Novela sin nombre aún - Capítulo 1 (Suspense)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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marcelo123
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Novela sin nombre aún - Capítulo 1 (Suspense)

Mensaje por marcelo123 »

La noche se quebró repentinamente al escuchar el grito desesperado de una mujer. Me desperté asustado y permanecí inmóvil durante unos segundos, tratando de averiguar si lo que había escuchado era real o un simple juego de mi imaginación. Sin embargo, la sensación de inquietud que se apoderó de mí me hizo levantarme para alcanzar el teléfono.

Eran las 4:39 de la mañana. En el grupo de WhatsApp del edificio, no había ninguna notificación. Ningún mensaje, ningún aviso de los vecinos sobre lo ocurrido. Eso me intrigó aún más. Si alguien más hubiera escuchado el grito, sin duda habría escrito. ¿O acaso solo había sido una ilusión causada por mi mente agotada? Con curiosidad, me levanté de la cama y me acerqué al balcón para ver el jardín del edificio. Alcé un poco la cortina y miré hacia afuera, pero no había nadie a la vista. Todas las luces de los departamentos estaban apagadas, como si el edificio estuviera sumido en un profundo sueño.

Decidí esperar un poco más, atento a cualquier otro sonido fuera de lo común. Las posibilidades se agolpaban en mi cabeza. ¿Podría haber sido el grito de alguien en peligro? ¿estaba pidiendo auxilio? ¿O solo eran jóvenes haciendo una broma de mal gusto? Recordé la ocasión en la que unos idiotas, se pusieron a gritar como pidiendo auxilio para llamar la atención. Pensé en esa posibilidad, pero deslicé el chat hacia arriba y en toda la noche nadie había reclamando por una fiesta o ruido molesto. Además, tampoco se escuchaba nada, no había música, todo era un inquietante silencio.

También vino a mi mente aquel otro episodio en el que escuché unos gritos resonando en el edificio. Al principio, pensé que solo era alguien borracho que había exagerado en sus celebraciones, y no le di mayor importancia. Pero pronto, los golpes y el sonido metálico que provenían de abajo me alertaron de que algo malo estaba pasando. Recuerdo que esa vez me asomé hacia el balcón con cautela, tratando de identificar la fuente de los ruidos. Sin embargo, mi instinto de precaución me hizo retroceder. No quería involucrarme en una situación violenta. Se trataba del ex novio de una arrendataria del primer piso, que había entrado al lugar para agredirla por celos. Tenía un cuchillo en la mano y estaba completamente fuera de control. Varios vecinos grabaron la escena desde sus balcones, esperando a que la policía llegara para intervenir. Recuerdo la adrenalina mientras seguía los comentarios en el chat del edificio y las actualizaciones de la situación.

¿Podría el grito estar relacionado con la vecina del primer piso?¿Por qué ahora nadie parecía estar reaccionando? ¿Era posible que todos estuvieran ignorando la situación? O quizás el grito había sido un simple sobresalto, un mal sueño de algún residente. Tal vez alguien tropezó o se lastimó sin mayor gravedad. O probablemente fuera mi imaginación, y no había pasado nada en realidad.

La inquietud me carcomía mientras me recostaba nuevamente en la cama. Tuve la intención de escribir en el grupo de WhatsApp por si alguien había escuchado algo, pero desistí para no causar mayor conmoción. Las preguntas sin respuesta daban vueltas en mi cabeza, y me resultaba imposible conciliar el sueño. Escuchaba cada susurro del viento, cada leve ruido de la ciudad dormida, esperando detectar algún indicio de lo que había ocurrido.
Por mientras, seguía divagando entre la realidad y la imaginación, entre la posibilidad de un acto violento y la esperanza de que solo haya sido algo sin importancia. El tiempo pareció alargarse, la espera se volvió interminable, y finalmente, el cansancio me venció.

Al día siguiente, me levanté tarde debido a la falta de sueño. Mientras preparaba el desayuno, prendí la tele como era costumbre para tener algo de ruido. El reloj marcaba casi las 11 de la mañana, me sentía agotado después de la noche anterior.

