El maullar del muerto (Fantasía)

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Oliverso
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El maullar del muerto (Fantasía)

Mensaje por Oliverso »

Esta historia toma de base algunas cosas de mi anterior relato "El hotel infinito". No es necesario leer uno para entender el otro, únicamente comparten especie protagonista.

...
El maullar del muerto.
Lovecraft cayó aquí una vez, y escribió sobre el bosque de las miradas, y de la ciudad hundida, y de lo que yace en el umbral, solo que con nuevos nombres, porque los nombres originales —decía mi abuelo— venían de antes que los recuerdos.

No encontraras a un infinito tan viejo y sabio como mi abuelo. Viejos hay muchos, pero sabios… La eternidad es quizás nuestra característica primordial, la sabiduría sin embargo es un rasgo que la mayoría pierde, porque en la longevidad adquieren un desapego a todo: El amor, el odio, la esperanza, el deseo, y hasta el conocimiento. Yo antes a la muerte la tomaba a risa, a cosa ajena, y mi abuelo de joven también se reía, pero en sus viajes conoció la visión de inmortales funcionales vueltos cascarones huecos… No por obra enemiga, sino por los coletazos de sus vivencias y deseos, o la idea de que intentar algo conlleva al fracaso y al dolor. Grises, catatónicos, acurrucados en esquinas donde el tiempo se olvida de soplar. Existen muchos tipos de muerte, destinos que no le desearías ni a tu némesis.

Mi primer roce con la muerte sucedió a mis ocho o nueve años de edad, y cuidado con este dato, porque los años para nosotros se cuentan por siglos. A los infinitos la inocencia nos dura mucho, de ahí que en nuestra inmortalidad temprana nos mantengan apartados de los finitos, que aprenden a pelear antes de dialogar, y amar antes de comprender. Mi abuelo, mi madre, y yo, vivíamos en un pueblito a borde del mar del callo, porque cuando se obtuvo la memoria también se obtuvo el olvido, y lo olvidado necesitó caer en algún lado cuando el polvo no diese abasto. Entiendo que para algunos sonará triste, pero para mí aquel mar opaco y despojado de olas, llenó mi infancia de alegrías. Mi abuelo y yo salíamos en el bote a pescar calcetines, juguetes, libros, ruedas, y hasta mascotas, bolas de pelos o de escamas empapadas y asustadas, que pataleaban o aleteaban sin entender cómo pasaron de una estación de tren o de un asteroide, al agua. También abundaban las computadoras y las cabinas telefónicas. Me impresionaba la coincidencia de que muchos finitos, tan variados y separados por espacio y rocas que giran, inventasen aparatos que en actividad eran la misma cosa.

Madre siempre tenía la cena preparada cuando las montañas se envalentonaban. En el horizonte, titanes de espalda arbolada enderezaban su postura para competir con las estrellas, y del cielo se apoderaban tonalidades naranjas y rosas pastel. Mi abuelo explicó que al principio la baladrada siempre funcionaba, que las estrellas pasaban a arder tímidas, y se escondían detrás de LA LUNA. Aunque los astros no tardaban en recordar que eran legión, y reaparecían consumiéndose con fiereza, asustando a las montañas que volvían a encorvarse hasta que el odio superase al miedo, repitiendo el ciclo. “Qué tontas las montañas” dije esa vez, y mi abuelo afirmó que la refriega servía de señal para dejar de pescar y volver a casa, y que por ello tendríamos que estar agradecidos, y que toda cosa por la que valga dar las gracias hay que apreciarla, porque todo lo preciado puede perderse.

Ocupamos las sillas alrededor de la mesa. Madre sirvió peces y frutas que ya no se veían en los océanos o en las junglas de los hombres. Cuando inhalé el rico vaho del aceite sazonado con especias y cítricos, llegó a mi nariz el hedor extranjero, y lo mismo pasó en la casa de mis amigos, y de los niños con los que no me llevaba bien, y estoy seguro que hasta la bruja en el risco viró la cabeza de su caldero y se preguntó qué era esa peste. Por la ventaba que iba a la plaza, vi a los vecinos saliendo de sus casas, confundidos y asqueados, reuniéndose y preguntando qué ocurría.

