La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Grandes clásicos de la literatura mundial.

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RAOUL
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La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por RAOUL »

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Episodios Nacionales / Serie 4ª, 4

La revolución de julio de 1854 fue el estallido de una situación política insostenible, fruto de un tiempo en que la conspiración, como sugiere Galdós, era prácticamente la ocupación nacional favorita. Interrumpido en el episodio anterior,«Los duendes de la camarilla», el diario de Pepe Fajardo da ameno conocimiento de los hechos históricos, con los que se entrevera una romántica historia de amor.


Los acontecimientos del el episodio anterior enlazan inmediatamente con éste, aunque cambia el narrador y de nuevo volvemos a encontrarnos con las memorias de don Pepito Fajardo y demás parentela y amigos.

Así que aquí va la crónica político-taurina o taurino-política de esta cuarta de abono del presente ciclo galdosiano :cunao: :

Susto monumental en la plaza. Apenas tocados clarines y timbales, se observa movimiento en los tendidos donde se aloja el cleriguicio y un curita gris empieza a escalar las gradas en dirección al palco presidencial. Cuando llega allí, se encarama al antepecho, se quita la sotana, arroja lejos de sí la teja, y descubriendo traje de luces y montera va con ínfulas asesinas al encuentro de la vaca "Isabelona", de la muy discutida y discutible ganadería de los Borbones. El público contempla atónito cómo el espontáneo, renunciando a hacer faena y con evidente desprecio por las suertes previas de la lidia, se pone de rodillas y, en esa figura tan rara como heterodoxa, cita y entra a matar a la desprevenida Isabelona con un mal afilado acero de Albacete. Tamaño atentado contra los cánones y reglas elementales de la tauromaquia trae consigo un resultado justo y previsible: el cura pincha en hueso y es rápidamente detenido por la fuerza pública para su inmediata conducción al disparadero y desolladero públicos.
(Estos primeros capítulos donde se relatan el célebre atentado de Martín Merino contra Isabel II y el juicio y sentencia posteriores son para no perdérselos. Galdós nos regala una crónica periodística vigorosa y magnífica de esos primeros días de febrero de 1852).
Repuesta de la conmoción la plaza, la atención se desvía al albero. Bravo Murillo, tal vez algo crecido tras la buena faena hecha al toro “Concordato”, del difícil e ilustre hierro vaticano, queriendo quizás halagar a la real presidencia y creyendo sin duda que todo el monte es orégano, pide que le saquen a la arena a “Reformero”, del prolífico e inagotable encaste constitucional español. No sabe el pobre lo que hace. “Reformero” resulta un manso de campeonato que se cierra en tablas y con el que Bravo Murillo suda la gota gorda para arrancarle un mal pase reaccionario. Además, la afición entera, desde la peña moderada a la peña progresista, abuchean el espectáculo exigiendo la retirada inmediata del indeseado cornúpeta y del desastrado muletero. El escándalo llega a tal extremo que desde el palco no se tiene más remedio que lanzar al aire doble pañuelo verde. Salen los cabestros y se llevan juntos a Bravo Murillo y al toro “Reformero”
Sustituyen sucesivamente a Bravo Murillo los toreros Roncali y Lersundi, nombres poco taurinos y que duran lo que dura un buñuelo a la puerta de un colegio. Por fin, coge los trastos con ganas Luis José Sartorius, apodado “El Condesito” y “El Polaco”. Pero la suerte está echada y la tauromaquia de Sartorius, en la que hay mucho de marrullería, no convence. Por la plaza circulan papelitos que lo más bonito que dicen de la cuadrilla polaca toreante es que es una panda infame de tahúres, rateros, corruptos y rufianes. A los papeles acompañan ya los gritos desde todos los sitios y todos los cotarros de la plaza. La gente se aburre, está harta y quiere un cambio. Se presiente un trueno gordo, soplan vientos revolucionarios que perjudican en manejo del engaño y se sospecha que la tarde romperá por lo fuerte. A la altura de la mitad del festejo la banda de música deja de tocar pasodobles. Lo que ahora suena son marchas militares.


