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Yayonuevededos escribió: ↑21 Feb 2024 16:02
¿Sabes que te vas poniendo más y más brillante a cada entrada?
Yo espero la siguiente. ¿Con qué saldrás ahora? ¿Qué situación miserablemente humana convertirás en poesía?
Después me dices cabrón, tú a mi. Tú, a mí. ¡JA!
Yayo, eres un cabrón, jajaja....
Pues es curioso porque escribo esto obligándome, un poco a la fuerza. Sin convicción cuando comienzo, pero he terminado los últimos con los ojos velados. Supongo que la emoción verdadera se transmite aunque uno escriba como el culo.
Ea, un ron-cola? Invito yo.
Snorry escribió: ↑22 Feb 2024 15:17
Yayo, eres un cabrón, jajaja....
Pues es curioso porque escribo esto obligándome, un poco a la fuerza. Sin convicción cuando comienzo, pero he terminado los últimos con los ojos velados. Supongo que la emoción verdadera se transmite aunque uno escriba como el culo.
Ea, un ron-cola? Invito yo.
Es como te dicen en el gimnasio (lugar que evito cruzándome de acera): "Si no duele, no sirve"
A veces vuelco cosas irónicas, el lector se ríe o al menos sonríe (s porque lo que me duele está enterrado tan profundamente que nadie se entera) y piensa que me he desternillado escribiendo.
Se me saltan los mocos, me meto en el baño, me lavo la cara.
Me pregunto si soy idiota por sufrir por mi propia mano.
No he podido responder a eso, pero los idiotas somos gregarios. Al menos no estoy solo.
El ron-cola, con poca cola, por favor
Un abrazo,
Marcelo
Antiguo proverbio árabe: Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
Sobre la cornisa del balcón desentumezco mis alas, las lustro con el ávido pico de la esperanza. Dara un poco de miedo al principio, y justo antes de estamparme contra los parterres de los vecinos me haré grande, me extenderé, en un crujido sordo como cuando el viento golpea la vela del palo mayor en las novelas que he soñado o leído. Frisaré el duro pavimento, tendré el prisma de los perdedores, por un instante, mientras se despereza mi torpe enormidad. Y entonces el milagro de la física, los bocetos de Da Vinci tomarán forma en mí, y me elevaré, no de forma súbita, no como el espantajo que huye, batiré las alas orgulloso y grávido, me alzaré en círculos majestuosos y, por supuesto, de jactancioso engreído, pues la medalla la acepto de gusto, y en mi pico no vacilará una ramita pacificadora que selle de nuevo la concordia entre los hombres y los dioses, si algo hubiere de llevar sería, no el olivo si no la vid, mi corazón pagano se entregará a la liturgia dionisíaca.
Ya desde las alturas me giraré una última vez hacia ti, a quien amé sinceramente, y lanzaré ese chillido que será a la vez de derrota y de victoria. Y que el sol me vuelva de oro y el viento seque al instante cualquier amago de lágrima.
Allá lejos se presentarán los nuevos paisajes, los nuevos valles y bosques, los nuevos arroyos donde saldar la sed, sin fronteras, sin muros. Y si acaso la más hermosa de las jaulas se me presenta abierta de par en par, haya de escucharse mi chillido, esta vez sí, donde se testimoniará la carcajada animal más sincera y dolorosa que se haya conocido en el reino de las bestias.
Sobre la cornisa del balcón desentumezco mis alas, las lustro con el ávido pico de la esperanza. Dará un poco de miedo al principio, y justo antes de estamparme contra los parterres de los vecinos me haré grande, me extenderé, en un crujido sordo como cuando el viento golpea la vela del palo mayor en las novelas que he soñado o leído. Frisaré el duro pavimento, tendré el prisma de los perdedores, por un instante, mientras se despereza mi torpe enormidad. Y entonces el milagro de la física, los bocetos de Da Vinci tomarán forma en mí, y me elevaré, no de forma súbita, no como el espantajo que huye, batiré las alas orgulloso y grávido, me alzaré en círculos majestuosos y, por supuesto, de jactancioso engreído, pues la medalla la acepto de gusto, y en mi pico no vacilará una ramita pacificadora que selle de nuevo la concordia entre los hombres y los dioses, si algo hubiere de llevar sería, no el olivo si no la vid, mi corazón pagano se entregará a la liturgia dionisíaca.
Ya desde las alturas me giraré una última vez hacia ti, a quien amé sinceramente, y lanzaré ese chillido que será a la vez de derrota y de victoria. Y que el sol me vuelva de oro y el viento seque al instante cualquier amago de lágrima.
Allá lejos se presentarán los nuevos paisajes, los nuevos valles y bosques, los nuevos arroyos donde saldar la sed, sin fronteras, sin muros. Y si acaso la más hermosa de las jaulas se me presenta abierta de par en par, haya de escucharse mi chillido, esta vez sí, donde se testimoniará la carcajada animal más sincera y dolorosa que se haya conocido en el reino de las bestias.