Ataque de colegueo, Kassio
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
Mil gracias, amores.
Kassio, tienes un e-mail.
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Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
No sean ingratas con los miles de ojos que las siguen y nos dejan en ascuas deseando saber qué diablos dirán en el famoso e-mail
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
Mira que sois curiosones No se puede contar todo porque entonces sabríais tanto como nosotras y se perdería toda la emoción
Querida Estrellita:
Ayer fue una tarde de domingo aburrida y, para distraerme, decidí abrir algunas de las cajas donde guardo recuerdos de mi infancia. En la primera había recortables de muñecas de papel con sus vestiditos y complementos. Aunque el papel amarilleaba en algunas zonas, me sorprendió que esas prendas que yo misma confeccioné hace décadas se mantuvieran tan bien. Recordé cuánto me gustaban esos recortables y cuánto tiempo pasaba con una simple hoja de cartulina, unas tijeras y algunos colores de madera. Solo con eso era feliz.
En la siguiente caja encontré cromos. Casi toda la colección de "El coche fantástico", que me flipaba en los años ochenta. No me gustaba Michael Knight, a mí me encantaba Kitt, la computadora del coche. El guaperas no era más que una mosca cojonera sin el buenazo de Kitt. ¡Y qué paciencia tenía con el chófer que le había tocado! Había otros cromos de colecciones que salían en aquellos tiempos con los yogures Danone, por ejemplo de "La vuelta al mundo de Willy Fog". Y también de "Battlestar Galáctica", otra serie de los ochenta a la que debo mi nick (uno de los personajes se llamaba Casiopea).
En el fondo de la caja, oculta bajo los cromos, encontré una tiza amarilla. Creí que la había perdido y me hizo mucha ilusión reencontrarla. Aquella tiza me la llevé un día de la escuela sin querer. Tras una clase de matemáticas en la que me tocó salir a la pizarra, la guardé en el bolsillo y luego me olvidé de ella. Un día, por casualidad, descubrí que era mágica. Ocurrió durante una noche en la que hubo tormenta en casa. Intenté evadirme entre las páginas de un libro, como solía hacer, pero en esa ocasión no funcionó. Encontré la tiza y me puse a dibujar con ella en la pared. Mi sorpresa fue mayúscula cuando se abrió una puerta y no dudé en deslizarme por ella.
Esa primera vez, la puerta me llevó directamente al hall del hotel Overlook. Conocía muy bien aquel lugar porque había leído "El resplandor" hacía poco. Observé maravillada los intrincados dibujos de las alfombras sobre las que corría el pequeño Danny con su triciclo. Más allá, al final de un pasillo, me saludaron las gemelas. Y la señora que siempre estaba desnuda en su bañera asomó la cabeza tras el marco de una puerta. Les sonreí. No me causaban ningún temor, ni siquiera lo conseguía el hombre que empuñaba el hacha. Lo único que temía eran las tormentas que se desataban en casa.
Utilicé muchas veces la tiza amarilla para escapar del vendaval que amenazaba con arrancar las bisagras de la puerta de mi habitación. Visité el castillo de Drácula, la casa Usher, templos perdidos en la selva amazónica y las pirámides del antiguo Egipto. También conocí a Blanquita en su orfanato y descubrí que no era tan malvada como parecía, y estuve en una buhardilla atestada de poetas chiflados.
"¿Por qué esta loca me estará contando todo esto?", debes preguntarte tú en este momento. Y con razón. Pues simplemente porque ayer reencontré la tiza y me acordé de ti, preciosa mía. Ahora mismo echaré esta carta al buzón y meteré la tiza dentro del sobre. Tal vez algún día te resulte de utilidad, como me sirvió a mí.
Siempre tuya,
Yolanda
Querida Estrellita:
Ayer fue una tarde de domingo aburrida y, para distraerme, decidí abrir algunas de las cajas donde guardo recuerdos de mi infancia. En la primera había recortables de muñecas de papel con sus vestiditos y complementos. Aunque el papel amarilleaba en algunas zonas, me sorprendió que esas prendas que yo misma confeccioné hace décadas se mantuvieran tan bien. Recordé cuánto me gustaban esos recortables y cuánto tiempo pasaba con una simple hoja de cartulina, unas tijeras y algunos colores de madera. Solo con eso era feliz.
