¡Bueno!... Me ha quedado kilométrico, lo siento
Es que como es mi primera vez, me he emocionado, y, ya se sabe…
Espero que no se os haga demasiado pesado
Yo creo que esto fue lo que ocurrió…:
La Sra.
Arwen iba de grupo en grupo, con la copa en la mano y la sonrisa en los labios, comentando frivolidades con unos y otros, riéndole las gracias a éste, guiñándole el ojo a aquel, y vaciando de sorbo en sorbo el contenido de su copa. Cuando ya no le quedó más para beber, se acercó a su doncella:
- Veves, querida, ¿podrías volver a llenarme la copa del licor que hay en el tercer armario del despacho del señor? Ya sabes a cuál me refiero – le dijo con una sonrisa cómplice en los labios. – Pero, sobre todo, que él no te vea entrando allí, ¡ya sabes cómo se pone!...
Veves le respondió con una sonrisa y una ligera inclinación de cabeza, y dejó la copa sobre la bandeja que tenía encima la mesa. En ese momento oyó un pitido, y vio que la señora se dirigía hacia la silla donde había dejado el bolso Gucci que estaba promocionando y que saldría a la venta para la temporada de primavera.
Arwen lo cogió, miró el móvil, sonrió, y todavía con el móvil en la mano se dirigió tranquilamente hacia las escaleras que subían a las habitaciones.
Veves volvió a centrar su atención en las copas vacías, que fue colocando sobre la bandeja para llevárselas a la cocina.
Mientras,
Lady Chubbchubb, que había hablado con
Arwen al inicio de la fiesta, y ésta le había dicho que cuando estuviera un poco más avanzada la noche podrían subir y charlar tranquilamente de negocios, al ver que la Señora subía, decidió ir tras ella y hablar por fin de un posible concierto privado con el que podría acabar de pagar de una vez por todas a un dichoso chantajista que la amenazaba con hacer públicos unos vídeos horrorosos donde salía cantando en albornoz con unas horrendas y antiestéticas pantuflas con forma de elefante. La siguió, y vio cómo entraba en una habitación y cerraba la puerta.
Lady Chubbchubb la golpeó suavemente con los nudillos, y a la voz melosa de
Arwen entró. Ésta pareció sorprenderse al verla, pero en seguida le mostró la mejor de sus sonrisas.
- Chubbchubb, preciosa, no esperaba que fueras tú…
- ¿Esperabas que fuera alguien?... – preguntó la Lady, que a esas alturas ya no coordinaba demasiado los pensamientos.
- ¡No, claro que no! – le respondió riendo la anfitriona. – De hecho, me alegro de que hayas subido, hace mucho tiempo que deseaba poder estar a solas contigo, para conocerte un poco mejor…
Mientras hablaba se le había ido acercando, y cuando la tuvo justo delante la atrajo hacia sí y la besó con pasión en los labios.
La cantante se la quitó de encima tras un leve forcejeo, y se apartó de ella, mirándola con repugnancia
- ¡¿Qué mierda haces, zorra?! ¿¡Tienes idea de cuánto vale el pintalabios que llevo puesto?! ¡¡No me he pasado toda la noche bebiéndome los cocktails con una pajita para que ahora vengas tú y me pegues un morreo!!
- Oh, vamos, Chubby, perdona…
- ¡¿Chubby?! ¡¿Me has llamado chubby?! (*chubby en inglés es algo así como gordita) – le dijo, con una ira desmesurada, producto de la dosis de alcohol que había ingerido, dándole un empujón - ¡¿Pero tú qué te has creído, tipeja con tetas de silicona?! ¡Me da igual quien sea tu marido, ¿vale?! ¡A mí se me respeta! – volvió a empujarla, haciéndola retroceder hacia la cama - ¡¡Y te juro que como vuelvas a pasarte un pelo salgo ahí y les cuento a todos que eres una asquerosa bollera que me ha metido la lengua hasta la campanilla, guarra!!
Y con esa última frase le propinó un empujón que hizo que
Arwen cayera de espaldas, con tan mala suerte que se dio un golpe en la nuca con una de las bolas que había en el puntal de la cama. Su cuerpo quedó tendido en el suelo, inconsciente.
- Oh, mierda… Lo siento, Arwen… - dijo
Chubbchubb, tendiéndole una mano para que se levantara.
Pero, lógicamente, ella siguió inmóvil en el suelo. Al darse cuenta de que no se movía, la diva se arrodilló a su lado y le dio unos suaves golpes en la mejilla, para intentar reanimarla…
Mientras sucedía todo esto, la fiesta seguía abajo.
