CPXII - La sonrisa del perdedor - Joserc

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPXII - La sonrisa del perdedor - Joserc

Mensaje por lucia »

La sonrisa del perdedor

MILA
Un pensamiento baja volando y se posa suave sobre la mente de Mila: «esta noche voy a hacer el amor, bueno, qué coño, voy a follar». Apenas las palabras acaban de cerrar las alas y acomodarse, cuando ya se ha puesto colorada. «Por Dios, Mila, pero qué estás diciendo» y automáticamente cierra las piernas y las cruza, todo en un solo movimiento recatado e inconsciente.

Hace rato que no escucha al resto de contertulios. Sentados en círculo, con una mesa pequeña en el centro, la docena de asistentes de ese día debate desde hace horas sobre «La conjura de los necios». A ella le pareció una chorrada de libro cuando vio la convocatoria, pero quedarse en casa machacándose el ego había dejado de ser una opción desde hacía un tiempo. Es lo que estuvo haciendo durante un año y medio, desde aquel lejano día en el que Ramón se había ido con la putita. Siempre le sale esa palabra cuando piensa en ella, putita, así en diminutivo, aunque en realidad putona sería más adecuado, más que nada por la edad. Y es que, si al menos se hubiera ido con una jovencita, pero no, se fue con una cincuentona, otra versión de ella misma.

Imaginarle entre las piernas de una chica hubiera sido ideal para poder llamarle cabrón degenerado, pero no, el muy jodido se había ido con una como ella, un madura, aunque «más adecuada», dijo, «más independiente», sentenció. Treinta años de hogar perfecto, de hijos perfectos, de vida perfecta, todo para acabar dándose cuenta que la imperfecta era ella, al menos eso había estado creyendo durante mucho tiempo.

“…Ignatius representa a la inmadurez de una sociedad decadente que…”

La frase se ha colado en sus pensamientos. La ha soltado Juan, “ojos de serpiente”, apodo que le puso mentalmente el primer día que le conoció. Normalmente viene acompañado de su mujer, pero hoy está solo. Pilar, su esposa, no le cae bien, aunque hasta hoy no ha sabido por qué. Fue esta mañana, nada más levantarse y recordar que tenía tertulia con el club, cuando se dio cuenta. Pilar no es una persona desagradable ni estúpida, solo es que se parece demasiado a ella. La ve ahí, al lado de Juan cada domingo de tertulia, tan atenta a lo que dice él, tan pava, que la odia. Tal y como se odia a si misma desde que Ramón se fue con la putona. «¿Por qué aguanté tanto al lado de ese hombre?», se reprocha. Siempre hubo una sospecha, unos ojos que huían ante las preguntas, unas palabras vacilantes; en resumen, una rata muerta bajo el porche, pero era mejor dejarlo pasar, más cómodo. Y ahora, ella misma se ve reflejada en Pilar. A su marido se le huele desde lejos. Nada más entrar, hace un rato, ha repasado a todas las presentes de arriba abajo. Se le nota que las ha probado de todos los colores. «Pobre Pilar, pobre y estúpida Mila».

“… y esa madre, ¡qué personaje! Siempre perdonando a su hijo. Alcohólica y abandonada…”

La tertulia sigue y Mila recuerda lo ocurrido hace unas horas. Ha sido esta mañana, durante el desayuno, cuando ha levantado por tercera vez el vaso de leche. Se ha quedado mirándolo, tan verde, tan duradero. Uno de los que compró hace treinta años. Una maravilla de vidrio que le aseguraron duraría para siempre. Estaba un poco descolorido ya y lleno de marcas a base del uso, pero ahí seguía. Un vaso que se ha caído mil veces, que se ha golpeado en tantas y tantas ocasiones, y, sin embargo, desgastado, pero entero. Entonces ha venido el ataque de rabia. Lo ha agarrado y lo ha lanzado con todas sus fuerzas contra la pared. La leche ha dibujado un arco informe en el aire y ha caído por todos lados. Y el vaso, tan duradero, tan eterno, se ha hecho añicos contra los baldosines blancos.

