Llego más o menos por la mitad de la novela, en la segunda parte, capítulo 16.
Tengo que reconocer que tardé unos capítulos en meterme en la historia. No porque costara, sino porque me parecía que le faltaba intensidad, aparte de que en un primer momento no conseguía conectar con el personaje de Isabel. Ahora que llevo la novela más avanzada, y conozco mejor a los dos protagonistas, me he implicado más. De hecho, estoy bastante intrigada por cómo se pueden desarrollar los acontecimientos: a Tom y a Isabel se les ha planteado un dilema moral y no estoy segura de por dónde pueden salir.
Ya han descubierto de dónde salieron el hombre y la niña del bote, saben quién es la madre biológica, que sigue buscando y sufriendo. Aun así, Isabel no está dispuesta a desprenderse de la niña, a la que ha adoptado como propia, mientras Tom se debate entre hablar u ocultar la verdad para contentar a su esposa. Por lo pronto, han regresado a Janus Rock con la niña, al menos por otros tres años más, al volver a firmar el contrato de farero. |
Qué vida más solitaria debían de tener los fareros de esos islotes. Janus Rock es una isla de apenas dos kilómetros cuadrados, sin población exceptuando la del propio farero y la familia que pudiera tener. Con un contacto con el "mundo" que se limitaba a la llegada de una barca de avituallamiento cada seis meses y a un permiso de unos días al final de los tres años de contrato. Claro está que eran ellos quienes se ofrecían voluntariamente a ocupar esos puestos, así que sabían dónde se metían y estaban dispuestos a aceptar esas condiciones, pero no me extraña que algunos se enajenaran llevando esa existencia.
Y aquí Tom parece más estable que Isabel. |
De todos modos, y como decía Tom: "no puede ser más duro que el frente". Esa es otra clave importante de la novela: la historia transcurre después de la Primera Guerra Mundial, las secuelas del conflicto aún afectan a los supervivientes y a sus familiares.
Tal vez por eso Tom esté aguantando mejor y tenga los pies más en el suelo. |