Era de esperar que, después de una larga serie de novelas buenas, tenía que caer en mis manos una que no fuese de mi estilo. La he leído porque había sido elegida en el Club de Lectura y por tener algo que comentar en la sesión del martes. Pero, en dos ocasiones estuve a punto de tirar la toalla y dejarla. Con todo, no me arrepiento de haberla leído, porque está bien saber qué se cuece en el mundo literario, y qué otros modos de novelar existen. Pero, en fin, no es un libro que recomendaría a quienes comparten mis gustos. Le daré nota de cuatro (puntuando, como siempre, de cero a diez).
Es evidente que estamos ante un autor de teatro, y esto se refleja en la omnipresencia del diálogo y la ausencia casi completa de narración y descripción. Por otra parte, el argumento es insignificante: se recogen los diálogos y monólogos de tres amigos -Len, Pete y Mark-, cada uno de ellos con una personalidad rara y con un modo de vida nada modélico.
El personaje mejor tratado en la novela es Virginia, que se ve obligada a romper su relación con Pete por sentirse sometida a un carácter autoritario, cruel y despótico, hasta el punto de no poder expresarse libremente por miedo a las represalias. Acaba evitando toda conversación, lo cual supone una negación de sí misma. |
Pete es el personaje más antipático: se cree un intelectual, con la mejor opinión sobre las cosas y con derecho a utilizar a sus amigos y compañera a su antojo. Sin embargo, curiosamente, es él el líder del grupo, el que hace piña, aquél al que recurren los demás para pedir consejo o para hablar de sí mismos. Es el personaje más inseguro (aunque todos lo son en alguna medida), de ahí el miedo a que Virginia exprese sus opiniones: podrían desenmascararlo. Lo peor es la opinión que le merecen las mujeres en general. |
Un dato importante a tener en cuenta cuando se empieza a leer la novela es que estamos ante un autor de teatro del absurdo. No existe una línea argumental; no se nos da na caracterización completa de una vez de los personajes, sino que tenemos que ir extrayéndola de sus palabras a medida que leemos; y los diálogos son muchas veces vacíos, carentes de sentido, repetitivos y que no conducen a nada.