Entonces, Mila ha gritado de rabia, de pena, de incomprensión. Ha golpeado la mesa y pateado la pared de forma salvaje hasta cansarse, eso sí, sin soltar una lágrima. Ya no le quedan. Dieciocho meses llorando es mucho llorar. En ese momento es cuando ha decidido pasar página y empezar otro camino. Y han aparecido las ideas locas, esos demonios pequeños y divertidos que se cuelan sin ser llamados. Esos que aparecen en la juventud a miles y que van siendo espantados o atendidos a medida que maduramos. «Viaja lejos», «prueba las drogas», «baila hasta que no pueda más», «sal al balcón desnuda y grita hasta quedar ronca», «tírate a un chaval» … Sí, eso… tirarse a un hombre más joven, a ver qué se siente. “Tirárselo”, ahí es nada, “follárselo”, sí, queda mejor “follárselo”.

“…el personaje negro es todo un símbolo, toda una protesta en sí mismo. Las gafas oscuras con las que tapa sus ojos aluden a…”

Sí, los ojos. Dicen tanto, son tan evidentes... Los de Juan no son los únicos que han acariciado hoy sus curvas de mujer. Mario también lo ha hecho, aunque de esa forma tímida que tiene el chaval. Admitámoslo, no es más que un crío para ella. Solo es un poco mayor que sus propios hijos, pero se le ve fuerte, buenos riñones, seguro que empuja con toda el alma. Los labios de Mila se curvan y deja escapar una risita.

“…Es gracioso el negro, sin duda... ¿Es el que más te ha hecho reír, Mila?... cuéntanos.”

No se ha dado cuenta, pero su risita en realidad ha sido toda una carcajada. Ahora todos la miran. Se pone colorada hasta la raíz del cabello. La imagen del negro se fusiona en su mente con la de un Mario blanco y desnudo empujando con una verga negra, todo riñones. Todas las miradas están fijas en ella. Y entonces pasa... Al principio solo es un temblor en sus hombros, luego una mano que se lleva a la boca, sus ojos se arrugan un poquito y… estalla en carcajadas. Mario mitad negro, mitad blanco bombeando como si le fuera la vida en ello. Se agarra la tripa en un movimiento que es todo suyo, todo ella, y se retuerce con lágrimas de auténtica juerga rodando por sus mejillas. Todos se miran confundidos. El libro es gracioso, pero…

Mila, colorada, medio sudando, se calma, mira a Juan y luego a Mario, y vuelve a estallar en carcajadas incontrolables. La mecha está encendida y empieza a arder. Primero son sonrisas incrédulas, luego risas, al final todos la acompañan en una orgía de dientes blancos y ojos llorosos de puro regocijo. Cuando se van calmando alguien dice «…el negro…» y de nuevo estalla la hilaridad en cascada. Al final todos se calman. Mila siente un poco de humedad en las bragas y se mueve incómoda. Sonríe para sí misma. No sabe si ha sido culpa de las carcajadas o del deseo, ese nuevo compañero.

“… y por hoy creo que hemos dicho todo lo que se puede opinar sobre el gordo Ignatius y su tragicómica vida. Nos vemos en la siguiente tertulia, amigos…”

Hay un arrastrar de sillas y un volar de abrigos encajándose en sus dueños. Juan se le acerca, tal y como ella espera. Le ha lanzado un par de miradas en momentos clave, justo cuando se hablaba de algo sexual o picante, y el muy idiota ha picado. Se para un momento. Una alarma suena en algún punto de su cerebro. «Mila, ¿qué estás haciendo?, no te reconozco». Se da cuenta que es la voz de su ex marido. Siempre fue un mojigato con ella, el muy cabrón, siempre con ese falso recato, siempre apartando la vista cuando salía desnuda de la ducha o cuando se ponía el sujetador, y todo para acabar yéndose con otra más “adecuada”. «¿Por qué te oigo todavía, Ramón?», «¿es que vas a seguir jodiéndome incluso dentro de la cabeza? Que te den…» y aparta la molesta imagen de su mente. Juan llega donde está ella, sonrisa de hombre pagado de sí mismo, ojos de serpiente. Ella sonríe a su vez.

JUAN
Juan observa el cuadro de la pared. «¿Cuántos habré visto como este? ¿En cuántas habitaciones de cuántos hoteles habré visto oleos de veleros surcando el mar? Ni siquiera son cuadros de verdad, son solo reproducciones enmarcadas, imágenes falsas, carne de impresora. Salen de la máquina, todas iguales, les colocas un marco y ya tienes decoración para mil habitaciones, diez mil, cien mil. Colgados de una pared, observarán y juzgarán a todos los que se acuesten en las mil, diez mil, cien mil camas que las ocupan. Si esos cuadros tuvieran alma, si pudieran pensar, se asquearían cada noche y cada puto día».

