Título: Clichés
Dedicatoria: A la dedicatoria de "Pulp" de Charles Bukowsky.
INICIO
Era una noche oscura y tormentosa. Se respiraba intranquilidad, inseguridad.
Él salió del vehículo y miró la casa en lo alto del camino inclinado. Las piedras de la mansión eran duras como las rocas de las canteras de las que habían sido arrancadas. Cuatro días antes él no había sabido que iba a emprender el camino que le llevaría hacia su destino. Ahora, las estrellas eran puntos de luz en el cielo. Su ropa estaba mojada por el agua de lluvia y él subía el camino hacia la mansión donde lo esperaba la puerta de entrada.
Todo estaba predestinado.
Cada vez se sentía más tenso, más atraído a la casa, como polos opuestos de un imán. Se le erizaba el pelo. El camino se le hacía eterno. Su rostro era de rasgos afilados, "stainless steel" grabado en una mejilla. Vestía de manera informal, pantalones vaqueros, camiseta y zapatillas deportivas. Fumaba un cigarro y exhalaba el humo en el aire, frío y mojado, mientras las enredaderas trepaban con fruición, se enredaban por las paredes de piedra como las arañas, como las manos de un pianista sobre las teclas de un piano.
Un teléfono sonó en la casa, solitario y ruidoso, como llamando a quien iría a descolgarlo. A él.
--¿Quién es? --preguntó.
--Soy yo --respondió la línea.
Un rayo de tormenta cayó sobre el circuito eléctrico de la casa y el teléfono quedó en el silencioso tono sin señal. Él dejó el teléfono sobre la mesa y entró en la casa. En el salón vio una mesa con un teléfono descolgado y, en la pared del fondo, un retrato de ella.
Él fijó la mirada hacia la tierra de los recuerdos, de lo pasado que, pensando, puede traerse al presente por haberlo visto antes. Y sobre esa tierra de esos días en los que él había conocido a ella, había funcionales edificios de varios pisos, que parecían trepar, como tantos otros, con sus espacios internos y sus ventanas, que miraban curiosas tanto al exterior del mundo como al interior, introspectivamente, iluminadamente.
¡Qué iluminado mundo! Complicado, complejo, con flexo.
Él apagó el cigarrillo en el cenicero del coche y metió la llave en el contacto. El motor rugió al encenderse; siempre rugía, todo estaba predestinado.
Encendió las luces frontales y se sintió como el ciervo ante los faros, paralizado, como un ciervo ante los faros de un coche en la noche. Pues en la ventana de la casa asomaba una figura oscura, una sombra, la silueta de ella, diciendo adiós con la mano.
FIN
Clichés (Microrrelato)
Re: Clichés (Microrrelato)
Un tanto desasosegante ese presente.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
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Re: Clichés (Microrrelato)
No.
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