Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Uriel
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Re: Omegangelion (novela fantasía oscura)

Mensaje por Uriel »

Hola Lucía. Que yo sepa, no has comentado hasta ahora. En efecto, está inspirado en la Biblia y en la historia ortodoxo-oriental (es radicalmente distinta de la occidental en todo lo que refiere a francos y bizantinos. En español no hay gran cosa, pero si tienes curiosidad te recomiendo The Byzantine Republic de Anthony Kaldellis y Franks, Romans, Feudalism and Doctrine de John Romanides).

El título hace alusión al Final de los Tiempos. Si Evangelion es la Buena Nueva, Omegangelion es el Mensaje del Fin.

Capítulo VII – La Máscara de Niebla
https://elangeldelomega.wordpress.com/2 ... de-niebla/

Con la consciencia de Azrail suprimida Sariil entró en su cuerpo, volviendo así a habitar en carne por primera vez desde hacía ya siete años.
El mago fue hasta el cadáver del sicario y tomó de su mano izquierda un anillo de plata, en cuyo centro había engarzado un fragmento minúsculo del Espejo de Daat. Este artefacto había sido entregado a Aetios por Varlaami para ayudarle a rastrear y perseguir a los herejes.
Sariil puso el anillo en su propio dedo, esbozó una media sonrisa y murmuró unas Palabras de Poder. Un instante después, Sariil sintió como la magia lo envolvía y se materializó en las ruinas del Templo de Vyzantion, justo frente al Espejo de Daat. Fuera de los límites del sanctasanctórum, sobre el altar, yacía una estatua de mármol, la imagen de un joven de cuerpo esbelto y rostro apolíneo.
-Que las ilusiones se disipen, que la verdad oculta se revela ante mis ojos -murmuró Sariil mientras trazaba un sigilo en el aire.
Una onda de luz plateada se extendió por todo el Templo. Tras el Espejo, oculta a la vista por medio de un glamour de invisibilidad, lo espiaba una mujer rubia, con rostro de muñeca y ojos de serpiente. Su vestido era escarlata, de terciopelo, con un corte atrevido propio de una cortesana. Ceñía sus sienes una banda de oro, que a la altura de la frente adoptaba la forma de un creciente: la Corona Lunar.
-Saludos, Arconte -dijo Sariil, cuya voz dejó caer una nota sarcástica al pronunciar el título que la Usurpadora se había dado a sí misma-. Presumo que esperabáis el regreso de vuestro asesino. Temo que no volveréis a verlo en esta vida.
Varlaami miró a Sariil a los ojos a fin de sondear su mente, pero solo vió aquellos recuerdos y pensamientos que Sariil le permitió ver. Cada vez que intentaba desviar su mirada del sendero que Sariil había trazado para ella, Varlaami quedaba cegada por un velo psíquico, una máscara de niebla que ni siquiera su mirada podía penetrar. Sin exteriorizar su inquietud porque la magia de un muchacho hubiera superado a la suya dos veces, Varlaami habló con una una voz tan suave como las ondas de su cabellera:
-Poco me importa la muerte de Aetios. Hace tiempo que era más molesto que útil. Además, nunca habría podido llegar hasta Palamas. Contemplar su muerte a tus manos ha sido… extático y compensa con creces la pérdida del eunuco. Dicho esto, el enemigo de mi enemigo no es necesariamente mi amigo. ¿Tendrías la amabilidad de explicarme tus motivos?
-Quité de en medio a mi maestro porque se interpuso en mi camino cuando la Estrella de los Magi anunció que, con el próximo equinocio, su «inexpugnable» Templo se convertirá en una ratonera -atajó Sariil-. Sin duda no ignoráis que, dentro de noventa días, Elelefs retornará a este mundo, tomará el trono por el que tanto habéis luchado, y vos seréis solo una esclava más, como el resto de los mortales…
Varlaami no dijo nada, invitando tácitamente a Sariil a que siguiera hablando.
-Vos profesáis que Dios es la Causa del Mal, que Nuestro Creador es Nuestro Enemigo, que Elelefs es el Avatar de la Oscuridad de Eliun. Pensáis que el Creador-Diablo orquestó la Crucifixión de Ihthys, el Avatar de la Luz de Eliun, a fin de satisfacer Su Orgullo, al que eufemísticamente llamáis Justicia, y poder perdonar a unos pocos electos. Y creéis, o mejor dicho tenéis la esperanza de ser una electa, porque no tienes garantía alguna. Aunque le hayáis servido como profetisa, aunque hayáis convertido en cruzados suyos a los frangos, esa raza de bárbaros semipaganos, aunque hayáis conquistado Rumeli, el reino de los «herejes» Palamitas, vuestra alma tiene tantas posibilidades como la mía de estar destinada al Fuego Sempiterno, pues es con esa arbitrariedad con la que Dios proclama el Derecho Absoluto que, sobre la Creación, le confiere Su Onmipotencia. ¿Me equivoco?
-No. Sirvo a un Dios Soberano.
Sariil esbozó una media sonrisa.
-Le servís… pero le odiáis. No le podéis amar, ni a Él ni a vuestro prójimo, al que despreciáis como totalmente depravado, merecedor de la eterna agonía a la que todos los mortales, salvo esa incognoscible minoría de electos, están destinados…
-En efecto, odio a Dios y desprecio a los hombres -atajó Varlaami-. ¿Adonde quieres llegar?
-Al Árbol de la Iluminación. Su Fruto trasciende a la Creación y puede convertir a los mortales en ángeles, revirtiendo así la Maldición de Adamas. Si ambos comemos del Fruto, seremos más poderosos que Elelefs. Esto, en términos que podáis entender, implica que podríamos matar a Dios y liberarnos así de una existencia definida por la esclavitud a un Tirano Cósmico.
Varlaami profirió una risita cantarina.
-Matar a Dios… siempre es posible -dijo para sí-. Aunque todos los que lo han intentado, o han soñado siquiera con ello, están ahora entre llamas -añadió.
-No podéis afirmarlo. Si Dios condena en base a Su Capricho, nada os garantiza que uno de ellos no sea un electo. Incluso si ambos acabamos ardiendo, ¿no es acaso más humillante arder tras vivir una vida absurdamente degradante, una vida desperdiciada en un temor y una sumisión irrelevantes ante los ojos de Nuestro Amo? Si vamos a ser atormentados de todas maneras, ¿por qué no rebelarnos, para tener al menos el consuelo de haber herido el Orgullo del Tirano?
-Es fácil hablar, mi estimado joven soñador -repuso Varlaami, burlona, intentando disimular lo mucho que le tentaba la oferta-. Pero estoy segura de que derramarías lágrimas innumerables si ahora sintieras la caricia de las llamas infernales.
-Quizá -replicó Sariil fríamente-. Pero ni siquiera así podría Dios impedir que mi rebelión haya existido. De hecho, si me tortura eternamente es porque la herida que esa rebelión ha provocado en Su Orgullo es también eterna. Más vale reinar en el Infierno que servir en el Cielo.