El ruido de la cisterna del cuarto de baño le trae a la realidad. La madurita ha caído sin mucho esfuerzo. Se la veía dispuesta nada más empezar la tertulia. Un par de caídas de ojos, tres o cuatro sonrisas y ya estaba en el bote. Es curioso, hoy precisamente. Ha sido un día malo, extraño, pero cuando la ha visto reírse de esa manera ha pensado que dentro de aquella cincuentona inocente tenía que haber algo salvaje, algo que le hiciera olvidar por un momento. Le encantan de ese tipo. Parecen virgencitas, pero están resabiadas como gallinas viejas, y eso le pone mucho. Le ha extrañado no tener una erección allí mismo.

Puede que haya sido culpa de lo ocurrido en las últimas horas. Hasta medio día todo iba como siempre, nada fuera de lo normal. El vacile con la camarera del bar a la hora del desayuno, el repaso visual a una secretaria en el ascensor, el roce “accidental” con la chica de las fotocopias. Futuras presas todas. Algunas se han escapado a lo largo de su vida, claro, pero normalmente es porque resultaban ser bolleras; bueno, seguramente lo eran.

A eso de la una ha pasado algo que le ha desestabilizado. Ha vuelto a casa a comer y ha aprovechado para ir al cuarto de baño. Estaba sentado en el trono, con los calzoncillos bajados y concentrado en el esfuerzo cuando ha visto un destello de plata debajo del armario del lavabo. Se ha estirado todo lo posible y con la punta de los dedos lo ha sacado. Un cuadrado de plástico con una palabra impresa en ambos lados: “DUREX”. Los ojos se le han abierto de sorpresa, las piernas le han flojeado y el estreñimiento ha dejado de ser un problema.

Al salir se ha guardado el hallazgo en el bolsillo. Le es extraño. No el objeto en sí mismo (los tiene iguales a montones en un escondrijo del coche), si no el sitio donde lo ha encontrado, en su propio baño. Hace una década que se hizo la vasectomía, hace mucho que no los usa dentro de su propio dormitorio.

La comida ha transcurrido en silencio. Pilar, distraída, ensimismada, con esa expresión de quien está mirando más allá de las paredes, apenas se ha llevado algo a la boca. Él, sintiendo un peso extraño sobre la pierna, donde descansa el trozo de plástico incautado, ha estado revolviendo la sopa como quien busca respuestas en el fondo del plato. Cuando se ha levantado para irse, ella no había cambiado la expresión. El «hasta la noche, me voy a la ofi» ha quedado sin su correspondiente «no trabajes mucho» de todos los días.

En su despacho, Juan se ha sentado en la silla y ha estado un rato mirando el pequeño bulto cuadrado de su pernera. No se ha decidido a tirarlo, no sabe por qué. A las seis de la tarde su amigo le ha soltado «¿Haces horas extra o es que tienes plan, maricón?». Entonces ha despertado de su ensoñación, ha cogido el abrigo y se ha dirigido al Bar donde siempre se detiene a calentar antes de salir. El regusto del Dyc con Coca-cola le ha traído de nuevo a la realidad. Le ha despejado, ha alejado los pensamientos confusos y le ha puesto en modo “Juan”, ese estado en el que es capaz de follarse a cualquier tía. Luego ha salido solo en dirección a la tertulia, un cazadero inexplorado.

La puerta del baño se abre y aparece Mila. Le extraña verla vestida aún. Se miran a los ojos y avanzan uno hacia el otro. Cuando están pegados, ella levanta los brazos, indecisa, y le rodea el cuello. Él la toma por la cintura. El modo “Juan” está en On. «Voy a por ti, nena. Vas a fliparlo a tu edad». Se besan. Ella ni se acuerda siquiera. ¿Qué se hacía? ¿Cómo se mueve la lengua? ¿Se mete dentro de la boca? ¿Se acarician los labios?

Juan baja las manos y le agarra el culo. Ella da un respingo, todo nervios. El galán sonríe con la suficiencia que da la práctica. Mila se anima. «Actúa, Mila, muévete, no seas sosa», se dice, y baja la mano hacia el paquete. Espera encontrar algo duro, algo que la excite y le humedezca las bragas por segunda vez aquel día, pero allí solo hay un bulto que le cabe en la palma. «¿Por qué no se le pone dura?». Los viejos hábitos asoman su fea cara y le hacen sentirse culpable. «No le gusto. Soy yo, es por mí». Le tiembla el labio, le sudan las manos, se humedecen los ojos de Mila. Y entonces una imagen acude al rescate: el vaso verde de esta mañana. Lo ve volar como a cámara lenta y estrellarse, hacerse añicos. La culpabilidad huye asustada ante el estruendo de los cristales. Mila ya no es Mila.