Cuando buscaba el café, mis oídos captaron las noticias que resonaban en el televisor. De repente, mi atención se concentró en la pantalla al escuchar la noticia de la desaparición de una joven. La voz del presentador resonaba en mi mente mientras informaba los detalles del caso. El nombre de la chica y su fotografía aparecieron en pantalla, y algo en mi interior se agitó.
Un escalofrío recorrió mi espalda al ver cómo las cámaras de la televisión apuntaban a mi departamento. El hecho de que la desaparición hubiese ocurrido en mi edificio hizo que mi cabeza conectara los puntos rápidamente. Me quedé atónito, dejé de lado todo lo que estaba haciendo y me acerqué al televisor para prestar toda mi atención.

Las imágenes que mostraban mi edificio en pantalla confirmaron mis temores. El rapto había ocurrido la misma noche en la que había escuchado el grito. La inquietud que me había invadido antes se intensificó, y un sentimiento de angustia se apoderó de mí.Traté de recordar cualquier detalle adicional que pudiera haber notado esa noche, pero mis esfuerzos fueron en vano. A esas alturas estaba seguro de que el grito había sido real, y ahora me encontraba frente a una noticia que parecía confirmarlo.

Mientras escuchaba el relato del presentador, comencé a cuestionarme ¿y si hubiera escrito en el grupo o hubiera alertado al conserje? ¿habría evitado esta situación? Estas preguntas invadían mis pensamientos mientras me disponía a subir las cortinas para ver por el balcón. Los estacionamientos de visita habían sido ocupados por vehículos policiales, y se notaba un tráfico de personas mayor al habitual.

Mientas me recriminaba por mis pensamientos, un sentimiento de culpa y responsabilidad me invadía. Tomé mi teléfono y al abrir el WhatsApp, me sorprendió ver que había más de 200 mensajes nuevos. Con curiosidad, comencé a subir el chat para leer desde el principio. Algunos vecinos comentaban sobre la víctima, especulando sobre lo sucedido y preguntándose si las cámaras de seguridad habían capturado la escena.

Mientras leía los mensajes, la tensión iba en aumento. Todos estaban preocupados y buscando respuestas. Antes de que pudiera llegar al primer mensaje, el timbre llamó a la puerta. Nené, mi gato, salió corriendo a esconderse debajo de la cama, y yo también me di un sobresalto. Mi corazón empezó a latir más rápido. Era raro que alguien tocase a mi puerta. Normalmente, cuando viene alguien, lo sé de antemano. Rara vez un extraño lo hace, me genera ansiedad tener que interactuar con desconocidos, la verdad soy bastante asocial. Al punto de que a veces me hago el dormido para evitar a algún vendedor. Pero esta vez no tenía opción. ¿Quién podría ser en un momento como este? Me decidí a abrir la puerta.

“Buenos días, ¿usted es Gabriel?”

“Sí” Respondí algo nervioso.

“Somos de la policía de investigaciones. Acompáñenos por favor. Necesitamos hacerle algunas preguntas.”
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marcelo123
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Novela sin nombre (aún) Capítulo 2 (suspense)

Mensaje por marcelo123 »

Me desperté temprano como de costumbre, el ruidoso despertador rasgó el silencio de la habitación, mientras mis ojos parpadeaban lentamente. Una nueva jornada estaba por comenzar. A pesar de que mi trabajo como docente me aguardaba, la idea de enfrentar el tráfico de la carretera que separaba mi edificio de la universidad no me llenaba de emoción.

Me arrastré fuera de la cama, dejando atrás las sábanas revueltas. Me vestí con la misma rutina de siempre, una camisa blanca y pantalones oscuros, y traté de poner orden en mi cabello rebelde. Mientras me abrochaba los zapatos, mi mente se llenaba de preguntas. ¿Mis colegas ya sabrían algo sobre la desaparición? No tenía nada que ocultar, pero prefería mantenerme alejado de la atención ese día en particular.

