Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

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Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

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Titulo: Los Obscuros de Ciudad Isla Colección Pulp Cosmos No. 3.

Copyright ©2021 Sean B. Riot.
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Algunos derechos reservados (CC-BY-NC-SA)

Dedicatoria
Para Clark Carrados.

Capítulo 1

Era el año 330.033 del cómputo terrestre, la era dorada del Gran Éxodo. Las inmensas naves colonia habían abandonado mucho tiempo atrás el sistema solar hacia la conquista de otras estrellas.

Para un joven de veinte años aquellos eran tiempos inciertos, pero no menos emocionantes.

La historia sobre cómo un chico como Sixx, nacido y criado en el huevo protector de una nave colonia, llegó a formar parte de una temeraria tripulación de roqueros mercenarios puede que sea curiosa y suscite interés. No dudo de que no faltarían oídos para ella. Pero yo la creo superflua y tediosa en comparación con la historia que siguió a la recepción de su primera Alerta Omega a bordo de la nave corsaria Statuskúo.

Preparénse. Todo lo que van a ver, oír y sentir les resultará difícil de creer.

Pero el Cosmos es como es y, como la canción, nos canta solo una verdad: ¡Aceptadme o... iros al infierno!

* * *

—¡Ey, Barón! ¡Alerta Omega en todas las frecuencias! —clamó la voz de soprano de Jedningarna por el intercomunicador.

En aquel momento Sixx estaba con Barón en la sala de armas. Al oír el aviso, el líder del grupo se levantó de un salto del sillón de la cabina de psiaudio, diciendo con una extraña sonrisa: —¡Yeahhhh, tenemos trabajo!

Sixx vio a Barón sacar de la sala su cuerpo de espagueti de dos metros de altura. Ignorando qué demonios era una Alerta Omega, el inexperto grumete se descolgó la guitarra del hombro y la dejó en un soporte vertical junto a otra decena de ellas.

—¡Ey, Barón, espera! —gritó Sixx corriendo tras él.

Lo alcanzó en el corredor de acceso a la cubierta superior, justo al comienzo de la escalera. Barón habló sin girarse, sin dejar de ascender escalones con su peculiar forma de andar de hombros balanceantes.

—Saca a Obús de la nevera y subid los dos al puente. Lo quiero presto. —chasqueó dos dedos en la última palabra.

La nevera no era un frigorífico, solo era la palabra que usaban para referirse a las extrañas cámaras con forma de féretro donde a veces dormían los tres mercenarios. Sixx había entrado una vez en una, pero él prefería dormir en la litera que había en el almacén de electrónica de la bodega de carga. Cuando entrabas en la nevera y cerrabas la tapa, te aislabas de todo sonido externo. Sixx no había llegado a acostumbrarse todavía a eso.

La sala de las neveras estaba cerca de las escaleras, en la cubierta inferior. Sixx entró corriendo y fue derecho a la nevera de Obús. Abrió la tapa. El roquero de cara pintada en blanco y negro se incorporó como un vampiro a punto de atacar.

—¡BUH! —le gritó a Sixx.

Sixx dio un brinco y, en el sobresalto, casi le soltó a Obús la tapa de la cámara en la cara. El mercenario, aún tumbado, abrió mucho los ojos y dio una gutural carcajada, sacando su larga lengua rosada, como si el rostro de pavor que acababa de presenciar fuese la cosa más graciosa del universo.

Sixx giró la tapa hasta apoyarla abierta en un lado y dijo, molesto. —Venga, déjate de bromas. Barón dice que hay reunión en el puente.

—Ji ji ji, tenías que haberte visto la jeta. —Obús sacó los brazos y las piernas y se impulsó para salir de la cámara.

El cuerpo de Obús era igual de delgado que el de Barón, pero no era tan alto. Obús era el más bajo de los tres. Barón le sacaba dos cabezas a él y una cabeza a Jedningarna.

—¿Qué significa Alerta Omega? —preguntó Sixx mientras se aprestaba por el corredor para seguir el ritmo del roquero.

—¿Una Alerta Omega? —Obús apretó el paso frotándose las manos y sonrió sacando la lengua. —Jajá, significa... —y cantó con esa voz quebrada que a Sixx le parecía siempre fascinante. —Alza tu ojos del suelo y pronto verás la lluvia y el destello púrpura del cielo. Porque somos el relámpago eléctrico antes de la tormenta que va hacerte libre: ¡Oh... Ciudad Isla!

Llegaron al puente de mando. Barón y Jedningarna estaban de pie mirando una pantalla estelar con una ruta de navegación marcada. El destino era un planeta. Obús se unió entre ellos posando un brazo sobre los hombros de cada uno.

—Bueno, ¿dónde es la fiesta? —dijo Obús.

Sixx los observaba desde atrás. Esos cuerpos parecían más caricaturas humanoides que cuerpos reales. El uniforme del trío era bastante simple. Botas negras con adorno de cadenita holgada en el talón. Ajustados pantalones negros de lona. Ajustadas camisas negras, a veces eran blancas, bajo chaquetas o abrigos de satinada fibra negra. Siempre llevaban las caras pintadas del mismo modo: base blanca con estrellas, círculos o triángulos en negro, pero cada uno con su eterno diseño. Los tres cuidaban con frecuencia de sus leoninas melenas azabache, largas hasta los hombros.

Sixx había empezado a dejarse crecer su propia melena. También vestía como ellos, aunque su cuerpo no era tan delgado y había tenido que conseguir las ropas por su cuenta en las estaciones de paso y espaciopuertos pirata. Su altura era casi pareja con la de Obús.

Jedningarna informó sobre las novedades: —La colonia Antecesor envió un SOS clase Omega hace cuatro años. Están en el planeta Kade-426. Si agotamos las reservas de combustible podemos llegar allí en tres días.

—Pon rumbo al planeta, —dijo Barón—. Acto seguido giró a medias el torso y miró hacia Sixx con la cabeza inclinada, con una oreja casi paralela al suelo. Una sonrisa llena de dientes le dijo: —Tendrás que ensayar a tope, Sixx, o no saldrás de esta.

* * *

La nave corsaria surcaba el espacio de la pista supralumínica rumbo a Kade-426 mientras sus cuatro tripulantes se hallaban reunidos en la sala de armas. Barón ajustaba los controles y lecturas en la cabina de psiaudio. Jedningarna, Obús y Sixx llevaban colgadas al hombro sendas guitarras psieléctricas.

Jedningarna probaba una sencilla escala ascendente de dos octavas mientras Sixx observaba atento.

Las manos del trío eran maravillas de admirar. Parecían pequeños jamones colgando de brazos del grosor de tubos de aspiradora. De unas anchas palmas nacían dedos larguísimos, fuertes y de una destreza sobrehumana.

Los dedos de Jedningarna recorrieron el mástil del arma con una velocidad prodigiosa, pero Sixx la había visto tocar otras veces mucho más rápido.

—¿Ves el nivel de psiergios, Sixx? —Barón le señaló un indicador en el panel de control del amplificador de Jedningarna.

Sixx vio cómo giraba la aguja. —Ajá.

La aguja se había detenido en 810 pse.

—¿Puedes superar eso? —retó Barón.

Obús soltó una muda risita y miró al suelo.

Sixx miró a Barón sonriendo: —¿Estás de broma?

Luego apretó la púa entre los dedos de la mano derecha y se lanzó a ello para darlo todo. Imitó la escala con una ágil mano izquierda y añadió un adorno extra para acabar en una nota una octava más alta. Sostuvo la nota ahí, la hizo vibrar durante dos segundos antes de matarla con un rápido rasgado descendente.

Jedningarna y Obús sonreían y asentían hacia su líder. El grumete había tenido buenos maestros.

Barón comprobaba la calidad del sonido en el osciloscopio de la mesa de pistas.

La aguja del amplificador de Sixx se detuvo en 2.230 pse.

Sixx miró su aguja y se llenó de orgullo. —¿Cuándo vamos a ensayar en serio?

—No te lo creas tanto, —dijo Barón haciendo una seña a Obús. —La habilidad no solo está en la técnica.

Obús tocó un acompañamiento con el psibajo de dos lentos compases con cuatro y cinco notas respectivamente.

La aguja de Obús marcó 15.530 pse.

Jedningarna rasgó entonces un simple acorde de tres notas. El sonido fue muriendo en la sala mientras la aguja llegaba hasta 18.600 pse.

Sixx no podía creerlo. —Pero ¿cómo... cómo es posible?

Jedningarna respondió. —No te preocupes, tu técnica es alta. Eso lo consigues practicando con las manos.

Obús prosiguió mostrándole su psibajo. —Pero estas armas necesitan más que eso.

Barón habló ahora. —Necesitan tu energía interna para funcionar. Y eso es lo que tienes que aprender a liberar. Tienes que aprender a sentir cuando tocas, Sixx.

—¿Sentir? ¿Sentir qué?

Jedningarna intentó explicarlo: —No sé cómo llamarlo, sentir el rollo, el fluir. El dejarte llevar cuando tocas una canción. Como si no fueses parte de ella.

Obús objetó mirando de soslayo a Jedningarna: —O haciendo todo lo contrario. Estando atento, como cuando improvisas.

Jedningarna asintió, concediendo también eso. Barón concluyó: —No hay una sola respuesta. Nosotros podemos guiarte en el camino, pero debes encontrar tú mismo tu propio modo de hacerlo.

—Entiendo, —dijo Sixx.

—Si no alcanzas un nivel mínimo, estas armas no funcionarán en tus manos, —dijo el líder.

—Y el mínimo generalmente no te garantiza la supervivencia, —añadió Jedningarna.

—¿Cuánto es el mínimo?

—Veinte ka pe eses, —dijo el líder.

Sixx miró ojiplático al trío por turnos: —¡¡¿¿Veinte mil psiergios??!!

El trío rió ante la reacción de su pupilo.

Obus le dio una palmada en el hombro: —Cuando le hayas pillado el truco un poco, te diré cuánto considero yo el verdadero mínimo.

—¿Y qué pasa cuando llegue al mínimo? —preguntó Sixx.

Jedningarna le dio otra palmada, riendo, y se descolgó el arma: —Entonces, chaval, es cuando cabalgas la tormenta.

Barón le hizo una seña hacia los auriculares encima del amplificador. —Practica ahora sin oír lo que tocas. Solo acompaña lo que voy a ponerte.

Sixx se colocó los cascos en la cabeza. y empezó a oír una canción que el trío tocaba a menudo. Pero algo iba mal. En lo que oía faltaba algo. No oía el sonido de la guitarra de Barón. La canción así no era la misma, estaba como coja.

Sus dedos titubearon entonces por el mástil, intentando llenar ese hueco sonoro. Sixx notó que no necesitaba oír su propio sonido si lo cantaba en su mente, si lo tocaba por dentro. Unió su ritmo interno a la música y tocó la guitarra de ese nuevo modo silencioso y extraño. Llegó al estribillo y lo cantó en su mente con los ojos cerrados, sin notar que estaba cabeceando al compás. Sin notar que estaba siguiendo el ritmo con los pies.

Pero un rato después tuvo que abrir los ojos al notar un calor en las manos. Había luz en las dos líneas amarillas que subían a ambos lados del mástil. Esas líneas estaban reluciendo y ahora se iluminaban también las ruedas de control en el cuerpo del arma. Mientras tocaba, la luz fluctuó y pasó de dorada a azulada.

Se giró hacia su aguja. Marcaba 23.500 pse.

Sixx estaba perplejo, pero no perdió el hilo. Miró al trio con una sonrisa antes de ver que la luz de la guitarra se tornaba poco a poco de color púrpura.

Y cuando el color fue puro e intenso, comenzaron los relámpagos.

