El Duende y el Sauce
- Nelly
- GANADOR del I Concurso de relatos
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El Duende y el Sauce
Caía el sol derramándose sobre la hojarasca de los álamos blancos del bosque. Bajo el contacto de los haces cálidos que arrancaban destellos dorados de las hojas, se cruzaron los caminos de dos duendes del corazón de la foresta.
Eran seres enjutos, de puntiagudas orejas y aguileñas narices, rostros rematados en barbillas afiladas, cubiertas sus pieles de pliegues grisáceos y verrugas rugosas. Al hablar sus bocas se torcían en muecas aviesas y mostraban sonrisas macabras carentes de todo sentido del humor.
-Hace dos lunas llenas, mientras paseaba –comenzó uno-, me topé con una sorpresa.
Caminaba hacia el lago para saciar mi sed cuando el sonido más dulce que había escuchado jamás embelesó mis oídos. Me acerqué despacio procurando no hacer ruido, y descubrí una criatura etérea increíblemente hermosa, arrancando de una flauta con manos gráciles el sutil sonido.
- ¿Un hada? –repuso el otro.
- No; una mujer.
De suaves rasgos su figura se componía, manos blancas como la nieve virgen, talle esbelto y cabello moreno que se derramaba sobre sus hombros con la generosidad de una cascada. En sus ojos brillaban dos estrellas tan azules, que empalidecerían el añil de la medianoche estival.
Los pies descansaban sobre las rocas del lecho del río, y la humedad empapaba su blanco atuendo ciñéndolo todavía más a sus formas. Ajena a ser observada, practicaba despreocupada el ejercicio de su música, y así fue como cayó en mi hechizo sin apenas darse cuenta.
Eran seres enjutos, de puntiagudas orejas y aguileñas narices, rostros rematados en barbillas afiladas, cubiertas sus pieles de pliegues grisáceos y verrugas rugosas. Al hablar sus bocas se torcían en muecas aviesas y mostraban sonrisas macabras carentes de todo sentido del humor.
-Hace dos lunas llenas, mientras paseaba –comenzó uno-, me topé con una sorpresa.
Caminaba hacia el lago para saciar mi sed cuando el sonido más dulce que había escuchado jamás embelesó mis oídos. Me acerqué despacio procurando no hacer ruido, y descubrí una criatura etérea increíblemente hermosa, arrancando de una flauta con manos gráciles el sutil sonido.
- ¿Un hada? –repuso el otro.
- No; una mujer.
De suaves rasgos su figura se componía, manos blancas como la nieve virgen, talle esbelto y cabello moreno que se derramaba sobre sus hombros con la generosidad de una cascada. En sus ojos brillaban dos estrellas tan azules, que empalidecerían el añil de la medianoche estival.
Los pies descansaban sobre las rocas del lecho del río, y la humedad empapaba su blanco atuendo ciñéndolo todavía más a sus formas. Ajena a ser observada, practicaba despreocupada el ejercicio de su música, y así fue como cayó en mi hechizo sin apenas darse cuenta.
Última edición por Nelly el 27 Jul 2006 13:52, editado 3 veces en total.
- Nelly
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La otra criatura del bosque arrugó la nariz con curiosidad.
- ¿Encerrada?
- Oculta a todo ojo humano que la mire –rió triunfal su interlocutor-, pues antes de que se diera cuenta la corteza trepaba por sus frágiles miembros, y lo que fuera carne joven y sonrosada se ocultaba ahora tras la madera fría y arrugada.
Miraron a su alrededor, complaciéndose con el cruel secreto.
- Sus pies se hundieron en la tierra y, apenas levantó las manos al cielo en muda súplica, se cubrieron estas de ramas y hojas sin darle tiempo a decir nada más.-Hizo una pausa, pensativo- Creía que así solo yo podría observar su belleza, y sería mía para siempre...
El otro guardó silencio, expectante.
- Pero había un hombre....-añadió el duende- que la amaba.