Topo, el de la biblioteca, con una enciclopedia multiversal que se escribía sola bajo su escuálido brazo, y unas gafas de cristal tan grueso que le permitían ojear la letra apachurrada de susodicha guía, tosió para aclararse la voz y explicó la razón. Pero como nadie lo escuchaba por considerarlo un cretino, pasó a gritar la revelación: ¡Una guerra! Colocar cada letra en mayúscula trasmitiría mejor lo que su agudo grito llegó a ser, tan alto que reventó un par de ventanas y toda la bajilla de mi madre —esa que guardaba para ocasiones especiales—, pero Topo no es LA LUNA. Todos lo miramos en silencio como señal para que termine de explicarse.

El país de los gatos cayó en guerra con el país de los perros, dijo él. Mi abuelo me contó luego que eso no era raro, lo extraordinario era que llevasen tanto tiempo sin masacrarse… Quizás los últimos roces belicosos entre los perros y los monos retardaron el conflicto. El caso es que ocurrió una carnicería, y la sangre y la carne perdida pronto se llenaron de larvas y moscas, cuya peste se convirtió en una mujer etérea, desdentada, pero con piernas muy sensuales y largas —Y aunque en ese tiempo poca idea tenía del significado sensual— Sí que la noté llegar, porque entonces mi cara se frunció y mi estomago se estremeció. Lo que a todos nos sorprendió es que no viniera sola.

Jugaba al escondite con mis amigos cuando apareció. Un gato con sombrero, casaca, y bastón, que andaba de pie como los hombres, llegó con el cuello abierto y la peste enganchada al brazo. Enseguida me di cuenta que no le gustaba asumir a la peste de pareja, pero poca solución tenía para desanclarla. Mis amigos corrieron, y yo también huí para avisar a mi madre, aunque no sin dejar de pensar, que elegante era el gato y qué bonito su pelaje plata blanquecino. Pero que mal me cayó la novia.

El gato con sombrero visitó cada entrada, tocando para buscar un lugar donde cenar y dormir, porque la peste lo desgastaba, y le dejaba el cuello abierto, costroso, y plagado de gusanos, que apenas se desprendían escapaban para evitar ser pisados por los tacones de la mujer verde. Como nadie era capaz de soportar a la pareja, le trancaban la puerta en la cara o lo echaban, ya sea a gritos, cubetazos de agua, o zarandeando cuchillos. Es como si no importara que tan noble, o valiente, o generoso fuese el felino, con la peste al lado resultaba siempre un paria. El gato escapaba, a lo mucho bufando y lanzando zarpazos al aire, pero cada vez con menos fuerzas para una búsqueda difícil y desesperada.

Mi mama tenía preparada una cubeta con agua helada detrás de la puerta, fácil tomar, fácil lanzar. Mi abuelo sin embargo se encerró en su taller, en una labor misteriosa, donde lo único que podía hacer para entender era pegar la oreja a la puerta del taller y escuchar el rozar de la lija contra la madera. A mis oídos también llegó las anécdotas de los vecinos, sobre como el gato se presentaba como un caballero de un importante país, de cómo fue herido en batalla y conoció a su pareja, de cómo acaba de llegar y no conoce a nadie, de cómo tiene miedo y necesita un lugar para dormir.

Las puertas se trancaban con golpes cada vez más cercanos y sonoros. Faltaba nada para llegar a nuestro hogar. Por la ventana, vi la silueta ensombrerada evitar inteligente la casa de la bruja, porque aun decaído, el gato sabía diferenciar entre un caldero y un lecho. Observé todo con la cara pegada al cristal, lo vi caminar más allá de la cerca, mover con cuidado la puertilla, acercarse cojeando por el camino empedrado, y la peste aun pegada y estorbándole cada paso. Lo que otros llamarían corazón en mi se contrajo, y aun con la mujer verde repeliéndome, quise salir a ayudar. Me separé de la ventana para convertirme en héroe, pero al volver la cara encontré a mi madre, que con la sabiduría de quien pare a uno, me miró con ojos fulminantes prediciendo mis intenciones, reprochándomelas, y la cubeta llena entre manos.