Del cuerpo del arma surgieron rayos púrpura. Se disparaban en todas direcciones como ramitas de luz cristalizando en el aire a una velocidad asombrosa. La luz de los focos de la sala empezó a fluctuar entonces en tonos multicolor. Ora sumiendo el espacio en una tenue negrura, ora llenándolo de fogonazos verdes, turquesas y dorados.

Sixx no había sentido nunca nada tan alucinante. Se sentía eufórico.

El trío lo observaba con atención. Barón no dejaba de estudiar los diales e indicadores en la mesa de control. Obús y Jedningarna asentían al ritmo.

Barón ajustó unos controles y cortó el sonido en los auriculares de Sixx.

El joven dejó de tocar y la guitarra fue perdiendo rápidamente su ímpetu psieléctrico. Sixx se quitó los cascos con la sonrisa de quien termina el trayecto en una montaña rusa.

—¡Ha sido increíble! ¿Lo habéis visto? Me sentía... sentía... —dio una breve carcajada pasándose una mano por la cara.

Obús reía de brazos cruzados ante la reacción del grumete. Jedningarna inclinó el cuerpo y estiró un brazo para darle a su pupilo un afectivo puñetazo en el hombro.

Barón le señaló la aguja en el amplificador.

Sixx se giró entonces hacia el indicador.

La aguja marcaba 45.600 pse.

—No está mal para empezar, —dijo Barón. —Tienes leña de roquero. Pero tendrás que hacerlo mejor si quieres debutar con vida en Ciudad Isla.

—¿Qué es esa Ciudad Isla? —preguntó Sixx mirando al trío.

—Para entender lo que es Ciudad Isla, antes tienes que ver algo, —dijo el líder de la banda.
Última edición por Artifacs el 21 Nov 2021 13:52, editado 1 vez en total.
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Capítulo 2

Barón había pedido a Sixx que dejara la guitarra y le acompañara hasta la bodega de carga.

Una vez allí, el líder giró la rueda de una estrecha y alta compuerta en una esquina de la gran bodega. La abrió del todo con un tirón y se hizo a un lado. En el interior solo había oscuridad.

—Adentro, —lo alentó Barón con la mano.

Sixx entró a ciegas, tanteando el espacio con las manos. Avanzó unos pasos antes de mirar atrás. Vio a contraluz la figura del roquero, quien entró y cerró la compuerta tras él. Ambos quedaron en completa oscuridad.

—¿Por qué no hay luz aquí? —Sixx estaba habituado a ver indicadores luminosos por toda la nave. Los escalones tenían luces rojas circulares o cuadradas. Los corredores tenían líneas luminosas verdes, rojas o blancas en todas las paredes y por toda su longitud. Incluso en las oscuras salas de la cubierta de energía había siempre algún panel luminoso o control parpadeante.

—Aquí no puede haber luz. Toma.

Sixx sintió un toque sobre el hombro. Se llevó la mano ahí y sintió un objeto sólido. Lo cogió con ambas manos. Era un visor con una banda elástica. Se pasó la banda por la cabeza y se centró las gafas sobre el puente de la nariz. Todo seguía en la más completa negrura.

—Como ves, estas gafas traducen en luz ciertas emisiones psicinéticas.

—Pues yo no veo nada. —Sixx giró la cabeza a su alrededor.

—Se encienden con un botón a la derecha.

Sixx tanteó el visor, encontró algo y lo pulsó.

La estancia apareció ante él como si estuviera en el fondo de una pisicina a la luz de la luna. Todo a su alrededor era de un azul oscuro turbio y acuoso. Las líneas rectas de las paredes, de los contenedores y de los estantes ondulaban y se mecían lentamente, distorsionando sus formas y colores. El cuarto era estrecho, mucho menor que el almacén donde él dormía. Parecía más bien un ancho pasillo donde habían dejado cajas y trastos. A unos cinco pasos había otra compuerta frente a la primera.

Miró hacia Barón fascinado por el efecto óptico. El roquero tenía puesto otro visor. Estaba de pie ante la puerta, cerca de una pared de donde colgaban otros cuatro visores de unos soportes. La figura del roquero también era incierta, como todo lo demás, pero era de un tono azul más claro, más intenso. Sixx se miró entonces las manos y el cuerpo. Su tono era casi el mismo que el de todas las cosas a su alrededor. Un poco más claro, sí, pero nada comparado con el del roquero.

—¿Por qué brillas tú más que yo? —preguntó Sixx.

—El color solo indica energía en una escala de frecuencia. Yo emito más energía que tú en esta frecuencia particular. Si me vieras con un visor sensible a la frecuencia infrarroja, tú brillarías más que yo.

Barón caminó hacia la otra compuerta. Colocó ambas manos en la rueda y se giró hacia Sixx.

—Lo que hay detrás de esta puerta puede que te asuste, pero tú tranqui. No puede hacerte daño ahí dentro.

Giró la rueda y tiró de la compuerta, pero se detuvo antes de abrirla del todo, diciendo. —Al menos en teoría.

Terminó de abrirla y se hizo a un lado, como la primera vez.

—Pasa y echa un vistazo. Yo te espero aquí.

Sixx avanzó un par de pasos y miró el interior desde una buena distancia. La otra sala era más pequeña, cuadrada, y parecía oscura y vacía, salvo por una gran esfera de intenso azul encima un turbio pedestal.

—¿Y no entras tú conmigo?

—Es mejor entrar solo la primera vez.

Sixx avanzó hasta quedar junto a Barón y se asomó en el umbral. La forma de azul intenso, casi blanco, no era una esfera en realidad, solo ocupaba un contenedor transparente con esa forma. Vio que aquella cosa tampoco tenía forma, que era como una bruma, algo que flotaba como el humo a la luz de un foco.

—Pasa dentro. Tengo que cerrar la compuerta. Cuando quieras salir, da unos golpes y te abriré.

Sixx dudó un instante antes de entrar. La esfera estaba en el centro de la sala, a unos diez pasos de él. Sixx se giró hacia Barón.

—Puedes cerrar, —le dijo.

La compuerta selló la estancia con un golpe. La rueda chirrió al otro lado. Todo quedó en completa oscuridad. Sixx se giró hacia el centro de la sala.

Aquella cosa había escapado del contenedor y estaba ante él, un viscoso humo ovalado de un color celeste intenso. Sixx dio un paso atrás y notó la compuerta a su espalda.

El óvalo le escrutaba con un abismo negro, un gran ojo formado de incontables y tintilantes espirales diminutas, como lejanas galaxias. El óvalo empezó a oscurecerse, a pasar a un intenso tono negro, pero diferente a la negrura de la sala. Era un negro rojizo, un color intenso, aunque muerto. Sixx empezó a sentir algo emanando del óvalo. Las galaxias en el abismo enrojecían de odio, de furia.

Y sin aviso previo, del óvalo se abrió una franja vertical de profunda oscuridad donde un universo agonizante estallaba lanzando hacia Sixx un billón de espinosas agujas y el agudo alarido preternatural de un billón de consciencias.

Un excruciante dolor dominó todo su ser y él se sintió desfallecer. Pero no era un dolor físico, sino la agonía de la pérdida, la aflicción de la insoportable nostalgia por un anhelo de existir, sumada al odio por lo existente. Era una fantasmal tristeza que le ordenaba a su vigor abandonar toda esperanza, todo afán siquiera por respirar.

Sixx sintió la llamada a la Muerte.

* * *

—Los llamamos Obscuros. —Obús dió un largo trago de la garrafa de etanol, la misma que usaban también como disolvente en el taller de electrónica.

Los cuatro se habían reunido en la cocina para la comida del día. Sixx no podía entender cómo podía el trío sobrevivir a base de etanol puro e inyecciones de extraños fluidos destilados en vez de comer algo sólido como carne o un simple puré de verduras.

Pero había muchas otras cosas que no entendía, así que los hábitos alimentarios de la tripulación de la Statuskúo no tenían un lugar especial en su enciclopedia del misterio.

Esos Obscuros eran una nueva entrada en el volumen.

—Pero el término técnico es energía oscura o algo así. —concluyó Obús dejando la garrafa con un golpe en la mesa.

Jedningarna vertía un fluido espeso y verde desde una lata hasta unos tubos de jeringa graduados. —El universo está lleno de esa energía. Está entre las galaxias y, en menor medida, dentro de ellas.

Barón tomó una de las jeringas llenas y se pinchó un muslo con ella. —Es una energía con consciencia. Interactúa con todo lo que emite y recibe energía psicinética. Aunque hay mucha, el universo es muy grande, por eso es muy difícil encontrarla. Pero vaga por el espacio y, a veces, se topa con un planeta con víctimas de las que alimentarse.

Obús tomó también una jeringa y examinó su contenido al trasluz de un foco del techo. —Cuando una colonia detecta una plaga de Obscuros, envía una Alerta Omega.

—Y ahí entramos nosotros. —Barón dejó la jeringa vacía sobre la mesa y miró a Sixx. —Y tú, claro.

Jedningarna se inyectó un tubo de fluido verde en el brazo. —Los Obscuros siempre atacan las colonias controlando a la población. Convierten sus hogares en casas encantadas, crean fenómenos paranormales y vampirizan la energía psicinética de las personas.

Sixx lo absorvía todo con interés. —Ahí dentro, con ese Obscuro, sentí la Muerte.

Barón lo explicó. —Nosotros pensamos que los Obscuros son los fantasmas de lo que estuvo vivo en el universo anterior a este. Como un ciclo natural. La energía que quede de nosotros formará los futuros Obscuros del universo siguiente y así sucesivamente.

—Por eso controlan tan bien lo sobrenatural, —intervino Obús. —Es su elemento.

Jedningarna habló: —Crean lo que nosotros llamamos Ciudad Isla. Un espacio donde la comida psicinética cree estar aislada y encerrada. Es como una especie de despensa donde cebarse.

Barón se levantó de mesa. —Practica con Jedni en la sala de armas el resto del día. —se giró hacia ella. —Que aprenda ya la puesta en escena y el tema de apertura. Solo tiene dos días.

Jedningarna asintió. —Sip, cuanto antes, mejor.

* * *

En la Statuskúo había una sala que el trío llamaba El Camerino. Era un estrecho cuartucho detrás de la sala de máquinaria. El Camerino tenía tres espejos con marco de luces, tres asientos y un mostrador con cajones llenos de peines, laca y utensilios varios. Sixx estaba ahora sentado ante un espejo mientras Jedningarna estaba de pie tras él y le cardaba y cepillaba el cabello.

Tras pocos minutos, alzó las manos y le miró en el espejo. —No hay mucho más que hacer aquí. No tienes mucha melena.

—¿De qué sirve lo que hacéis en esta sala?

—Aquí nos arreglamos, chaval. La puesta en escena es fundamental para el ataque colectivo. Actuando como una banda podemos alcanzar un elevado nivel psicinético.

—¿Por eso os vestís igual y siempre lleváis pintura en la cara?

Jedningarna frunció el ceño y se miró en el espejo, moviendo la cara de un lado a otro: —¿Dónde? ¿Qué pintura?

Sixx comprendió entonces algo de lo más insospechado: —Nada, es que pensé que... Um, ¿cómo es el tema de apertura?

—El tema de apertura es vital para romper lo que llamamos La Barrera: la psimetría ambiental que aísla Ciudad Isla e impide que nada; y con nada me refiero a la comida, entre y salga del núcleo atacado.

—¿Y es muy difIcil de tocar?

—Nah. Lo complicado es invocar una tormenta del millón de psiergios necesario para anularla. Por eso te necesitamos motivado a tope.

—¿Y qué sacamos nosotros con esto? ¿Nos pagan después de hacer el trabajo?

