Desde que supe de su existencia hace un año, cuando Juan Carlos Pereletegui la destacó entre las obras maestras de la fantasía española en la inauguración de HispaCon 2006, quise leer esta novela. Así que, cuando la vi en la librería, no dudé en comprarla.La nave es la novela más conocida de Tomás Salvador. Es una obra maestra de la ciencia ficción y el máximo exponente del género en nuestro país, como demuestra el excelente trato que ha merecido siempre, tanto por el público como por los críticos. Unos y otros no se han cansado de pedir su reedición que llega, al fin, de la mano de Editorial Berenice. Referente al argumento, el propio Tomás Salvador escribe en su ya clásico prólogo a La nave: “¿Qué es La nave? Literariamente, una novela de fantasía-científica; formalmente la anticipación de algo que puede muy bien suceder; humanísticamente, una vuelta más a la famosa “utopía” que, desde Tomás Moro hasta Huxley, atormenta a los pensadores: lo que pudo ser, o será o podrá ser el hombre en caso de no existir el presente. La nave, esencialmente, es un ingenio mecánico, lanzado al espacio por los hombres de la Tierra para llevar colonos a las estrellas. Pero se pierde, y cuando lo encuentra el escritor lleva setecientos años perdido y sus habitantes han olvidado su origen. Creen que es un mundo en sí. Hasta que Shim, Cuidador del Libro, descubre la verdad e inicia la vuelta al humanismo. Y unifica las siete tribus. Hasta que, como sucede a todos los precursores, los idealistas y los profetas, es asesinado. La nave es el paradigma de la condición humana.”
Es, sin duda, una obra a la altura de Dune, Hyperion, Lágrimas de luz u otras prestigiosas novelas de la ciencia ficción. Su estructura resulta curiosa: la primera parte es una especie de diario del protagonista, la segunda se narra en tercera persona de forma convencional y la tercera representa algo así como un cantar de gesta, pero no ensalza hazañas bélicas sino más bien intelectuales. Resulta una novela muy coherente y una magnífica historia que merece la pena conocer. Nada que envidiar a la ciencia ficción extranjera. Por otra parte, el vate, el poeta, vuelve a relacionarse con la ciencia ficción, como ya ocurre en Lágrimas de luz e Hyperion.