La voz de Sariil le pareció entonces a Varlaami poderosa e hipnótica como la voz de un dragón. Su mirada de hielo era tan fría que quemaba. Su media sonrisa, que rezumaba arrogancia, otorgaba un aire siniestro a su bello rostro adolescente, que en ese momento se asemejó no al rostro de un ángel, sino al de un ángel caído. El joven hechicero percibió la turbación de la mujer y supo que había ganado.
-…Parece que nuestras ambiciones son compatibles -concluyó Varlaami.
Sariil sonrió maquiavélicamente.
-Permitidme explicaros mi plan -dijo-. Cuando el Diluvio sepultó Paradisos, el Mundo Antiguo, el Árbol de la Iluminación fue preservado en un Templo Invisible oculto en el plano espiritual. Para llegar hasta él, debemos entrelazar magia real y magia sacerdotal, un sortilegio conocido como las Llaves del Cielo, a fin de abrir un portal en el Espejo de Daat.
-Entonces, si tras la muerte de Palamas tú encarnas la Autoridad Espiritual, tu magia y la mía…
-No la vuestra -interrumpió Sariil-. Os habéis ceñido la Corona Lunar y gobernáis Rumeli, pero no habéis sido coronada. Solo la magia del Arconte, del Verdadero Portador de la Corona Lunar puede unirse a la mía para invocar las Llaves -añadió mientras desviaba su mirada hacia el altar.
-¿Kanavos? -inquirió Varlaami-. Hace ya siete años que se cumplió su destino, sumirse en un sueño de piedra para preservar su cuerpo intacto para Elelefs. Ni siquiera mi magia podría despertarlo.
Esbozando una media sonrisa, Sariil fue hasta el altar, extendió la mano hacia la estatua y murmuró unas Palabras de Poder.
El aire se combó, cargado de magia, y la estatua parpadeó como quién despierta de un sueño. Solo que ya no era una estatua, sino un muchacho de ojos dorados y plateada cabellera. Vestía de seda púrpura, como corresponde a un Arconte.
-Buen trabajo -dijo Varlaami, fascinada por esa tercera demostración de un poder mágico que superaba al suyo.
Sariil tuvo un vahído, y tuvo que apoyarse en el altar.
-He consumido mi maná. Necesito dormir.
-Duerme pues -repuso la Falsa Arconte-. Desde ahora, puedes considerarte mi invitado en palacio.
Última edición por Uriel el 09 May 2022 03:20, editado 1 vez en total.
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Capitulo VIII – Ultraje
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Una hora después, Kanavos estaba en shock, encadenado a la pared de una de las celdas que conformaban las mazmorras del Palacio de Vyzantion. Varlaami le miraba tal como una cobra miraría a su presa. Detrás de ella, ataviado con su armadura de hierro negro, estaba Gross. El cacique de los frangos era un hombre alto y fornido de unos cuarenta años, con un ancho cuello y un rostro basto y brutal de piel bronceada. Una cicatriz le cruzaba el ojo derecho, que había perdido la visión. Debía esto a una flecha que Kanavos le había disparado siete años atrás, cuando lideró a los frangos en el asalto a las murallas de Vyzantion. En esa guerra, sus brutales saqueos le había ganado el sobrenombre de la Bestia Rubia.
-Espabilalo -siseó Varlaami.
Gross zarandeó a Kanavos, que clavó en la Usurpadora una mirada llena de odio.
-¿Que significa esto? -demandó el chico.
-Dios es Soberano -atajó Varlaami-. Te destinó a sumirte en un sueño de piedra el día de tu decimoctavo cumpleaños, a fin de preservar la belleza juvenil de un cuerpo perfecto, creado con magia oscura en el vientre de una mujer estéril. No obstante, por mucho que te hayas sometido a tu destino, sé que en el fondo me odias por haber conquistado a tu pueblo. A Elelefs todo eso le es indiferente, pero cabe la posibilidad de que, tras absorber tu alma humana para reencarnarse, ese profundo odio tenga consecuencias para mí. Para impedir que puedas legar tu odio tengo quebrar tu mente, destruir tu fuerza de voluntad. Por eso…
La Falsa Arconte empezó a manosear la entrepierna de Kanavos, y un brillo sádico centelleó en sus ojos de serpiente.
-¿Sufres -siseó con voz suave y malvada-, al sentir como tu cuerpo adolescente no puede evitar reaccionar ante mis manos, a pesar de lo mucho que me odias?
-¡Zorra psicópata! -gritó el muchacho, forcejeando inútilmente con las cadenas-. ¡Soy el Príncipe de la Oscuridad! ¡No puedes tocarme! ¡No!
Gross hizo amago de golpearlo, pero Varlaami le detuvo con una mirada.
-Es un mocoso insolente, necesita aprender a no alzarle la voz a una dama -rezongó la Bestia Rubia.
Los ojos de Varlaami relampaguearon de ira.
-Te recuerdo que el cuerpo de este joven es la forma de Elelefs. Como Su Profetisa tengo el deber de preservarlo intacto. ¿Ha quedado claro?
-S-sí, milady -respondió Gross, sumiso como un perrito.
Atajada la interrupción, Varlaami volvió a enfocar su atención en su indefensa víctima.
-Decías que soy una «zorra psicópata» -la voz de la Falsa Arconte adoptó un tono más suave, más malvado que nunca-, …Me lo tomaré como un cumplido -añadió mientras volvía a manosearlo.
-¡Gross! -gritó Kanavos, intentando en vano que su voz no traicionara la desesperación que sentía-. ¡¿Acaso no tienes sangre en las venas, que te quedas mirando mientras me tiro a tu mujer?!
Una sonrisa sádica se dibujó en la cara de bulldog de Gross.
-Buen intento, chaval, pero no cuela. Tú no te estás follando a mi mujer. Vas a ser violado por mi mujer, que no es lo mismo. La violación va de poder, no de sexo. Yo mismo he violado a innumerables hombres en la guerra, y no por ello soy maricón.
-E-el pueblo se alzará cuando conozca este ultraje -insistió Kanavos-. V-vengarán mi honor…
Varlaami y Gross estallaron en carcajadas, levantando siniestros ecos por toda la mazmorra.
-¿De veras eres tan ingenuo, o es la desesperación la que pone en tu boca semejantes necedades? -dijo Varlaami cuando la hilaridad le permitió hablar de nuevo-. El populacho ni siquiera se toma en serio a los hombres que son violados por otros hombres. Un niñato que lloriquee porque una mujer le ha violado solo recibirá mofa y escarnio.
-Y bien merecidos, por sensiblón -intervino Gross-. A lo mejor lo que pasa es que prefieres que te den por culo, posibilidad nada descartable en un cobarde que usa un arma afeminada como el arco…
Kanavos enmudeció. Era inútil resistirse. La desesperación, el terror, la impotencia, ahogaban su voz de modo más eficiente que la peor de las mordazas. Cerró los ojos y esperó que todo pasara cuanto antes…
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Mensaje por Uriel »

