Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Snorry
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Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por Snorry »

Si Pessoa, en voz de uno de sus múltiples heterónimos, dice aquello de el mundo está hecho de partes sin un todo, no me resulta difícil transpolar esta idea a la vida misma: hecha de momentos que suman más que la propia vida. Y quizá sea esa la grandeza y el consuelo. Me voy haciendo mayor y lo noto porque ahora miro más hacia atrás que hacia delante, pues lo que viene no parece más motivador que lo que ya pasó. Y me solazo en momentos que me pertenecieron, en un gesto de onanismo espiritual, y me digo por qué no coleccionarlos con un alfiler, como un buen lepidóptero haría.
Por qué no.

I. Palabras Ausentes.


Hemos salido del instituto a mediodía. Diluvia. Nuestros paraguas hace un rato que se desmontaron por la fuerza del viento. Así que caminamos bajo el torrente de agua como dos náufragos urbanos. Ella, sin embargo, se me antoja más bella que nunca. Una ninfa de los ríos cuya risa ilumina más que el ausente sol. El azar ha querido que hoy recorramos solos ella y yo el camino de regreso. Tengo una roca en el estómago. Estoy inmensamente feliz, pero al tiempo una fiebre desconocida me quema los huesos, me anestesia la lengua. ¿Este es el dolor del que hablan los poetas? Solo tengo dieciséis. Yo no sé de palabras de amor, pero hay tantas como murciélagos en una cueva, que quieren salir, proclamarse. Pero solo hago comentarios triviales, balbuceantes. ¿Y si por un momento enloqueciera y la besara? En la siguiente esquina nuestros caminos divergen. Qué risa vernos así. Adiós, adiós, inalcanzable alma de las cumbres. ¿Es este dolor lo que me espera en la vida?, ¿esta delicia de júbilo y amargo sufrir? Soy muy joven para estar loco. Y la lluvia son palabras que se derraman desde la conciencia poética del mundo, y los árboles combados me hablan con el frufrú de sus hojas, palabras de árbol entre las que reconozco el sonido “idiota”

Una semana después nos devuelven los resultados de una redacción que había que hacer sobre los estragos del temporal. La profesora se detiene ante mí, tiene una cara sospechosa… Parece dudar si decirme algo… Sus palabras quedan también ausentes. Tan solo me señala que no es correcto decir “le succionó la vida”. Ni a día de hoy entiendo esa corrección. Pero sé qué había en aquel silencio. No se podía elogiar a un chico con aspecto agitanado, que faltaba a la mitad de las clases. ¿Quién te había hecho aquella redacción, chico? Un gitano no puede escribir así. Yo era de pocas palabras, simplemente dejé de asistir a esa clase. Yo no sabía lo que era la rebeldía, pero el mundo desplegaba ante mi su manual de instrucciones. Y eso sí, aprendía rápido.
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isuhefu
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por isuhefu »

¡Queremos más!

:vb_manifa:
Una tarde, Kafka me visitó y atravesó impensadamente una pieza donde estaba recostado mi padre. Este se despertó y Kafka murmuró al pasar:
— Le ruego, considéreme un sueño.

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isuhefu
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por isuhefu »

Ostras... pero si tienes un blog!! Veo ahora tu firma. Ha estado siempre ahí o he sido yo el ciego?
Una tarde, Kafka me visitó y atravesó impensadamente una pieza donde estaba recostado mi padre. Este se despertó y Kafka murmuró al pasar:
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por Snorry »

isuhefu escribió: 30 Oct 2023 14:47 Ostras... pero si tienes un blog!! Veo ahora tu firma. Ha estado siempre ahí o he sido yo el ciego?
Tus deseos son órdenes, isuhefu. EL blog está olvidado. Y otro más olvidado aún. https://improvisaciones.blogspot.com/

Pero la memoria....