El rugido suave de mi vehículo resonó mientras lo ponía en marcha. Me acomodé en el asiento al tiempo que ajustaba el espejo retrovisor. La brisa fresca de la mañana me acogió al salir a la calle. Avancé con determinación, mientras mi mente divagaba entre los acontecimientos del día anterior y las posibles conversaciones incómodas que podían esperarme.

Al llegar a la entrada de la universidad, saludé al guardia que siempre estaba allí antes de que abrieran las oficinas. Una sonrisa amable se dibujó en su rostro mientras intercambiábamos un saludo, pero no hubo mención alguna sobre lo sucedido.

El pasillo de la facultad estaba tranquilo cuando entré, el eco de mis pasos resonaba en las paredes. Y ahí estaban, Lucy y Carlos, parados cerca de la máquina de café. Sus voces reían en una conversación aparentemente trivial, y me uní a ellos como si todo fuera normal. Las miradas se cruzaron, y las sonrisas se extendieron mientras compartíamos el inicio del día.

Aunque nuestros tonos eran ligeros, no pude evitar sentir una tensión sutil en el aire. Miré a los ojos de mis colegas, buscando señales de que estuvieran al tanto de la situación. Pero nada. Ni una sola palabra sobre las noticias, ni una mención sobre lo ocurrido.

La conversación continuó, evitando cuidadosamente cualquier mención a la desaparición que había llenado los titulares. Me sorprendí a mí mismo suspirando de alivio. Parecía que por ahora, podría navegar por este día sin tener que enfrentar interrogatorios incómodos ni miradas cargadas de curiosidad. Sin embargo, una pregunta seguía latente en mi mente: ¿Habrían realmente pasado por alto las noticias, o estaban guardando sus preguntas para más tarde?

Ese día, mi horario incluía solo tres clases por la mañana. Los lunes eran así, con la menor carga horaria de la semana. Me dirigí al aula donde impartiría mi clase con un grupo pequeño de estudiantes. Era su último año en la universidad y se caracterizaban por ser dedicados y poco dados a hacer preguntas impertinentes. Sin embargo, en esta ocasión, el tema de la estudiante desaparecida estaba en el aire y no podía descartar que surgiera alguna pregunta o comentario al respecto. Tal vez incluso alguno de ellos la conocía personalmente.

A pesar de que vivía justo al frente de la universidad, no creía que los estudiantes supieran que ese era mi hogar. Tampoco parecían conscientes de que la chica desaparecida vivía a solo unos pasos de mi departamento.

La clase se desarrolló con una sensación extraña en el aire. Mis alumnos, por lo general sumergidos en sus cuadernos y computadoras, parecían distraídos. Sus miradas se desviaban de vez en cuando hacia la ventana, como si estuvieran buscando respuestas en el cielo nublado. Mi voz resonaba en el aula mientras hablaba de los conceptos que normalmente captaban su atención, pero esta vez sus ojos no reflejaban el mismo interés.

Mientras avanzaba la clase, mi mente no dejaba de dar vueltas preguntándome si debía abordar el tema o simplemente continuar con la clase como si nada hubiera pasado. ¿Alguno de ellos la habría conocido?

Finalmente, mientras explicaba un punto clave, una mano se alzó en la parte posterior del aula. Todos los ojos se posaron en la estudiante, Laura, una joven dedicada y tímida que rara vez participaba en las discusiones en clase. Su voz temblorosa rompió el silencio. “Profesor, ¿ha oído hablar sobre lo que sucedió ayer? Una estudiante de nuestra universidad… desapareció”. La tensión en el aula se volvió palpable, y sentí cómo todos esperaban mi respuesta.

Tragué saliva, tomando un momento para reunir mis pensamientos antes de responder. “Sí Laura, ayer me enteré. Es una situación muy triste. Estoy seguro de que todos nos sentimos preocupados por lo sucedido”. Mi respuesta fue cuidadosa, sin revelar demasiado sobre mi propio conocimiento. Los ojos de Laura parecían buscarme en busca de más detalles.

