Ceinwyn escribió: ↑15 Feb 2023 08:22
Pues nada, que hemos puesto a Rafael pingando.
nosequé escribió: ↑14 Feb 2023 15:33
El protagonista era simplemente un cobarde. Un mediocre, un simple y se comportó con coherencia.
D. Vicente plasmaba hombres y mujeres que seguro que conoció y los retrataba tal como los veía y sentía.
ilargi escribió: ↑09 Feb 2023 16:19
El capítulo final es genial. Hay que tener valor, el señorito, y que bien
lo manda a paseo Leonora. Ese "Pero que feo estás, hijo mío" ha sido genial
Arden escribió: ↑14 Feb 2023 15:00
El desgraciado más rico del cementerio.
Admara escribió: ↑15 Feb 2023 10:15
La historia acabó como tenía que acabar, poniendo a cada personaje en su sitio. Leonora como esa valquiria capaz de luchar por ella misma y recomponerse y
Rafael como el gusano que es. Muy bien escrito y desarrollado por el autor.
A mi parecer, una trama con personajes y relaciones que surgieron y surgirán.
A Rafael, Leonora se le queda grande y él, acomplejado, prefiere tirar hacia su zona de confort y rodearse de personajes que no le hagan sentirse acomplejado…
Ya le podría cantar Leonora la ópera de la época que le cantase a Rafael “para tipos como túuuuu”
Un poquito «de por favor» en defensa de Rafael:
Entramos plenamente con la novela de Blasco Ibañez, en el que el valor literario de una ficción donde las pasiones incontenidas y el sacrificio de los sentimientos, se ven abocados al beneficio familiar y a los convencionalismos de una época, en la que le ha tocado vivir al heredero Brull como descendiente de una estirpe de caciques terruñeros.
Si bien la trama narra la desventurada relación de dos amantes, esta no sirve para definir sencillamente a Rafael como un cobarde o tonto perdedor, ya que los intereses materiales y las circunstancias políticas, se oponen como contrapunto dramático a una historia sentimental y mucho más en el periodo, circunstancias y ambiente pueblerino del momento. ¿Es cobarde y/o tonto por no dejar todo un futuro de buen vivir a cambio de seguir los amoríos con una «lagarta»? o ¿más bien es un hombre de su tiempo que en su fondo lo tiene sobresabido y como tal ha sido educado? Es el planteamiento en el que Blasco nos quiere vender su moto como pasión imposible y el lector acata, pero nos endilga al público lector también la crítica de ciertos comportamientos caciquiles, de un comportamiento de tiempos pasados y Rafael lo representa, nada va a cambiar salvo que lo cambiemos políticamente, por mucho que se disfrace de amor tormentero, sabido es que Blasco poco feminista era, más bien era un avezado mujeriego.
Rafael tiene el status que disfruta debido a la política en tiempos de la Restauración «borbonera», y esto será un obstáculo insalvable para su pasión por Leonora, cantante de ópera, de vida licenciosa y depravada a vista de aquellos tiempos. La política posibilita el ascenso social de la familia Brull, nos ha jodido, y pueden consumir con aires de alcurnia, la fortuna atesorada con malas artes durante muchos años. Ascender a la política nacional se evidencia como condición para recuperar con creces la inversión realizada en Rafael, que de seguro si no, bien pudiera acabar apesadumbrado y abandonado cuando acabaran sus dineros en la orilla del Júcar con aires de suicida con la «operetera» en us pensamientos. Él lo sabe, aunque no lo puede mostrar a la amante, ahí la engaña, por más que quiera dar a ver un corazón herido. De tonto y cobarde en el fondo, solo tiene lo que aparenta. Parece más bien el niño que va a perder el juguete de sus anhelos.
No dejo de lado tampoco, que las condiciones políticas y sociales de la España restauracionista, forman el nudo que organiza la obra de Blasco y en
Entre naranjos se refleja marcadamente. No olvidemos que es la política la que proporciona al protagonista posición y poder, por más que disimule la obligación de defender los valores hipócritas ante los que experimenta el deseo de transgresión, o sea el pensamiento «braguetil». Sabe bien que el encumbramiento político será también el medio para su consolidación económica. Tendrá un buen matrimonio y verá la situación familiar salvada.
Blasco es político, mucho, incluso en su mundo de ficción, sobre todo ante la política que se practicaba en la Restauración. La obra explica, con Rafael como personaje, as obligaciones familiares de un grupo «social» conservador privilegiado y la política se convierte asimismo en protagonista destacada de la obra, que el señor Vicente era un tracas de armas tomar.
Hablamos, del caciquismo, ya que
Entre naranjos es también, y casi al mismo nivel argumental de una novela de amores imposibles, una historia acerca del mundo de los caciques y «amos» en aquella España, la de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas, un «turnismo» al que Blasco, como buen republicano consideraba decadente e inmoral.
Rafael, envejecido, gordo, calvo, feo y cobarde, lo que ustedes quieran, parece quedar en la obra definido, pero a los ojos sociales de su entorno, por mucho que «la Leonor» lo exponga, es un héroe de su tiempo. Por mucha venganza que se quiera ver, está colocará a los personajes tras el paso de los años en su lugar, que no estamos en estos tiempos. Rafael no ha sucumbido a las tentaciones. Todo sea por el buen criterio del abolengo, que en una época de tentaciones, muchas familias de «pro» perdían por la disoluta vida de sus vástagos. Rafael será ¿cobarde? pero de tonto no tiene un pelo. Menudo crápula está hecho.