II. Aquella luz


Los melancólicos, a la hora de la siesta, nos abrimos las venas con el corte fino del recuerdo.
La luz. ¿No la veis? ¿No la recodáis?
El ruido y la furia.
Hay un patio de recreo, con animales pintados en las paredes, tiernos animales de fábula.
No sabemos qué hacemos. Corremos de un lado para otro, en tropel.
Gritamos hasta que se nos quiebra la garganta. Una soga de corazón a corazón, somos una red de pequeños sanguinarios.
La luz. ¿No la veis? ¿No la recodáis? El ruido y la furia en los corazones tan tiernos.
Una tarde amarilla de domingo. ¿Tengo nueve años o diez? Deditos que titubean. Volvemos mi abuelo y yo de la pastelería, por la calle azul celeste. Abuelo de rostro angular que fumas como un muchachito de hollywood. Una niña se une a nosotros. ¿Quién es esa niña, abuelo? ¿Por qué no habla? ¿Por qué son mudos los recuerdos? Si fuera esto un grito, un arrebato. La niña viene con nosotros, ¿querrá comer pastel abuelo?, ¿le daremos un trocito a esa niña tan guapa? Pero qué descarada, se ha internado en nuestro portal y ahora sube las escaleras.
Si pudiera quedarse esa niña a vivir conmigo sería muy feliz, yo que hasta ahora he sido el ser más feliz de los niños. ¿Qué son este tipo de contradicciones, abuelito? Pero en el vano de la puerta le haces señas, abuelo, tus manos persianas que caen, telones de boca que sellan una función. No importa, nos decimos la niña y yo con la mirada, ya nos veremos otro día, otro día.
Pequeña hija del misterio, ¿quién eres tú?, ¿por qué no puedo olvidar este ensueño?
En un parque, un niño me roba mi Ford clásico de arrogantes faros. Compadezco a ese niño.
¿Soy una especie de idiota de la bondad? Mi madre insiste en ello. Mi pequeño imperturbable idiota, ¿por qué te pasas la tarde entera mirando las nubes que se deslizan por el cielo? Como premio: el bollo con chocolate.
Ajeno a lo atroz, lidero mi pequeño ejército alemán. Los alemanes me parecen más glamorosos, proféticos en su romanticismo. Tan valientes que se enfrentan al mundo entero. Mis hermosos mártires, con qué bella dramaturgia os hago caer bajo el fuego enemigo.
El brontosaurio tiene un cuello tan largo que puede llegar a lamer el sol, a riesgo de quemarse la lengua.
Ciencias naturales. Me dicen que salga a la pizarra y dibuje un pez. ¡Que dibuje un pez! Es un pez de mirada lánguida, con porte majestuosa. Él preferiría estar en el fondo del mar, burbujeando frente a un barco hundido. ¿El aparato digestivo? Pues donde va a estar, dentro, como le pasa a todo el mundo.
Y sin embargo, frente a mi casa hay un pequeño museo de historia. El más fabuloso museo del mundo. Es gratis, así que con frecuencia me cuelo ahí con mis amiguetes al salir de clase. Qué deleite observar los deformes cráneos. Cuando el hombre todavía no era hombre. En mitad de la pradera atávica del tiempo quebraba su voz con alaridos, por el patio cuadrado de la memoria corría descalzo detrás de las bestias. Y había una soga que unía corazón con corazón.

Hay hombres que nacen para ser adultos. Yo nací para ser un niño idiota.
Edgar Allan Poe. ¿Qué es esa cabeza grotesca? ¿Qué son estas palabras? Atribulado, renqueante, sórdido… Me estremece el placer. ¿Existe la inteligencia? ¿Qué es la inteligencia, mamá? Aléjate de esos libros, adorado niño que fui, apártate de la aberración, vuelve con tu tribu sanguinaria, reanuda el alarido, sigue la soga que anida en tu corazón.

Vuelve a la luz. Al ruido y la furia de tu corazón sagrado
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isuhefu
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por isuhefu »

Qué chulo, @Snorry. Cada vez que compartas memorias estaré atento.

Un adulto que empieza citando a Pessoa y que luego continúa haciendo memoria de niño influido por Faulkner con una múltiple referencia: niño idiota, El ruido y la furia, esa Luz (de agosto), incluso esa fábula. Tiene buena biblioteca en casa. Me interesa seguir sabiendo de él.

Leeré lo que tienes en los blogs.

¿Sabes lo que no me quito de la cabeza? La sombra roja de los árboles de Los ojos del dragón.
¿Tienes más cuentos de ese palo por ahí? Me flipó.

Un saludo
Una tarde, Kafka me visitó y atravesó impensadamente una pieza donde estaba recostado mi padre. Este se despertó y Kafka murmuró al pasar:
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por Snorry »

isuhefu escribió: 30 Oct 2023 19:36 ¿Sabes lo que no me quito de la cabeza? La sombra roja de los árboles de Los ojos del dragón.
¿Tienes más cuentos de ese palo por ahí? Me flipó.