Capítulo IX – El Árbol de la Libertad
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Llegada la hora de la cena, un criado despertó a Sariil y lo guió hasta el comedor de palacio. En el centro se erguía una gran mesa rectangular tallada en maderas nobles, cubierta con un mantel de seda sobre el que reposaba una exquisita vajilla. El fuego crepitaba en la chimenea, caldeando el ambiente.
Aunque había espacio para unas veinte personas, en esta ocasión solo había tres sillas. En el lugar de honor se sentaba Varlaami, con Gross a su derecha y Sariil a su izquierda. A una orden de la Falsa Arconte, los sirvientes trajeron la minuta: faisán asado con especias, vino para Varlaami y Sariil, y cerveza para Gross (el frango nunca tomaba vino, cegado por la superstición de que es una bebida afeminada).
-Que la Sangre de Ihthys aplaque la Ira de Dios en este Yule -dijo Varlaami alzando su copa.
Gross alzó su jarra, echó un buen trago, y empezó a engullir como un cerdo ignorando los cubiertos. Inesperadamente, Sariil alzó su copa.
-Que el Árbol de la Libertad sea regado con la sangre de los tiranos.
Gross se limpió la grasa con el mantel, eruptó y miró con odio a Sariil.
-La Libertad es el sueño de los débiles, una idea peligrosa que conduce a la anarquía. Mi ideal es la Guerra, la expresión más pura de como la Fuerza hace el Derecho.
-En tal caso no tendréis objección en que os apuñalen mientras yacéis dormido, indefenso, en honor a vuestra abyecta filosofía -replicó Sariil fríamente.
Hirviendo de rabia, Gross se puso en pie y dió un puñetazo en la mesa.
-¡Maldito desertor sin sentido de la jerarquía! ¡¿Como te atreves a amenazarme?! ¡Guardias, echadlo a los perros!
Unos veinte frangos entraron en el comedor. Sariil desenvainó la espada.
-Exijo un juicio por combate -dijo Sariil.
-¡¿Un juicio por combate?! -replicó Gross-. ¡¿Quién eres tú para desafiarme, niñato de baja cuna?!
Sariil miró a los ojos a Varlaami para establecer un vínculo telepático:
«Aunque aparentéis indiferencia, ahora mismo os estáis preguntando qué váis a hacer si muero. Los frangos ya os veneran tanto o más de lo que admiran a Gross. ¿Váis a renunciar al Fruto de la Iluminación por la vida de un bárbaro al que ni siquiera amáis, y cuyo concurso ya no necesitáis? ¿Para qué seguir compartiendo lecho y trono con alguien que os repugna?».
Varlaami esbozó una sonrisa sesgada.
-Retroceded -ordenó a la guardia.
Los frangos titubearon, desconcertados.
-¿Qué significa esto, milady? -demandó Gross.
-Te convertiste en mi consorte porque eras un gran guerrero, el mejor de toda Frangia. Ahora te escondes detrás de tus lacayos para no batirte en duelo con un imberbe al que podrías estrangular con una sola mano. ¿Acaso te has vuelto un cobarde tras pasar siete años en la corte, ocupado en orgías y bacanales, engordando mientras tu espada se oxida en su vaina?
Gross miró a su mujer, sorprendido e inquieto. Además de ser liderados por el mejor luchador, los clanes frangos castigaban con la muerte a cualquier varón que mostrase debilidad o cobardía. Con sus capciosas insinuaciones, pronunciadas delante de sus hombres, Varlaami no le dejaba otra opción que batirse.
-Salid -dijo Gross dirigiéndose a los guardias-. Y cerrad las puertas.
Sariil salió de su cuerpo y devolvió la consciencia a Azrail, que parpadeó como quién despierta de un sueño. La voz de Sariil resonó en la mente de su gemelo:
«Todo va según mi plan. He orquestado un combate singular con el adalid de los bárbaros que conquistaron nuestra tierra a sangre y fuego. Mátalo».
Comprendiendo la situación, Azrail se puso en guardia. La Bestia Rubia sacó su espadón, un arma portentosa de empuñadura dorada y hoja ancha como la de un alfanje.
-Solo tengo que asestar un buen golpe y te partiré en dos, cuerpo-escombro -gruñó Gross-. Y esa «espada» anoréxica que usas no va a detenerme -añadió desdeñosamente.
-Quién necesita un arma pesada no confía en su destreza -replicó Azrail fríamente-. Puede que no sea grande y fuerte, pero soy rápido. Y para partirme en dos primero tienes que acertar, gorila.
El hombretón se abalanzó sobre el joven como un perro rabioso. Cuando las hojas chocaron, saltaron chispas y la fuerza del impacto fue tal que obligó al chico a retroceder. Gross volvió a la carga con un tajo vertical que Azrail esquivó echándose a un lado mientras, con un hábil sesgo, hería la frente de su oponente. La sangre cayó sobre su único ojo sano, cegándolo. Con un aullido de rabia, Gross descargó un tajo horizontal que Azrail eludió fácilmente.
-¡Cobarde! -gritó Gross mientras intentaba limpiarse la sangre del ojo-. ¡Deja de danzar como una ramera y lucha como un hombre!
Azrail respondió a la pulla con una media sonrisa. Gross cargó, asestando tajo tras tajo en un intento de aprovechar su mayor tamaño, fuerza y peso para avasallar a su oponente. Manteniendo la calma, Azrail desvió las arremetidas de su oponente, fintando hasta que se presentó su oportunidad. Con una precisa estocada, el muchacho seccionó la arteria femoral del hombretón, que cayó de rodillas mientras empezaba a desangrarse. Desesperado, Gross ensayó un último tajo, que Azrail esquivó saltando ágilmente hacia atrás.
-Así siempre a los tiranos -sentenció Azrail mientras sacudía la sangre de su espada.
-¡Guardias! ¡Matadlo! -gritó Gross.
Los frangos abrieron las puertas y se aprestaron a entrar, pero una mirada de Varlaami bastó para que se detuvieran, sumisos al femenino influjo.
-Milady… -suplicó Gross.
Varlaami respondió con una sonrisa sesgada.
-Las mujeres no han sido hechas para proteger a los hombres, sino los hombres a las mujeres. Adiós, querido esposo.
Gross luchó en vano para resistirse a la muerte: jadeando, a cuatro patas, aferrando inútilmente su espadón como si así pudiera aferrar su vida. Segundos después su vista se nubló y cayó al suelo, al charco formado por su propia sangre. Gross, la Bestia Rubia, muríó tal como había vivido: como un caballero a los pies de su dama, como un perro a los pies de su ama.
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Capítulo X – Sacrificio
https://elangeldelomega.wordpress.com/2 ... acrificio/