—El premio es la propia energía. No tienes ni idea de la cantidad de energía oscura que se puede cosechar en Ciudad Isla. Sería imposible conseguirla de otro modo. Todo lo que ves funciona con ella.

—¿Todo en la nave?

—Desde el impulsor hasta las piezas de armamento. En el psinúcleo de cada guitarra hay vinculado un Obscuro.

Sixx estaba cada vez más interesado en toda esa historia de los Obscuros. En la nave colonia nunca había oído a nadie hablar de psiergios, de energías fantasmales ni de Ciudad Isla.

—Venga, —se levantó del asiento—. Quiero oír ese tema de apertura que habéis creado.
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Capítulo 3

El entrenamiento de Sixx fue intenso durante ese par de días. Trabajó duro y llegó a entender nuevos paradigmas sobre el uso de la psicinética. Descubrió que su propia energía interna alimentaba al Obscuro atado a su arma, pero desconocía que, en cada tormenta púrpura, él recibía a cambio una energía de calidad diferente, una energía que le daba vigor y ensalzaba su euforia.

Una energía transmutadora.

* * *

Bajo la noche eterna de la condena, la nave corsaria descendía junto a la Barrera de la colonia Antecesor.

Cuando la Statuskúo estuvo cerca del suelo, la rampa de aterrizaje se separó lentamente del fuselaje. Se despojó de una espesa niebla blanca y reveló cuatro altas figuras de pie en la plataforma, armadas, pertrechadas, listas para el combate y atentas al paisaje que tenían delante.

Los Obscuros habían estado medrando durante cuatro largos años y la ciudad colonia había cambiado mucho. Ciudad Isla era un desolado yermo urbano de tierra oscura de la que emergían las monumentales sombras de espinosos edificios, carreteras y parques.

El velado cielo gris esperaba ansioso la lluvia multicolor que estaba por llegar. El silencio no era silencio, sino el constante ulular monocorde de un paralizado viento que se quiebra en las heridas de una gruta y gime el dolor de mil almas perdidas.

No había vida a la vista.

—Aquí no hay nadie. Hemos llegado demasiado tarde, —dijo Sixx mientras contemplaba Ciudad Isla.

—Nunca es demasiado tarde, —explicó Jedningarna—. Puede que muchos colonos hayan decidido quitarse la vida, pero los Obscuros prefieren sus presas vivas.

La nave tocó tierra y la banda saltó con las guitarras listas. Todas apuntando hacia la Barrera invisible.

Barón dio la señal. —¡Roqueros! ¡¡Que empiece la fiesta!!

La banda empezó a tocar el tema de apertura. Una canción explosiva con melodía agresiva y ritmo acelerado. Las cuatro armas brillaron al unísono. Separados dos pasos del siguiente, los roqueros aumentaron poco a poco sus niveles de potencia psicinética. Mientras cantaban su parte de la letra, las armas despedían rayos púrpura como miles de eléctricas enrededaderas, disparadas contra la Barrera invisible. Con cada impacto, un destello azulado surgía de la nada y consumía el rayo.

Y el opaco telón del cielo se abrió para dar paso a una tormenta púrpura. Un centenar de relámpagos, intensos morados y violetas, bajaron desde la aquella corona oscura hasra chocar en la Barrera con una furia atroz.

—¡Ahora todos! —gritó Barón.

Los cuatro apuntaron sus guitarras al llegar a la parte final de la canción y de estas surgieron cuatro enormes relámpagos que hicieron estallar la Barrera como una supernova. Una muda bomba de luz estalló ante los roqueros y levantò una suave brisa.

Tras morir las últimas notas del tema de apertura, las armas seguían ebrias de vitalidad.

—¡Yeahhhh! —gritó Barón alzando un puño al cielo. Jedningarna y Obús se miraron y chocaron los cinco en alto, felicitándose mutuamente.

—¡Puro Rock! —ovacionó Sixx de pura euforia.

Sixx sentía su cuerpo lleno de vigor. Vio que su guitarra brillaba como un constante foco de luz violeta, ansiosa por cantar su poder liberador.

Miró hacia el grupo, sus guitarras también emitían un potente fulgor púpura. —¡Siento que la tormenta vibra dentro de mí! ¿Cómo es posible?

Jedningarna avanzó hacia Ciudad Isla y le respondió sonriendo al pasar a su lado: —El psinúcleo se recarga con cada liberación, chaval. Te cede a ti el poder que no puede contener.

Barón le puso a Sixx una mano en el hombro. —Al romper la Barrera hemos absorbido gran parte de su energía psicinética.

Justo entonces, un millar de espeluznantes alaridos de ultratumba surcaron el lejano horizonte. Toda una colonia de Obscuros bramaba su furia por aquella despreciable profanación.

—Ciudad Isla es inmensa —jadeó Obús mirando hacia el núcleo urbano.

El trío intercambió miradas antes de mirar hacia Sixx con preocupación. Sixx los miró a su vez sin entender. —¿Qué? ¿Por qué me miráis así?

Barón le dio una palmada en el hombro y avanzó hacia la ciudad. —No es nada. Pero no te separes de mí.

—¿Adónde vamos ahora? —Sixx siguió a Barón mientras el resto avanzaba también a unos diez pasos por delante.

—Solo hemos abierto la puerta, —dijo Obús al frente—, ahora viene el trabajo duro.

—Hay que llegar hasta el Camposanto, —exclamó Jedningarna— y descargar lluvia púrpura hasta que salga humo del agua.

—¿Y por qué no vamos en la Statuskúo? —preguntó Sixx.

—No seas vago —rió Obús— disfruta del paseo.

—No todos los días camina uno por Ciudad Isla. —añadió Jedningarna irónicamente.

Sixx examinó el desolado paisaje urbano a medida que avanzaban. Describía perfectamente el concepto de urbe fantasma. Las estructuras estaban desiertas y en estado de abandono. Una niebla flotaba sobre el suelo y reflejaba las pálidas luces de las calles y avenidas. Los edificios miraban en todas direcciones con ventanas ciegas. Había farolas derribadas; vehículos atravesados en mitad de las calles, con las puertas abiertas; locales con escaparates rotos; objetos de todo tipo sembraban las vías: maletas, cacerolas, zapatos, herramientas, cuadros, fotos...

—¿Dónde estará la gente? —preguntó Sixx.

—En santuario, supongo, —dijo Barón— si han seguido el protocolo Omega.

Obús hablaba mientras el grupo bajaba una pendiente hasta una gran avenida. —Imagina una ciudad en la que empiezan a pasar cosas raras. Toda clase de cosas paranormales. No sé, oyes golpes por la noche en la pared de tu dormitorio, los objetos se mueven solos, tu peluche favorito avanza hacia ti con el cuchillo de trinchar el pavo...

—Pánico en masa, —añadió Jedningarna— luego descubres que ni siquiera puedes salir de la ciudad. Una extraña fuerza maligna opera en esa larga carretera. La carretera que no llega a ninguna parte, que solo te conduce a través de una niebla al mismo punto donde empezaste. No se puede escapar de la ciudad ni por tierra ni por mar ni por aire.

—Mirad eso, —dijo Obús. Señaló al frente hacia un callejón donde se había estrellado un avión de pasajeros. La forma de la aeronave apenas era reconocible. Entre los escombros de la fachada yacía un deformado cilindro de metal y fibra carbonizada.

Jedningarna apuntó el mástil de su guitarra hacia los restos. —¡Alerta! Zona de muerte, —dijo mirando a su alrededor.

Sixx vio que sus amigos le rodeaban y adoptaban una formación en triángulo, dejándole a él en el centro y apuntando las guitarras hacia fuera.

—¿Qué pasa? —preguntó Sixx

—Camina y mantente en el centro, —dijo Barón.

El grupo avanzaba ahora despacio por la avenida, manteniendo la formación. Barón caminaba marcha atrás vigilando la retaguardia. Obús y Jedningarna cubrían los flancos.

Cuando llegaron a la altura de los restos, Sixx sintió de pronto un gélido frío seco que calaba hasta los huesos. Se estremeció mientras observaba los restos. —Brrr... ¿Por qué hace tanto frío aquí?

—¡Por eso! —Jedningarna tocó una rápida escala ascendente y se oyó el chasquido de un relámpago cortando el aire.

Sixx giró en redondo hacia ella en el centro del triángulo táctico. Mientras lo hacía, dos escalas musicales con diferentes distorsiones se sumaron a la primera y crearon respectivas descargas de rayos púrpura. El trío estaba disparando hacia algo.

Cuando Sixx terminó su giro, vio el origen del súbito descenso de temperatura.

Una viscosa masa de sombra líquida avanzaba rápido hacia ellos desde un ruinoso edificio a treinta pasos de distancia. Parecía haber surgido de la bruma que alfombraba el suelo. Era grande y chata, como un autobús, y por todos lados brotaban espinosas espirales como si alguien soplara el hollín de una chimenea. Cuando los rayos la alcanzaron, estallaron allí pequeñas esferas blancas de luz y la criatura vomitó un gutural alarido de ultratumba.

—¡Todos juntos! —ordenó Barón al grupo sin dejar de tocar, caminado hacia atrás— ¡No te oigo, Sixx!

El grumete captó la indirecta y salió del trance. Subió el volumen al máximo y ajustó una distorsión con mucho retardo. Tocó un animado estribillo y su guitarra escupió un potente rayo sostenido hacia la masa atacante.

La criatura pasó a un color rojo carbón y ululó su odio lanzando un millar de vaporosos zarcillos sobre ellos.

Al ver lo que se avecinaba, Barón gritó la nueva estrategia: —¡Que no os toquen! ¡Ráfaga!

Los cuatro roqueros ajustaron veloces unos diales en el cuerpo de sus guitarras y tocaron todos el mismo arpegio en diferentes octavas. Los cuatro rayos sostenidos, que antes intentaban drenar y detener a la criatura al mismo tiempo, comenzaron ahora a ondular con diferentes frecuencias, como cuatro cuerdas para saltar a la comba, con un extremo de los rayos fijo en la punta de los mástiles y el otro extremo fijo en un punto centrado en la criatura. Los altos arcos que trazaban ahora los rayos cortaron por la mitad esos maliciosos zarcillos, que morían vaporizados en el aire o se retraían de regreso a la masa de origen.

Sixx vio que aquello pareció dañar a la bestia fantasmal, pues esta reacionó abriendo una especie de ojo compuesto insectoide en su parte frontal, y ese fue su fin.

Porque Obús no lo pensó ni un segundo, y con tres rápidos y violentos acordes envió un vertiginoso obús de luz púrpura directamente hacia ese ojo. El impacto resultó en una explosión con forma de anillo de hipnóticos rojos, verdes y azules. Como una nebulosa en infinita expansión, el anillo de luz creció atravesando a los roqueros y dejando atrás avenida y edificios circundantes, hasta desaparecer en la distancia.

Sixx se recuperó del cegador fenómeno luminoso y vio que la criatura se había disipado en el aire.

—¡Yeahhh! —rió Obús levantando los brazos en celebración y sacando la lengua.

—¿Qué demonios era esa cosa? —preguntó Sixx mirando al grupo.

—Eso precisamente, —dijo Barón.

Jedninharna examinó con la vista los alrededores de la avenida, diciendo: —Los Obscuros son todos diferentes. Los hay monstruosamente grandes y ridículamente pequeños.

—Yo diría que este era mediano, —aclaró Obús girando el sonriente rostro hacia Sixx.

—¿Y hay muchos como ese? —Sixx estaba entrando en calor de nuevo.

—Calculo que habrá unos quinientos en el Camposanto, —respondió Obús abriendo mucho los ojos.

—¿Y dónde está?