Juan la mira confundido y se mira la entrepierna. Y luego mira el pequeño bulto de su pernera, allí donde está DUREX. Y la mira de nuevo a ella, y vuelve a mirarse, y así entra en un círculo vicioso del que no puede salir. No entiende nada. Ya debería estar follando, ella debería estar gimiendo ya. ¿Qué está pasando?

Mila retrocede. Ya no vacila, ya no tiembla.

–¿Y para esto tanto? –le suelta. Recoge el bolso y el abrigo, y sale dando un portazo.

La mujer que baja en el ascensor no ha hecho el amor, qué coño, ni siquiera ha follado, pero sonríe a su imagen del espejo. Atraviesa el hall del hotel con paso seguro, golpes de tacón sobre mármol que resuenan. Se pone el abrigo en un solo movimiento y sale a la calle.

MARIO
Mario la ve salir por la puerta del hotel y se extraña del poco tiempo que ha pasado. Al terminar la tertulia se fijó en ellos. Trataron de disimular, pero se veía a las claras que querían irse juntos. Le jodió mucho. Tenía planeado hablar con ella, invitarla a tomar algo y ver si las miraditas que se habían intercambiado le llevaban a algún sitio. Es un poco mayor para él, pero tiene algo especial, aunque en el fondo es lo mismo que piensa de todas. Todas esas mujeres están hechas de una sustancia que no es capaz de identificar. Son más dulces, más calmadas, más comprensivas y, sobre todo, no parece que vayan a reírse de él.

Ahora no sabe qué hacer, aunque tampoco sabe por qué les ha seguido. ¿Curiosidad? ¿Morbo? ¿Quizá un intento de flagelarse? La inseguridad acude a apretarle la garganta. Es una vieja conocida desde tiempos inmemoriales. No recuerda ni un minuto de su vida sin su compañía. A veces callada, a veces ruidosa, pero siempre presente. Traga saliva y su nuez se mueve arriba y abajo.

«No han podido hacer nada, no les ha dado tiempo, es imposible». Desde que la vio por primera vez, apenas ha cruzado dos palabras con Mila, pero siente el sabor de los celos en la misma boca. «Eres gilipollas», se dice, y se da la vuelta para irse. Entonces sale Juan con paso cansino, como si fuera un viejo. Los hombros hundidos, la mirada perdida. Levanta un brazo para pedir un taxi y le ve al otro lado de la calle. Por un momento se siente confundido. «Qué hace este panoli aquí. Putas casualidades». Luego reacciona y le saluda con el mismo brazo levantado con el que pedía el taxi. Mario le responde y se da la vuelta rápido, esperando que la distancia disimule su cara de culpabilidad.

La historia de su vida: las mujeres guapas se van con otros. Recorre tres calles y se para. Le da una patada a una farola y esta le devuelve un dedo magullado. «Mierda, mierda, mierda». Suspira decepcionado pensando en lo que hará a continuación y echa a andar. No es lo que quiere, pero es lo que le queda. Media hora después se para delante de un edificio que conoce de otras veces, un sitio donde viene a desfogarse. Entra con la cabeza agachada, esperando que no le reconozcan. Llama al ascensor y suplica que no llegue nadie en ese momento que quiera subir con él y con su vergüenza. Cuando llega a la planta tercera, se dirige a la puerta del fondo. Hace ademán de tocar el timbre, pero se lo piensa mejor y golpea la puerta flojito, que se oiga poco, lo justo. Al otro lado un arrastrar de zapatillas caseras, una mirilla que se abre y unos cerrojos que se descorren. Y allí está Pilar, contenta de verle por segunda vez aquel día. Y allí entra el inocente Mario, con lo que él ha llamado siempre la sonrisa del perdedor.
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Frigg
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Frigg »

Contigo tengo una sensación agridulce. Empezaré por lo bueno. Me encanta tu manera de contar, tu forma de llevarme por la historia, las redes que tiendes entre los personajes, las conexiones en sus vidas y los sentimientos de personas tan diferentes. Creo que sabes dibujar esbozos perfectos para que el lector ya imagine el resto de atributos de las criaturas que creas. En resumen, leerte es un placer.