Azrail envainó su acero. De pronto, todo a su alrededor desapareció. Todo excepto Sariil, que se alzaba frente a él.
-Tu espada es un portento, hermano.
-Agradezco tus palabras, aunque no sé si las merezco. Gross era fuerte, carnoso y brutal, pero también avejentado y cansado, lento y torpe. Una sombra del imbatible luchador que en su día cruzó espadas con mi maestro… ¿Para que me has traído aquí, al interior de mi propia mente? -atajó.
-Te he traído aquí porque hay ciertos detalles sobre mi plan, algunos de los cuales te afectan directamente, que omití en la conversación que tuvimos en el cementerio… Desde este momento, necesitaré disponer de todo mi maná.
-H-hermano -replicó Azrail, adivinando las implicaciones de las palabras del mago-. Me necesitas para protegerte.
-En tal caso, déjate absorber por mí. Tu consciencia se disipará, pero tus conocimientos marciales y tus memorias permanecerán unidos a mi mente.
-No. Tiene que haber otra manera. Alguna forma de que podamos seguir viviendo juntos hasta el final.
Sariil esbozó una media sonrisa.
-Tal como pensaba, el deseo de ser mi gemelo eclipsa al deseo de ser mi ángel de la guarda. Por eso eres incapaz de sacrificarte. Pero, sin importar cuanto lo desees, nunca serás humano. Eres una tulpa, un espíritu artificial que ha usurpado el cuerpo de su invocador, y que solo puede sobrevivir parasitando su maná. No puedo absorberte si tú no me dejas, pero sí puedo disiparte, devolverte a la nada. Sabiendo esto, ¿me protegerás una última vez, legándome el arte de la espada?
Azrail permaneción un largo rato en silencio.
-No -dijo finalmente, con la voz rebosante de amargura-. Soy el ángel de la guarda de mi hermano gemelo, esa es mi razón de ser. Si no me reconoces como tu hermano, si para ti no soy más que una tulpa, una herramienta deshechable… ¿por qué debería seguir protegiéndote?
-Para mí la vida, tanto propia como ajena, es una herramienta deshechable, un medio cuyo valor depende de su utilidad para el ideal que da sentido a mi existencia. Considerarte como una tulpa o como mi hermano gemelo es irrelevante, anecdótico. Si eso te ayuda a seguir colaborando con mi plan, no tengo inconveniente en reconocerte como…
-No es irrelevante -atajó Azrail-. Creo, ahora que percibo claramente tu corazón congelado, que me sacrificarías sin piedad aunque fuera tu hermano gemelo, pero la razón por la que necesito parte de tu maná para existir, la razón por la que no poseo cuerpo propio, la razón por la que puedes «disiparme» a voluntad, es que soy una tulpa.
-Comprendo -repuso Sariil-. Te has esforzado tanto por convertirte en humano que has logrado pensar y sentir como tal, sin que tomar consciencia de tu verdadera naturaleza haga diferencia alguna. Incluso has adquirido esa locura pecaminosa que es el apego a la existencia… La tuya es una de las innumerables tragedias acaecidas en este Bienintencionado Error Cósmico que es la Creación.
Sariil extendió la mano hacia Azrail y trazó un sigilo.
-Alef-Mem-Tav en Mem-Tav, Emeth en Meth. En el Nombre de Ihthys, yo te destierro, oh espíritu afín, Azrail.
El vínculo etérico que unía espíritu e invocador se rompió y la tulpa, privada de su fuente de maná, se desvaneció en el vacío, dejando de existir.
Sariil devolvió su consciencia al plano físico, satisfecho por haber recuperado definitivamente su cuerpo.
El mago caminó hasta uno de los lacayos de Gross y le tendió la espada de Azrail.
-¿Qué…? -masculló el frango.
No pudo decir nada más. Los ojos de Sariil atraparon los suyos, y su consciencia quedó atrapada en una niebla verdegrís que lo envolvió y se solidificó en un muro de hielo.
«Sal de palacio sin ser visto ni oído, y entierra esta espada donde nadie, ni siquiera tú, pueda encontrarla».
El frango, hipnotizado, tomó la espada de las manos de Sariil, saludó al mago con una inclinación de cabeza y se marchó a cumplir el encargo ante las atónitas miradas de sus camaradas. Varlaami se acercó a Sariil por detrás.
-Creo que deberías usar tu magia blanca con Kanavos -susurró-. Me he tomado algunas licencias, y no nos será útil si está demasiado roto como para cumplir su parte en nuestro plan… -añadió, dejando entrever oscuras implicaciones.
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

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Capítulo XI – Canto de Cisne
https://elangeldelomega.wordpress.com/2 ... -de-cisne/