En la siguiente caja encontré cromos. Casi toda la colección de "El coche fantástico", que me flipaba en los años ochenta. No me gustaba Michael Knight, a mí me encantaba Kitt, la computadora del coche. El guaperas no era más que una mosca cojonera sin el buenazo de Kitt. ¡Y qué paciencia tenía con el chófer que le había tocado! Había otros cromos de colecciones que salían en aquellos tiempos con los yogures Danone, por ejemplo de "La vuelta al mundo de Willy Fog". Y también de "Battlestar Galáctica", otra serie de los ochenta a la que debo mi nick (uno de los personajes se llamaba Casiopea).
En el fondo de la caja, oculta bajo los cromos, encontré una tiza amarilla. Creí que la había perdido y me hizo mucha ilusión reencontrarla. Aquella tiza me la llevé un día de la escuela sin querer. Tras una clase de matemáticas en la que me tocó salir a la pizarra, la guardé en el bolsillo y luego me olvidé de ella. Un día, por casualidad, descubrí que era mágica. Ocurrió durante una noche en la que hubo tormenta en casa. Intenté evadirme entre las páginas de un libro, como solía hacer, pero en esa ocasión no funcionó. Encontré la tiza y me puse a dibujar con ella en la pared. Mi sorpresa fue mayúscula cuando se abrió una puerta y no dudé en deslizarme por ella.
Esa primera vez, la puerta me llevó directamente al hall del hotel Overlook. Conocía muy bien aquel lugar porque había leído "El resplandor" hacía poco. Observé maravillada los intrincados dibujos de las alfombras sobre las que corría el pequeño Danny con su triciclo. Más allá, al final de un pasillo, me saludaron las gemelas. Y la señora que siempre estaba desnuda en su bañera asomó la cabeza tras el marco de una puerta. Les sonreí. No me causaban ningún temor, ni siquiera lo conseguía el hombre que empuñaba el hacha. Lo único que temía eran las tormentas que se desataban en casa.
Utilicé muchas veces la tiza amarilla para escapar del vendaval que amenazaba con arrancar las bisagras de la puerta de mi habitación. Visité el castillo de Drácula, la casa Usher, templos perdidos en la selva amazónica y las pirámides del antiguo Egipto. También conocí a Blanquita en su orfanato y descubrí que no era tan malvada como parecía, y estuve en una buhardilla atestada de poetas chiflados.
"¿Por qué esta loca me estará contando todo esto?", debes preguntarte tú en este momento. Y con razón. Pues simplemente porque ayer reencontré la tiza y me acordé de ti, preciosa mía. Ahora mismo echaré esta carta al buzón y meteré la tiza dentro del sobre. Tal vez algún día te resulte de utilidad, como me sirvió a mí.
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
kassiopea escribió: ↑06 Jun 2022 14:36 Mira que sois curiosones No se puede contar todo porque entonces sabríais tanto como nosotras y se perdería toda la emoción
Las estrellas se quedan en la Kass pero la imaginación vuela hasta alcanzarlas, hasta saber más y más y mucho más y soñar despiertos. Con la única libertaria emoción permisible.
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Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
Y a la mañana siguiente, al ver las marcas de tiza en la pared, ¿no se cabreaba tu madre?
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
Nop, porque cuando volvía a cruzar la puerta de regreso a mi habitación, las marcas que había en la pared desaparecían del todo y no quedaban pruebas. Por algo es una tiza mágica
Re: Ataque de colegueo, Kassio
Pues con esa tiza, Estrellita va a hacer virguerías
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
Lo sé, por eso quiero que la tenga ella
Muchas gracias, Eric. Me hace muy feliz tu opinión porque tú entiendes mucho de magiaCuentos Peques escribió:Excelente, Me encanta
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
Me alegra mucho que mis comentarios te hagan Feliz, si entiendo mucho de magia, un abrazo
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
La tiza amarilla sigue palpitando en mi bolsillo, kassiobella.
Luci, qué bien me conoces, cachoperra.
Caleto, me siguen faltando estribillos. Felicidades por tu cumple.
Luci, qué bien me conoces, cachoperra.
Caleto, me siguen faltando estribillos. Felicidades por tu cumple.