La verdad es que el buen tono general que adquiere esta serie en el tercer episodio se mantiene y se supera en esta cuarto (no quiero decir que los dos primeros episodios fueran malos, pero sí resultaban más irregulares y de interés más intermitente) Los sucesos y personajes de anteriores novelas se engarzan estupendamente en ésta y la historia doméstica de Pepe Fajardo cobra atractivo y se toca con la general de España de manera estupenda, en una prosa fluida y amenísima. Abundan los apuntes, datos y reflexiones sobre la vida social y económica del país, sobre el funcionamiento de la Administración, de la policía, etc.

Le ha sentado a Pepe el descanso de los duendes. Voy por la mitad. A ver si también embiste la segunda parte.
Última edición por RAOUL el 04 Jul 2009 00:20, editado 1 vez en total.
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RAOUL
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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por RAOUL »

Pues en la segunda parte de esta corrida, toros, lo que se dice toros, se han visto muy pocos :roll: . Pero, bueno, ahí va el resto de la crónica políticomáquica (expresión invención del propio Galdós):

Toca la banda, en efecto, aires militares y desde los tendidos donde se acomoda el ejército nacional bajan al ruedo los toreros Dulce y Leopoldo O’Donnell, vistiendo ambos un terno nazareno y oro y con el capote de seda revolucionario bien visible. Los acompañan, no como diría el clásico “sus respectivas cuadrillas de picadores y banderilleros”, sino sus correspondientes regimientos de artilleros y caballería. O´Donnell se va derecho hacia Sartorius y después de afear su estilo vil y liberticida, lleno de polaquerías, indigno del buen arte taurófilo, le dice que se quite, que ya se pone él. Sartorius, cruzado de brazos y en plan farruco, le contesta que una porra. O´Donnell habla entonces de la moralidad, de la descentralización y de las economías, como principios sagrados de la lidia violados por el infame polaquismo. Sartorius, por toda respuesta, hace un corte de mangas. O’Donnell, algo coloradote ya, le grita entonces con voz recia a Sartorius que no toque más las narices y que le entregue de una vez los trastos de torear. Sartorius replica que ni O’Donnell es hombre ni tiene nombre de torero. Y O’Donnell: “Mira, polaco, que te doy”. Y Sartorius: “Mira, irlandés, que te pego”. Total, que la cosa se calienta y de las palabras se pasa inevitablemente a las manos en una batalleja de cuatro gatos en la que no vence ni pierde nadie. Así fue la llamada Vicalvarada, y ya ese nombre despectivo indica la poca bulla y menos molla que en Vicálvaro hubo. O´Donnell, muñeco del ventrílocuo Cánovas, se dirige entonces a los tendidos de sol y lanza las palabras mágicas: Milicia Nacional... Estallan los gritos a favor del toreo libre, monárquico y patriótico. Toca la banda ya el himno de Riego. El pueblo enfurecido, el pueblo pobre y tonto, el pueblo que, pase lo que pase y gane quien gane, seguirá ocupando después los mismos asientos de sol, los peores, los más sucios e incómodos de toda la plaza (serán otros los que de este ajetreo cambien sus localidades por otras de sombra y barrera), se arroja desnudo al ruedo y ya se forma un lío de todos los demonios. Suspensión de festejo y guerra civil. Barricadas. Fogatas. Asaltos. Rencor. Cargas. Tiros. Muertos. Con el jaleo declinante, con el polaquismo apaleado y en fuga, con la regia presidencia en peligro, desplegándose a la desesperada intentos de orden y conciliación, acaba la accidentada tarde.

Buena novela ésta, la verdad, aunque los últimos capítulos me han parecido algo deslavazados, como la propia revolución en marcha. Sin desmerecer la segunda parte (y la sabia y compasiva mirada de Galdós hacia ese pueblo de Madrid que da su vida y su sangre sin saber muy bien por qué), pienso que lo mejores aciertos de la novela están en los quince primeros capítulos. Por lo menos son lo que yo prefiero. Como ejemplo de ese toque costumbrista que los impregna véase cómo describe Galdós el tipo de educación que recibían las señoritas de la clase media y media alta de la época:

