Nuestro protagonista, un médico con una vida ya muy asentada, familia, y rutina, va a pasar las vacaciones a un nuevo lugar, Porquerolles. No es el lugar acostumbrado, no se termina de encontrar cómodo ni él ni la familia. Tiene que atender un fallecimiento, donde se cruza con el vestido rojo de la hija de la difunta, y una realidad de lo más sórdida. Algo en todo esto, en estas realidades que escapan a sus realidades habituales, le llaman de alguna manera, aunque se va a la isla pensando en que mal había estado ir, y peor estaría volver. Y sin embargo, vuelve. Simenon es un maestro es captar sensaciones vitales, planteamientos existenciales, profundos, que se dan en momentos de nuestras vidas.
Nos va deslizando, poco a poco, fluidamente, al compás de la historia y sin necesidad de tener que ir explicitando las cosas de entrada, el sentimiento que va a aflorando en el doctor Mahé, y comprendemos que quiera volver a la historia. Y de ésto va realmente la novela, de un hombre con una vida establecida que descubre que en el fondo vive una vida que no ha elegido, si no que le ha sido planificada y dada. Su madre, madre en todos los sentidos, ha tenido el cuidado de ir sabiendo estructurar un clima de protección y estanqueidad para él. Y de pronto, a su 35 años (mayor ya para esa época), encuentra un punto de desafección de todo cuanto le rodea, de su mujer, de su casa, de su trabajo: descubre que está realmente atrapado en una vida asumida y sin margen a nada nuevo. Se eleva dentro sí lo que en realidad es el ir Porquerolles, es ir a un terreno distinto, a una vida distinta, que en realidad sí que elige él mismo. Es un aliento de libertad, de romper con toda su vida establecida.
Pero su madre, se descubre, padece cáncer. Nuestro protagonista se enfrenta a la pena y a la vez a la reflexión de todo esto. Todo cuanto tiene ha sido, en fondo, establecido por su madre. Sólo yéndose, se encuentra con la libertad de decidir, de salir del círculo. Como una segunda vida. Elízabeth, con su vestido rojo, no se va de su pensamiento. Tampoco su padre, el exlegionario. Ya no es una cría, y de alguna manera la busca, la piensa. Hay curiosas breves aperturas del doctor a los sexual, pero quedan al final emborronadas, o sencillamente insinuadas, sin ir más allá, pero dejando ver que también es algo que se plantea en su fuero interno sin lograr una solución.
Entre la imposibilidad de soportar la vida cerrada que ha de ejercer como doctor, de sentirse vacío en un mundo de calles conocidas y hábitos esperados, quiere estar lo más que pueda en ese mar de libertad. Le hastía su familia, no le encuentra sentido (a fin de cuentas, él no es el que ha elegido esa vida). Todo termina, distante y en calma, siendo pescado por la corvinas negras, que nunca supo engañar con el anzuelo. |