Los estudiantes asintieron en silencio, algunos con rostros tensos y otros mirando por la ventana como si buscaran respuestas en la lluvia que caía. Laura bajó la mirada, pareciendo incómoda por haber sacado a relucir el tema. “Era Isidora, ¿verdad? La chica que siempre estaba en la biblioteca”, añadió con voz temblorosa.

Asentí nuevamente. “Sí, era Isidora. Parece que muchos la conocían por su amor por los libros y la biblioteca. Es realmente triste pensar en lo que le ha sucedido”.

Laura levantó la mirada hacia mí, transmitiendo preocupación. “Gracias, profesor. Es solo que… solía hablar con Isidora de vez en cuando en la biblioteca, y había algo inusual en ella. Siempre parecía nerviosa, como si estuviera mirando por encima del hombro. Nunca supe por qué, pero ahora todo esto me hace pensar…”.

“¿Inusual de qué manera?”, pregunté, tratando de no mostrar demasiado interés, aunque mi curiosidad estaba en aumento.

Laura frunció el ceño, tratando de recordar los detalles. “No sé… a veces parecía nerviosa al hablar, como si estuviera mirando detrás de ella. Y tenía esta costumbre de mirar por la ventana constantemente, como si estuviera esperando a alguien o algo.”

Mis pensamientos comenzaron a girar en círculos mientras procesaba la información que compartía. Si Isidora realmente estaba viviendo con miedo, ¿podría haber tenido alguna conexión con su desaparición? Una avalancha de preguntas llenó mi mente, pero decidí no compartir mis pensamientos en ese momento.

El resto de la clase se sumió en un murmullo apagado. Otros estudiantes asentían o compartían miradas entre ellos. Continué con la lección, pero mi mente seguía dividida entre el material y lo que estaba pasando.

La hora finalmente anunció el fin de la clase. Mientras mis estudiantes empacaban sus cosas y se dirigían a la puerta, me sentí aliviado y, al mismo tiempo, inquieto. Me preguntaba cuántos de ellos habían tenido algún tipo de conexión con Isidora, y cómo estaban procesando su desaparición.

Con un suspiro, recogí mis materiales y me dirigí hacia la oficina de docentes. El pasillo parecía más largo de lo habitual, y cada paso se sentía como si estuviera avanzando hacia un destino desconocido. Al llegar a la puerta, vi a Lucy y Carlos sumidos en una conversación animada. Sus voces cesaron cuando me acerqué, y sus miradas se posaron en mí.

“¡Hola!” saludé, tratando de mantener mi tono lo más normal posible, a pesar de la tormenta de pensamientos que corría por mi mente.

“Hola Gabriel”, respondieron casi al unísono. Lucy intercambió una mirada con Carlos antes de preguntar: “¿Has oído hablar sobre lo que sucedió ayer?”

Asentí, manteniendo la calma. “Sí, lo escuché. Es una noticia impactante.”

Carlos ajustó sus lentes y preguntó con una mezcla de curiosidad y precaución: “¿Tenías alguna relación con Isidora? ¿Sabías cómo era?”

Intenté parecer despreocupado. “No, no tenía una relación cercana con ella. Fue mi alumna el año pasado, en el módulo de literatura. Alguna vez se me acercó para pedirme algún consejo, pero eso es todo. No puedo decir mucho sobre cómo era realmente”.

Lucy asintió, pero sus ojos parecían analizarme, como si intentara leer más allá de mis palabras. “Es triste pensar que algo así pueda suceder en nuestro campus”, comentó en un tono más suave.

“Definitivamente. Espero que las autoridades encuentren respuestas pronto”, respondí, tratando de transmitir empatía.

Carlos cambió de tema, hablando sobre el trabajo y la rutina del día. Sin embargo, no pude evitar sentir que había algo más detrás de sus preguntas.

La mañana continuó sin sobresaltos, y cuando finalmente llegó el momento del almuerzo, decidí que sería mejor evitar la cafetería de la universidad. No quería tener más conversaciones incómodas, así que opté por salir del campus y buscar un restaurante cercano donde pudiera comer sin distracciones.