La educación de mis amiguitas Virginia y Valeria no las eleva mucho, por más que otra cosa creyera yo, sobre el común nivel de nuestras señoritas de la clase media tirando a superior. Poseen, su caudal de saber religioso, todo de carretilla, sin enterarse de nada; escriben muy mal, con una ortografía que parece el carnaval del Alfabeto; en Aritmética no pasan de las cuatro reglas, practicadas con auxilio de los rosados dedos; en Historia, fuera de la de José vendido por sus hermanos, y de la de Moisés recogido en el Nilo, están rasas, y sólo saben que hubo aquí godos muy brutos, y después moros que eran derrotados por Santiago. Todo lo que saben de Geografía no vale un comino: se reduce a nociones vagas de la superficie del planeta, y al conocimiento de que es forzoso embarcarse para ir a las Américas descubiertas por Colón. En Literatura moderna y clásica están a la altura de su cocinera; no les ha entrado en el entendimiento más que la comedia o el drama del día que han visto en el teatro, y algún novelón sentimental, tal vez empalagosa leyenda de caballeros tontos y sultanas redichas, que han leído en el Semanario Pintoresco, o en el folletín del periódico de la casa. Poseen unas cuantas fórmulas de francés para sociedad, y en el piano aporrean furiosamente valses y polcas. No conocen nada de la vida; no se ha permitido que en sus espíritus, amañados para la elegancia, penetre parte alguna del prosaísmo con que tenemos que luchar. No conocen ni el valor de la moneda, ni las pesas y medidas; no tienen idea de lo que es una legua, un celemín, un quintal; apenas se hacen cargo de cómo se convierte el trigo en pan, las uvas en vino, y de cómo salen del cascarón los polluelos. Su corta vida y sus ingenuos caracteres se han desarrollado entre las primarias labores domésticas, y entre novenas y funciones de teatro, perfilando la educación social en tertulias insustanciales, academias de toda humana tontería.


Ah, y en cuanto a la historia de amor a que se refiere la sinopsis, se trata de una historia muy sencilla pero muy bella por sincera. Y salvaje. :D
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Charles Dart
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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por Charles Dart »

Siguen apareciendo diversos miembros de la familia Ansúrez, los guapos, en diversos capítulos.
Bellos, indómitos y españolísimos, me parecen como personajes mucho más interesantes que don Pepito el trepa pusilánime, la verdad.

A ver si en los siguientes siguen apareciendo al menos con la misma frecuencia que en éste.
Siempre clásico, nunca romántico. Adelante, siempre adelante.

Leyendo: 1.-Detalle superficial 2.-La vieja sirena 3-No ficción :101:
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ciro
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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por ciro »

Se me olvidó comentarlo en su momento. Me empalagó mucho la historia de amor de Mita y Ley. No es de mis favoritos. La parte mejor, el inicio con el intento de regicidio del cura Merino y su posterior evolución, como siempre, muy bien señalada por RAOUL.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
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klatubaradaniktó
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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por klatubaradaniktó »

Aquí vamos a estar en breve... estad atentos...

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klatubaradaniktó
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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por klatubaradaniktó »

Ya...

Dos meses después. Sí.

Pero ya he empezado. Con el atentado del cura Merino... Otro punto de vista. Más riqueza...

Mediados del Capítulo I

Seguimos

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ratonB
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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por ratonB »

klatubaradaniktó escribió: 21 Jul 2023 14:46 Ya...

Dos meses después. Sí.

Pero ya he empezado. Con el atentado del cura Merino... Otro punto de vista. Más riqueza...
...
Yo debería haberlo leído en junio, pero he pinchado estos dos meses y he tenido que aparcar los episodios y otras lecturas.

Espero retomarlos con este episodio en agosto.
La fuente de la edad. Díez, Luis Mateo

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klatubaradaniktó
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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por klatubaradaniktó »

ratonB escribió: 21 Jul 2023 16:42
Yo debería haberlo leído en junio, pero he pinchado estos dos meses y he tenido que aparcar los episodios y otras lecturas.

Espero retomarlos con este episodio en agosto.
Espero que nada grave, raton...

Ánimo, que aquí seguimos...

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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por klatubaradaniktó »

Leídos los seis primeros capítulos...

