Es “La inquilina silenciosa” una novela de intriga lineal, en la que la tensión se palpa desde el principio, si bien no alcanza un punto culminante propiamente dicho en ningún momento. Más cercana a la narrativa más pura, dentro del subgénero de secuestros ofrece, eso sí, una perspectiva original y un tanto atípica, ahondando en la figura de la rehén mediante una narración en segunda persona que alberga la pretensión de apelar a la empatía más subyugante del lector. Es precisamente en estas lides donde reside el valor intrínseco de esta historia, cuya emocionalidad latente resulta perceptible ya en los primeros capítulos.
Las vías por las que discurre la trama suponen el otro rasgo distintivo que dota de personalidad propia a un libro cuya autora no teme explorar caminos intransitados hasta el momento. Así es como
Rachel (Amy) goza de una cierta libertad inusitada |
en este tipo de novelas, propiciando una
que obsequia a su público con las que son a la postre las escenas más inquietantes de la historia. De esta interacción y contexto se desprenden los primeros interrogantes que ponen en jaque el carácter inquisitivo de cualquier mente pensante. Se antoja harto complicado comprender en determinados momentos cómo
Rachel no aprovecha cualquier resquicio que permita su huida |
, si bien se infiere de ellos el poder multidisciplinar que
. El punto álgido de esta
se alcanza en una escena muy concreta, en la que
ambos dan una vuelta en coche por el pueblo llegando a ser interpelados por un personaje secundario, dando buena muestra de la impunidad que Aidan siente en todo momento |
.
La dualidad moral que representa este último constituye lamentablemente un aspecto en el que Michallon no ha profundizado tanto como debería, dejando de lado un estudio realmente interesante de la psique humana. Se echa en falta así una narración en primera persona que refleje el trato dado por sí mismo a una dicotomía que plantearía un mundo lleno de posibilidades.
El desenlace es así mismo otro punto débil de la obra de Michallon. Tras haber inaugurado un planteamiento absolutamente novedoso, cede en la parte final ante una resolución manida que responde a los arquetipos más raídos del género. Posee un encanto esperanzador pero no se ajusta a la probabilidad de un plano verídico y carece del impacto que la autora implanta indeleble en el intelecto del lector.
Tres estrellitas y media para una novela resultona que posee grandes virtudes pero también defectos que la alejan de ser una obra excepcional a pesar de poseer unos mimbres que apuntaban en origen a ello. Una oportunidad desperdiciada de pertenecer al club de libros cinco estrellas. Cuanto le sobra de alma le falta de oficio.