Jendingarna fue quien habló: —Normalmente en el centro de Ciudad Isla, pero no es siempre así.

—Salgamos de aquí, —dijo Barón caminando hacia uno de los edificios—. Vamos a consultar la Ouija.
Última edición por Artifacs el 23 Nov 2021 13:00, editado 1 vez en total.
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Capítulo 4

Tras la discreta pregunta de Sixx, Obús le había traducido la palabra Ouija: era la jerga que ellos usaban para referirse a los registros de la colonia.

Sixx entendió al instante el plan del líder.

Habiendo vivido veinte años en una, Sixx sabía que toda nave nodriza tenía un funcionamiento centralizado. Cuando una nave colonia aterrizaba para instalarse en un planeta, abandonaba su función de transporte, pero mantenía todas sus otras funciones. La nave disponía de toda una industria integrada. Tenía diversas fábricas de construcción modular para toda clase de edificios, así como fábricas para crear nuevos centros de construcción exteriores para obtención de recursos y materias primas. Contenía todo lo necesario para la creación de laboratorios, hospitales, residencias, comedores y variada infraestructura urbana básica.

Toda la planificación inicial del asentamiento era una eficiente secuencia de actividades, entre las que se incluía el riguroso registro de toda decisión y avance global realizados en la colonia.

En esos registros habría información detallada sobre lo que había sucedido en la colonia Antecesor desde la llegada al planeta hasta el momento presente.

Barón esperaba encontrar también ahí alguna pista sobre la localización del Camposanto. Sólo necesitaban entrar en un edificio administrativo para acceder a esos registros.

Y Barón había visto uno.

Tras un edificio de residencias en la avenida había un gran bloque cercado con jardín y un magnífico capitolio en el centro. La entrada estaba entre dos columnas al final de unas escaleras de mármol.

Mientras ascendían, Sixx imaginaba cómo habría sido aquel lugar antes de su transformación por la plaga de Obscuros.

—Este sitio debió de haber sido bastante chulo en sus tiempos —pensó en voz alta—. Ahora parece...

—¿Muerto? —sugirió Obús.

Llegaron arriba y examinaron la entrada. Si alguna vez hubo puertas, ya no estaban por los alrededores. Alguien o algo las había arrancado y se las había llevado a otra parte. El salón interior era una estancia circular bajo el domo y estaba vacía. La luz era de un mortecino color gris ceniza allí, pero aún había menos luz en las seis entradas comunicantes.

—Debe de haber un terminal en esa oficina —dijo Jedningarna señalando una entrada a su izquierda.

Los tres la siguieron hasta un amplio despacho de techo alto y grandes ventanales. Allí dentro el desorden era evidente. Un gran plano de la colonia colgaba en la pared tras una mesa con pantalla táctil. Jedningarna y Barón fueron hasta la mesa. Al ver que la sala comunicaba con otras dos oficinas, Obús le indicó a Sixx que le siguiera para examinar las dos salas adyacentes.

—¿Qué crees que se hace aquí? —preguntó a Sixx el veterano roquero tras entrar en la primera oficina.

—¿Lo dices en serio? —dijo Sixx en tono de burla mientras abría un armario empotrado lleno de cajas vacías—. Aquí es donde trabaja el Administrador. La máxima autoridad política de la colonia.

En esa oficina y en la siguiente todo estaba más revuelto que en la primera. Parecía que alguien se había vuelto loco o había pasado un pequeño tornado. El suelo estaba lleno de objetos de oficina esparcidos. Los armarios estaban volcados y vacíos. La gran cortina de los ventanles colgaba solo de un extremo en una esquina. Por todos lados había pequeñas pilas de documentos y soportes de datos calcinados, totalmente irrecuperables. Las paredes tenían atezadas marcas de disparos de armas láser o similar.

Tras una revisión rápida, los dos volvieron con Barón y Jedningarna. La piloto estaba operando la electrónica de la mesa.

—El acceso a la Ouija está bloqueado desde aquí —explicó ella dando la tarea por imposible—. Necesitamos la llave lumínica de una tal Administradora München.

—¿Sabes tú dónde puede estar esa llave? —preguntó Barón a Sixx.

—Supongo que en una cadenita colgada al cuello de una tal Administradora München —dijo él encogiéndose de hombros.

Barón habló a Jedningarna: —¿Qué puedes averiguar de esa mujer?

Ella consultó los pocos datos a los que había logrado tener acceso: —A ver... dirección de residencia, nombre de los familiares, historial médico... poco más.

Sixx examinó el mural del plano en la pared. —La colonia está organizada por sectores. No sería difícil encontrar la casa de esa Administradora. ¿Dónde vive?

Jedningarna pulsó la pantalla y leyó en voz alta la dirección.

—A ver... entonces debe de estar por aquí —señaló una parte del mapa a varios kilómetros del capitolio.

Barón se acercó al mapa y calculó: —Dos horas a pie.

Obús y Jedningarna se acercaron también a la pared. Ella señaló otra posible ruta: —Yo diría que unas tres horas. A menos que queráis cruzar por el bloque de hospitales.

—¿Qué problema hay con los hospitales? —preguntó Sixx.

—¿Lo dices en serio? —Obús imitó el tono de burla que Sixx había usado antes con él. —Zona de Muerte, novato. La gente se muere en los hospitales.

—El problema es que tendremos que volver aquí una vez consigamos la llave —explicó Jedningarna—. A menos que esa München tenga un terminal de clase A en su residencia. Lo cual no sería estraño, siendo quien es.

—Eso suponiendo que esa München esté en su casa en este momento —añadió Obús—. Puede que esté en Santuario con sus familiares. Puede que esté muerta.

—Ella trabajaba aquí, ¿no? —dijo Barón—. Pues busquemos aquí primero.

—Creo que hay un nivel inferior en este edificio que comunica con un sistema de transporte subterráneo —indicó Jedningarna girándose hacia la mesa—. Eso nos ahorraría mucho tiempo.

Ella consultó las líneas del sistema llamado Metro. —Sip —se giró hacia el mapa—. Este edificio comunica casi en línea recta con ese sector.

—Bien —dijo Barón dando una palmada—. En marcha.

* * *

Como decía la canción, gusanos locos escupiendo luz vagaban por los túneles subterráneos abriendo sus fauces y engullendo a la multitud. Solo que esta vez se trataba de una multitud de cuatro.

—Estos vagones siguen funcionando según su ciclo programado —comentó Jedningarna agarrada de pie a una barra horizontal sobre la cabeza.

Los demás estaban de pie alrededor de ella. Barón y Sixx junto a una ventana. Obús sentado frente a todos con el bajo en el regazo.

—Me preguntó por qué —dijo Obús mirando hacia ella.

—Quizá sea psicinética residual —respondió ella.

Barón comentó: —Entonces es mucho residuo si puede alimentar toda la red de transporte.

—Sip —asintió ella—. Del orden de una comunión ectoplásmica o de una hiloclastia en masa.

—¿Una hiloqué? —preguntó Obús mirándola.

—Hiloclastia —explicó ella—. Apariciones y desapariciones de objetos que parecen surgir atravesando materia sin dejar señal.

—¿Puede haber un residuo aquí abajo? —preguntó Sixx.

—Quizá el Camposanto esté en alguna estación de esta red —sugirió ella.

—¿Cómo es un Camposanto? —preguntó Sixx.

—Es como un portal de entrada para los Obscuros —dijo Barón.

—Un faro en la noche, pero bien oculto —añadió Obús—. Un club social fantasmal.

El vehículo empezó a reducir la velocidad.

—Esta debe de ser nuestra parada —dijo ella mirando por la ventana hacia el negro túnel.

El vagón iba cada vez más lento, pero no aparecía ninguna luz ni andén. Cuando paró en mitad del túnel, se abrieron las puertas.

—Creo que alguien quiere que bajemos aquí —dijo ella.

—Esperemos un poco —dijo Barón—. Puede que sea un error en la programación.

Un agudo grito humano resonó entonces por el túnel. Lejano y nacido en las cavernosas entrañas de neoconcreto, por delante del grupo.

—¡Hay gente viva! —exclamó Sixx corriendo y asomando la cabeza por la puerta del vagón.

—Jedningarna, ¿podría haber Santuario aquí abajo? —preguntó Barón a la más experta en psicinética de la banda.

—No sería la primera vez. Puede haber zonas ciegas para los Obscuros creadas por interferencia iónica artificial —respondió ella caminando hacia la puerta del vagón—. Aparta —le dijo a Sixx.

Luego gritó hacia el túnel algo incomprensible para Sixx.

Otro grito respondió algo.

—Metapsíquicos de la Federación —dijo Jedningarna al grupo—. Quizá sepan dónde está el Camposanto.

—O quizá sepan que nos buscan en tres sistemas —añadió un dudoso Obús—. Abordaje, robo, contrabando, pertenencia a banda musical, consumo de sustancias psicinéticas...

—Pero todos estamos del mismo lado aquí —objetó ella y miró a Barón—. Tú decides.

Barón rodó el hombro en la pared del vagón y saltó por la puerta abierta hacia el túnel —Vamos a ver qué están haciendo aquí.

El resto saltó fuera del coche y juntos comenzaron a caminar por el túnel hacia los escrutadores haces blancos de unas liternas. Una patrulla se acercaba a ellos para recibirlos.

Cuando las luces de las linternas iluminaron al grupo, la patrulla dejó de avanzar y las luces quedaron fijas en ellos —¡Soltad las armas y avanzad con las manos en alto! —gritó una voz en lengua de la federación.

Obús sonrió y se dijo —Claro, en eso mismo estaba yo pensando.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Sixx—. No ha sonado muy amistoso.

Barón respondió algo breve en esa lengua incomprensible para Sixx. Los cuatro seguían caminando hacia las luces.

Se produjo entonces un intercambio de palabras que Obús fue traduciendo a Sixx a su modo.

—Dicen que esta es una zona militar y que estamos arrestados. Quieren que soltemos las armas, que nos entreguemos sin oponer resistencia y esa clase de tonterías —explicó Obús—. Barón les ha dicho que hemos respondido a la Alerta Omega porque tenemos patente de corso expedida por la Cofradía Independiente en este sistema. Pero la Federación no reconoce la autoridad de la Cofradía, de modo que estamos en una especie de empate. La misma historia de siempre.

Barón y su banda se detuvieron a diez pasos de la invisible patrulla, oculta tras potentes focos de luz blanca. El líder de la patrulla estaba informando por radio a su superior.

—Se identifican como corsarios de la Cofradía Independiente, mi paragnosta, si entiende lo que quiero decir —dijo el metapsíquico que estaba al mando de la patrulla.

Hubo una pausa. Obús fue traduciendo en voz baja para beneficio de Sixx.

—Afirmativo, van bien armados —dijo el metapsíquico.

Otra pausa.

—Pero... ¡son roqueros, mi parag...! A la orden, mi paragnosta —dijo el militar. Luego habló a Barón—. Seguidnos. La Federación quiere hablar con vosotros.

—Claro —respondió Barón sonriendo—. Aquí todos somos amigos.

La patrulla dio media vuelta y se internó en el túnel. Los cuatro roqueros la siguieron manteniendo la distancia.

—¿No os escama tanta hospitalidad? —gruñó Obús en voz baja.

—No seas paranoico, Obús —respondió Jedningarna sonriendo—. Ese alto mando solo tiene curiosidad.

