Hondo gracejo el de don Galdosillo. No tiene igual. Es leer a este hombre y se me instala una alegría en el pecho... Ya me puede contar las perrerías más gordas de nuestro pueblo, que yo acabo congraciándome con todos ellos. Y, por extensión, con toda la humanidad. Excepto los franceses, claro, aunque eso ni mentarlo hace falta.

Pedazo humanista.