El guardia abrió a Sariil la verja de la celda y le dejó a solas con el prisionero sin decir una sola palabra. Kanavos estaba sentado en el suelo, encadenado a la pared. Aunque en apariencia ileso, su mirada extraviada revelaba heridas invisibles, tan o más crueles que las de un látigo o cualquier otro instrumento de tortura.
-¿Te han violado, verdad? -inquirió el mago suavemente.
Kanavos salió de su aturdimiento y miró con odio a Sariil.
-Lo sabes muy bien, malvado. Me despertaste para que ella pudiera hacerme esto.
-Te equivocas -replicó Sariil-. Te desperté porque, como Portador del Poder Temporal, tu concurso es imprescindible para invocar las Llaves del Cielo. Tu humillación a manos de Varlaami no tiene nada que ver con mi plan.
-¿La Llaves del Cielo? ¿Entonces, el Hierofante Palamas…?
-Está muerto. Ahora yo, Sariil, encarno la Autoridad Espiritual. Por eso mi magia ha podido despertarte.
-…Supongamos que te creo -dijo Kanavos-. ¿Te habrías negado a hacer tratos con ella de haber sabido que iba a deshonrarme… o soy solo un daño colateral?
Sariil desvió la mirada.
-No puedo saberlo. Tu sufrimiento, como el mío y el de todos los seres, es solo una gota en el Océano de Dolor, el Valle de Lágrimas que es este mundo -dijo el mago.
Kanavos estrechó los ojos.
-Cuando una pregunta solo tiene dos posibles respuestas, una de ellas incómoda, y te niegas a responder, en cierto modo ya estás respondiendo. Que fácil es sacrificar a otros…
-No me has entendido -adujo Sariil-. No puedo saberlo porque, responda lo que responda, solo te estaría diciendo lo que creo que habría hecho. Dado que ya ha ocurrido, nunca podré hacer esa elección, ergo nunca sabré con seguridad lo que habría elegido. ¿Acaso quieres que te responda con una mera especulación?
-Que filosófico -replicó Kanavos, su voz rezumante de amargura-. Que alguien como tú pueda usar magia blanca sugiere que los frangos tienen razón en su creencia de que el Diablo es el Lado Oscuro de Dios.
-Seamos pragmáticos -atajó Sariil-. Tu alma ha sufrido una herida crónica. No estás en condiciones de ayudarme a invocar las Llaves, y probablemente no lo estarás nunca. Además, dentro de tres meses Elelefs retornará al mundo para reclamar tu cuerpo y tu alma. No tienes futuro y tu presente, gracias a Varlaami, es una pesadilla de la que solo la muerte puede liberarte…
Kanavos rió con amargura.
-¿De qué me serviria suicidarme? Soy un nafil, un humano artificial formado con magia negra en el vientre de una estéril. Mi cuerpo está destinado a ser el receptáculo del Diablo, mi alma a ser absorbida por la suya. Soy, por nacimiento, un Hijo de la Oscuridad. Haga lo que haga, sé que cuando mi alma se separe de mi cuerpo, arderá en el Infierno.
-¿Acaso no es el Diablo un ángel, un ser creado por Dios? -replicó Sariil-. Su espíritu, como el de todas las criaturas, emana del Espíritu de Dios, y podría retornar a Él si se arrepintiera. ¿Por qué Varlaami ha torturado tu alma sin herir tu cuerpo, sino porque sabe que solo tu cuerpo está destinado, que tu alma podría salvarse, que la fe puede incluso transmutar la Oscuridad en Luz? Si, a causa del veneno espiritual de Varlaami, no puedes confiar en el Creador, al menos confía en Ihthys, el Avatar de la Luz de Dios.
-¿Ihthys? ¿Como puedo confiar en un Avatar que ni siquiera pudo salvar a Su Logia de la destrucción, que ni siquiera pudo salvarse a sí mismo del tormento y la muerte? -inquirió Kanavos.
-Ihthys nunca promete la salvación material, solo la espiritual -replicó Sariil-. Su Reino no es de este mundo, y no puede ser de otra manera, porque este mundo es el Reino del Diablo. En otras Palabras, Ihthys es el Dios del Espíritu y Elelefs es el Dios de la Materia, que es el Cadáver de la Creación Asesinada por la Oscuridad. Tienes libre albedrío, oh Arconte, para elegir entre Espíritu y Materia. Aunque, ¿que te ofrece ya la Materia, salvo ultraje y desesperación?
Kanavos guardó silencio.
-De acuerdo -dijo finalmente-. Dame la muerte.
-Mírame a los ojos, Arconte.
Kanavos alzó la cabeza y su mirada se perdió en el hielo verdegrís de los ojos de Sariil. Sintió que algo se soltaba en su mente y trató de moverse, inquieto. Y en esta ocasión lo consiguió.
Kanavos se miró las manos, sorprendido. Las cadenas habían desaparecido.
-¿Qué…? ¿Cómo lo has hecho? ¿Qué has hecho con las cadenas?
-Las cadenas nunca han existido más que en tu mente, Arconte. Eran una ilusión, uno de los hechizos de Varlaami. Y ahora…
En la mano de Sariil apareció un arpa, que tendió a Kanavos junto a un pergamino.
-Son Palabras de Poder, encriptadas en notas musicales -explicó el mago-. Vacía tu mente de todo pensamiento salvo el deseo de expirar y, con la última nota, tu corazón dejará de latir.
Kanavos, que era un excelente arpista, memorizó el pergamino y empezó a tocar, decidido y sereno, sumido en una suerte de trance. Sus dedos volaban ágiles sobre las cuerdas del arpa y ejecutaban aquella música, una arcana melodía cuyas notas, entretejidas, destilaban en sonido la quintaesencia de la melancolía, del dolor y de la amargura de un alma agonizante.
Finalmente, la última nota escapó del arpa y se quedó flotando en el aire, como rehusando abandonar aquel lugar. Un instante después, el nafil expiró, y su cuerpo inerte se convirtió en piedra.