Un saludo
Te refieres a cuentos sin argumento, de corte poético. Algunos más hay, sí :cunao:



III. Hombre o ratón


Jugábamos en la calle, última generación de vagabundos. Moderada imaginería de infancia que alguna vez derivó en la brutalidad. Hubo esa época militar. Buscábamos tablones en los contenedores de basura, o en los sobrantes de alguna carpintería que asaltábamos con carantoñas. De un lado fijábamos unos clavos (no puedo imaginarme a mi hija con un martillo), del otro asegurábamos unas pinzas de la ropa. Me fascinaba participar en el diseño y en la prueba de concepto, no me avergüenza confesar que en las batallas solía mantenerme en la retaguardia, agazapado tras la carrocería de un coche. Se tensaba la goma en el clavo. Los proyectiles eran el corazón de hierro de una pinza de la ropa, mucho más sólidos y contundentes que los actuales. Silbaban en la tarde azul. Se hacían batallas de una calle contra otra, justo antes de la merienda. Me maravilla pensar que nadie perdió un ojo.

En periodos de paz, jugábamos con la “galdufa”, con un trompo, vamos. Qué bonito comprobar hoy que en el diccionario de lengua catalana, “galdufa” significa el halo que algunas veces rodea a la luna. Un crío que pasaba cogió el mío a la carrera y se dio a la fuga. Aún siento extrañeza al recordar mi gesto. Salí corriendo detrás del chaval, yo era más rápido y lo alcanzaría en un par de manzanas. Cuando ya lo rozaba, saltó una tapia. Yo no sé saltar ni trepar, ¿cómo demonios llegué al otro lado de la tapia? Ah, pero aquello era un reducto de bandidos. Debía haber unos quince golfillos. La suciedad de sus ropas, lo torvo de sus miradas, los cigarrillos en algunas comisuras. El brillo de alguna navaja. De mi misma edad, esos chicos pertenecían a un universo intangible. El tiempo se congela en mi memoria, como en una película. ¿Qué eres pequeño Snorry, un hombre o un ratón? Un ratón que salta una valla de forma prodigiosa, que corre como un atleta perseguido por una banda de pequeños mafiosos. Consigo escapar. Desde el balcón observo algo, donde dudo si mi memoria me engaña. La banda de maleantes permanecen junto a la portería, profiriendo injurias, blasfemias. Escucho severas voces de mando. ¿Estoy escuchando a mi abuela enfrentarse a una turba de delincuentes? Soy un ratón. No he vivido una guerra de verdad. La turba se dispersa.

Ya que voy a estar recluido esta tarde como medida preventiva. Le pido a mi madre dinero para comprar Cosecha Roja, que es el siguiente volumen de una colección que estoy haciendo de novela negra. Es en formato revista, con ilustraciones muy bellas. Al salir del quiosko, un grupo de compañeras de clase me asalta. Una es la portavoz, arrebolada. Que quién de las chicas me gusta a mí, porque yo, dice, le gusto a casi todas las que están ahí, y alguna más. ¿Cómo? ¿Yo, asilvestrado, sudoroso, con apenas una sombra incipiente de bigote, soy capaz de gustar a alguien? Mientras lo pienso crezco un metro de altura, mi voz se vuelve grave pero balbuceante. Hay algunas chicas muy guapas ahí, pero es que… Una roca en mi estómago. Entonces pronuncio el nombre la Princesa de lo imposible, de la Reina de lo etéreo, Emperadora de la lejanía, aquella que desde hace tiempo ha clavado una saeta en lo más profundo de mi alma. Elijo así la nada y descarto el todo. Me convierto en paladín de la que me ha de desterrar una y otra vez. Quizá la felicidad me da miedo. Pero es que este dolor que me hunde es tan extraordinario como un hechizo.
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por isuhefu »

Snorry escribió: 31 Oct 2023 10:17
Te refieres a cuentos sin argumento, de corte poético. Algunos más hay, sí :cunao:
Yo sí vi argumento, pero tampoco lo buscaba. Me fijo en otros aspectos y ese cuento me encantó.

Pues si quieres, comparte alguno. Sería un placer leer más.

Las memorias me están gustando mucho. Tengo pendiente a Steinbeck por lo que no llego a apreciar la referencia del todo esta vez. Ya lo haré.

