Eliena escribió:La escena del bebé.
No me lo recuerdes, no me lo recuerdes
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Bueno, querida Eliena, llegado hasta el capítulo XIII, tengo que confesar que extrañamente, no sé por qué razón, sigo disfrutando de este irregular, lúgubre o desolado libro.
Porque resulta que esa casa del título define a las mil maravillas lo que es la novela. El propio autor lo precisó a las primeras de cambio; y se nos pasó; y aquí y ahora, que mejor tarde que nunca, recupero la fantástica definición que nos proporcionó: "donde se suben y se bajan escalones para pasar de un cuarto a otro, y donde se descubren nuevas habitaciones cuando uno cree haberlas visto todas y donde se tiene una abundante provisión de pequeños vestíbulos y pasillos".
Y también puedo decirte que sí, que hay trama. Una trama que, a modo de largo pasillo, nos permite transitar en busca de un misterio mientras curioseamos, admiramos, nos sorprendemos, nos exasperamos y hasta nos indignamos en la observación de todas y cada una de sus habitaciones y de todos y cada uno de sus vestíbulos y pasillos que con él comunican.
Un pasillo un tanto caótico donde nos asaltan aquí y allá montones informes de libros de derecho, montañas de legajos de abogados, pilas con grave amenaza de desprendimiento de papeles con membrete de la cancillería y que pretenden, sin conseguirlo, tapar los innumerables cuadros que llenan las paredes y en las que podemos observar bonitas escenas románticas de amantes púberes enredaros mutuamente en sus fervientes miradas.
En el capítulo IX visitamos la que quizás sea la habitación más estentórea de la casa, vestida con los colores más chillones, la suite Boythorn (chico espina), enfrentada con la habitación que constituye el final de uno de los recodos, la sala Dedlock, y situada en el ala opuesta de la mansión en la que podemos disfrutar de la juguetona sala infantil Skimpole donde al menor descuido puedes tropezar con cualquier juguete y caer para irrisión de todos los presentes. No muy lejos está la pequeña salita Guppy, que ya habíamos visto de pasada en algún momento anterior, y que se la mire por donde se la mire no deja de dar siempre la impresión de estar al servicio de un abogaducho en pleno alegato al jurado.
En el X y el XI visitamos lo que parecen ser vestíbulos de paso, aunque no por ello dejan de ser vistosos, como ese señor y señora Snagsby sufrientes de esa molesta corriente de aire en forma de Guster (ráfaga o racha), hacia salones en principio oscuros pero que quizás sean grandes y principales, como ese Tulkinghorn (más o menos cuerno parlante) o ese Nemo misterioso y en donde en virtud de algún extraño sortilegio llegamos nuevamente al sótano maloliente que es el señor Krook (similar a ladrón) o al cuarto de las escobas de Jo, que casi hasta de nombre carece.
El XII, es, por fin, el capítulo en el que se adquiere constancia de que recorremos el pasillo principal, aunque desconozcamos donde nos llevará ni por donde. De lo que sí estamos convencidos es de que no dejaremos de admirar estancias interesantísimas. Por lo pronto nos asomamos brevemente a la salita Rosa, a la que recientemente le ha salido una molestísima mancha de humedad en forma de doncella francesa, cercana a la gran cocina Rouncewell, y con un prometedor recibidor Watt.
En el XIII, tras descansar la vista en algunas de las imágenes colgadas de las paredes del pasillo, llegamos a una curiosa habitación en la que parecen distinguirse más las huellas de antiguos huéspedes que la del actual Sr. Badger y que ello, en lugar de molestarle, es algo que lleva con extraño orgullo y publicidad.
Y entre habitaciones y estancias diversas y misterios por resolver, no es el menor de ellos el hecho de que la mayor parte de las habitaciones estén comunicadas unas con otras por muy alejadas que a primera vista parezcan estar, o que, siendo una casa aislada sin contacto alguno con otras residencias, más de una de esas habitaciones dispongan de ventanas con acceso a un patio interior en el que las vecinas comentan, sin abandonar sus quehaceres, las noticias del vecindario, siendo las más notables de tan selecto grupo las Sras. Piper y Perkins, cuyos comentarios son ponderados en lo que valen por todos los oyentes.
Seguimos con la visita.