en una sala de cuyos porosos techos pendían estalactitas como infinitos avisperos sobre un lecho de cálidas aguas color turquesa. Toda aquella estancia goteaba, vaporizaba, burbujeaba en el fluido idioma entre las aguas termales y el ardor de la más profunda tierra.
—Bájame, Raol.
Nara se deslizó hasta el borde del estanque y comenzó a desprenderse de sus ropajes. Al principio con cuidado, las últimas prendas casi arrancadas con furioso dolor. Raol sintió cómo se le aceleraba el pulso al verla sumergirse desnuda en las cálidas aguas, y se dejó llevar por el deseo de seguirla. Nara se acariciaba sus miembros doloridos mientras sentía el bálsamo del agua caliente sobre ellos. Su expresión de alivio cambió ante la imagen del cuerpo fuerte y fibrado de Raol nadar hacia ella, sus ojos del mismo turquesa del agua, con las pupilas dilatadas por la visión del cuerpo femenino. Nara abrió sus miembros en una invitación llena de anhelo para recibirlo, el mismo que le invadió a él para sumergirse en ella.
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Amanecía. El ascenso desde las aguas termales hasta la sala superior de la gruta volvió a conducir a Raol hasta la pintura. Había llegado el momento.
Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, lo más relajado posible. En el silencio del ambiente logró centrarse sólo en el ritmo de su respiración. Profundo. Despacio. Trató de visualizarse subiendo por una suave loma, a la caída de la tarde, en un cálido día de verano, entre altas y ondeantes hierbas de un suave color pajizo. Eso es. Capta la luz, los tonos amarillos, dorados. Y sube, céntrate en el movimiento ascendente. Controla la respiración. Inhalando el aire unos segundos de subida, reteniendo la respiración en un momento de descanso. Escucha la brisa, siente el hormigueo de la hierba en los brazos, en las manos, en las piernas. Asciende de nuevo, exhalando el aire retenido. Déjalo ir. Déjate ir. En lo alto de la loma no hay descenso posible. Raol se estremece, pero no abandona su estado. Hay un vacío, un precipicio negro, abismal. Su corazón se acelera, palpita. Su mente trata de evitar el vacío, pero su cuerpo es quien domina ahora. Tiene que saltar. Ahora.
Salta.
Raol atraviesa el aire en caída libre. El estómago se contrae, su cuerpo se precipita en la negrura. Fogonazos de imágenes y sonidos perforan su mente. Gritos de Nara, en cuclillas. Entre las piernas de ella se desliza un bulto sanguinoliento que cae al suelo. Muerto. Nara sangra, sangra mucho. Palidece. Se apaga. Sus ojos entreabiertos, opacos, ausentes de vida le siguen mirando. Mientras, él cae, llega al fondo, pero no hay impacto.
Se encuentra sentado en la misma postura, con las piernas cruzadas. Todo su cuerpo tiembla, un sudor frío se desliza y lo empapa. Se ve a sí mismo en mitad de la noche, en un cielo sin estrellas. Camina por un sendero tan negro como las tinieblas, de una especie de lava dura. El camino es recto, ancho, separado en dos partes por una línea blanca como el lomo listado de algunos animales. Intuye que la senda le invita a avanzar, a adentrarse. El frío le atraviesa el cuerpo, pero sigue adelante. El camino termina, no, más bien es engullido por un gigantesco avispero de puntos luminosos. ¿Desde cuándo las estrellas han bajado del cielo? En su trance Raol gime y se estremece, aprieta los puños, convulsiona, sus cabellos se adhieren a su espalda y frente en negras hebras. Pero no abandona la postura. Una fuerza más poderosa que él le obliga a avanzar hacia la colmena de luces. Se va acercando y sus ojos comienzan a perfilar formas concretas que en la lejanía no eran perceptibles. Formas exactas, como apenas hay en su entorno natural. Curvas, círculos perfectos. Y sobre todo extensiones de rectas. Formas completas que él jamás hubiera imaginado. Debían ser insectos gigantescos los que conformaran semejantes colmenas. Y en cada celdilla luminosa morar uno de ellos.
Pero no. Es un poblado. Ve a algunos hombres como él pero ataviados con extraños ropajes caminar erráticos entre las tinieblas. “Los hombres de las estrellas”, murmura Raol. Avanza hacia ellos, pero éstos no pueden advertir su presencia. Uno de ellos parece hablar solo, como murmurando uno de los conjuros de Raol. Sostiene entre su mano y su oído una herramienta y no para de gesticular. ¿Qué clase de chamán es este?
El suelo del poblado es de la misma lava negra del sendero que le ha llevado ahí. Aparece también pintada de blanco con símbolos más complejos, indescifrables, pero de igual manera formando círculos y líneas cerradas, perfectas. En lugar de las paredes de las cuevas, estos hombres emplean el suelo para reflejar sus símbolos. De pronto escucha un bramido que le hace saltar a un lado. Una bestia de ojos de fuego casi le embiste, pero no se vuelve para reanudar el ataque, sino que sigue su carrera. Su instinto le lleva a esconderse detrás de un árbol ¿De qué depredador huye este extraño animal? Y entonces, ve otra bestia igual detrás de la primera, y otra, y otra más. Implora a los dioses para despertar, para salir del trance. Pero éstos no parecen escucharle. En su lugar acude a su llamada el dios malévolo del Lobo, que se abalanza sobre él con un estremecedor rugido. Raol cae al suelo y lucha con sus manos desnudas, angustiado por hallarse desprovisto de cualquier arma. Siente el desgarro de los dientes, el aliento fétido de la bestia. Se aferra al cuello peludo del animal y en un intento desesperado por desasirse del animal sus dedos desgarran, desgarran… y arrancan algo.
Con un grito desgarrador, Raol salió del trance. Aterrorizado, palpó su cuerpo buscando cualquier herida, pero descubrió con asombro que su cuerpo estaba intacto. Sin duda, el dios Lobo le había castigado por haber desafiado las leyes que regían la vida, pero ¿a dónde le había conducido el trance?
Poco a poco se fue recobrando. Entonces, advirtió que entre sus dedos sostenía un extraño objeto. Reconoció la pieza del collar que había arrancado al dios Lobo, ahora completa: una pieza de un material duro, ligero, suave y liso al tacto, con algunos grabados formando líneas paralelas en los bordes. Raol se dirigió casi tambaleándose hasta la pintura de Nara, que parecía contemplarle con serenidad.
—Tenías razón, Nara: existen.
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Raúl Conesa
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Raúl Conesa »

