Qué libro. Después de una lectura convulsa y demasiado espaciada (perdón
@Ceinwyn), aceleré los últimos días y lo acabé anoche, y me pasó como cuando termino las grandes obras que me impactan: me hice un ovillo, abrazado a él, y dudé entre lanzar el libro al otro lado de la habitación o quemarlo en una pira funeraria. Me pasó algo así con
Mujeres enamoradas de D. H. Lawrence.
Qué obra maestra.
Hace tiempo me costaba entrar en la literatura japonesa. Con el tiempo se hace callo y creo que, múltiples lecturas después y vistas centenares de películas japonesas, entiendo bastantes cosas sin el esfuerzo que antes necesitaba. Siguen sorprendiendo algunos temas meramente culturales, que asumo y atesoro para siguientes lecturas.
Siempre se habla de la sutileza de lo japonés (a veces me pregunto: ¿qué sutilezas puede haber en, por ejemplo, una película de samuráis, en la que los tajos van y vienen?; y sin embargo, existen). ¿Pero cómo se puede expresar lo sutil en literatura?
Si lo supiera al 100% podría escribir una tesis y me llamarían para dar conferencias por todo el mundo. No aspiro a descifrar lo imposible. Hablar de la sutileza japonesa requiere de mucha sutileza también. Sin embargo, se me ocurren varios ejemplos en distintos planos de la narrativa de Kawabata.
Por ejemplo, las sutiles elipsis que introduce cuando menos te lo esperas, con naturalidad, en medio de un párrafo, acabando un capítulo. Es una técnica que emplea frecuentemente:
Shingo se adormeció y repentinamente se hizo de día. Fue en busca del periódico. La luna todavía brillaba en lo alto. Echo una mirada a las noticias y se durmió de nuevo (p. 21).
He citado antes la naturalidad. No se me ocurre mejor palabra para definir la novela. Naturalidad en todo, hasta en las cosas más complejas, tanto temática como estilísticamente. El final mismo de la novela es pura naturalidad y sutileza. Yo creo que en parte lo consigue gracias a una técnica que ya conocía de la lectura de otros textos de Yasunari Kawabata. Me lo encontré y lo disfruté mucho en
País de nieve, por ejemplo. Le he dado muchas vueltas y creo que la técnica se podría definir como “narrativa panorámica”. Es algo muy complejo. El resultado es una inmersión total en la escena y una vivencia total de los acontecimientos. Su estilo te mete en la novela, realmente vives el ambiente. Vuelve lo sutil, las palabras justas, la perspectiva amplia hecha de palabras exactas que te describen lo que hacen los personajes y, sobre todo, dónde y cómo lo hacen. Es asombroso.
Pensé en ello cuando leí la reflexión de
@Ceinwyn al respecto:
Ceinwyn escribió: ↑30 Nov 2021 19:09
Las estaciones del año, la naturaleza, los sonidos, los olores... los rituales (por fin para un personaje Japonés el ritual del Té no importa demasiado) me han dejado extasiada.
Josep Pla decía que el secreto de la buena narrativa está en escoger el adjetivo perfecto. Kawabata, o su traductora, sin duda controlan ese arte. El rumor de la montaña, y sospecho que toda su obra, está salpicada de adjetivos perfectos que sitúan el texto en un plano superior, trascendente. ¿Cómo no sentirse subyugado ante frases como esta?
Había algo gentilmente pleno en sus manos (p. 265).
Yo tuve que dejar el libro sobre mi regazo, extasiado, los ojos cerrados, cuando la leí. Y no fue la única vez.
Y luego están los contrastes, ese choque de sensaciones y situaciones contradictorias que potencian la riqueza de la experiencia lectora. Pongo un ejemplo:
Shingo sintió una tibia pesadez en los párpados. La ciudad, a través de la ventana, le pareció más luminosa y limpia.
Como decía, todo ello dota a la novela de una gran complejidad que, sin embargo, no impide una fácil lectura. O precisamente por esa complejidad en el estilo o en la elaboración de esa narrativa es fácil de ser. Se me ocurre que es como aquello que se suele decir de determinado cine, que necesita de una alteración brutal de la realidad (luz y color antinaturales, distribución artificial de las cámaras, decorados teatrales, movimientos rebuscados, maquillaje excesivo de los actores, etc.) para lograr una apariencia de realidad en la pantalla. El elaborado trabajo literario de Kawabata nos ofrece lo mismo.
Apariencia de realidad. Sin duda es todo técnica. Y sabiduría. La literatura es un artificio que consigue sus mejores logros cuando crea una realidad y una naturalidad creíble. Yo he vivido la novela, pero también he vivido en la novela.
Y sin embargo también adivino cierto simbolismo elaborado a través de la belleza estética de la naturaleza, tan presente en la novela. Es una naturaleza representada por los elementos que la conforman: los árboles, determinadas flores, frutos… Es la naturaleza-objeto. El objeto que evoca al observador determinadas emociones. Recuerdo haber leído hace tiempo que la poesía japonesa aparentemente es solamente descriptiva, que no profundiza en emociones, etc. Solo describe el entorno, el paisaje. A lo mejor es que hay algún tipo de simbología que se nos escapa a los occidentales. La presencia tan abundante de la naturaleza y sus objetos en la novela me lleva a pensar eso: que algo se nos esconde, que se nos escapa el significado profundo. Aun así, sabiendo de la existencia de ese enigma, mi placer al observar (leer) esos pasajes no se reduce nada. Porque me dejo llevar por el placer estético, que no es otra cosa que disfrutar de la belleza.
Quiero comentar también que yo no me encontrado con los argentinismos que comenta
@Ivanovich. Puede ser que la edición de Emecé que yo tengo haya sido adaptada a los lectores de la península. Lo desconozco. Pero no me ha chirriado nada. La única palabra que me ha parecido extraña, pero sin exagerar, ha sido “piso” por “suelo”. Tengo que decir que la traducción me ha parecido excelente.
Termino con una frase que recoge la novela y que me ha encantado. Fueron las últimas palabras del escritor Ogai Mori en su lecho de muerte:
Todo muy estúpido.
Tomo nota.