Ahora viene lo malo... Leí por el foro que había un concursito en el que el hilo conductor de varios personajes era un club de lectura, y para hacer el relato, facilitaban fichas de personaje que debían de aparecer en él. Estuve imaginando mis historias con esas fichas, así que recuerdo bastante bien cómo eran. Así que al leer tu relato, no he podido evitar el sentir que esos personajes ya los conozco, que son los de aquellas fichas, que no son tuyos al cien por cien y que los has cogido prestados para hacer tu relato.

Aún así, te valoraré bastante bien porque como te he dicho, sabes cómo contarme las historias para que las sienta como si fuera una espectadora de primera fila. Mi enhorabuena.
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Sinkim
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Sinkim »

Me ha gustado bastante este relato, una historia de perdedores y el hecho de estar contado desde el punto de vista de los tres protagonistas me ha gustado mucho :D

Puede ser que esté hecho con las fichas que dice Frigg, pero aunque así fuera me parece que es un trabajo de escritura muy bueno :lol:
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:101:
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rubisco
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por rubisco »

Querido autor, querida autora:

Nos traes un relato que encuadraría en el género de la crónica. No me da la sensación de que la narración vaya acompasando al devenir de los acontecimientos, pero sí que va construyendo la historia de una forma coherente y atractiva.

La primera parte, la de Mila, se me hizo pesada, y no sólo por las acotaciones entre párrafos, que no llegué a comprender, sino también por la forma de narrar. Creo que en las otras dos partes consigues una forma más natural de narrar.

Me han gustado especialmente la tensión que se palpa en el ambiente, y que anuncia una parte picante que nunca llega, y también el triángulo amoroso entre Mila, Mario y Juan. Aunque, a decir verdad, no termino de ver cómo Mario va a dar con Pilar (Pilar es la mujer de Juan, ¿no?) sin miedo a que Juan los descubra (porque no se dice a dónde va Juan, yo asumo que a su casa, pero no tiene por qué). Ahí hay un desfase temporal y espacial que no termino de pillar. Quizá es que la casa de Pilar está cerca, pero no termino de verlo.

Me parece una historia divertida y muy bien narrada. Resolviendo las inquietudes que te planteo conseguiría más puntos. Veremos qué puesto le doy.

Gracias por compartirlo :hola: .
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Mario Cavara
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Mario Cavara »

Es un buen relato que fluye con solvencia, aunque sin excesiva bravura, como las aguas de un río calmado en el que apenas hay meandros, saltos o cascadas. Un poco plano a mi juicio. El hecho de que la sintaxis se afiance casi todo el tiempo en frases cortas no ayuda mucho desde luego.... Eso sí, se lee fácil, no exige apenas esfuerzo.
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prófugo
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por prófugo »

Estimado autor:

Sabes de sobra que este relato me encanta. Lo he leído con una sonrisa constante.

Que lo de las fichas y tal..pues si..y pierdo un poco la sorpresa de saber quién eres...pero está tan bien escrito, tan chulete y gracioso...que a mi tu trabajo me tiene ganado.

Difícil olvidarse de estos personajes, en especial, de Mila :cunao:

Un placer leerte, como siempre ;-) :60:

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Última edición por prófugo el 17 May 2017 08:50, editado 1 vez en total.
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jilguero
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por jilguero »

Escribes bien y en el aspecto formal no tengo ninguna pega relevante que ponerte. Es una prosa que fluye bien y la primera persona para mostrar el punto de vista de cada personaje me parece muy adecuada.

La historia, sin embargo, no me engancha nada. Pensamientos vulgares en personas vulgares. Tratando de retratar la realidad actual. En ese sentido lo consigues. El problema es que el retrato que me muestras no me dice nada nuevo ni me interesa demasiado. Posiblemente sea un problema mío. Cuando me pongo a leer no busco volver a sumergirme en la vulgaridad cotidiana, para eso ya está la realidad al alcance de mi mano. Busco que me enseñen un mundo nuevo o una perspectiva nueva que haga nuevo lo ya conocido.

Conclusión, como ejercicio de pluma, tu relato no lo veo mal. Como lectura, personalmente me resulta insípida. Pero que conste que hay mucho libro publicado al que nada tienes que envidiar. Solo que esos libros son de los que cojo del estante, leo aquí y allá a salto de mata y los vuelvo a dejar en su sitio. :wink:
Última edición por jilguero el 11 May 2017 14:41, editado 1 vez en total.