Me gusta mucho, pero me deja con la sensación de que la historia está empezando, que éste es el primer capítulo y falta más. Esto exige una secuela, tal vez después del concurso. Los saltos temporales se me hicieron algo confusos en la primera lectura: no capté que Nara era la misma mujer que Raol encontraba cazando y la que fallecía en el parto. Me dio la sensación de que él ya estaba de luto cuando se encontraba a Nara, y que la secuencia del parto era de su anterior pareja. La segunda lectura me ha despejado la confusión, así que supongo que fue cosa mía.

Así que eso, secuela.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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raumat
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por raumat »

Muy bien escrito.
Ajetreada historia de amor la de Nara y Raol en un mundo de extrema fantasía... Cazadores, dioses, chamanes, brujería, piedras mágicas, bestias monstruosas... Me cuesta un poco meterme en estos mundos tan fantásticos...
La prosa, excelente.
Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.
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Mister_Sogad
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Mister_Sogad »

Curioso relato el tuyo, autor/a. Desde luego me has mantenido intrigado durante buena parte del texto. Al principio pensé que nos situabas en un período de nuestro pasado, pero en cuanto empezaron a aparecer palabras que un cavernícola no conocería mi mente me dijo que quizá era un mundo postapocalíptico, y ya al final he pensado que en realidad estaba ante un mundo con "planos paralelos", una misma realidad temporal pero en planos espaciales distintos.

Y todo este juego que se desarrollaba en mi mente de descubrir qué se iba creando "frente a mí" me ha gustado. Como también me ha gustado tu historia y las ideas con la que la dotas. Es más, me hubiera gustado que avanzaras más en la historia, narrando por ejemplo un encuentro entre tu protagonista y un "hombre de las estrellas" por ejemplo, lo que hubiera sido de lo más interesante.

La narración es buena, bastante buena de hecho, porque ha resultado un placer ir imaginádnomelo todo sin problemas; y algunas palabras, escenas y escenarios me han gustado mucho. Creo que has acertado en tu "mezcla". Destaco, además, el tema del trance, aunque durante el desarrollo de este me he perdido un poco en alguna parte, que intuyo solucionaré con las siguientes lecturas.