-¿Por qué has matado a Kanavos? -demandó Varlaami, abriendo de par en par las puertas de los aposentos de Sariil. Su voz rezumaba ira, la ira del tirano que siente que ha perdido el control.
Sariil, que meditaba sentado en su lecho, esbozó una media sonrisa. Había mudado las oscuras ropas de Azrail por su blanca túnica de Iniciado, y la Tiara Solar ceñía sus sienes.
-Porque no estaba, ni habría estado nunca, en condiciones de colaborar.
-¿Quieres que te queme en la hoguera? -siseó la Falsa Arconte-. Sin el concurso de Kanavos no puedes invocar las Llaves del Cielo. Ya no me sirves para nada y tu insolencia empieza a cansarme.
-Os equivocáis -replicó Sariil fríamente-. Ahora que el alma atormentada de Kanavos ha volado junto a Ihthys, puedo usar la Corona Lunar para elevar a un nuevo Arconte.
-…Puede que me haya precipitado al amenazarte -repuso Varlaami, recuperando su habitual voz suave-. Adelante, Sariil. Conviérteme en una Verdadera Arconte.
Sariil se incorporó y caminó hasta situarse justo frente a la Falsa Arconte.
-Inclináos -dijo el chico.
Los ojos de Varlaami relampaguearon de ira.
-El Rito de Coronación requiere de un gesto hacia mi Autoridad Espiritual -atajó Sariil-. No difiere mucho de trazar un sigilo, así que sugiero que dejéis a un lado ese absurdo orgullo.
De mala gana, Varlaami se arrodilló y Sariil, hieráticamente, tomó la Corona Lunar de las sienes de Varlaami y la sostuvo en el aire, con ambas manos, mientras recitaba la arcana fórmula:
-Yo soy los Cielos, tú eres la Tierra, yo el Sacerdocio, tú la Nobleza. Por la Autoridad Espiritual que me concede la Santa Logia, yo te nombro Arconte de Rumeli, Portadora de la Corona Lunar. Que el Poder Temporal te sea concedido. Amin.
Sariil colocó la Corona Lunar sobre las sienes de Varlaami, trazó la Señal de Ihthys y le indicó con un gesto que se pusiera en pie. Cuando se incorporó, la nueva Arconte sintió que un vínculo, semejante al del matrimonio, había unido su maná al del Hierofante.
-Excelente -dijo Sariil-. Esta noche, frente al Espejo de Daat, invocaremos las Llaves del Cielo.
-¿Esta noche? ¿Por qué tanta premura? ¿Acaso no faltan tres meses para el Amanecer de la Edad de Acuario? -adujo Varlaami.
-Os equivocáis -replicó Sariil-. En el Templo Invisible el tiempo pasa de forma diferente, tal como en un sueño. Si no atravesamos el Portal esta misma noche, nuestras ambiciones se harán añicos.
Varlaami frunció el ceño. Si desaparecía durante tres meses ahora que Gross estaba muerto, los frangos volverían a ser lo que habían sido siempre: clanes enzarzados en una guerra interminable por la supremacía. Eso conduciría inevitablemente a la anarquía, en especial si, como era de esperar, los rumelios aprovechaban para intentar sacudirse el yugo de sus bárbaros conquistadores.
-¿Por qué os inquietan tales minucias? -dijo Sariil, adivinando sus pensamientos-. Una vez retornemos a Ykumini convertidos en Dioses, rivalidades y rebeliones dejarán de ser un problema…
Última edición por Uriel el 09 May 2022 03:22, editado 1 vez en total.
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por Uriel »

Capítulo Final – El Fantasma Viviente
https://elangeldelomega.wordpress.com/2 ... -viviente/

A la hora acordada, Varlaami se reunió con el mago que, de pie frente al Espejo de Daat, ya había completado los preparativos del ritual. Un círculo sigilizado, sumado al humo de incienso y la luz de los cirios, impregnaban la cámara de todo el maná necesario.
Sincronizando sus respiraciones, Hierofante y Arconte unieron sus mentes para hablar con una misma voz:
-Vav es Shin: Unión en la Dualidad. Heh es Mem: Realidad en la Ilusión. Yod es Alef: Tiempo en la Eternidad. Nosotros, bajo la Luz de la Estrella de los Magi, invocamos las Llaves del Cielo.
Una Llave de Luz Plateada se materializó en la mano de Sariil, una Llave de Luz Dorada en la mano de Varlaami. Al únisono, como dos cuerpos poseídos por un mismo espíritu, introdujeron las etéreas Llaves en las dos columnas y giraron en direcciones opuestas.
En el Espejo apareció el firmamento, la Constelación de Acuario, coronada por la Estrella de los Magi. Sariil tendió su mano a Varlaami.
-Como es Arriba, es Abajo -sentenció Sariil-. Allí, en la Estrella de los Magi, se halla el Templo Invisible. Venid conmigo…
Algo turbada, Varlaami tomó la mano del joven mago. Así, juntos, caminaron a través del Espejo de Daat, viajando por los caminos de la magia hasta la Estrella de los Magi.