Tragué saliva y me devolví al cristal para hacerle señas al gato, queriendo que se aleje y evite el baño, pero mucha fue mi sorpresa cuando vi a mi abuelo junto al felino. Intercambiaron palabras que no entendí, y pronto los tres: Mi abuelo, el gato, y la peste, enfilaron a la playa. Mi madre se quedó esperando con la cubeta en brazos, y como no le quise arruinar sus expectativas, me escabullí en silencio por la puerta trasera de la casa.

Cuando llegué a la playa, y el césped debajo de mí cambió por polvo de estrellas, me escondí detrás de una roca lo bastante grande para ocultar mi cuerpecito, y espíe. Vi en las faldas del mar del callo un bote de madera finamente tallado, con una fuente de leche tibia y una cama de bolas de estambre. Mi abuelo ayudaba al gato a subir a su reciente creación, y el noble animal aceptó totalmente mudo… Incluso en la distancia noté lo tembloroso de sus patas y lo vidrioso de sus ojos, frágil como la llama de una vela. Mi abuelo también le echó una manta sobre los hombros para que combata el frío. La peste tendió la mano al sabio infinito para que la ayudase a subir, pero él la ignoró, y ella refunfuñado subió sola. Mi abuelo empujó la popa con ambas manos. Yo salí de mi escondite y corrí donde él para ayudar. El bote se desprendió de la costa, flotó sobre el mar del callo, y con el soplido del tiempo la figura del gato ensombrerado se perdió en el lejano olvido. Mi abuelo y yo nos quedamos contemplando el horizonte hasta que se tiño de oscuridad, entonces le pregunté por qué le ayudó. Jamás olvidaré su respuesta:

—Todos merecemos un lugar donde morir.

Fin.
Snorry
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Re: El maullar del muerto (Fantasía)

Mensaje por Snorry »

Fabuloso!!
Lo he disfrutado sin ambages. Sí intento entrar en detalles afearé mi comentario. Un placer.

Saludos
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Cuentolosiento
Me estoy empezando a viciar
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Re: El maullar del muerto (Fantasía)

Mensaje por Cuentolosiento »

Vas mejorando. Me ha entretenido y gustado, te felicito. :wink:
¿Quién demonios se ha llevado mi gato? Erwin Schrödinger.
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Oliverso
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Re: El maullar del muerto (Fantasía)

Mensaje por Oliverso »

Un gustazo que les gustase 8)
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lucia
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Re: El maullar del muerto (Fantasía)

Mensaje por lucia »

Muy lírico, con ese final tan vikingo y humano a la vez.

Ahora, vajilla es con v :colleja:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Oliverso
Lector voraz
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Re: El maullar del muerto (Fantasía)

Mensaje por Oliverso »

A-Ay, que error más bobo. Empañar, empaña. Pero aún con esas confío que te hiciera tilín.
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Gavalia
Chucho
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Re: El maullar del muerto (Fantasía)

Mensaje por Gavalia »

Tienes alguno más, pero tampoco desluce demasiado, cuestión de corregirlo y a otra cosa. Personalmente me ha costado descifrar el cuento, de hecho todavía estoy en ello, pero en general fluye bien. Supongo que debería leer el otro que comentas y que sirve de base para intentar entender este, reconozco que soy algo bruto, o que como lector no soy tu público.
Por cierto, después de dos puntos, la primera palabra debe ir en minúsculas, aunque hay alguna excepción, pero este no es el caso.
Saludos, escritor.
En paz descanses, amigo.
Toyah
Lector voraz
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Re: El maullar del muerto (Fantasía)

Mensaje por Toyah »

I teresante el como esta redactado coger la idea usas bastantes frases cortos y das una idea
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