Espero que saques algo constructivo de mis comentarios, que es mi intención. Mucha suerte en el concurso!! :60:
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Gavalia
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Gavalia »

Esperaba más de este trabajo. Me éncantan las historias de los primeros hombres, aunque en este caso es algo más que eso. Quizás un nuevo comienzo tras una apocalipsis. Sin embargo, lo veo demasiado monótono para mi gusto. Lo único que saca al lector del sopor, al menos a mi, quizás sea el sueño del chamán.
Suerte.
En paz descanses, amigo.
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Jarg
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Jarg »

Un relato muy bien escrito. Autor/a, tienes habilidad para intercalar los flashbacks y dar la información poco a poco. No es un recurso fácil (al menos para mí), así que lo admiro cuando lo leo.

La historia me ha gustado y los personajes también, resultan creíbles incluso para un período tan desconocido. No sé si he entendido bien el trance de Raol. ¿Lo que observa es la época actual como su futuro o un pasado pre-apocalíptico? No me ha quedado claro lo que es el objeto que sostenía en sus manos al despertar del trance. Lo volveré a leer por si me he perdido algo. Pero, quitando eso, muy buena historia. Enhorabuena y buena suerte.
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Gavalia escribió: 20 Abr 2020 20:19 Quizás un nuevo comienzo tras una apocalipsis.
Jarg escribió: 21 Abr 2020 19:59¿Lo que observa es la época actual como su futuro o un pasado pre-apocalíptico?
Me inclino más a pensar a que es algo como lo que apunta Tigretón:
Mister_Sogad escribió: 20 Abr 2020 18:54... al final he pensado que en realidad estaba ante un mundo con "planos paralelos", una misma realidad temporal pero en planos espaciales distintos.
...lo releo y comento.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Bien, ahora estoy algo más perdido que antes. Empiezo a dudar de todo. Ya no sé si es un futuro lejano "tras el Cataclismo de hielo" y con esos propulsores para la caza, o realidades paralelas entre estos y nosotros (en la visión aparece uno con su teléfono móvil)... Por otro lado, el objeto que le muestra Nara y que luego completa el prota tras arrancárselo del cuello al dios Lobo, no sé, no tengo ni idea de qué puede ser.

Muchas dudas. Seguro que luego viene Iliria, perdón, la autora, y nos dice: "el objeto era noséqué" y decimos: buah, pues claro.

Me gusta bastante tirando a mucho: la idea es una paranoia + está bien escrito (se ha escapado por ahí un "sobretodo") + encima da juego el rollo de poner episodios salteados.

Estaré pendiente a los comentarios y lo volveré a leer antes de que acabe el tinglado este.
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Megan
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Megan »

Autor/a, qué decir sobre tu relato.
Lo que me gustó, fue esas idas y venidas en el tiempo tan bien planteadas que no confunden, eso es todo un mérito.
Sobre el tema en si, no me atrapó, un hombre que pierde a su amada y busca, mediante una pintura y la magia llegar a ella.
No me quedó claro, cuál es el significado de los hombres de las estrellas, puedo imaginarlos como extraterrestres de los que tanto se hablan, habitando nuestro planeta en la prehistoria. Lo que está claro es el amor que siente ese hombre por la mujer que ya no está. Al parecer hubo un parto, pero el niño nació muerto, supongo que la enfermedad de ella no permitió que viviera. El hombre termina mirando la pintura, después del intento de llegar a ella y encontrarse con los hombres de las estrellas.

Me falta algo, como han dicho los compañeros, una continuación de la historia que explique más sobre todo ese mundo que creaste y que de hecho, es muy interesante.

Mucha suerte y gracias por compartirlo :D
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Isma
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Isma »

Me ha gustado mucho. Me encanta la ciencia ficción, sobre todo esa en la que no salen marcianos ni rayos láser. Está muy bien escrito y es muy intencionado. Y tiene un toque nostálgico que le da la pizca adecuada a ese género, a mi gusto.

Empiezo. El tema... creo que es la especulación de un mundo que sobrevive tras la caída de la civilización. No es inmediatamente claro. El legado perdido de la humanidad, convertido en superstición más que en memoria. Sí, quizás eso, en el fondo. La pena porque tanto se haya perdido. O algo similar. No me queda claro que la civilización haya caído, pero está claro que el hombre y su progreso ya no están.