Hace poco leí una reflexión de Cartarescu sobre Nabokov y me acordé de tu estilo porque no escribes lo obvio ni de forma obvia.
Un gran escritor, sin embargo, cuya mente tiene la flexibilidad de un contorsionista, dobla monstruosamente la cintura y coge con los dientes la rosa situada junto a sus talones. Se eleva luego, triunfante, y lanza la rosa al público.

[...]

Me pregunto cuántos lectores actuales son sensibles a este tipo de anzuelos y conexiones sofisticadas (y, en la práctica, toda la verdadera literatura, indiferentemente de su orientación, incluso la de apariencia más realista, es así). Me pregunto cuántos tienen la cultura necesaria para aprehender las alusiones, las referencias y la intertextualidad de cualquier fragmento de buena literatura.
Una tarde, Kafka me visitó y atravesó impensadamente una pieza donde estaba recostado mi padre. Este se despertó y Kafka murmuró al pasar:
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por Yayonuevededos »

Brillante, tierno, y áspero a veces.
Has abierto la caja de Pandora. Me alegro por ello.
Estoy bastante aburrido de las historias de duendes, dragones y seres interestelares. Un buen golpe de realidad aleja esa hojarasca, nos centra en la vida.
"La felicidad es un sentimiento inquietante", ya te imaginarás quién lo dijo :boese040:
Porque en estos escritos caleidoscópicos, lo que priva es eso, los fogonazos de felicidad que van jalonando la existencia.

Saludos cordiales y admirados,
Marcelo
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por Snorry »

isuhefu escribió: 31 Oct 2023 11:50
Snorry escribió: 31 Oct 2023 10:17
Te refieres a cuentos sin argumento, de corte poético. Algunos más hay, sí :cunao:
Yo sí vi argumento, pero tampoco lo buscaba. Me fijo en otros aspectos y ese cuento me encantó.

Pues si quieres, comparte alguno. Sería un placer leer más.

Las memorias me están gustando mucho. Tengo pendiente a Steinbeck por lo que no llego a apreciar la referencia del todo esta vez. Ya lo haré.

Hace poco leí una reflexión de Cartarescu sobre Nabokov y me acordé de tu estilo porque no escribes lo obvio ni de forma obvia.
Un gran escritor, sin embargo, cuya mente tiene la flexibilidad de un contorsionista, dobla monstruosamente la cintura y coge con los dientes la rosa situada junto a sus talones. Se eleva luego, triunfante, y lanza la rosa al público.

[...]

Me pregunto cuántos lectores actuales son sensibles a este tipo de anzuelos y conexiones sofisticadas (y, en la práctica, toda la verdadera literatura, indiferentemente de su orientación, incluso la de apariencia más realista, es así). Me pregunto cuántos tienen la cultura necesaria para aprehender las alusiones, las referencias y la intertextualidad de cualquier fragmento de buena literatura.
Gracias. Muy amable con las referencias, pero yo solo soy un juntaletras que escribe una rato entre proceso y proceso (soy admin de sistemas)
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

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Yayonuevededos escribió: 02 Nov 2023 19:33 Brillante, tierno, y áspero a veces.
Has abierto la caja de Pandora. Me alegro por ello.
Estoy bastante aburrido de las historias de duendes, dragones y seres interestelares. Un buen golpe de realidad aleja esa hojarasca, nos centra en la vida.
"La felicidad es un sentimiento inquietante", ya te imaginarás quién lo dijo :boese040:
Porque en estos escritos caleidoscópicos, lo que priva es eso, los fogonazos de felicidad que van jalonando la existencia.

Saludos cordiales y admirados,
Marcelo
Sí, Yayo, creo que escribo estas líneas, primero como terapia,jeje... y luego porque estoy dejando descansar un poco mis "idas de olla", por agotamiento quizá.
No me cites a Borges ni indirectamente jajaja...
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

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[youtube]
https://www.youtube.com/watch?v=fiMT6kQ_2yc[/youtube]