—O está desesperado —añadió Barón—. No sería la primera vez que una situación como esta se les va de las manos.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

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Me está pareciendo muy original la historia. Una mezcla de cazafantasmas y rock :lol: ¿Sixx es por Sid Vicious? Aparte de los guiños más obvios a Status Quo, Obús y Barón Rojo, lo de las caras parece Kiss y el otro no lo reconozco.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por Artifacs »

lucia escribió: 21 Nov 2021 19:54 Me está pareciendo muy original la historia. Una mezcla de cazafantasmas y rock :lol: ¿Sixx es por Sid Vicious? Aparte de los guiños más obvios a Status Quo, Obús y Barón Rojo, lo de las caras parece Kiss y el otro no lo reconozco.
Me alegra que te guste y que yo haya
podido transmitir bien la idea: Cazafantasmas + Rock and Roll. Sixx es un guiño a Nicki Sixx (líder de Mötley Crüe). Jedningarna es por el grupo sueco Hedningarna. Aciertas en todo lo demás.

Esta vez subiré la historia entera al foro, aunque habrá también opción para descarga gratuita en formato PDF y eBook en mi web.

Muchas gracias por leerlo, lucía.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por lucia »

De nada. Yo, si lo subes poco a poco, lo iré comentando según lo lea.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por Artifacs »

Ahí va el capítulo 5 de 10 (más epílogo).

Capítulo 5

De camino al subterráneo puesto militar, los tres veteranos roqueros habían explicado a Sixx un detalle importante: un metapsíquico con el rango de paragnosta tenía a su mando varias unidades enteras de combate e investigación. Por tanto, en la colonia Antecesor era muy probable que hubiese cerca de unos doscientos efectivos.

Si sabían estos cómo lidiar con una Alerta Omega o si estaban allí en realidad para otros asuntos, eso era un misterio para la banda.

El puesto de mando estaba ubicado en una amplia zona de vías muertas que servía de taller de reparación y mantenimiento de trenes. Una mujer los recibió en una oficina portátil entre el lujo y la última tecnología del ejército de la Federación.

Al entrar en la oficina, los cuatro tuvieron la sensación de haber sido teletrasportados hasta un lujoso apartamento, hasta algún loft en la última planta de un rascacielos en la megacapital de la Federación. No faltaban ni las vistas, que se simulaban en las paredes con holografía sincronizada con la hora del día y la estación del año.

Dentro de la oficina era otoño por la tarde.

Había diferentes secciones en el apartamento-oficina, pero destacaban en el centro un gran sofá, una mesita y un gran sillón, todo colocado como en el plató de un programa de tertulias. Por supuesto, no era educado asistir armados a un programa de tertulias, de modo que habían tenido que dejar las armas al cuidado de la guardia que vigilaba el exterior de la oficina. La mujer, en cambio, no parecía incómoda con la presencia de otra guardia armada en el interior: cuatro soldados de pie en la pared ante ella, detrás del sofá, silenciosos e inertes como estatuas de cera.

—Por favor, sentaos —dijo la paragnosta, ya sentada en el sillón.

Los cuatro amigos se sentaron y tuvieron que reconocer que el sofá no solo parecía cómodo a la vista, también cumplía sus promesas. Lástima que no pudieran extrapolar la misma inferencia respecto a la mujer que tenían delante.

Ella tenía el pelo rapado según la etiqueta militar. De unos treinta años, era joven, lo cual delataba ya de primeras una ambición sin medida, bien confirmada por las numerosas estrellas y divisas que adornaban las solapas y las hombreras de su impecable uniforme. Vestía chaqueta y pantalón azul marino con camisa blanca y arabescos en oro en las mangas. Miraba con gafas de diminuta montura plateada y perfecto cristal polarizado, que seguramente proyectaba datos en su retina mientras ella hablaba.

—Soy la paragnosta Covarrubias, al mando de la colonia Antecesor. Podéis llamarme Tiberia.

Obús abrió la boca para decir algo, pero fue amonestado con una afilada mirada de soslayo de la jerifialte. Era obvio que no estaba habituada a que la interrumpieran. Cuando Obús cerró la boca, más por curiosidad que por timidez, ella continuó como si nada hubiese ocurrido.

—En primer lugar, portáis armas prohibidas según el Tratado de Armas Prohibidas de la Federación, Artículo 166, Sección M, Párrafo 44: uso de semovientes psicinéticos o espíritus dimensionales.

—En segundo lugar, hay órdenes de arresto para vosotros tres —señaló a los veteranos roqueros—. Tú, en cambio —señaló a Sixx frunciendo el ceño—, no tienes antecedentes. Me pregunto qué hace un colono como tú con esta chus... con estos roqueros.

Sixx se removió incómodo en su asiento.

Covarrubias sonrió entonces al grupo. —Pero ya que estáis aquí, podríais hacer un servicio a la Federación a cambio de no enviaros a galeras. Si hacéis un buen trabajo, la Federación podría incluso considerar limpiar vuestro historial y emplearos en futuros proyectos.

—Te escuchamos, Tiberia —dijo Barón.

—Las colonias del Gran Éxodo llevan siglos sufriendo la invasión prolongada de númenes. La Federación está trabajando en una solución definitiva al problema. Hemos realizado lecturas de ionización de la interfase de los númenes con este mundo. Dicha interfase se encuentra en el sector central de esta colonia, donde hemos instalado una antena radiestésica.

Jedningarna sintió curiosidad. —¿Qué tenéis pensado hacer para cerrar la interfase?

—Nada —la mujer miró a la corsaria como si lo sugerido fuese lo más absurdo del mundo—. ¿Por qué íbamos a querer cerrarla?

La roquera inistió. —¿Y cómo esperáis entonces expulsar a los Obscu... a los númenes? —prosiguió Jedningarna.

—Estas apariciones son la huella energética dejada por los seres que han pasado a otro plano de existencia —explicó Tiberia—. Nuestro objetivo es intentar comunicar con ellas y pedirles que se marchen.

Barón intervino. —¿Cómo?

—Usando receptáculos que estas apariciones puedan habitar —dijo sin comentar nada más.

Jedningarna entendió lo que ella quería decir. —Te refieres a colonos. Estáis usando colonos para inducir la posesión.

—Claro. Solo el control físico de la persona permite la comunicación con las apariciones —Tibería sonrió inocentemente—. Pero esto no es nuevo, es una práctica ancestral mediúmnica que...

Jedningarna no estaba tan alegre, y cometió el error de expresarlo. —¡Eso es lo más despreciable que he oído jamás! ¡Es un doble sacrilegio lo que estáis haciendo aquí! Es...

Tiberia Covarrubias interrumpió a la roquera con una expresión de furia y asombro. —¡Silencio! Miserable sanguijuela. Tu única misión en la vida es saquear y absorber energía psicinética. ¿Hablas a la Federación de sacrilegio? Tú eres el único sacrilegio aquí. ¡Los tres lo sois! ¡Mirad en lo que vuestra adición os ha convertido! ¡Mirad lo que vuestro Rock ha hecho con vuestros cuerpos! —Tiberia se dirigió entonces a Sixx—. Tú aún puedes salvarte, muchacho. Aún hay esperanza.

Con un gesto hacia los guardias ante ella, los cuatro soldados se abalanzaron sobre los tres veteranos roqueros. Sixx ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Aún estaba digiriendo lo que Tiberia había dicho. Observó impotente cómo sus amigos eran reducidos y esposados. Paralizado, los siguió con la mirada mientras la guardia los sacaba de la oficina y desaparecían por la puerta.

Tiberia se levantó del sillón y se sentó al lado de Sixx, quien la miraba perplejo. —No te lo dijeron, ¿verdad? No te hablaron del cambio, de la horrorosa pigmentación de la cara, de la degradación de los tejidos que exprime sus cuerpos y los deja raquíticos, incapaces ya de ingerir otra cosa que no sea inmundos destilados y quintaesencias de ultratumba. Pues es cierto, la transmutación es irreversible, Sixx. Si hubieses seguido más tiempo con esos roqueros mercenarios, vagando por el espacio con tu guitarra en busca de energía psicinética que absorber, habrías acabado como ellos. Condenado sin remisión a ser una sanguijuela, un vampiro, un roquero en comunión con el infierno de un universo pasado.

Sixx habló despacio, como si necesitase decirlo en voz alta para poder entenderlo. —¿Dices que ellos son así por culpa de la tormenta púrpura?

—¿Así es como ellos lo llaman? —Tiberia frunció el ceño—. ¿Así llaman al... al blasfemo ritual de comunión con el semoviente que mantienen encerrado en sus armas?

Sixx se llevó las manos a la cabeza. Se sentía estúpido. Aquello no podía ser verdad. ¿Por qué no le habían mencionado nada de eso? Recordó las sesiones de entrenamiento en la sala de armas, los buenos momentos pasados allí con la banda, las risas, las bromas, la eufórica sensación que le recorría el cuerpo cada vez que tocaban.

Recordó las comidas en la cocina. Visualizó de nuevo las inyecciones de aquella pringosa sustancia verde, las garrafas de etanol.

Tantos momentos y no le habían dicho nunca nada.

Sixx se levantó del sofá como un resorte. —¿Dónde los han llevado? Tengo que hablar con ellos.

Ella le indicó que se sentara. —Lo entiendo. Podrás hablar con ellos en breve —Sixx se sentó—. Podrás despedirte de ellos, te lo aseguro, antes de que sean trasladados mañana en el transbordador hacia la Penitenciaría Central.

—¿Qué? —exclamó Sixx.

Tiberia habló con tono sosegador. —No puedo ni imaginar por lo que has pasado. Estás confuso. Es normal, Sixx. Esos roqueros te han estado utilizando todo este tiempo. Pero ¿sabías que tu nave colonia se ha establecido en un sistema no muy lejos de aquí? ¿No te gustaría volver a casa y tener una vida digna?

Sixx quedó en silencio. Dos décadas de recuerdos en la nave colonia pasaron por su mente.

Tiberia prosiguió. —Esto es lo que vamos a hacer. Te haremos unas pruebas para comprobar que no hay necesidad de ponerte en cuarentena, de que puedes volver a tu colonia si eso es lo que quieres. También te ofrezco la posibilidad de que te quedes aquí en mi destacamento. Tenemos una academia de metapsíquicos en todas las colonias, ¿sabías? Una persona con tu experiencia es muy valiosa para la Federación estos días.

Tiberia se levantó e indicó a Sixx que la siguiera.

—Acompáñane, pediré que te lleven a la unidad médica y luego podrás despedirte de esos roqueros si quieres.

Sixx quedó sentado en el asiento entre una bruma de fuertes emociones. Volver a casa, a esa promesa de un planeta que llamar hogar y que siempre había respirado en la nave colonia. Hablar por última vez con sus tres... ¿eran en verdad amigos? ¿O solo eran los insensibles esclavos de la euforia que Tiberia había descrito? Tenía que saber la verdad, el motivo, el porqué no le habían hablado de la condena que le habría esperado si hubiese seguido su camino a bordo de la Statuskúo.

—De acuerdo —Sixx se levantó y siguió a Tiberia fuera de la oficina.

* * *

Después de unas rápidas pruebas médicas, escaneado de niveles de radiación psicinética incluido, Tiberia condujo a Sixx al calabozo y esperó fuera mientras él hablaba en privado con los roqueros.

Un cristal blindado separaba los dos espacios y unos pequeños orificios en la pantalla transparente transmitían el sonido.

Los tres roqueros se alegraron de ver entrar a Sixx, pero su amigo tenía un semblante taciturno.

—Por tu cara juraría que vienes a darnos malas noticias —dijo Obús de pie, con el codo apoyado en una litera. —Esa Tiberia no tiene intención de sacarnos de aquí, ¿verdad?

Sixx quedó ante el cristal sin saber por dónde empezar.

Una optimista Jedningarna comentó. —Al menos Sixx está libre. Él nos sacará.

Barón observaba con atención el rostro del grumete. —No, Jedni —dijo con tono tranquilo—. Sixx no tiene intención de hacer eso. ¿verdad?