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
Vielen dank, lucero.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Anti di che tutto si hunda in il mare
...buscó Daniel quien le ayudara a llevar a puerto semejante empresa. Y encontró a un taumaturgo literario, anciano de huesudo rostro amarillo y de corazón de espuma, que accedió a prepararle un brebaje. No era tarea fácil lo que se había propuesto hacer, pero la decisión estaba tomada.
Mientras el anciano preparaba los ingredientes de la pócima iba salmodiando una tonadilla ininterrumpidamente:
-Me dejo la vida, y la vida enterita, cantando pa ti.
Cuando terminó el brebaje, que olía a flor de cerezo y a caracol enamorado, se lo dio a Daniel, que se lo tragó con mucho gusto. -Ahora hablaréis el mismo idioma -auguró el anciano.
Y así fue cómo, convertido su cuerpo en escritura, pudo Daniel viajar al mundo donde estaba prisionero el hermano burbuja.
La puerta estaba cerrada, pero ya contaba con eso. Sacó de su carcaj una flecha color siena tostada y apuntó a la cerradura, que saltó como cervatillo.
Lo primero que vio no fue lo que esperaba encontrar. Esperaba ver al hermano burbuja caminando dentro de una esfera translúcida, pero lo único que encontró fue una hoja de arce y un cristal vacío con un agujero del tamaño de un hombre. No estaba preparado para eso, y de la impresión comenzó a desdibujarse. Gritó con todas sus fuerzas las palabras mágicas:
-Muramos juntos, distantes...
Se encontró Daniel, de nuevo, ante la puerta cerrada. Sacó otra flecha, esta vez ocre, y destruyó los cerrojos, que saltaron como rana.
Nada más atravesar la puerta se vio arriba en las nubes, esperando adverbio del hermano burbuja, pero no llegó. Cuando la alondra cantó con la primera luz del alba tomó la determinación de que tendría que improvisar. El efecto del bebedizo no duraría mucho más tiempo.
Bajó a la calle y buscó la farola. Era la número once, la reconoció por su templada luz. Mientras se abrazaba a ella, tentó a los caracteres susurrando, como en una confesión:
-A veces persigo las burbujas.
Al instante, se vio en la oración "sin mediar palabra", lo que le permitió introducirse en la caseta del galgo. El perro le chupeteó la cara, gesto que interpretó Daniel como un buen augurio, y entonces le preguntó:
-¿Acaso nunca mamaste?
No funcionó. Ni una burbuja. Sintió Daniel que su pena reverdecía, todo se volvió oscuro, y la caseta junto al galgo empezaron a desdibujarse. Un dolor intenso, como el de un mundo sin tierra por horadar, le hizo desear desdibujarse con ellos, pero algo en su interior pronunció las palabras:
-Muramos juntos, distantes...
Se encontró Daniel otra vez ante la puerta cerrada. Pero esta vez no usó flecha para abrirla, utilizó la magia de las palabras de la hermandad del grafito:
-Estamos escritos.
La puerta se abrió emitiendo un hondo quejido. Esta vez no había esfera translúcida, había una guitarra, y la hoja de arce descansaba sobre un cojín. Se aferró al mástil de ese hogar de madera y navegó. Navegó océanos de letras con cinco cuerdas por banda y viento en popa a todo verso, pero no alcanzó puerto Daniel. El poder del bebedizo se estaba terminando, su cuerpo ortográfico se iba volviendo hueso de nuevo, y ni rastro de una sola burbuja.
Salió del mundo escrito sin haber podido encontrarle, pero convencido de que el cristal fracturado indicaba que el hermano burbuja ya no era prisionero, y el hallazgo de la guitarra le hacía sospechar que se había ido en busca de nuevas canciones para noviembre.
Era una buena señal. Imaginó al hermano burbuja volviendo a su puerta cerrada con melódicos corimbos en los labios, lo vio rasgando sus penas utilizando el ancestral método: cantándoselas a una hoja de arce.
Pudo Daniel respirar tranquilo, seguro de que ahora sí, había llegado a puerto.
Mientras el anciano preparaba los ingredientes de la pócima iba salmodiando una tonadilla ininterrumpidamente:
-Me dejo la vida, y la vida enterita, cantando pa ti.
Cuando terminó el brebaje, que olía a flor de cerezo y a caracol enamorado, se lo dio a Daniel, que se lo tragó con mucho gusto. -Ahora hablaréis el mismo idioma -auguró el anciano.
