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De América no se sále
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Señór:
Se han detectádo dos bótes acercándose a la línea límite. Hémos realizádo los procedimiéntos de adverténcia habituáles pára que no continuásen, péro síguen su márcha.
—¿Hay pruébas de que se han enterádo de los avísos?
—Sí Señór, tres véces han parádo únos minútos pára leér y escuchár los avísos péro han continuádo. Estámos esperándo sus órdenes.
—Bién, en un instánte estaré en la sála de mándos.
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¿A qué distáncia se encuéntran del límite y cuántas persónas viájan en éllos?
—Están a únos dos kilómetros y son únas cuarénta persónas, mayoritáriamente níños.
—Señór Merián, le recuérdo que no está permitído comentár sóbre los detálles de los pasajéros.
—Le pído discúlpas, en el sistéma de detección se ve perféctamente la diferéncia.
—Póngame con balística.
—A sus órdenes capitán.
—¿Están preparádos pára hundír las náves?
—Sí señór, deberémos hacér dos dispáros, los bótes están demasiádo separádos como pára lográr hundírlos con úna sóla descárga.
—Si están separádos, úno intentará pasár priméro, espéren mis órdenes.
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Balística: Aquí el Capitán, tan prónto la priméra náve crúce la línea, húndala. Péro sólo la priméra que páse, infórmenme del resultádo y si quédan réstos de vída en el bóte.
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La bárca ha sído hundída, no detectámos vída en ésa área y en sus alrededóres.
—¿Qué pása con la ótra, retrocéde?
—Se ha detenído un moménto, péro ahóra sígue el mísmo camíno.
—Húndanla tan prónto páse la línea, y déme el párte al moménto.
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Capitán: segúndo bóte hundído, quédan nuéve persónas con vída, corríjo, ócho… y ahóra siéte.
—Dispáren ótro proyectíl.
—Señór, dispáro realizádo, quédan tres persónas con vída, ahóra dos.
Dos síguen con vída Señór, dében habérse sujetádo a algún résto del bóte. Con éste frío, no créo que vívan múcho más.
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Nádie con vída ahóra señór.
—Sr. Merián dé por canceláda la alárma.
—A sus órdenes Señór.
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Le véo a ustéd muy nervioso Sr. Merián, entiéndo que ésta es su priméra misión en el límite de América.
—Sí y no Señór, me refiéro que ya llévo tiémpo en éste búque, péro núnca me había tocádo estár de guárdia cuando álguien intentába cruzár el límite. Y ésto que se háce aquí no se coménta en los ótros departaméntos del bárco, así que téngo que reconocérlo, no lo estóy pasándo bién. Ántes de venír sabía lo que tódo el múndo sábe, que tenémos problémas con América… péro no me imaginába náda parecído a ésto. De hécho no entiéndo lo que estámos haciéndo, ¿nos íban a atacár ésos bótes?
—Véo que no le habían informádo de nuéstro trabájo aquí.
—Me lo informáron, péro no de ésto, víne al bárco como ayudánte de de intendéncia. Péro según me explicáron, por la bája por enfermedád de vários responsábles de las transmisiónes me destináron provisionálmente aquí.
—Sr. Merián, háce ciéntos de áños, Castílla envió a Cristóbal Colón y tres bárcos pára encontrár un camíno más córto pára llegár a Ásia o mejór, a la tiérra de las espécias. Los dos priméros bárcos al llegár pusiéron pié a tiérra y trabáron contácto con los indígenas. Al desembarcár y sin ser agredídos por los aborígenes y hásta pára la sorprésa de los natívos, úno a úno de los européos fuéron muriéndo al acercárse a éllos con dolóres horríbles. Los del tercér bárco presenciáron el contágio e intentáron huír, péro no habían notádo que únos pequéños bótes con algúnos indígenas se habían acercádo a éllos sólo por curiosidád y sin estár armádos.
Los marínos más cercános que observában a los indígenas que todavía estában en los bótes, sin ni siquiéra ser tocádos, ni los aborígenes subír a bórdo, comenzáron a morír. Al fin los más alejádos lográron izár vélas y sólo un tércio de los marínos de ése bárco púdo escapár y sobrevivír.