Sixx apoyó las palmas en el cristal y miró con reproche a Barón. —¿Por qué no me lo dijiste? ¿Me estuvisteis utilizando? ¿Fue eso?

—No sé a qué te refieres —respondió Barón—. ¿Qué es lo que crees que no te dije?

—¡Qué cabalgar la tormenta os había consumido! ¡Que sois esclavos de la psicinética! ¡Que apenas sois la cáscara de las personas que una vez fuisteis!

—Ah, eso —Barón miro al techo y apoyó los brazos en las altas literas que tenía a ambos lados—. Bueno, supongo que no te lo dije porque, una vez que ocurre, ya no te importa —bajó la vista hacia Sixx—. Ser un roquero no es un estado, es un modo de vida. La música fluye por tus venas, te nutre el alma y te libera —señaló a sus dos compañeros—. Nuestro rollo es el Rock, Sixx. Pensé que era el tuyo también.

—¡Pues te equivocaste! —Sixx golpeó el cristal con el puño.

Barón bajó la cabeza y asintió despacio, sumido en sus pensamientos.

Sixx miró al grupo. Obús le observaba de reojo. El rostro era un reflejo de culpa y, como él mismo diría, mal rollo. Jedningarna eludía su mirada y se estudiaba las palmas de las manos sentada en la esquina de un catre. La roquera parecía triste y furiosa al mismo tiempo.

—Debisteis haberme dado la opción de elegir —la voz de Sixx sonó calmada y fáctica, como la clausura de una sinfonía.

El grumete dio media vuelta y salió de la sala.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por lucia »

Esa última frase parece dar a entender que ya ha elegido seguir siendo roquero :cunao:
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por Artifacs »

lucia escribió: 24 Nov 2021 20:29 Esa última frase parece dar a entender que ya ha elegido seguir siendo roquero :cunao:
Te aseguro que yo no sabía en ese momento qué elige. El capítulo 6 despeja esa duda en cierto modo.

Estoy escribiendo el capítulo 8 antes que el 7, luego habrá una pausa de un par de días (por si hay alguien más que esté siguiendo la historia)

Bueno, ahí va el sexto.

Capítulo 6

Sixx había sido escoltado de regreso a la oficina de Tiberia. Le habían comunicado que la paragnosta volvería en breve para atenderle. Le habían entregado una pantalla táctil explicativa sobre el CMF, el Cuerpo de Metapsíquicos de la Federación.

Sentado de nuevo en el mismo sofá, Sixx pulsaba en el dispositivo opciones al azar, sin prestar mucha atención a la presentadora del vídeo interactivo que intentaba reclutarle con su charla animada y sonriente.

La mente de Sixx estaba en otra parte. Se sentía utilizado y traicionado, pero también sentía estar abandonando a la banda a su suerte. Sentía que el traidor era él. Barón, Obús y Jedni le habían mostrado un modo de vida totalmente diferente al ideario proclamado por las naves colonia. Le habían enseñado a tocar Rock porque él lo había elegido así.

Sixx se guardó la pantalla en el bolsillo interior de la cazadora y se levantó del sofá. Comenzó a deambular por la oficina.

La banda le había aceptado y le había abierto la puerta a su mundo. Lo que habían hecho, o más propiamente lo que no habían hecho, había estado mal, sí, pero él al menos les debía eso.

Llegó hasta la falsa ventana del rascacielos. La megápolis empezaba a ceder al crepúsculo y se anticipaba a la pronta oscuridad con una miríada de luces: focos muticolores, paneles publicitarios, hileras de farolas que perseguían los contornos de las avenidas y los parques.

Mientras contemplaba el paisaje, una melodía empezó a asomar en su mente. Una que nunca había oído. Tímida, maleable como la arcilla húmeda del alfarero, pero tan dispuesta a tomar forma que era casi obstinada a no dejar sus pensamientos.

Sixx reanudó su deambular por la oficina con esa arcillosa melodía en mente. Jugó con ella dándole diferentes ritmos, añadiendo nuevos compases, imaginando posibles acompañamientos.

Y entre la bruma del musical ensueño sintió un súbito invierno escarchándole la piel. El aire se volvió denso y Sixx vio el vaho que surgía de él en cada respiración. Un frío insepulto le atenazó todo el cuerpo. La luz en la oficina fue muriendo hasta apagar todos los colores y hasta que todo en derredor quedó oculto por un tapiz de negrura.

Solo un fulgor amarillento reveló la espantosa presencia grisácea que emergió de pronto de las sombras y que se detuvo a diez pasos de él. Una forma humana flotaba a palmos del suelo como una marioneta sin vida. Su único atuendo era una bata o túnica oscura que colgaba en jirones. Una capucha cubría la agachada cabeza de rostro oculto. Los brazos pendían como sogas de los huesudos hombros. Unas marchitas manos grises sujetaban un objeto alargado, oscuro como la madera podrida: los restos de un violín.

La incorpórea presencia estaba allí inmóvil, levitando.

Sixx estaba paralizado en voluntad y congelado en cuerpo, temeroso de aquella visión que se había manifestado ante él.

Y entonces, a una tremenda velocidad preternatural, la pequeña figura levantó la cabeza y le miró, revelando su rostro en penumbra. Sixx vio el rostro de un joven no mucho mayor que él. Su cara estaba consumida, la piel se ceñía al óseo contorno del cráneo. En vacías cuencas brillaban dos diminutos puntos carmesí como ojos de furia.

Y aquel espectro alzó un brazo con aquella celeridad imposible y señaló con un dedo índice hacia un lugar en la oscuridad. De aquella zona en tinieblas emergió bajo una misteriosa luz rojiza la gran mesa situada en una tarima elevada al fondo de la oficina.

Y cuando Sixx vio la mesa y volvió a girar la cabeza hacia el espectro, un inefable terror se apoderó de él. El fantasma tenía los brazos extendidos hacia él, abría una boca imposiblemente grande y se arrojaba hacia él emitiendo el aullido más intenso, profundo, grave y doloso que Sixx había oído y sentido nunca, y que confió en no volver a oír y sentir jamás.

La aparición parecía querer estrangularlo; pero Sixx notó que era vaporosa, intangible; y pasó a través de él justo cuando él cerraba los ojos por acto reflejo, incapaz de hacer otro movimiento.

Y al fundirse con ese espectro tuvo la visión de una gran estancia en algún lugar de la colonia. La visión era dantesca, personas dentro de extraños contenedores hexagonales dispuestos verticalmente en una especie de ominosa red de comunicación. Solo las cabezas de las personas quedaban fuera de aquellas reducidas celdas. Y algunas bocas balbuceaban y otras reían carcajadas de ojos desorbitados. Muchas más lloraban y clamaban ayuda.

Una impresión de horror quedó para siempre tatuada en esa metafórica mariposa blanca que los sabios eruditos llamaban alma.

Los horrendos segundos pasaron, Sixx sintió entonces un hormigueo por todo el cuerpo, como si la sangre regresara a sus miembros.

Volvió abrir los ojos a la luz artificial. La oficina estaba de nuevo como él la recordaba. Las agónicas voces que aún resonaban en su pecho herido remitieron como el partir de una deprimente ventisca.

Sixx giró la cabeza hacia el lugar donde había apuntado el espectro. Allí, de hecho, se hallaba la misma mesa que se le había revelado. Caminó sin pensarlo hacia el escritorio. Rodeó la mesa y, ante sus ojos, se abrió de golpe el último compartimento inferior en la base derecha del moderno escritorio. Sixx se agachó para examinar el contenido. Apartó unos documentos y, bajo estos, algo emitió un patrón arco iris al reflejar luz de la sala.

Era una llave lumínica. Un pequeño y alargado prisma piramidal de cristal, engarzado en la base a un soporte de metal con una arandela.

Aún agachado detrás del escritorio, Sixx recogió la llave y acto seguido oyó la voz de Tiberia llamando su nombre. La mujer estaba en la sala, aunque a muchos pasos de la mesa que ocultaba a Sixx de su vista.

Sixx permaneció quieto y agachado, maldiciendo su mala suerte. Se sentía como un niño a punto de ser descubierto por sus padres con la mano dentro del tarro de las galletas. El corazón le iba a mil por hora. ¿Qué iba a hacer? ¿Salir de debajo de la mesa disimulando? ¿Quedarse allí agachado como la proverbial avestruz, rezando por no ser descubierto? Tarde o temprano Tiberia iba a encontrarle, de eso no había duda. Cuanto más tiempo tardara en tomar una decisión, más sospechosa parecería su conducta.

—¿Sixx? —Tiberia estaba más cerca ahora. quizá en mitad de la oficina, equidistante con la mesa y la salida de la oficina.

Él se guardó deprisa la llave en un bolsillo de la chaqueta y cerró despacio el cajón. Sacó la pantalla del CMF y se levantó a medias para sentarse en el sillón de Tiberia tras el escritorio. Con la pantalla sujeta ante él, fingió estar fascinado por las maravillas que aquella presentadora le estaba suministrando.

—¡Esto es increíble! —exclamó Sixx.

Ante el sonido de la voz, Tiberia giró en redondo para encarar la mesa con cara de asombro.

—¡Estas academias son mil veces mejor que las que hay en la nave colonia! —dijo un sonriente Sixx mirando a Tiberia y señalando la pantalla—. ¿Cuánto dura el curso de ingreso?

Tiberia parpadeó durante un breve instante de desconcierto, durante el tiempo que su mente necesitó en resolver qué acción tomar: reprender severamente al muchacho por su total falta de respeto al sentarse a su mesa o atraer a sus filas a un futuro y fiel subordinado.

Tiberia intentó una sincera sonrisa y se acercó hacia Sixx con rápidos pasos. —¡Sixx! No deberías estar sentado ahí. Eso también lo aprenderás en la academia. Allí también enseñan conducta interna apropiada.

—Oh, lo siento, paragnosta Covarrubias —dijo Sixx levantándose deprisa del asiento y alejándose un paso del escritorio con la pantalla apretada en el pecho—. ¡Qué torpe he sido! Le pido disculpas.

Tiberia rodeó la mesa y examinó de un vistazo que todo estaba en orden. Se sentó en su sillón y juntó las manos ante ella sobre la mesa. —No te preocupes. ¿Te parece interesante el programa de la Federación?

—¡Oh, sí! La especialidad de los grupos de rescate espectral me gusta mucho. Aunque hay otros muy interesantes. Ahora mismo no sabría por cuál decidirme.

Tiberia dio una carcajada. —Me recuerdas a mí cuando empecé. No vayas tan rápido. Primero hay que terminar el curso de cadetes. Tendrás tres meses enteros para pensar si quieres escoger una especialidad.

La conversación sobre el CMF se prolongó durante varios minutos más, pero Tiberia empezó a aburrirse de las preguntas de Sixx y accedió a que una patrulla mostrase al muchacho las instalaciones de la base antes del toque de noche.

Y poco después de que Tiberia lo despidiera, la patrulla le mostró a Sixx su vehículo blindado de transporte de tropas. El interior del mismo tenía dos hileras de cinco asientos, una frente a la otra. Separado del pasaje por una puerta, había delante un asiento de tres plazas para el piloto, el copiloto y, en el centro, el operador de una torreta que emergía del techo del vehículo.

En ese vehículo llevaron a Sixx a la superficie hacia un recinto militar con algunas instalaciones de campaña.

Mientras tanto, Tiberia recibía en su oficina al oficial médico con rango de subaporte.

—Tengo los resultados de las pruebas del civil, mi paragnosta.

—Estupendo, subaporte. ¿Es apto para el servicio? —recogió la pantalla táctil ofrecida por el hombre.

—No.