El Templo Invisible recordaba en forma y tamaño al Templo de Vyzantion aunque, en lugar de porfirio, estaba hecho de una suerte de cristal que absorbía y multiplicaba la luz estelar. Bajo la cúpula, plantado en un estanque de mercurio, se alzaba el Árbol de la Iluminación, la Quintaesencia del Poder de Dios. Su tronco y sus hojas eran blancos como la leche, sus frutos semejantes a pequeñas manzanas doradas como la miel.
-Aguarda aquí, querido -dijo Varlaami-. Yo te traeré el Fruto para que comamos juntos.
La Arconte fue hasta el Árbol, arrancó uno de los Frutos y comió, sus labios curvados en una mueca despectiva. No tenía intención alguna de compartir la Divinidad con nadie, y mucho menos con un mocoso advenedizo.
Un instante después, Varlaami estalló en llamas y, con un postrer grito de agonía, se consumió hasta convertirse en ceniza.
Sariil esbozó una media sonrisa.
«Tal como lo planeé. Gehenna, el Fuego Infernal generado por el contacto entre la Luz Increada y la Oscuridad del Alma, forma la Espada de Fuego que protege de la impureza al Fruto de la Iluminación… Jaque mate, Gran Ramera».
Pasando con indiferencia sobre las cenizas de la Arconte, Sariil tomó otro de los Frutos y comió. Tenía un gusto exquisito, más delicioso que cualquier manjar terrenal, y pronto se deshizo en su boca y entró en su cuerpo como néctar de ambrosía. De pronto, ante los ojos del joven, apareció una Luz de Perfecta Belleza: la Luz Increada, la Luz de Ihthys.
Un instante después, la Luz se desvaneció.
Sariil tomó entonces una daga que llevaba prendida del cinturón, la daga de Azrail, y contempló su reflejo en la parte plana de la hoja. Los cabellos del joven se habían tornado plateados como los cabellos de los ángeles, signo inequívoco de que su cuerpo había absorbido el maná del Fruto de la Iluminación.
Exultante por el éxito de su grandioso plan, Sariil alzó los brazos al cielo, cerró los ojos y, sumiéndose en un trance místico, formuló el que debía ser el último hechizo que se pronunciara en el mundo:
-¡Manifiéstate, oh Ihthys, como un Diluvio de Luz Increada, pues la Creación es un enfermo incurable cuya única esperanza reside en la aniquilación! Que mi espíritu se una a Tu Espíritu, de donde emanó, que mi alma duerma eternamente en Tus Brazos. Libérame, oh Ihthys, de las Cadenas de la Materia. ¡Yo te invoco, oh En-Sof-Or, Luz Infinita que extingue la Existencia! Que el Reino del Diablo sea consumido… por la Luz.
Sariil sintió como el maná salía de él, puro y santo como una aureola… pero no ocurrió nada. Ni una visión, ni un mensaje telepático… nada. Despertando del trance, Sariil abrió los ojos y supo que algo había salido mal. No había ni rastro del Árbol ni del Templo, solo un mar de dunas. Aunque era mediodía en pleno desierto, la luz del sol le parecía mortecina, demasiado atenuada como para deslumbrar. Sariil no sentía calor, ni frío… ni nada. Notó además que la Tiara Solar había desaparecido de sus sienes, sustituída por su sencillo gorro de Iniciado.
«…No he podido impedir la Edad de Acuario» -dedujo Sariil-. «Pero, ¿por qué? ¿Por qué un hechizo imbuido con el maná del Fruto de la Iluminación, formulado para invocar el Juicio Final, me ha teletransportado de vuelta a Ykumini?».
El mago sonrió torvamente.
«No resta sino fenecer. Si la esperanza existe, ha de venir de Dios, pues el hombre no puede vencer al Destino. Solo era cuestión de tiempo que Ykumini se unificara bajo el manto de la Sempiterna Oscuridad… «.
Sariil deslizó la daga por su cuello a fin de cortarse la yugular. Fue como intentar cortar humo: su carne dejó pasar la hoja sin derramar una sola gota de sangre. Ni siquiera sintió dolor.
«¡No!» -pensó, mientras lágrimas amargas corrían por sus mejillas-. «¡¿Por qué no muero?! ¡¿Por qué no puedo morir?!».
El mago no tuvo más tiempo de ponderar el enigma, pues ante sus ojos se materializó un ángel de ropas púrpuras y alas blancas, cabellera plateada y ojos dorados. La Corona Astral ceñía sus sienes, y tenía la mirada más malvada que Sariil hubiera visto nunca, con pupilas de las que emanaba, como una espeluznante luz negra, toda la Oscuridad de la Creación.
-El Dios de Este Mundo, Elelefs… -dedujo Sariil.
-¿De verdad creías que podías vencer al Destino, Hijo de Adamas? -dijo Elelefs. Su voz era, a la vez, inhumanamente melodiosa e inhumanamente perversa-. Tu conspiración solo ha tenido lugar porque yo la he permitido. Yo sabía que el Fruto de la Iluminación solo concedería su maná a un corazón puro, pero que solo un corazón oscuro sería capaz de cometer los pecados necesarios para llegar hasta el Fruto. Has estado jugando a un juego amañado.
-Si mi corazón fuera oscuro la Espada de Fuego me habría consumido, tal como consumió a tu profetisa -objetó Sariil-. Que haya podido absorber el maná del Fruto demuestra que hay luz en mi corazón, aunque sea una luz crepuscular.
Elelefs rió con malignidad.
-¿Crees acaso que el que tu cuerpo no haya ardido significa que el Fruto reconoce tu alma como pura? ¿Eres consciente de lo que afrontas? -inquirió-. Tú que lamentas, por encima de todo, tu propia existencia, vagarás por Ykumini hasta el Fin de los Tiempos como un fantasma viviente. Buscarás la muerte pero no la hallarás, anhelarás el sueño pero este nunca vendrá a ti. Nunca dormirás, Sariil, nunca descansarás. Gritarás y nadie te oirá. Verás a los mortales como a través de un velo (tal como ves el sol), pero ellos no te verán a ti. Si ahora pudieras cambiar este destino por el de Varlaami, ¿acaso no lo harías?
El joven mago se imaginó ardiendo en un fuego capaz de reducirlo a cenizas en segundos, imaginó que pasar por esos instantes de excruciante agonía fuera la única forma de llegar hasta la muerte, hasta la paz, hasta la libertad, y comprendió que Elelefs tenía razón.
-Lo que sugieres tiene lógica -admitió Sariil fríamente-. He manipulado y sacrificado a otros como a piezas de ajedrez, algo por lo que muchos me considerarían un villano, un malvado al que Dios, a través del Fruto, ha aplicado el castigo que merecía… Como he dicho, tiene lógica. No obstante -añadió-, es una lógica legalista. Como místico, como verdadero Ihthiano, sé que Eliun es un Creador Incondicionalmente Amoroso, y que el pecado no es un crimen que deba ser castigado sino una enfermedad que ha de ser sanada. Varlaami ardió porque era incurable, oscura como la noche, de modo que ejecutarla era lo más misericordioso que podía hacer el Fruto. Yo me he transformado en un fantasma viviente, un ser a medio camino entre los ángeles y los mortales, porque un alma crepuscular como la mía solo puede absorber una parte del maná del Fruto…
Sariil calló de pronto y esbozó una media sonrisa.
-…Dime, Elelefs -dijo-, ¿por qué no me torturas?
-Ya te estoy torturando, necio -replicó el Diablo.
-Me has entendido perfectamente -atajó Sariil-. Soy un hombre de cuerpo débil y mente poderosa. ¿Por qué perder el tiempo con la tortura psicológica cuando el dolor físico sería mucho más eficiente para someter mi voluntad? ¿Por qué no intentas ponerme la Marca, como de acuerdo a las Escrituras harás con todos los mortales que tengan la desdicha de vivir en la Edad de Acuario?
Elelefs no respondió y Sariil supo que había dado en el blanco.
-No me atormentas fisicamente porque no puedes, y la razón por la que no puedes es la misma que te impide ponerme la Marca, la misma que me impide tomar mi vida o sentir dolor: estoy atado a la Materia, pero no estoy sometido a la ella, no formo parte de ella. Retornar a Ykumini como un fantasma viviente es un don, no un castigo -añadió-. Ahora tengo toda una Edad para meditar, para sanar mi alma de la Oscuridad que la ha infectado por el camino, sin que criatura o necesidad alguna perturbe mi contemplación.
El Diablo sonrió desdeñosamente.
-Que ingenuo eres. La Marca es solo un medio para sellar las almas en la Oscuridad. El mejor, sin duda, pero no el único, ¿o acaso no ha habido almas condenadas antes de esta Edad? -inquirió-. Ni siquiera el Juicio Final, la destrucción del Espacio-Tiempo por la Luz Increada puede privarme de mi cetro, pues arder en la Luz solo alimentará la Oscuridad de mi corazón, así como la de todas las criaturas a las que he corrompido. Ese es mi Reino de Oscuridad Infinita, que me hace semejante a Eliun y Su Reino de Luz Infinita. En cuanto a ti, estás atrapado en una paradoja. ¿Como vas a arrepentirte de pecados que, como bien sabes, necesitabas cometer para llegar hasta el Fruto y recibir tu «don»? Aunque quieras, no puedes arrepentirte, lo que significa que tu alma es incurable.
-Está escrito: pujó la Ley, y sobrepujó la Gracia -replicó Sariil-. Aunque no pueda arrepentirme, me arrepiento de no poder arrepentirme y, como eso es todo lo que puedo dar, sé que Ihthys acepta mi ofrenda tal como aceptó las dos monedas de la viuda pobre. Quizá necesite mil años de meditación, pero sé que puedo sanar mi alma y que, una vez que lo haga, mi invocación llegará hasta Dios y la Luz Increada descenderá para cumplir mi deseo: expirar mientras veo como la Creación se consume ante mis ojos.
-Sigue soñando… -repuso Elelefs sarcásticamente.
Un instante después, Sariil estaba solo. El joven esbozó una media sonrisa.
«Esta escrito: resiste al Diablo y este huirá».
Sentándose en la cima de una duna en la posición del loto, Sariil se concentró en el Mantra de Ihthys, el mayor generador de Luz Interior que existe. Los pensamientos del muchacho se sincronizaron primero con su respiración y luego con sus latidos, hasta sumirlo en un profundo trance, un trance que elevó su consciencia hasta un plano sagrado, un plano donde la voz del Diablo no podía llegar:
«Oh Señor Ihthys, ten piedad de mí, un miserable pecador. Oh Señor Ihthys, ten piedad de mí, un miserable pecador. Oh Señor Ihthys, ten piedad de mí, un miserable pecador…».
Última edición por Uriel el 09 May 2022 03:24, editado 1 vez en total.
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por Uriel »