Veves, al dejar las copas sucias en la cocina, se dirigió al despacho de su señor con la copa de su señora, para llenársela del licor de su marido, un licor carísimo y que él escondía con celo para las ocasiones muy, muy especiales en las que tenía que celebrar algún triunfo profesional, que a la vez solía ser muy personal. Pero no fue tan discreta como la ocasión requería, puesto que el señor
Stride vio como esa doncella que a veces tenía aires de señora, y a la que tanto le gustaba mirarle el culo cuando limpiaba, situación que le parecía extremadamente erótica, se dirigía hacia su despacho. Le pareció si más no extraño. En ese instante recordó que
Zhura, la doncella rusa que hacía más tiempo que estaba en la casa, en más de una ocasión le había insinuado con cierta maldad que
Veves le admiraba demasiado profundamente, y, con el valor propio que dan los chupitos de tequila, fue tras ella. Al entrar, la encontró abriendo sigilosamente su tercer armario, y sacando la botella de su más preciado licor.
- Veves, cariño… ¿Se puede saber qué estás haciendo? – le dijo con su voz más seductora, sin poder ocultar cierto tono de ironía.
La chica, sobresaltada, se giró sin saber muy bien qué hacer ni con la botella ni con la copa que llevaba en la mano, y se le quedó mirando, temblorosa, con las mejillas encendidas. Él se acercó a ella y le quitó de las manos la copa, y con un gesto le indicó que se la llenara. La chica obedeció enseguida, mirándole de soslayo mientras vertía el licor. Su señor se bebió el contenido de un trago sin apartar la vista de ella, y luego dejó la copa sobre uno de los estantes del armario, junto con la botella que le quitó a
Veves. Ella seguía inmóvil, expectante, temiendo una reprimenda que parecía que no acababa de llegar, y aguantando con tensión la mirada de su jefe. Finalmente, éste la cogió con fuerza de la cara, y le apretó la mandíbula con sus dedos.
- Así que tú eres la ladronzuela que se bebía a escondidas mi licor, eh… Qué mal me parece, Veves… Te tenía por una chica educada, responsable, en quien podía uno confiar…
- Señor, yo… - intentó justificarse Veves, con los ojos llorosos y la voz entrecortada – Yo no… No era para mí, señor…
- ¿Ah, no?
- No, señor… La señora Stride me pidió que le llenara la copa, señor… Le juro a usted que yo jamás le robaría a usted nada, señor… - Veves estaba cada vez más nerviosa, y cada vez iba más rápido al hablar - Ni siquiera unas gotas de licor, señor, de verdad, señor, además, señor, yo no bebo, señor, se lo juro, señor, nunca he bebido, señor, no me gusta el alcohol, señor, y…
- ¡Basta! ¿Quieres hacer el favor de dejar de llamarme señor? ¡Estoy empezando a sentirme viejo con tanto señor!... Y no me gusta sentirme viejo delante de ti, bonita… - dijo, dejando de hacer presión con sus dedos, y rozándole suavemente la mejilla. - ¿Sabes, Veves? Me sentiría más cómodo si me llamaras Jonathan…
- ¿Jonathan, señor? – preguntó ella tímidamente.
- No, Jonathan a secas, sin el señor.
La miró fijamente unos segundos, y luego, tomándola del brazo, la llevó junto a los dos butacones que había al lado del escritorio.
- ¿Por qué no te sientas y me cuentas tranquilamente qué hacías con mi botella de licor en la mano, cariño?
Veves, siguiendo las educadas órdenes de su patrón, se sentó, y le contó, sin alzar la vista del suelo que había sido
Arwen la que le había pedido que le llenara la copa de ese licor, y que además no era la primera vez que lo hacía.
- Esa maldita mujer… - musitó el señor
Stride – ¡Siempre me está privando de todo lo que quiero!... Estoy ya harto de ella, Veves, de verdad. No está contenta con nada de lo que tiene, y siempre quiere lo que es de los demás… Que mire demasiado al profesor de tenis no me importa, sé que nunca podría haber nada entre ellos; que alardee sin cesar delante de esa panda de amiguchas suyas tampoco me importa, al fin y al cabo todos pecamos de soberbia en un momento u otro; incluso tolero cuando se mete por medio en mis negocios y me hace perder dinero. Pero hay dos cosas que no soporto ni soportaré nunca. La primera es que se beba mi licor, eso no se lo puedo consentir. Y la segunda es…
En ese momento hizo una pausa dramática, midiendo con astucia sus palabras, mientras miraba fijamente a la joven doncella, a la que se acercó tras unos segundos.
- La segunda es que me impida poder estar contigo, cariño… - le dijo cogiéndole una mano y besándosela.
La pobre doncella le miró sorprendidísima y enrojeció al acto. Él rió ligeramente, y empezó a acariciarle el pelo.
- No me mires así, bonita, hace tiempo que no te me puedo quitar de la cabeza… Sé que yo a ti te gusto, te lo llevo notando desde hace meses. Y sabes que tú a mí también me gustas…
- Señor, yo… - volvió a balbucear la chica, que no sabía cómo tomarse aquella inesperada declaración.