Conducir por las calles familiares me brindaba una sensación de tranquilidad momentánea. El tráfico se movía con su habitual frenesí, pero esta vez estaba agradecido por el ruido y el caos que lo acompañaban. A medida que avanzaba hacia el restaurante, mi mente seguía dando vueltas alrededor de la desaparición de Isidora. Las palabras de Laura me inquitaban, y la sensación de intriga se intensificaba.

Finalmente, llegué al restaurante. Estacioné mi auto en el estacionamiento y me quedé sentado un momento, observando a través del parabrisas. Aunque este lugar solía ser mi refugio, mi mente no podía escapar de los eventos del día. Respiré hondo y decidí que necesitaba un cambio de enfoque. Entré al restaurante con la esperanza de que la comida y el ambiente me ayudaran a desconectar, al menos por un momento.

El interior del restaurante estaba iluminado con luces tenues, y el murmullo suave de las conversaciones creaba una atmósfera acogedora. Un camarero me condujo hacia una mesa junto a la ventana. Agradecí el gesto y me senté, mirando por la ventana sin realmente enfocar mi mirada en nada en particular.

La carta estaba frente a mí, pero mis pensamientos seguían revoloteando en torno a Isidora y su desaparición. ¿Había alguien más que la hubiera notado comportándose de manera extraña, aparte de Laura? La tensión en la clase esta mañana me había recordado lo frágil que puede ser el equilibrio entre lo que sabemos y lo que decidimos compartir.

Mientras trataba de concentrarme en el menú, mi atención fue capturada por la televisión en la esquina. Una noticia estaba en curso, y el titular sobre la desaparición de Isidora llenó la pantalla. Me sentí como si hubiera sido atrapado en un vórtice de emociones contradictorias: preocupación, inquietud y una extraña conexión con la historia que se desarrollaba frente a mí.

La reportera hablaba con una voz grave mientras mostraba imágenes de Isidora sonriendo en una fotografía. “Isidora Díaz, una estudiante de periodismo, ha estado desaparecida desde ayer”, decía la reportera. “Según fuentes cercanas, su familia y amigos están profundamente preocupados por su bienestar. Si tiene alguna información sobre su paradero, se le insta a ponerse en contacto con las autoridades”.

Continué observando la pantalla, sintiendo un nudo en el estómago. La reportera continuó hablando, detallando la última vez que Isidora había sido vista y los esfuerzos de búsqueda que estaban en marcha. Pero entonces, la narración dio un giro inesperado.

“Además”, anunció la reportera con un tono más serio, “nuestro canal ha tenido acceso en exclusiva a una serie de fotografías enviadas por Isidora a su madre la noche de la desaparición”. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza, y un escalofrío recorrió por mi espalda.

En la pantalla aparecieron las fotografías. Eran imágenes aparentemente aleatorias, algunas apuntaban en distintas direcciones, otras mostraban solo un fragmento del entorno, y una enfocaba los pies de Isidora, como si estuviera tratando de comunicar algo sin palabras.

Mi mente se abrió a un abismo de posibilidades mientras observaba las fotografías. ¿Qué significado podrían tener esas imágenes? ¿Eran pistas, señales cifradas o simplemente fragmentos de su último momento de libertad? Mis manos se apretaron en puños sobre la mesa, y apenas me di cuenta de que había dejado de mirar el menú.

Las imágenes continuaron pasando en la pantalla, y una en particular me dejó sin aliento. Era una fotografía de una puerta entreabierta, con un rincón oscuro que apenas revelaba lo que yacía detrás. Era como si Isidora intentara mostrar algo. ¿Habría estado pidiendo ayuda en silencio, incapaz de escribir o hablar en ese momento?

Mis pensamientos se enredaron en una telaraña de teorías y especulaciones. ¿Qué había detrás de esa puerta entreabierta? ¿Era posible que Isidora hubiera estado tratando de comunicarse a través de estas imágenes? Mi mente se volvía frenética, considerando todas las posibilidades. Pero entonces, la voz de la reportera regresó, interrumpiendo mis pensamientos.