El argumento. Un chamán expulsado de su tribu se encuentra con una cazadora que se ha exiliado por padecer artrosis. Ella cree poder curar su mal si encuentra a los llamados hombres de las estrellas. Se enamoran, no avanzan más. Ella queda encinta y muere. Él honra su memoria y emprende un viaje chamánico que le hace comprender que los hombres de las estrellas, efectivamente, existieron. Él cree que aún existen, pero lo que da a entender la historia es que no: si lo hicieran, el progreso no habría resultado indiferente ante esta humanidad abandonada.

La trama, muy chula. Empieza por el final, que se establece como momento presente. Continúa presentando al personaje principal, cómo conoce a la cazadora. A través de la conversación entre ellos (bien llevada, nada explicativa) aprendemos quién es cada uno, sus motivaciones. Después va enlazando el momento presente con los recuerdos del pasado y así deducimos que ella ha muerto y cómo llegaron a unir sus caminos.

Al fin está la visión del pasado, y sabemos que es el pasado porque ella está muerta. Al principio dudé si la visión era del futuro y he tenido que leerlo un par de veces para verlo bien: como sugerencia, podrías haber explicitado en el tiempo presente que ella está muerta. Ve un mundo moderno y se trae algo de ese viaje chamánico. A mí me viene a la cabeza un móvil (el Nokia 3501, quizás, duro como un ladrillo) pero vete a saber.

Sobre la forma, nada que añadir, señoría. Muy bien escrito.

Pues eso, que me ha gustado mucho. ¡Suerte!
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rubisco
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por rubisco »

Si este relato no sale ganador, me enfado.
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Edgardo Benitez
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Edgardo Benitez »

Bueno, pienso que tu texto es bueno aparte de algunos detalles que no son de mi agrado. Te digo que la abundancia de descripciones ponen tedio en al menos la mitad del cuento. Esa buena parte me parece hasta innecesaria incluirla. Te invito a tapar la mitad y verás que no aporta nada a tu historia. Te hablo de mi gusto personal. Te deseo la mejor de la suerte para la prosa adecuada que has traído.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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rubisco
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por rubisco »

Hola, autora; hola, autor :hola: :

Si tuviera que hablar de obra maestra sería este relato. ¡Guau!, que diría un perro.

Nos ubicas en una época distinta, algo así como unos miles de años de nada en el pasado o en el futuro; aunque me inclino por esto último a tenor de ciertos detalles del relato. Ahí Raol, un tribal, se encuentra con Nara, una tribal foránea (mas no enemiga), y acaban congeniando. Ella tiene un mal que le afecta a la movilidad (¿artrosis? ¿osteoporosis?) y abandona su tribu para no ser una carga, pero Raol la “adopta”. Ella, embarazada aparentemente de él decide ir a donde están los hombres de las estrellas, algo en lo que él no cree. Nara empeora y acaba abortando poco antes de morir. Raol entonces va a meditar, piensa en el suicidio (o es una imagen inconsciente) y acaba en trance encontrando a los hombres de las estrellas.

(Perdón por el resumen tan simplón, pero estoy intentando resumir al máximo :lol: .)

Mira, tu relato lo tiene todo: trama, personajes que evolucionan, un lenguaje propio, equilibrio entre forma y fondo, estética adecuada…

No le encuentro ningún fallo. ¡Ningunito!

Será muy difícil que no estés en mi podio.

Gracias por compartirlo y mucha suerte :60: .
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ACLIAMANTA
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por ACLIAMANTA »

Comparto la opinión de quienes piensan que es una buena historia, que está muy bien contada y muy bien escrita, que no hay casi nada que mejorar, pero tampoco supe qué era el objeto que le confirma a Raol que los hombres de las estrellas existen.

No estoy de acuerdo en que sea monótono ni tampoco que le sobre algo, pero si pienso que para su total disfrute requiere cierto gusto por el género.

Agregaría que siendo fantasía me agradó que no hubiera demasiados personajes ni tanto nombre raro como suele ocurrir en este tipo de relatos.

Me gustó
Suerte, autor!
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Iliria
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Re: CP XV - Los hombres de las estrellas

Mensaje por Iliria »

En líneas generales me ha gustado. Como han dicho, la trama es interesante y los saltos temporales resultan rompedores y hacen la lectura amena. También los diálogos.
El pero que le veo es que a mí tampoco me queda claro qué puede ser el objeto que Raol trae del pasado (¿o del presente?) No dejas muy claro si lo que se abre a través del trance es un tiempo lineal o mundos paralelos.
En resumen, que me ha gustado pero me ha dejado alguna incógnita. Ya nos lo aclaras, autor/a.

Gracias por participar y suerte :hola:
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-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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