- Jonathan, cariño, llámame Jonathan. ¿Sabes? Esta noche lo veo todo muy claro, sé perfectamente lo que hay que hacer.
Se dirigió con paso decidido hacia los cajones del escritorio, desde donde volvió a mirar a Veves, y le sonrió
- ¿Sabes lo que vamos a hacer? Vamos a hacer algo por nosotros, Veves, por nuestra felicidad futura… - y diciendo esto se sacó una diminuta llave del bolsillo interior de su americana, y la hizo girar en el último cajón, del que sacó una pistola negra, brillante, cargada.
La doncella se asustó al verla, y se levantó de la butaca, con ademán de irse hacia la puerta.
- ¡No, no, no te asustes, cariño, tranquila!... – la calmó
Stride, yendo hacia ella. – Mírame, Veves, mírame. Quiero casarme contigo. De verdad. Pero para eso es necesario que nos deshagamos de
Arwen, es la única salida. Piensa que si tengo que divorciarme pueden pasar años, y esa bruja se quedaría con gran parte de mi fortuna, cosa que no podemos permitir. Tienes que ayudarme, cariño, es un bien para los dos, ¿te das cuenta?...
Al ver que
Veves todavía vacilaba y parecía asustada, la besó con pasión, aunque sin cerrar los ojos, convencido de que esa muestra de amor sería la definitiva para tener a la doncella de su parte. Y no se equivocó. Cuando apartó sus labios de los de ella, pudo comprobar que, aunque el miedo no se había ido del todo, ahora por lo menos ardía en deseos de que volviera a besarla, y haría cualquier cosa para que así fuera.
Tras varios intentos de reanimación, por fin
Arwen empezó a parpadear, algo aturdida.
Chubbchubb se dejó caer en la moqueta de la habitación, suspirando profundamente, aliviada de haberla hecho revivir al fin.
- Joder, chata, qué susto me has dado, pensaba que te habías desnucado o algo…
- Si tú no me hubieras empujado de esa forma… - susurró
Arwen, reincorporándose ligeramente, y llevándose una mano a la cabeza.
- Vale, lo siento, pero es que tú ya no deberías haber empezado con… - pero calló cuando vio la mirada asesina de la señora
Stride. – Ok, ya me callo… Y me voy, ¿vale? Será mejor que acabes de recomponerte tú sola, tranquilamente, y… y eso. Perdona.
Y salió precipitadamente de la habitación donde tan malos minutos había pasado.
Cuando
Veves vio que bajaba la nueva y extravagante amiga de la señora, subió para comprobar que no hubiera ya nadie más arriba, y tras mirar en las habitaciones contiguas, y asegurarse de que su señora estaba sola en la habitación, volvió a bajar y miró a
Jonathan, que a su vez no había apartado la vista de ella, e hizo un leve movimiento de cabeza, indicándole que no había moros en la costa.
Stride subió disimuladamente las escaleras, con el arma escondida en el bolsillo interior de la americana, entró en la habitación, vio a su mujer de pie, junto a la cama, mirándose en el espejo que tenían en la puerta del armario, y cuando ella se giró para preguntarle qué quería, sin mediar palabra, sacó la pistola a la que ya había puesto el silenciador, y le disparó justo en el pecho.
Arwen cayó desplomada en el acto.
- Así aprenderás a no beberte las cosas que no son tuyas, querida – le dijo su reciente viudo.
Y justo en aquel instante un pitido proveniente del tocador le alarmó un poco. Se giró y vio el móvil de su mujer que parpadeaba, y al ir a comprobar de qué se trataba, leyó en la pantalla:
En cuanto pueda quitarme de encima a la pesadada de la Eboli, subo y practicamos unos cuantos remates de esos que hacen historia. Ve poniéndote cómoda, porque vamos a sudar. M.A..
Stride volvió a girarse hacia el cuerpo de su esposa y añadió con una sonrisa burlona en los labios:
- Y así aprenderás también que no se juega al tenis en las habitaciones, zorra.
Veves, que no se había apartado de las escaleras desde que el señor había subido, se puso aún más pálida, si cabe, al verle bajar tan serenamente. Éste le sonrió seductor, dándole a entender que todo había salido según lo planeado, y con gran disimulo le dio la pistola a escondidas.
- Deshazte de ella, a partir de ahora no quiero volver a saber nada de la existencia de esta arma. Y sonríe un poco o alguien podría sospechar. Ya no tienes de qué preocuparte, ha salido todo mejor de lo que planeamos. Cuando la policía se entere, porque se enterará, ya me encargaré de que den con el móvil de mi querida
Arwen, y así sabrán quién fue la última persona que estuvo con ella en la habitación…
Y sin añadir nada más, volvió a unirse a la fiesta.
Arma: Pistola con silenciador
Cómplice: Veves
Asesino: Stride
Motivo: No soportaba que su mujer se bebiera su licor (ni soportaba a su mujer, en general)