Recorrió de punta a punta el bosque armado con espada y daga. Al anochecer, enarbolando una antorcha cuya luz se reflejaba en el acero desnudo, llegó hasta el lago clamando el nombre de la muchacha.
- Pero no la vio.
- Imposible, ella era un árbol. Pero ay, me equivoqué. De alguna forma ella escuchó la voz del joven y, despertando de su letargo, gritó en el lenguaje que solo pueden entender las hadas y los faunos.
Tan asombrado estaba por sus vanos esfuerzos, que no vi al humano que se acercaba por mi espalda, y cuando intentó darme caza, dejó caer la antorcha a los pies de su amada. El fuego corrió raudo sobre la hierba seca pues avanzada era la época estival, y en poco tiempo de encarnizada lucha, le rodeaban ya las llamas, abocándole a una muerte segura, sino por mi magia por el fuego que el mismo había provocado.
Justo antes de abandonarse a la muerte cayó a los pies del árbol y alcanzó a reconocer el rostro de la muchacha oculta tras la corteza.
El duende se giró hacia el otro, asombrado
- Ante mis ojos contemplé estupefacto, como las ramas de este se inclinaban como si estuviera llorando, y sus hojas alcanzaban a rozar la faz del humano moribundo, que las tocaba con su mano mientras susurraba apenas el nombre de la mujer.
- ¿Y el árbol?
- Silencioso está desde entonces, de su antiguo ser ya no queda rastro. Pero el hecho vuela de rama en rama y los que lo escuchan inclinan las suyas hasta el suelo, recordando la triste historia de la muchacha.
FIN
- ¿Encerrada?
- Oculta a todo ojo humano que la mire –rió triunfal su interlocutor-, pues antes de que se diera cuenta la corteza trepaba por sus frágiles miembros, y lo que fuera carne joven y sonrosada se ocultaba ahora tras la madera fría y arrugada.
Miraron a su alrededor, complaciéndose con el cruel secreto.
- Sus pies se hundieron en la tierra y, apenas levantó las manos al cielo en muda súplica, se cubrieron estas de ramas y hojas sin darle tiempo a decir nada más.-Hizo una pausa, pensativo- Creía que así solo yo podría observar su belleza, y sería mía para siempre...
El otro guardó silencio, expectante.
- Pero había un hombre....-añadió el duende- que la amaba.
Recorrió de punta a punta el bosque armado con espada y daga. Al anochecer, enarbolando una antorcha cuya luz se reflejaba en el acero desnudo, llegó hasta el lago clamando el nombre de la muchacha.
- Pero no la vio.
- Imposible, ella era un árbol. Pero ay, me equivoqué. De alguna forma ella escuchó la voz del joven y, despertando de su letargo, gritó en el lenguaje que solo pueden entender las hadas y los faunos.
Tan asombrado estaba por sus vanos esfuerzos, que no vi al humano que se acercaba por mi espalda, y cuando intentó darme caza, dejó caer la antorcha a los pies de su amada. El fuego corrió raudo sobre la hierba seca pues avanzada era la época estival, y en poco tiempo de encarnizada lucha, le rodeaban ya las llamas, abocándole a una muerte segura, sino por mi magia por el fuego que el mismo había provocado.
Justo antes de abandonarse a la muerte cayó a los pies del árbol y alcanzó a reconocer el rostro de la muchacha oculta tras la corteza.
El duende se giró hacia el otro, asombrado
- Ante mis ojos contemplé estupefacto, como las ramas de este se inclinaban como si estuviera llorando, y sus hojas alcanzaban a rozar la faz del humano moribundo, que las tocaba con su mano mientras susurraba apenas el nombre de la mujer.
- ¿Y el árbol?
- Silencioso está desde entonces, de su antiguo ser ya no queda rastro. Pero el hecho vuela de rama en rama y los que lo escuchan inclinan las suyas hasta el suelo, recordando la triste historia de la muchacha.
FIN
- JoseMSGamboa
- Lector voraz
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Re: El Duende y el Sauce
Hola Nelly: Agradable, felicidades.
Fermín.
Fermín.