De raros y rarezas

[Alfredo Rueda]

si, me atormento el tema hace tiempo, leí libros como loco, muchas teorías, incluso me enliste como ayudante de arqueólogo en las vacaciones de la escuela, jajaja sin paga, todo el día lleno de tierra removiendo escombros, pero ahora mi vida emocionante es como encargado de compras en el área administrativa de una empresas

[JANGEL]

Bueno, pero te llevaste un buen saco de conocimientos que ahora puedes compartir... Lo de hacer de arqueólogo suena muy emocionante, pero imagino, por lo que he visto en los yacimientos, que es más agotador de lo que creemos. ¿Tuviste alguna satisfacción personal, algún hallazgo en el que participaras?

[Alfredo Rueda]

No, ninguna.
Al contrario, una de las insatisfacciones mas grandes:

En las vacaciones de mi ultimo semestre de preparatoria visite a unos parientes en Hidalgo, cuna de los Toltecas de el segundo periodo, y me comentaron que cerca de ahí estaban unos estudiantes de la facultad de arqueología y antropología de la UNAM realizando unos trabajos para su tesis, así que me presente con la encargada de la obra (una maestra de la facultad que tenia a cargo un pequeño grupo de 5 estudiantes) con la intención de ayudarles, como se les había acabado el presupuesto aceptaron de mil amores la poca ayuda que ofrecí, déjame decirte que yo me imaginaba que sería algo así como el trabajo de Indiana Jonnes, pero no, estaba todo el día con la pala, el pico y la carretilla, pase casi todo el mes de mis vacaciones como voluntario, aprendí mucho en ese tiempo, estábamos descubriendo y dando mantenimiento a una tumba familiar de medianas proporciones correspondientes a la cultura otomí clásica, unos tres cuerpos y una especie de pequeño mausoleo de apenas 40 metros cuadrados, los estudiantes y la profesora llevaban mas de 4 meses de trabajo ya cansados, sin ayudantes y sin presupuesto prosiguieron hasta donde su dinero personal les permitió, cuando todo se acabo procedieron a realizar algunos trabajos de mantenimiento y a enterrar todo nuevamente, yo no podía explicármelo, tanto trabajo, tanto esfuerzo, para acabar enterrando todo , no podía ocultar mi frustración a lo que la profesora me dijo: “aquí en México la realidad de los arqueólogos es muy desalentadora, tenemos un mundo entero por investigar, pero el bajo presupuesto del gobierno no ayuda en casi nada, salvo que tengas algún patrocinio del extranjero, y son muy pocos… así que casi todos los arqueólogos mexicanos acabamos como guías de turistas en los museos” y ese fue mi debut y despedida de la arqueología.

[JANGEL]

Sé que no te va a servir de consuelo, pero en realidad ocurre así en todos los países con tanto patrimonio histórico.

Hace cosa de un año estuve de viaje por Castilla La Mancha y visité el yacimiento romano de Segóbriga, que es uno de los mejores de España. Allí estaban los estudiantes, becarios y voluntarios transportanto arena y piedras en las carretillas de un sitio a otro de la zona. Yo creía que estaban limpiando algún hallazgo, pero ¡estaban tapando unas ruinas para volver a destaparlas al año siguiente y poder proseguir! Supongo que se debería a razones económicas y climatológicas, pero a mí me resultó decepcionante que los pobres que estaban allí dándose la paliza no tuvieran más medios para poder continuar sin tener que invertir tiempo en tapar y destapar.

[Alfredo Rueda]

SI, CREO QUE AQUI COMO EN TODO EL MUNDO ES UN GASTO MUY FUERTE, ES CASI UN LUJO CUIDAR Y PRESERVAR TODO ESTE PATRIMONIO, PERO BUENO, ESPERAREMOS TIEMPOS MEJORES

[lucia]

No es sólo para proteger de las inclemencias del tiempo, no por lo menos en muchos países donde los ladrones de tumbas y demás son superactivos.

Así que si el yacimiento no es conocido más que por los arqueólogos y unos cuantos más, lo vuelven a enterrar para que nadie sepa dónde está.

Por cierto, a mi me desesperaría más lo de andar limpiando con el cepillo de dientes.

Y en Mallorca acaban de cargarse varios restos árabes para hacer un aparcamiento, en Córdoba y Sevilla hacen algo por el estilo cuando no pueden incorporar las ruinas al aparcamiento, estación de trenes o lo que sea.