Nada sustancial ha pasado. El cura Merino ya ha sido ajusticiado, no sin antes de que se le dé al narrador de la historia, el ínclito Pepe Fajardo, la posibilidad, nada despreciable, de que asista, si no a la ejecución, sí al acto mediante el cual el sacerdote homicida queda despojado de sus privilegios eclesiásticos... Visto queda, pero no es, a fe mía, plato de buen gusto... ni mía ni de Pepillo, quien queda servido y sin ganas de ver más desposesiones, ni que sea la propia vida...

Luego... todo negruras... tengo un hijo, se me muere. Muere mi madre... y mi padre queda muy tocado. Las hermanísimas se casan... Virginia y Valeria... ¿os acordáis? Valeria tira que te va... pero Virginia, a los pocos meses dice que "a otro perro con ese hueso". Planta al maridito y se larga con otro. Estamos en 1854. Pepito, ven a salvarnos de la ignominia... ¿Yo, señora? ¿qué puedo hacer yo?

Capítulo VII. Allá vamos...

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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por klatubaradaniktó »

Luis José Sartorius.jpg


Decía RAOUL más arriba en este hilo que los primeros quince capítulos de este episodio son notablemente mejores que los siguientes... Yo he traspasado ya esa línea crítica (voy por el Capítulo XVIII) y creo reconocer a qué se refiere nuestro ínclito coparticipante del Foro.
Durante la primera parte de la novela, las "memorias" de don Pepillo discurren más por hechos novelescos sin menoscabo de varias y, en ocasiones, divertidas, incursiones por la política nacional. Gran parte de los acontecimientos se relacionan con la amiga Virginia quien, ni corta ni perezosa, violando su voto matrimonial, ha huido con un maromo, al que después, los ávidos lectores de Galdós descubriremos que conocemos. Durante estos capítulos, José está muy preocupado con la suerte de su amiga y remueve Roma con Santiago para encontrarla, hasta el extremo de que inicia un "viaje" (ir de Madrid a Coslada no parece un "gran" viaje) a fin y efecto de hacerla volver de su enajenada razón...
Por supuesto, nuestro protagonista va a topar de frente con la "Vicalvarada", la revolución que se anuncia en el título de la novela... esa parece ser la trama de la segunda parte, por lo visto, de menor interés... veremos...

Sigo...

A propósito, la foto presenta a Sartorius, jefe del gabinete español por esos años y gracias a quien se debe el remoquete de "polacos" a los integrantes de cierta facción del progresismo. Por lo visto, ese término se usaría algunos años más tarde para referirse despectivamente a los catalanes, como bien sé yo por serlo... Nunca cambiaremos...

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Re: La revolución de julio - Benito Pérez Galdós

Mensaje por klatubaradaniktó »

La-revolucion-de-julio.jpg


Hace ya varios días que acabé este episodio... Leído en la más completa soledad, debo corroborar lo que nuestro dilecto RAOUL expresó hace años, en este mismo hilo y en esta misma página (tan pocas son las opiniones que ha concitado la novelita): la segunda parte es un verdadero tostón. Una vez queda establecida la "vicalvarada" y manteniendo a nuestro protagonista Pepín en pleno escenario de los hechos, la obra decae en interés. Poco importa que aparezcan y desaparezcan personajes de los que vamos sabiendo cosillas (muy poco interesantes para nuestro argumento, he de decir...). La trama va desarrollándose por las calles de Madrid y de los pueblos adyacentes con explosiones, cargas, visitas y demás elementos comunes a las revoluciones...
Por supuesto, todo acaba bien para Pepe, aunque hay personajes que acaban sus días en medio de las llamas y el desorden, como es propio de toda revolución... La familia Ansúrez se hace dueña absoluta del interés y nos queda por saber cómo irán acabando las aventuras de Lucila, la bella, casada con un abuelo que, por lo visto, la hace feliz; o en qué pararán los deseos agrestes de su hermano y la antigua aristócrata por los campos castellanos...

Leeremos para saber. Aunque eso ya será en septiembre. Nos veremos allí: O'Donnell

Saludicos

klatubaradaniktó
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