—¿No? —ella consultó ceñuda los datos—. ¿Cuál es el problema?

—Su campo psicinético supera los límites normales. Demasiado para ser solo un efecto de la exposición externa a una zona de intensa actividad paranormal como esta.

—¿Quiere eso decir que el muchacho experimenta ya la anomalía?

—Su cuerpo ha superado el nivel que los médicos llamamos punto de no retorno. Sus tejidos empezarán a deteriorarse a un ritmo exponencial a partir de ahora.

—¿Y no puede usted hacer nada, subaporte? —Tiberia navegaba por el pronóstico del estado del paciente para las próximas cuarenta y ocho horas.

La pantalla mostraba la imagen del drástico cambio físico del paciente, detallado en intervalos de dos horas. La última imagen era la de un demacrado Sixx con el rostro descolorido y esa extraña pigmentación de diseños negros.

Un Sixx roquero.

—Podemos incubar nuevas células en el paciente para retardar los síntomas, pero las nuevas células sufrirán tarde o temprano el mismo destino. El proceso de deterioro será aun más rápido si el muchacho queda expuesto a nuevas emanaciones, por pequeñas que sean.

—Qué lástima —dijo una Tibera decepcionada. —El chico estaba tan ilusionado por unirse al cuerpo.

Le entregó la pantalla al oficial. —Gracias, doctor.

El subaporte saludó y se retiró.

Tiberia llamó por radio al cuerpo de guardia y preguntó por la ubicación de Sixx. Tras un momento de confusos mensajes por radio de fondo, informaron que no podían contactar con la patrulla.

Los metapsíquicos que habían salido con el muchacho no respondían a la radio.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

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Impactante la aparición del fantasma y la visión que le muestra a Sixx, que, imagino, ha escapado de sus captores cuando ha visto la oportunidad para poder liberar a los habitantes de la colonia.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por Artifacs »

lucia escribió: 27 Nov 2021 20:47 Impactante la aparición del fantasma y la visión que le muestra a Sixx, que, imagino, ha escapado de sus captores cuando ha visto la oportunidad para poder liberar a los habitantes de la colonia.
Hay que ver qué predecible es el género Pulp :cunao:

Capítulo 7

—¿Qué quiere ese espectro de mí? —se dijo Sixx caminando hacia un terminal en una de las desiertas oficinas de la colonia.

Ese horrible espectro aparecía y desaparecía unos pasos delante de él. Después de dejar fuera de combate a esos dos metapsíquicos, el fantasma le había estado guiando hasta aquella oficina.

Cuando Sixx entró en la sala, esperó encontrarse de nuevo a ese espectro en alguna espeluznante postura, señalando con su tétrica mano hacia algún lugar de interés para él. Pero no lo vio allí dentro. La sala parecía una especie de central de proceso de datos. Tres hileras paralelas de mesas miraban hacia una gran pantalla apagada en una pared. En cada una de las mesas había un terminal con un zócalo para insertar una llave lumínica.

Sixx se acercó a la primera mesa de la primera fila y se sentó en el asiento. Sacó el prisma que había recogido en la oficina de Tiberia y lo insertó en el terminal. Los indicadores de lectura empezaron a parpadear con una cadencia aleatoria. La pantalla táctil del terminal se iluminó poco después, mostrando un menú de opciones.

A Sixx se le ofrecía la posibilidad de navegar por los archivos de un proyecto del CMF llamado HEXAEDRON.

—Bueno, a ver qué demonios es esto.

Pulsó una opción al azar, pero la pantalla no respondió al comando. En su lugar comenzó a perder nitidez, como afectada por un ruido o interferencia estática o algo por el estilo.

Poco después apareció una entrada de vídeo sobre un diario de operaciones. El vídeo comenzó a reproducirse sin que Sixx tocara nada. Un metapsíquico con bata blanca de doctor o de científico hablaba a la cámara.

—Día veinticinco. Informe sobre el sujeto A. G., varón, dieciocho años, incluido en el proyecto hace ocho días. Muestra una alta capacidad mediúmnica, quizá debido a su alta capacidad para desarrollar los metasentidos como la intuición, la espacialidad de patrones y la música. La prueba de cartas descarta cualquier habilidad pre o retrocognitiva. En la última sesión de posesión inducida ha incorporado al menos cuatro entidades semovientes o espirituales. En mi opinión muestra capacidades psicogénicas muy por encima de la media y es apto para la prueba de encarnación del Ente Supremo.

El vídeo cambió entonces como por ensalmo. Aunque Sixx no podía verlo en la oficina, supuso que el espectro estaba operando el terminal de algún modo. Otro vídeo apareció, mostrando al mismo hombre.

—Día treinta y cinco. Informe sobre el sujeto A. G., varón, dieciocho años. El Ente Supremo se ha presentado en emanación ectoplásmica. El sujeto ha sufrido una reacción hiperestésica extrema, pero ha sobrevivido a la posesión. Su estado psicosomático actual es similiar al coma. La comunicación con el Ente Supremo es posible, pero su proyección en este plano supera la capacidad de la psique de cualquier individuo. Estoy seguro de que el éxito del proyecto es viable bajo la teoría de la Psique Colectiva postulada por Grunter Von Hasselhoff y María Buencalvario. Adjunto todos los registros recuperados hasta ahora para deliberación por parte de la Superintendencia de Investigación de Fanstasmogénesis Complejas y Poltergeist Organizados. También adjunto el diseño conceptualizado de un conglomerado de psiques reticuladas que yo llamo Hexaedron. Este conglomerado es isomorfo a la Psique Suprema que buscamos, una psique capaz de contener al Ente Supremo.

—¡Por las Cadenas de Alicia! —exclamó Sixx.

La pantalla del vídeo quedó de pronto inundada de ruido de estática, llena de un agitado enjambre de puntos multicolor sin orden ni concierto. De ese caos se perfiló entonces el esbozo de un rostro en primer plano, pero sin detalles, solo una vaga aproximación en la que eran apenas distinguibles unos ojos, nariz y boca entre aquella colmena de píxeles.

Y el rostro habló. Se oyó una voz lejana, como quien habla en la boca de un largo cañón de plomo.

—Salvar. Tus amigos —dijo la voz.

—¿Qué? ¿Que salve a la banda? —preguntó Sixx.

El esbozo de aquel rostro asintió.

—¿Cómo?

El rostro pareció responder algo, pero ningún sonido llegó a oídos de Sixx. Aquel caos en la pantalla perdía intensidad, poco a poco se fundió en un telón negro hasta que el terminal quedó en estado apagado.

Sixx esperó un poco, pero nada más ocurrió. Miró por la sala de aquella oficina. A parte de la suya, no había ni un alma, literalmente.

—Bueno, amigo fantasma. No me lo estás poniendo fácil.

Cayó entonces en la cuenta de que era muy posible que el espectro fuese el fantasma de ese tal sujeto A.G. del proyecto del vídeo. Eso tendría sentido si el chico había fallecido en la colonia.

Le vino a la mente la horrible imagen de aquellas personas encerradas en contenedores con forma hexagonal. El espectro le había estado diciendo que el CMF había construido esa red Hexaedron en la colonia.

Pero ¿dónde estaba esa red?

—¡A.G! ¿Estás aquí? —gritó a la sala.

Miró a su alrededor. Nada.

Luego recordó dónde estaba. Era un centro de proceso de datos. Si este centro operaba de modo similar al que había en una nave colonia, entonces tendría acceso a las funciones de estado de toda la colonia. Y no solo eso, sino a todo lo que estuviese conectado a la colonia.

Incluyendo la base de operaciones del CMF.

<h3 align="center">* * *</h3>

Obús se incorporó en la litera de la celda al oír un ruido como un engranaje eléctrico. Vio el artilugio que lo producía y habló en voz alta.

—¿Qué es ese chisme?

Un robótico disco negro lleno de sensores, del tamaño de una tapa de alcantarilla, había entrado en la sala de visitas y rodaba despacio por el suelo hacia el cristal blindado.

Jedningarna estaba tumbada en la litera de al lado con las manos en la nuca. Alzó la cabeza, vio el droide y volvió a apoyarla en las palmas —Un droide aspirador.

—¡Ey! ¡Tíos, soy yo! —susurró el aspirador.

Barón se levantó del catre de un salto y se arrodilló junto al cristal blindado que le separaba del droide —¿Sixx?

—El mismo. Escuchad, voy a sacaros de aquí.

El resto de la banda se levantó también y se acercó al droide.

—¿Puedes abrir estas puertas? —Barón señaló a la puerta integrada en el propio cristal y a la puerta al otro lado por la que había entrado el droide.

—Desde donde estoy puedo hacer eso y mucho más —dijo el droide.

—¿Dónde estás? —preguntó Jedningarna.

—Es una larga historia. Digamos que el espectro de un muerto me ha estado guiando. Me parece que quiere algo de mí. Ese algo incluye recordarme que os saque de ahí.

El trío intercambió perplejas miradas.

—Escuchad, puedo daros vía libre hasta el cuarto donde han dejado nuestras armas. Solo tenéis que seguir a este droide. Luego os será fácil salir a la superficie y llegar hasta la Statuskúo.

—¿Nos esperarás tú allí? —preguntó Barón.

Tras una pausa, el droide respondió —No.

—Te esperaremos, entonces —dijo Obús.

—No podéis esperar —fue la respuesta—. Tenéis que salir del planeta cuanto antes.

—¡Sixx! ¡No vamos a dejarte aquí si quieres venir con nosotros! —objetó Jedningarna

—¡Tenéis que salir del planeta antes de que amanezca, Jedni! Tiberia quiere veros en un trasbordador camino a una prisión de la Federación antes del almuerzo.

—De acuerdo. Pero ¿volveremos a vernos? —preguntó Barón.

Otra pausa del droide.

Jedningarna estaba nerviosa. Miró hacia los dos roqueros —¿Y qué hay de los colonos? No podemos irnos y dejarlos así.

—¡Por favor, tíos! ¡Tenéis que salir del planeta sin mí! —dijo el droide—. Yo me ocuparé de los colonos.

Obús miró perplejo al aspirador. —¿Tú? No te ofendas, grumete, pero necesitarás nuestras guitarras para hacer caer lluvia púrpura sobre el Camposanto.

Sixx les explicó entonces lo que había descubierto sobre el proyecto Hexaedron.

—¡Eso es despreciable! —exclamó Jedningarna—. ¡Puro anatema!

—Sixx, no puedes enfrentarte tu solo a todo un destacamento del CMF —explicó Barón.

—No estoy solo —dijo el droide—. Ese espectro me guía, intenta decirme algo.

El trío de roqueros intercambió miradas. Luego los tres asintieron.

—De acuerdo. Sácanos de aquí —dijo Barón.

El droide activó un emisor y escaneó las frecuencias en la sala. Un veloz «clac» indicó la apertura de la cerradura en la puerta blindada de cristal. El driode rodó entonces hacia la puerta de acceso al pasillo.

—Esperad mi señal. Voy a comprobar que no hay guardias a la vista.

El droide salió de la sala. El trío salió de la celda y esperó tras la puerta del pasillo.

—Ya me estoy arrepintiendo. ¿De verdad pensáis que Sixx puede con esto él solo? —preguntó Obús.

Jedningarna dudó —Bueno, nunca he visto a nadie que aprenda tan rápido como él a tocar la guitarra.

—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó Obús.

Ella se encogió de hombros —Que le demos un margen de confianza, supongo.

El droide regresó justo entonces —Seguidme, rápido. Hay vía libre hasta el cuarto de armas.