[Alfredo Rueda]

jajajaja, lucia, te aseguro que después de remover 800 kg de tierra con la pala suplicarías que te dieran el cepillo de dientes

[JANGEL]

Desesperante, sí.

Por lo que me comentó un concejal hace unos días, en Sevilla todavía no está muy claro qué va a ocurrir con la Plaza de la Encarnación, que lleva ¡35 años abierta! Hace poco empezaron a tapar los restos.

Yo trabajo en una compañía que, entre otras cosas, tiene que hacer canalizaciones para desarrollar su servicio. En Sevilla y Córdoba era imposible prever cuántas "cabezas de romanos", así los llamaban por la oficina, se iban a encontrar. Así que los presupuestos de las obras rara vez eran exactos.

[Alfredo Rueda]

es que rara vez son exactos, el dinero siempre se acaba antes de lo previsto, aplíquese a lo que se aplique

[Alfredo Rueda]

VENERAN A LA SANTA MUERTE
En Tepito, barrio de mala fama de la Ciudad de México, la muerte es sagrada para los vivos.

Klaus Blume
DPA
Allí, en la pared de una casa, colocada dentro de un relicario de vidrio, está la “Santa Muerte”, una mujer que tiene en la mano derecha una guadaña y una balanza, mientras que los dedos huesudos de la mano izquierda sostienen un globo terráqueo.

El cuerpo de la figura esquelética está envuelto en un vestido largo. Frente al altar de la “santa” hay velas encendidas. Alrededor de ella se encuentran expuestos manzanas y puros, vasos llenos de tequila, latas de cerveza y otras ofrendas.
La lúgubre figura cuenta con muchos adoradores. Directamente al lado del altar hay una pequeña tienda donde la venden en todos los tamaños, a un precio que oscila entre 1,2 y 180 dólares.

En Tepito, pero también en otras partes de México, la mujer de la guadaña es venerada como santa católica. “Es como una santa, la de los malvados, pero también de los pobres”, dice el escritor Homero Aridjis, quien escribió un libro sobre este culto.

Aridjis explica que en el culto a la “Santa Muerte” confluyen creencias católicas y aztecas.
La Iglesia combate este culto, que se expande rápidamente en los barrios marginales y entre los narcotraficantes. Y es que los adeptos del culto a la muerte no toman muy en serio los Diez Mandamientos, especialmente el séptimo (“No hurtarás”).

Tepito es un nido de “fayuqueros”, personas que venden en mercados a bajos precios mercancías robadas o discos compactos pirateados.

Los operativos policiales para acabar con este negocio ilegal suelen acabar con el repliegue de los guardianes del orden tras sangrientas batallas campales.

Aquí, la gente “le pide a la Santa Muerte cosas que no le pueden pedir a la Virgen de Guadalupe, como, por ejemplo ‘voy a asaltar este banco, protégeme’”, dice Aridjis.
Los niños suplican a la santa que lleve de regreso a casa a sus padres encarcelados, añade el escritor. “De cada diez presos en el Distrito federal, tres son de Tepito”, asegura a su vez el historiador local Alfonso Hernández.
El borde del altar de la Santa Muerte está cubierto de flores. Numerosas personas van saliendo de los miserables callejones del barrio para rezar el rosario frente al altar. Algunos llevan sobre la cabeza enormes canastillas de flores, otros cargan sus propias figuras de la Santa Muerte para que sean bendecidas frente al altar.
Un taxista se persigna cuando pasa frente al sitio donde se alza el altar. “No es superstitición. La Santa Muerte existe”, grita un joven dirigiéndose al grupo de periodistas que visita el santuario, a los que se ruega que bajo ninguna circunstancia se alejen del grupo.
“Sagrada muerte, te agradezco el milagro concedido”, reza un texto escrito en un pequeño tapiz en la pared de la casa junto al altar. Imposible saber de qué milagro se trata.
“Me ha hecho muchos milagros. No digo qué”, dice la propietaria de la casa, Enriqueta Romero, quien ha colocado el altar, frecuentado por muchos fieles, en la acera frente a su vivienda. Sin embargo, no puede asegurar que el culto a la Santa Muerte prolongue la vida. “La muerte llega cuando debe de llegar”, dice escuetamente.