Apéndice: Ilustraciones de Personajes (perdonad si los colores están algo desvaídos, el escáner de mi impresora no es muy bueno):
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Azrail Niño
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Gato Espectral
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Aetios
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Sariil Niño
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Gorgo
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Kurgos
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Rasnis
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Palamas
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Azrail Adulto
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Korais
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Sariil Adulto
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Varlaami
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Kanavos
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Gross
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Elelefs
Gracias a los lectores en general y en particular a Cuentos Peques y Lucía por comentar. Como es mi primera novela temía que no tuviera buena calidad pero veo que ha gustado bastante. Cualquier pregunta o crítica es bienvenida!
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por lucia »

Un buen fin en que nadie gana por completo y algo de esperanza queda.

Los dibujos son un tanto manga, ¿no?

Otra cosa, después de leído todo, reduciría la extensión del prólogo a lo mínimo imprescindible, que sería la leyenda y poco más.
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por Uriel »

@lucia
Gracias. El final está pensado como una conciliación de los opuestos: la tragedia y la esperanza, el destino y el libre albedrío, el antihéroe y el santo. Es quizá un ejemplo de lo que Tolkien llamaba eucatástrofe.

En efecto, los dibujos son de estilo manga (por alguna razón ese estilo me atrae especialmente).

¿Quieres decir que debería eliminar los últimos párrafos en los que hablo de la conquista de Rumeli por parte de los frangos, el destino de Kanavos y demás? Puede ser buena idea, al fin y al cabo son datos que ya se dan a lo largo de la narración.
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por lucia »

Todo lo que puedas, ya sea porque se cuenta después o porque no venga a cuento. Tal como está ahora queda como si fuera una enumeración y puede hacerse pesada.
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por Uriel »

lucia escribió: 28 Abr 2022 19:38 Todo lo que puedas, ya sea porque se cuenta después o porque no venga a cuento. Tal como está ahora queda como si fuera una enumeración y puede hacerse pesada.
Siguiendo tu consejo he suprimido los últimos párrafos del Prólogo (ya de paso he sustituído "Sumo Iniciado" por "Hierofante", que además de ser sinónimo suena más poético). ¿Hay algo más que debería pulir?
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por Uriel »

Acabo de caer en la cuenta de que he olvidado postear un elemento esencial en cualquier libro: la Portada. Procedo:
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He optado por una combinación de minimalismo y simbolismo, con un esquema de colores de blanco sobre negro para simbolizar la lucha entre la Luz y las Tinieblas que es la temática principal de mi novela. El título está en fuente Papyrus para darle un toque egipcio (se me antojó apropiado para una novela esotérica). La Omega, que simboliza el Fin de los Tiempos, se une al Punto de la Manifestación para formar un Sigilo que invoca el Juicio Final (de ahí mi lema "Que el Reino del Diablo sea consumido por la Luz").
¿Os parece una buena portada o se podría mejorar en algo?
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por lucia »

Pon el título en negrita.
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por Uriel »

@lucia
Gracias pero ya está en negrita, aunque no lo parezca por lo fino que es el trazo de Papyrus. He aquí el título en Papyrus normal y negrita para que compares:
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Si lo del título en negrita es importante solo se me ocurre usar otra fuente en la que la diferencia sea más clara. Por ej Palatino Lynotype:
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Re: Omegangelion (Novela fantasía oscura)

Mensaje por lucia »

Vale, que no puedes modificar la fuente a tu gusto. Entonces no he dicho nada.
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