Y así fue cómo, convertido su cuerpo en escritura, pudo Daniel viajar al mundo donde estaba prisionero el hermano burbuja.
La puerta estaba cerrada, pero ya contaba con eso. Sacó de su carcaj una flecha color siena tostada y apuntó a la cerradura, que saltó como cervatillo.
Lo primero que vio no fue lo que esperaba encontrar. Esperaba ver al hermano burbuja caminando dentro de una esfera translúcida, pero lo único que encontró fue una hoja de arce y un cristal vacío con un agujero del tamaño de un hombre. No estaba preparado para eso, y de la impresión comenzó a desdibujarse. Gritó con todas sus fuerzas las palabras mágicas:
-Muramos juntos, distantes...
Se encontró Daniel, de nuevo, ante la puerta cerrada. Sacó otra flecha, esta vez ocre, y destruyó los cerrojos, que saltaron como rana.
Nada más atravesar la puerta se vio arriba en las nubes, esperando adverbio del hermano burbuja, pero no llegó. Cuando la alondra cantó con la primera luz del alba tomó la determinación de que tendría que improvisar. El efecto del bebedizo no duraría mucho más tiempo.
Bajó a la calle y buscó la farola. Era la número once, la reconoció por su templada luz. Mientras se abrazaba a ella, tentó a los caracteres susurrando, como en una confesión:
-A veces persigo las burbujas.
Al instante, se vio en la oración "sin mediar palabra", lo que le permitió introducirse en la caseta del galgo. El perro le chupeteó la cara, gesto que interpretó Daniel como un buen augurio, y entonces le preguntó:
-¿Acaso nunca mamaste?
No funcionó. Ni una burbuja. Sintió Daniel que su pena reverdecía, todo se volvió oscuro, y la caseta junto al galgo empezaron a desdibujarse. Un dolor intenso, como el de un mundo sin tierra por horadar, le hizo desear desdibujarse con ellos, pero algo en su interior pronunció las palabras:
-Muramos juntos, distantes...
Se encontró Daniel otra vez ante la puerta cerrada. Pero esta vez no usó flecha para abrirla, utilizó la magia de las palabras de la hermandad del grafito:
-Estamos escritos.
La puerta se abrió emitiendo un hondo quejido. Esta vez no había esfera translúcida, había una guitarra, y la hoja de arce descansaba sobre un cojín. Se aferró al mástil de ese hogar de madera y navegó. Navegó océanos de letras con cinco cuerdas por banda y viento en popa a todo verso, pero no alcanzó puerto Daniel. El poder del bebedizo se estaba terminando, su cuerpo ortográfico se iba volviendo hueso de nuevo, y ni rastro de una sola burbuja.
Salió del mundo escrito sin haber podido encontrarle, pero convencido de que el cristal fracturado indicaba que el hermano burbuja ya no era prisionero, y el hallazgo de la guitarra le hacía sospechar que se había ido en busca de nuevas canciones para noviembre.
Era una buena señal. Imaginó al hermano burbuja volviendo a su puerta cerrada con melódicos corimbos en los labios, lo vio rasgando sus penas utilizando el ancestral método: cantándoselas a una hoja de arce.
Pudo Daniel respirar tranquilo, seguro de que ahora sí, había llegado a puerto.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
Re: Ataque de colegueo, Kassio
Gracias, Estrella de mar.
El hecho de escribir sobre galgos me ha recordado que lo importante en esta tierra no es encontrar con quien pasear mascotas, más bien es hallar con quién caminar entre fieras y bestias a las que domesticar y cuidar, como hicieron los primeros humanos.
Disculpa mi desvarío y gracias por el relato.
Un fuerte abrazo.
El hecho de escribir sobre galgos me ha recordado que lo importante en esta tierra no es encontrar con quien pasear mascotas, más bien es hallar con quién caminar entre fieras y bestias a las que domesticar y cuidar, como hicieron los primeros humanos.
Disculpa mi desvarío y gracias por el relato.
Un fuerte abrazo.
Soñar... ¡Donosa locura!
Blanca de los Ríos Nostench.
Erase una persona tan despistada que se quedó una semana en su casa encerrada pues sus llaves no encontraba.
Blanca de los Ríos Nostench.
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- Tolomew Dewhust
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Re: Ataque de colegueo, Kassio
La dichosa puerta, que no se quiere abrir...
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.