La roquera sonrió a los dos roqueros. —Lo que yo decía.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por lucia »

A ver ese capítulo final que lo tiene que cerrar todo siendo coherente con todo lo que has creado :cunao:
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por Artifacs »

lucia escribió: 28 Nov 2021 20:05 A ver ese capítulo final que lo tiene que cerrar todo siendo coherente con todo lo que has creado :cunao:
En La Conjura de los Mnemourgos creo que cerré bastante bien la trama (un final lógico y todo eso).

El final de esta historia también lo tengo pensado (otra cosa es que me salga coherente :cunao: Solo me quedan dos capítulos para concluir). Creo que el Epílogo lo escribiré antes que el capítulo 9.

Bueno, ahí va el...

Capítulo 8

—La Statuskúo está rodeada de metapsíquicos —dijo Obús agachado junto a sus amigos roqueros—. ¿Los distraemos o probamos un ataque directo?

Barón evaluaba pensativo la situación. Más allá de la loma, y a cien pasos de distancia, una docena de efectivos armados custodiaba las cercanías de la nave corsaria. Iban armados con los fusiles reglamentarios de la Federación para represión espectral, pero las descargas de iones de esas armas podían dejar a cualquiera fuera de combate durante unas horas.

—Yo los distraeré —respondió Barón—. Tú y Jedni entrad en la nave.

—¡Ni hablar! ¡No vamos a dejarte aquí! —objetó Jedningarna—. Mostremos a esos aficionados lo que es improvisar una puesta en escena.

—Está bien. Entonces no lo pensemos más —dijo Barón levantándose con la guitarra psieléctrica—. Seguid mi ritmo, vigilad los cambios y no os perdáis.

Obús sonrió poniéndose en pie a su lado con el psibajo. —Te seguimos, Barón. No te reprimas por nosotros.

Jedningarna se irguió en pose roquera con el arma colgando ante ella y la púa preparada. —Sí, suelta lo que tengas.

—¡Eh, vosotros de ahí! —gritó Barón en medio del trío. A su banda dijo —Escala en Sol, compás de cuatro.

Los metapsíquicos se giraron hacia la voz. Vieron tres altas siluetas recortadas sobre la loma.

—¿Quién va? —respondió alguien en la guardia.

Barón respondió tocando un largo acorde de distorsión a modo de introducción y gritando —¡Los Héroes del Rock!

Las tres armas de la banda se iluminaron entonces al instante en respuesta a las rápidas notas tocadas. La canción de elevó en el aire con una belleza irresistible. Los metapsíquicos dudaron un momento antes de recuperar el sentido y apuntar a la amenaza con sus armas.

Los roqueros tocaron y avanzaron hacia la nave con pasos lentos, pero seguros, envueltos en una tenue esfera multicolor. Algunos miembros del CFM abrieron fuego, pero los brillantes haces iónicos eran absorbidos por esa superficie de púrpuras y escarlatas en creciente intensidad.

—¡Alto el fuego! —gritó el soldado al mando— ¡Disparad a mi orden!

Mediaban ahora ochenta pasos entre ambas fuerzas. Los miembros del CMF se dispersaban por el accidentado terreno rocoso y se tumbaban a cubierto para formar una línea de frente entre el enemigo y la nave. Los roqueros avanzaban despacio, siempre dentro de la semiesfera protectora proyectada por las guitarras.

—Miradlos. ¿No os dan un poco de pena? —dijo Obús—. Esto me recuerda aquella vez que intentaron arrestarnos en la estación de Port Royale.

—Obús —dijo Jedningarna frunciendo el ceño—. Aquella vez nos arrestaron.

—¿Nos arrestaron en Port Royale? —el bajista miró incrédulo a su amiga.

—A ti no —intervino Barón riendo—. Tú estuviste borracho todo el tiempo.

—¿Y cómo escapamos? —Obús miró a Barón.

Habían llegado a cincuenta pasos. —¡Fuego! —gritó alguien desde detrás de una roca.

Una lluvia horizontal de rayos blancos surgió incesante desde el terreno frente al trío. La energía iónica total del ataque era tremenda.

—¡Atentos! —gritó Barón rasgueando más rápido—. ¡Pasad al <i>finale!</i>

La canción de la banda empezó un desaforado <i>crescendo</i>. El trío lo daba todo, pero el ritmo de la descarga superaba la capacidad de absorción y algunos rayos iónicos atravesaban ya la esfera psicinética.

—¡Más potencia! ¡Seguid disparando! —repitió la voz.

El frente de ataque aumentó su potencia. Los rayos eran ahora más grandes, la cadencia de fuego no disminuía.

A treinta pasos de la nave, el trío vio que la situación era desesperada. Nuevos rayos atravesaban su cobertura sin la menor oposición.

—¡No me gusta esto! —gritó Obús al ver los rayos que llegaban y pasaban por su lado.

Uno de ellos le impactó en el pecho. El roquero salió despedido hacia atrás y cayó a tierra, totalmente inconsciente. La esfera protectora se disipó con un leve estallido de luz.

—¡Parece que la historia se repite! —dijo Jedningarna agachándose para arrastrar deprisa a Obús detrás de una peña.

Barón esquivó un rayo saltando hacia el suelo tras otra roca. —¿Está bien?

La roquera buscó el pulso de su bajista. —Sí, duerme como un bebé. Aunque tendrá dolor de cabeza cuando despierte.

—La historia se repite, entonces —rio Barón apoyando la espalda en la roca y mirando a la roquera.

Jedningarna miró a Barón y sonrió. Pero una sombra de tristeza pasó por su rosto —Pero esta vez Mercurio no está con nosotros.

Barón dejó de sonreír ante la memoria del entonces cuarto roquero de la banda, caído años atrás en Ciudad Isla. Un genial roquero y mejor amigo.

—¿Por Mercurio entonces? —sugirió Barón señalando hacia el frente, que les disparaba rayos sin cesar.

Jedningarna esbozó una sonrisa. —Y por Sixx.

—Y por Sixx —concedió animado Barón, sonriendo también. Asió la guitarra en posición. —A tu señal.

—¡Vamos! —Jedningarna se levantó rasgueando hacia el frente hostil incontables salvas de rayos púrpura. Empezó a correr hacia la nave, cantando: —¡Aahhhh!

Barón salió corriendo a su lado, disparando también grandes descargas que despedían chispas al impactar en las rocas.

Una docena de miembros del CMF se puso a cubierto ante la incesante oleada de luz que les llegaba. Los más audaces sufrieron la suerte de los valientes al recibir potentes descargas púrpura, quedando inconscientes en el suelo.

La carrera de los roqueros fue ágil y veloz. El par cruzó la línea enemiga aprovechando el factor sorpresa, esquivando fuego enemigo y saltando las rocas. Barón era más rápido y subió a la rampa de la Statuskúo girándose allí arriba para cubrir a la roquera. Jedningarna apuntaba la guitarra hacia atrás mientras corría y saltaba y se agachaba evitando la multitud de rayos blancos que llovían ahora desde la retaguardia.

—¡Corre! —gritó Barón tocando un velocísimo arpegio con gran sentimiento. De su guitarra surgió un enorme rayo que pasó por encima de la roquera y se separó en incontables raices hacia sus múltiples objetivos. Al menos siete u ocho metapsíquicos cayeron allí al instante.

Jedninagarna saltó hacia la plataforma y estiró un brazo para asir la mano que Barón le ofrecía. Un rayo blanco le rozó la mano y la roquera dio un grito, perdiendo la sensibilidad en esa mano derecha y parte del equilibrio. Barón soltó la guitarra, dejándola colgada a su cuerpo por la correa, y agarró a su amiga por un brazo antes de que cayera. Consiguió subirla hasta la nave y alzó la vista hacia las tropas enemigas.

Los cinco metapsíquicos en pie corrían hacia ellos al ver la oportunidad. Con los fusiles al hombro, el hombre en el centro dio la orden de fuego.

Y en ese momento, Barón los vio saltar por los aires encima de una tremenda descarga púrpura llegada desde muy atrás.

—¡Ey! —gritó Obús en la distancia, corriendo hacia la nave—. ¡No os vayáis sin mí!

Barón sonrió y alentó a su amigo moviendo un brazo —¡Lo quiero presto!

Jedningarna corrió hacia el puesto de piloto en la cubierta superior —¡Todos a bordo! ¡Nos vamos!—. Se sentó a los mandos y empezó a pulsar botones por todas partes con la mano izquierda. Su mano derecha seguía sin responder.

Obús dio un salto al llegar a la rampa y se agarró al brazo de Barón. —¡Hay que ver la prisa que tiene esta mujer!

Los motores psicinéticos de la Statuskúo rugieron y la rampa se cerró poco a poco mientras la nave ascendía suavemente. Barón y Obús subieron corriendo a la cubierta superior.

—¿Qué rumbo has marcado? —preguntó Obús a la piloto al llegar al puente.

Jedningarna hizo virar la nave hacia la colonia y activó los impulsores, diciendo: —Rumbo al infierno. ¿Te vale?.

Barón y Obús se sentaron deprisa en los otros dos asientos y se abrocharon los arneses.

Obús dijo: —¿Volvemos a la colonia?

—Aún tenemos trabajo que hacer aquí, ¿no? —dijo la piloto mirando hacia Barón.

Barón asintió —Claro. El espectáculo no ha hecho más que empezar.

Obús cantó sonriendo —¡Oh... Ciudad Isla!

Barón miró a Obús —Me temo que esta vez no habrá lluvia púrpura, Obús.

Obús miró perplejo a Barón —¿No?

—Cierto —explicó Jedningarna mientras pilotaba—. Esa Tiberia quiere contactar con los Obscuros y pedirles que se marchen. Está equivocada, pero puede que no esté totalmente equivocada.

—¿Cómo va a expulsar a los Obscuros si no cierra el Camposanto? —preguntó Obús.

Jedningarna prosiguió —Es posible que haya otra vía. Una que yo no había imaginado hasta que oí que lo que dijo Sixx.

—¿Cuál?

—A menudo los muertos de este universo continúan aferrados a este plano. Se niegan a abandonarlo por alguna razón. Algunos porque no saben que están muertos. Otros porque han dejado algo sin hacer, algo importante sin terminar, como despedirse de un ser querido o algo así.

—¿Y crees que a los Obscuros les pasa lo mismo? ¿Que se aferran a este plano porque no saben que están muertos o algo así?

Jedningarna se encogió de hombros —Puede ser algo así. En realidad no sé qué es lo que los retiene en este universo, pero las opciones son reducidas. Si averiguamos qué puede retener en este universo fantasmas de seres alienígenas, podremos encontrar un modo de liberarlos de este plano. Podemos encontrar un modo de que se marchen en paz.

—¿Y para hacer eso no se requiere lluvia púrpura? —preguntó Obús desanimado.

Barón respondió poniendo una mano sobre el hombro de su amigo —Bueno, si salimos de esta, no veo por qué no podemos celebrarlo a lo grande.

Obús sonrió a Barón al entender el subtexto —Ahora estamos hablando mi idioma.

Una alarma intermitente pitó avisando de peligro. Obús y Barón dejaron de sonreír y miraron hacia la piloto.

—¿Qué es eso? —preguntó Barón.

—Nada. Estamos entrando en espacio aéreo del CMF. —informó Jedningarna—. Agarraos. Vamos a saltar un poco.

—¿Adónde vamos? —preguntó Obús.

—Al Camposanto. Vamos a liberar a unos cuantos colonos —respondió Barón.
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Re: Los Obscuros de Ciudad Isla (Ciencia Ficción Pulp)

Mensaje por lucia »

Ya me extrañaba a mí que fueses a terminar en 8 capítulos, como habías comentado al principio :cunao:

De este solo choca lo rápido que se recupera Obús después de que digas que si les alcanzan las armas tardarán horas en recuperarse.
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