IV. Chiflados, santos y un cowboy.

Una vez a la semana voy a visitar a mis padres. Transito entonces por algunas calles donde crecí. Calles desiertas de cualquier rostro conocido y donde me siento un intruso. Ah, pero al doblar la esquina me topo con A*, con su enorme y grotesca estampa. Es un vecino de mis padres. Lleva un perenne gorro de lana y un abrigo astroso. Me reconoce. “Gracias”, me dice antes de nada, como si le hubiera hecho un favor. Y luego me pregunta que cómo están mis padres, cuando él los ve a diario. Termina con una retahíla de “Gracias”, como un mantra. Me produce tanta ternura como incomodidad, así que lo esquivo lo mejor que puedo, “Bien, están bien. Y tú que tal?”, y procuro sortear su oronda figura de manera sutil pero implacable.
Por la tarde me asomo a los ventanales y veo, imaginariamente, pasar a Alfonsito pilotando su avioneta. Los niños nos reíamos de cualquier cosa, no quedaba nadie sin mote: el pelo casco, el largui, el mochuelo, pero parecía haber una tácita reticencia a hacer broma de ciertas cosas. Nunca nos pitorreamos de Alfonsito. Le veíamos planear por las aceras, conectando el motor que vibraba en sus labios para impulsarse, de tanto en tanto, cuando perdía altura. Y yo albergaba en mi fuero interno un ridículo amago de envidia, no por el pobre Alfonsito, si no por la incapacidad de vivir aquel vuelo tan maravilloso.
Y siempre, desde pequeño, he mirado con una extraña especie de admiración a las personas deficientes, como si hubieran sido tocados por el ala de un ángel. Cegados para el mundo ordinario, se abrían sus ojos a un paraíso arcádico de fabulosas ensoñaciones. Y me remonto entonces más atrás en el tiempo, al jardín de infancia: corro de un lado a otro, uno no sabe si jugamos a pillar o al escondite. De repente me topo con un gigante que está asomado a una verja, ¿es un niño o un adulto?, viste uniforme colegial, tiene las manos en los bolsillos, una de sus fosas nasales, como en una ensoñación, produce burbujas que luego trazan hipnóticos recorridos en el aire. Lo observo hechizado. “Hola, me dice. ¿Quiéres ver una cosa?”, yo asiento, mudo. El muchacho me ayuda a trepar hasta la parte de la verja que ofrece visibilidad a un enano como yo. Y entonces me maravillo. Al otro lado están los puestos del mercado, y cerca de nosotros se ha ubicado el vendedor de globos. Es el más maravillo espectáculo de luz espejeante, de colores tornasolados, de brillo ingenuo y primordial de la materia que nunca he visto. De repente, siento un profundo afecto por E*, el gigante, que sin duda ha sido tocado por el ala del misterio.
Más tarde coincidí con E* en la primaria, él iba a una clase de necesidades especiales. Lo veía a veces en el patio con sus manos en los bolsillos, taciturno, solitario. Yo le saludaba, pero enseguida volvía a mi partido de futbol. Ignoraba que todo un mundo de magia, quizá pueril, pero magia igualmente, se iba afianzando en aquella mente sagrada. Hasta que en la fiesta de fin de curso lo vi aparecer sobre el escenario improvisado con pupitres. Iba vestido como Aladino y comenzó a prender fuego a unas mazas, como un tragafuegos. La cosa prometía gran diversión, pero ocurrió un pequeño accidente y E* estuvo a punto de incendiar todo el colegio.
Años más tarde, yo estaba casado ya de mi primera mujer, y haciendo zapping en la tele, pude ver a E* en un espectáculo de Crónicas Marcianas. Lo presentaron como el gran faquir EL Hombre Bombona. Apareció ante las cámaras con su rostro impasible y enigmático, con una poderosa mirada que se volvía hacia su interior, sin importar las veleidades del mundo externo. Hizo de forma correcta algunos ejercicios de faquir. Recuerdo que lloré, y nunca sabré por qué.
Al día siguiente iba empujando el carrito de mi hija y a lo lejos vi un vendedor de globos. Suelo esquivarlos con audacia porque te sacan un ojo de la cara. Pero esta vez enfilé hacia el ramo de iridiscentes criaturas. Mi hija estaba fascinada.

Ah, mis padres me llaman para tomar el café. Me despido de mis ensoñaciones con una última, creo que tiene algo soterrado, algo que cierra todo el círculo, el subconsciente es más sabio.
Estoy en el jardín de infancia y nos llevan a otra clase, todos muy apretados. De repente entra un hombre mayor y muy gordo con una maleta. Con un rostro impasible y taciturno. De la maleta comienza a sacar adminículos, piezas de un disfraz. Se transforma mágicamente en un cowboy y los críos gritamos de sorpresa y alegría. Sus pistolas, de un plata tan intensa que aún fulguran en mi memoria, evolucionan de una forma maravillosa en sus manos, molinetes, volatines, y además disparan algún tipo de polvorilla que hace el ruido justo para meternos hipnóticamente en el salvaje oeste.
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por lucia »

Y, además, con vida. Eso que se echa tanto de menos en muchos escritos actuales.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por Yayonuevededos »

lucia escribió: 08 Nov 2023 10:37 Y, además, con vida. Eso que se echa tanto de menos en muchos escritos actuales.
A eso me refería, estoy saturado de tanta fantasía boba cuando la realidad es mucho más rica (y sin espadas mágicas ni otras chorradas al uso).

