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Ciudad Botica. 2024.
Te ves desnudo. Y otra vez en el jardín. El jardín es una alcantarilla inmunda esta vez. Ya sabes que el árbol es tu condena. Comes igual. El bendito árbol es un bar y tú un borracho. Dios sirve los tragos. No. No es dios. Es Diogodo. Una rata que se sacó los ojos y que te engatusó con magia titular absurda así que tú, sí. Tú elegiste estar aquí. Siguiendo a una rata con ropa de monje que decomisó todas tus cosas al entrar. Y si no, dime qué haces aquí. Bebiste tanto que ni te acuerdas. Y si no dime dónde está Erika que para eso estoy yo aquí calándome la hediondez y atragantándome con semillas de semeruco y tus pepas que… Mírate las pezuñas. Están sucias y rotas. Se te desparraman los secretos por el odio abierto. Tienes media secrepepa afuera y yo mirándote entre el asco y el hambre y tú mirándome con el mismo asco con el que no te puedes mirar a ti mismo- ¿Estás seguro de que quieres entregar tu vida así? No. No prefiero funambular y si terminé aquí es porque vengo buscando las páginas del expediente que revelan el paradero de Erika. Sí. Estoy seguro de que existen.
A ti te lo advertí y también acabaste aquí. Prendiéndole velas al Dios rata.
Pero por Dios, ¿qué harás cuando todo acabe? Volverás. Te veré en este mismo bar hediondo tragándote la vida, preguntando dónde está Erika. Silbando dónde está Erika. Tarareando dónde está Erika. Rasgueando tu ukelele invisible mientras chapoteas. Lloraremos por Erika los dos. Brindaremos por Erika los dos. Te caerás de la silla y dormirás sobre lo que flote. Posiblemente lo que flote sea tu propia mierda. Dormirás sobre tu propia mierda. Tú que juraste nunca caer tan bajo y mírate. ¡Mírate las pezuñas!
Diogodo no estará aquí. Erika no estará aquí. Sólo estaré yo y Erika contándonos dónde está mientras nos sirve tragos. Tú le entregarás las páginas que añadiste al expediente cuando no aguantabas las ganas de teclear hasta con los pezones. En ninguna estás vivo y en ninguna está ella. 600 páginas de teorías sobre Erika. Corrijo. 60 páginas de teorías sobre Erika y 540 origamis/maquetas de Ciudad Botica con una Erika recortada a escala 3/32:1 en cualquier lugar. Erika meterá las páginas en la licuadora para servírtelas con el mojito a falta de menta. Se reirá y las refutará todas. Licuando el tiempo de una carcajada que huele a papel viejo arácnido acaroso. Pero ella tampoco logrará decirte dónde está mientras la ves descuartizarse a sí misma en la licuadora. Dará vueltas sobre el tornillo mientras limpia la barra sin mirarnos diciéndonos que la curiosidad sólo puede hacernos lo mismo. Lo mismo que a ella. Aspiras una línea de ácaros para que te masajeen la garganta y borren todo lo que te dijo. Porque quieres volver a equivocarte de todas las mismas formas. Acaricias tu bigote. Te acomodas en la silla te fundes con la silla. Bebes porque es muy tarde. ¡Salud!
«Como es arriba es abajo.»
Lo inverosímil atraviesa lo cotidiano en esta novela/popurrí de melancolías distópicas. Sam Tripton nos arrastra por una alcantarilla en la que lo insólito se va volviendo normal y lo monstruoso, aterradoramente familiar. Narrada con una frialdad a veces perturbadora, esta audaz novela debut es a la vez fantasía retorcida y relato metafísico. Un menjurje literario que si bien toma de Kafka, Borges y Boris Vien, trae un sabor particular, irrepetible… De seguro te dejará con sed.
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