natura escribió: ↑28 Oct 2015 20:54A ver si alguien da más noticias
Pues yo mismo, aunque algo tardías.
el mes pasado entré en mi librería habitual a comprar un libro para regalar, no me gusta regalar libros, no me interesa el gusto de los demás y por norma no coinciden con los míos y así es más difícil de acertar. El caso es que mientras removía todo, la librería de la que hablo tiene un mueble en medio y encima como si fuera una mesa está llena de ellos, todos muy bien ordenados, pero es un caos, sin orden, género, autor, ni nada que se le parezca, solo por placer del librero, que vende lo que él quiere, aunque best seller de grandes ventas también los hay, pero escondidos. A lo que iba, había un pequeño librito con una portada del pintor Gerhard Richter, la niña (betty) me observaba con ojos de inocencia. Desconocía a la autora, el título, lo desconocía todo. Le pregunté al librero que quien es Annie Ernaux, me contestó:
¡¡ohh!! como escribe. No dijo nada más, con una sonrisa de medio lado en donde yo traduje ese es para mi. Lo abrí, leí su primera página y me encontré con esto:
Mujeres frágiles y vaporosas, hadas de manos suaves, pequeñas auras de sus casas a cuyo paso quedo surgen el orden y la belleza, mujeres sin voz, sumisas, por mucho que busque , no veo tantas así en el paisaje de mi infancia. Ni siquiera el modelo inferior, menos distinguido, mas ordinario, las frotadoras de fregaderos limpios como las patena, las cocineras de retales, las que llegan a buscar al niño a la escuela un cuarto de hora antes del timbre, con todas las tareas de la casa ya finiquitadas; las bien organizadas hasta la muerte. Mis mujeres, las mías, vociferaban todas, tenían el cuerpo descuidado , demasiado pesado o demasiado plano, dedos rasposos, caras sin pintar, o, al contrario, maquilladas como puertas, con gruesas manchas rojas en mejillas y labios.
[...]Las mías, mis tías abuelas, mi yaya , no eran mujeres fáciles, nos les gustaba que nos precipitáramos en su regazo, había perdido la costumbre, justo un beso al llegar y otro de despedida.
Ayer fui en su búsqueda, ahi seguia, mirandome. Solo llevo 50 páginas, de momento va por su infancia, habla de esas mujeres duras como el acero, sin tiempo para quejas. De jugar en la calle, de la pobreza, de los otros niños, de niñas bien con otros juegos, del embrutecimiento de los hombres y sus rudos trabajos. De que algunos pegan a sus mujeres. Un tiempo que afortunadamente no volverá pero que es bueno saber que existió. Se ve que es un libro amargo, intuyo.
Me da que es una biografía.