Al volvér diéron párte de lo ocurrído. Se preparáron ótras expediciónes «secrétas» pára ver qué éra lo que ocurría allí y cómo éra posíble úna péste tan terríble y que contagiába tan rápidamente y a tánta distáncia.
Duránte áños después del «Descubrimiénto», y a escondídas: Espáña, Portugál, Fráncia, Inglatérra y ótros, tratáron de conquistár las cóstas éste de América y los asiáticos, Japón, Chína e Índia las del oéste. El resultádo fué fatál y mortál, y al finál tódos aceptáron que debíamos unír fuérzas pára lográr impedír que los americános saliésen, hásta lográr úna vacúna o un sistéma que nos inmunizára o protegiése cóntra ése contágio.
Al ménos y con un gran cósto, póco a póco se fué aprendiéndo la distáncia de seguridád y con grándes esfuérzo y múchas pérdidas humánas acabáron explorándo y descubriéndo que «éso» éra úna ísla, úna gran ísla, un inménso continénte. Y que la cáusa de que no se hubiése descubiérto ántes ésa inménsa tiérra, a pesár de su enormidád, éra que tódos los que se acercában a los indígenas, morían. Se probáron trájes herméticos de protección que no sirviéron de náda. Hásta el más pequéño agujéro permitía el páso de la infección.
Se diseñáron trájes metálicos, por si éso pudiése ayudár, péro el resultádo al fínal éra el mísmo.
Múchos áños después, algúnos de los indígenas de América, sabiéndo ahóra que había ótras tiérras y géntes más allá, se fuéron acercándo o más bién alejándose de sus cóstas y se topáron con vários bárcos européos o asiáticos. El resultádo tan horríble de ésos encuéntros, hízo que las naciónes de tódo nuéstro múndo se uniésen pára patrullár los límites de América e impedír que nádie saliése de allí.
Éllos lo sáben… están advertídos. Por el único sítio que no patrullámos tan inténsamente es por donde hay frío, por el nórte y sur. Por algún motívo la plága o contágio no se extiénde cuando hay bájas temperatúras. Cuando se captúra a algúno en ésas condiciónes, no presénta pelígro… péro se le devuélve.
—Péro si éllos lo sáben, por qué trátan de salír o por qué no colabóran con nosótros en el «curádo de su enfermedád».
—Véo que no he explicádo bién la situación, éllos no están enférmos, sómos nosótros los que tenémos nuéstras defénsas muy bájas, y sus gérmenes esparcídos por el áire hácen estrágos éntre nosótros.
No sería corrécto decír que úna plánta o serpiénte venenósa está enférma a cáusa de que pórta álgo que a nosótros nos puéde matár.
Hásta que logrémos úna vacúna, no podémos permitír que nos extermínen. Sus dirigéntes comprénden la situación y hácen lo que puéden pára que nádie inténte atravesár el límite. Los que trátan de pasár son úna minoría… lo hácen por motívos religiósos, de exploración, de réto, de conquísta o económicos, o éso es lo que nos comunícan sus autoridádes… Así es que nuéstra obligación es impedír que pásen. No sé si lo lograrémos, puéden exterminárnos fácilmente si pásan un buén número de éllos. Entretánto se están buscándo soluciónes pára protegérnos cóntra ésa enfermedád.
De cuando en cuando éllos también tiénen sus péstes, sus hambrúnas, sus cataclísmos y trátan de escapár. Son moméntos muy difíciles ya que no dámos abásto en hundír sus bótes, sus autoridádes inténtan evitár ése exílio, péro no tiénen suficiéntes recúrsos. Por el moménto técnicamente están todavía muy atrasádos, el día que puédan volár… lo tendrémos muy mal.
Y no créa, también hay de los nuéstros que inténtan pasár la línea, no créen lo de la péste, piénsan que ocultámos grándes tesóros. Intentámos impedír que éntren en América por su salúd, péro si pásan no los atacámos o los intentámos detenér. No háce fálta, ningúno ha vuélto.
Afortunádamente si un indígena muére, la enfermedád o séa, él, déja inmediátamente de ser contagióso. Por éso es la importáncia que le dámos a asegurárnos de que muéran.
—Señór: Espéro que prónto vuélva la persóna a la que he sustituído, no me siénto bién, tódo ésto es horroróso.
—No se preocúpe, le entiéndo, y así será.
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F I N
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