Al loro: este último texto destila ternura. Otra joyita para la colección.

Saludos,
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por Snorry »

Gracias lucia y Yayo por las gentiles palabras.

Ojo, Yayo, la cabra tira al monte. Yo seguiré con espadas mágicas e idas de olla, esto es solo un espejismo. Nah, en verdad no debería haber distinción en lo profundo del asunto. Muchas fantasías sirven para hacer visible una inquietud real. Así como también hay realismo insulso.

Saludos
Snorry
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Re: Me colecciono a mí mismo (Autobiografía?)

Mensaje por Snorry »

V. Un café bien cargado, por favor.
https://www.youtube.com/watch?v=DmAOBosGlHY



He vuelto a soñar con mi exmujer. Se viene dando ese fenómeno con una frecuencia preocupante. Si bien la amé intensamente en su momento, mis sentimientos tienden en la actualidad hacia las antípodas del afecto. ¿Qué caprichos circulan entonces en lo más profundo de esta cabecilla mía? ¿Somos fingidores que fingimos fingir? Ah, Pessoa, no dejaste cabo sin atar. Los sueños, no obstante, se dan en escenarios tristes bajo una luz acuosa, como si el que soñara fuera un pez, o un anfibio para el que la vigilia supusiera la tierra firme y el sueño el medio acuático donde se siente más libre y natural. Caminamos, en estos sueños, por antiguas callejuelas empedradas, pasajes angostos con solera, en barrios bohemios, como nos gustaba hacer antaño. No hablamos, mis sueños son casi siempre silenciosos. Yo voy con las manos en los bolsillos, cabizbajo, y la miro a ella de tanto en tano. Los ojos hablan un lenguaje más poderoso aún que las palabras, más rico, más intenso y que me sume en un estado de profunda angustia y agitación. Yo debo huir de ahí pero… tengo que irme, lo siento… ahora camino con otra alma por los viejos callejones llenos de historia, bebemos en las viejas tabernas, cruzamos los decadentes puentes, debo irme... Y entonces noto un calorcito confortable en el pecho, en la cara. Es L*, mi actual mujer, que ha debido notarme muy agitado. Abro los ojos y la beso. Estoy aquí, estoy aquí, contigo… mi bello bosque de coral donde se refugian los peces temerosos, sagrado espigón que la vida me ha regalado. ¿Qué diría ella si la llamara espigón? Se reiría estruendosamente, como de habitual. Ah pero que me trague el infierno si alguna vez lee estas líneas. Es aquí nena, donde quiero estar, lejos de la fuerte marejada, en la calma divina de tus brazos.
Y despierto confuso y de mal humor. Mi hija que, ah qué curiosidad, últimamente pasa más tiempo conmigo que con su madre, se está preparando para ir a la universidad. No hay café, me dice. Llego al super un minuto antes de que abran al público. No me puedo creer que haya gente haciendo cola. Jubilados taciturnos en su mayoría, caminan cabizbajos empujando los carritos por las calles góticas del supermercado, bajo la luz acuosa de la mañana recién salida del légamo fluvial de la noche. Ya no tengo tanta diferencia de edad con ellos, reflexiono absurdamente, como si acabara de darme cuenta de los años que tengo. También arrastro mi carro, silenciosamente. ¿Un carro para el café? Nah, mientras me vestía L* me ha encargado una lista de cosas. L* siempre tiene listas de cosas, menos mal, porque yo viviría en una hoja en blando bajo la catedral de Milán imantada que custodia las pretensiones sobre la chapa metálica del frigorífico. Y entonces, y es así, como nacen los cuentos, se me mezclan todas estas cosas con un asunto, en tono de broma, que mencionaron ayer en la tele: la bilocación. Y me imagino, en una distorsión dolorosa de la lógica, que los jubilados sisiféscos que empujan su carro por pasillos infernales y yo somos una misma persona multi-locación, nuestra angustia vital nos ha hecho trizas, y como fragmentos de un jarrón transitamos, transito digo, múltiples y único, en busca del maldito café de la mañana.
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