“Las autoridades están investigando estas imágenes en busca de pistas que puedan ayudar a encontrar a Isidora. Hasta ahora, no ha habido ninguna comunicación directa de los secuestradores o de Isidora misma”, informó la reportera. “La familia y los amigos de Isidora se aferran a la esperanza de que estas imágenes puedan proporcionar alguna pista crucial en la búsqueda”.

Me sentí atrapado en un torbellino de emociones. Mi curiosidad se había convertido en una obsesión repentina por comprender el significado de esas imágenes. ¿Qué quería decir Isidora? ¿Había algo detrás de esa puerta que ella consideraba importante?

Terminé de comer rápidamente, pagué la cuenta y me dirigí de regreso a mi departamento. Agradecí al camarero con una sonrisa automática antes de salir del restaurante. La lluvia había cesado, pero el aire seguía fresco y húmedo.

El camino de regreso estaba lleno de pensamientos y preguntas sin respuesta. ¿Qué podría haber detrás de esa puerta? ¿Por qué Isidora había tomado esas fotografías en lugar de buscar ayuda directamente? Las imágenes continuaban dando vueltas en mi mente, como piezas de un rompecabezas que se resistían a encajar.

Al llegar a mi edificio, subí las escaleras con pasos apresurados. La puerta del departamento de Isidora seguía allí, ahora sellada con una cinta policial. Observé la puerta durante un momento, tratando de imaginar lo que podría estar ocurriendo detrás de ella. ¿Estarían los investigadores descifrando el significado de las imágenes que había enviado?

Mi mente se llenó de preguntas mientras me retiraba. Volví a entrar en mi departamento y cerré la puerta detrás de mí. El ambiente dentro de mi hogar parecía más sombrío de lo habitual, como si las sombras se hubieran vuelto más profundas en mi ausencia. Me dejé caer en el sofá y miré al techo, sintiendo que todo se volvía más complicado cada minuto que pasaba. En ese momento me dejé llevar por el recuerdo del interrogatorio que había tenido lugar el día anterior.

Las voces de los policías resonaban en mi mente, sus preguntas retumbaban como un eco inquietante. Uno de ellos había comenzado, su tono era profesional pero cauteloso “Gabriel García, ¿verdad?”. Asentí. Mi garganta se secó repentinamente mientras mi corazón empezaba a latir más rápido. Había sido un interrogatorio rutinario, me decía a mí mismo, pero algo en la forma en que habían formulado las preguntas me había dejado con una sensación de incomodidad.

“Conoce a Isidora Díaz, ¿verdad?” continuó el otro oficial con su mirada fija en mí. Asentí nuevamente, tratando de parecer lo más calmado posible. “Sí, la conozco. Ella es estudiante de la universidad”, respondí con mi voz sonando más débil de lo que hubiera deseado.

“Han vivido en el mismo edificio”, había señalado el primer oficial. Mi departamento y el de Isidora compartían el mismo edificio, con solo un piso de diferencia. Asentí una vez más, sintiendo cómo la tensión en la habitación aumentaba gradualmente.

“¿Tiene alguna relación con ella?” preguntaron, como si hubieran estado esperando esa pregunta en particular. Mi mente hizo una pausa mientras recordaba mi respuesta: “Fui su profesor el año pasado, en un módulo de literatura. Isidora tenía una pasión por la literatura”, continué explicando, intentando aliviar la tensión. “Ella planeaba escribir una novela, y ocasionalmente me ubicaba en la universidad para hacer preguntas o pedir opiniones. Nada inusual, es común que los alumnos con un gran interés busquen orientación”.

Terminaron de tomar notas y parecieron satisfechos con mi respuesta. Pero mientras se preparaban para irse, el segundo oficial lanzó una última pregunta: “¿Ha tenido contacto reciente con ella?”. Sentí cómo mi pulso se aceleraba ligeramente, un latido más rápido que interrumpió la serenidad que había intentado mantener durante el interrogatorio.“No, no en los últimos días”, solté, con cierta seguridad.