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Dama Luna
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Dama Luna »

El estilo es bueno, aunque hay algunos detalles que me descentran. En la segunda y la tercera parte (voy a llamarlo así), hay unos cuantos deslices con los focalizadores. Si cuentas una historia desde el punto de vista de un personaje, no puedes entrar en los pensamientos de los demás. Es trampa, y confunde al lector. Como tu prosa es buena, te llamo la atención sobre esto, porque es un fallo gordo.

Por otro lado, el final, el de Mario con Pilar; no le encuentro mucho sentido, es un giro para cuadrar el círculo de relaciones entre personajes que no viene a cuento.

Y sobre la historia en sí, eso ya es más subjetivo, ni me ha disgustado ni me ha emocionado tampoco; la parte de Mila es la que más me ha gustado, con sus pensamientos volando de la tertulia hacia sus miserias personales.
Suerte.
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Berlín »

Voy a dejar aparte ese tema de las fichas que me interesa más bien poco. Si existen esos personajes porque alguien les dio vida -ya seas tú u otro- y tú los has tomado y te los has llevado a tu terreno a mi me está bien, no me importa y no le voy a restar valor porque el resultado me parece muy aceptable. La forma de escribir es muy buena, lo que me dice que hay una pluma con grandes tablas detrás, una pluma de las que miman sus trabajos, los meditan, los dejan reposar y esas vainas sesudas que hacéis los escribidores serios.

Te tendré en cuenta, compañero. Suerte. :60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Paraná
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Paraná »

Men-can-tó. Sin rebuscamientos, tan real que una está ahí, espiando en el mismísimo lugar del hecho. Pero lo que me ha enganchado, en lo personal -y es muy personal-, es el conocimiento de los pequeños pensamientos, que nos delatan, nos pintan, nos traicionan, nos salvan, nos llevan a un lado o a otro... ¡y una tan oronda! Podría jurar que es autora, no autor; el personaje de Mila es el más sólido, como conocido por dentro. ¡Bien hecho!
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Gavalia »

Un trabajo realmente bueno, desde mi punto de vista claro está. La redacción es tan buena como el ritmo. Las imágenes se suceden con nítida claridad. Los gestos, las formas, los silencios, las carcajadas, el enfado, el pesimismo, la idiotez... todo queda reflejado en esta histora de humanidad de lo más mundana pero de lo más real que he leído desde hace tiempo. Me ha encantado ese final. Suerte y gracias por compartir
--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Isma »

Esto es quizás un ejemplo de cómo se debe escribir un relato. Con la idea de lo que se quiere contar bien clara, con variedad y certeza en los puntos de vista, que además son diversos, y con giros que nos sorprenden a cada paso. Porque cada personaje nos cuenta su visión de la realidad, que es diferente al de los otros personajes y sin embargo define una realidad común. El escritor debe ser capaz de captar esto y de expresarlo. No es tan sencillo como nos lo hace parecer el resultado.

Pero el tema me parece anodino. Un cierto enredo de despecho, traiciones y dudas. El autor es un fotógrafo de emociones y hasta de pensamientos, y lo hace muy bien, pero la selección de las fotografías no me ha entusiasmado. Eso también es un arte.

¡Suerte!
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Ratpenat
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Ratpenat »

Ohhh...

Según he empezado a leer el relato me estaba fascinando. El inicio es muy bueno.

Pero después del primer capítulo, los otros dos no me han terminado de gustar. El segundo capítulo habrías de enfocarlo en él, igual que el primero estaba en ella. El tercer capítulo me ha dejado frío.

La anticipación ha sido fantástica y la has descrito muy bien con personajes un poco imbéciles pero con los que puedes conectar. Muy bien, muy de Woody Allen. El resto no me ha dicho nada, lo siento.

De todas maneras está bastante chulo en general y he disfrutado una parte de él, así que me alegra haberlo leído.
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Spicata
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Spicata »

Me has embobado. Magnífica escritura, muy resuelta y fácil de leer. Una pluma excelente, envidio tu manera de escribir, pensaba que se me iba a hacer más denso, pero muy lejos de la realidad. Atrayente.

Te coloco en la parte alta de la lista. Enhorabuena.
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Edgardo Benitez
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Re: CPXII - La sonrisa del perdedor

Mensaje por Edgardo Benitez »

Este es el problema que causa la demasiada Omnisciencia en la narración. Convierte al narrador en un personaje que sabe todo y no deja al lector un misero espacio por donde colarse, ya sea para establecer juicios o para hacer una simple critica. En fin, no seré yo el juez que te juzgue.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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