Le había dicho a los policías la verdad, era lo que sabía. Había explicado todo con detalle, las interacciones que había tenido con ella en la universidad, las veces que habíamos compartido ideas sobre sus escritos y sus planes literarios. Salvo ese detalle ¿pero qué importancia tendría? Después de eso, agradecieron mi cooperación y se marcharon.

Mis pensamientos volvieron a las fotografías que había visto en las noticias. ¿Qué podrían significar esas imágenes? ¿Eran pistas que Isidora había dejado detrás de manera intencionada, o simplemente fragmentos sin sentido de su vida? La urgencia de encontrar respuestas comenzó a pesar sobre mí, y en un impulso, tomé mi celular y abrí la aplicación de WhatsApp.

Desplacé el dedo hacia abajo un par de conversaciones hasta que la encontré. Isidora, brillaba en la pantalla. Mi dedo dudó por un momento antes de presionar. Mi mirada buscó su estado de última conexión, “últ. vez ayer 4:22”. Isidora, Isidora, Isidora, ¿dónde estás? me lamenté, sintiendo que cada minuto que pasaba se convirtiera en un peso agobiante que amenazaba con sofocarme.
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lucia
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Re: Novela sin nombre (aún) Capítulo 1 (suspense)

Mensaje por lucia »

Hay cosas incoherentes en el relato, como el edificio que está enfrente de la universidad, pero hay que coger el coche y en un trayecto que no parece demasiado corto. Además de lo de estar separados por la carretera y no unidos.

En cuanto a la trama, la sensación que da todo el rato es la de que el profe tenía más relación con Isidora de la da a entender y que no tiene la conciencia limpia.

En cuanto a título, ¿qué te parece Isidora? :cunao:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Yayonuevededos
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Re: Novela sin nombre (aún) Capítulo 1 (suspense)

Mensaje por Yayonuevededos »

¡Quieto parao ahí mismo, tocayo!
¿Ya has escrito toda la novela o vas subiendo capítulos a medida que los compones?
Lo que he leído hasta ahora necesita repaso, caes con frecuencia en lugares comunes, que son fáciles de evitar. También hay algunas explicaciones innecesarias.
En cuanto a la trama, se colige casi desde el principio que Gabriel está metido en el ajo.

Sólo son sugerencias, puedes atenderlas o no, ya que la criatura es tuya.

Saludos cordiales,
el otro Marcelo
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
Pálido fuego
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Re: Novela sin nombre (aún) Capítulo 1 (suspense)

Mensaje por Pálido fuego »

Hola marcelo123,

Creo que has escrito un comienzo de novela con mucha corrección, y el tema me parece interesante, pero el tono es demasiado neutro, sin altibajos. Incluso la extensión de frases y párrafos es bastante uniforme. Creo que alguien que ha pasado por esa situación debería rememorarlo dejando aflorar más emociones y cambios de actitud: sorpresa, indignación, nerviosismo, contradicciones, juicios y prejuicios, momentos más locuaces intercalados con otros más lacónicos...

Si optas por este estilo, en mi opinión es mejor que narres en tercera persona. Tu narrador ya sabe qué ha pasado, y lo está ocultando a los lectores, dilatando el momento de revelar la información de forma un poco artificial. Si narras en primera, el lector va a exigir más implicación emocional y más juicios de valor que justifiquen la ocultación de datos clave. Tu protagonista se limita en muchos casos a reaccionar ante la situación y a lanzar preguntas.

Además del tema de las distancias, hay otra incoherencia: el protagonista dice ser asocial y sentir ansiedad ante desconocidos, pero luego es un profesor de Universidad con tres clases al día. Habrá profesores así, asociales, pero su relación con otros compañeros no creo que fuese como la describes, y no entraría a un restaurante esperando murmullos acogedores.

Un saludo.
pedalprofitable
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Re: Novela sin nombre (aún) Capítulo 1 (suspense)

Mensaje por pedalprofitable »

El tema es bastante bueno, pero el tono es muy diferente. Busco un avance en la historia. Una historia necesita hacer converger plenamente muchos niveles emocionales. Impulsa las emociones de los lectores y cautívalos con cada tono de escritura.
Alfred Skinner :alegria:
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