Otro relato mío: El Enemigo a Batir

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Ukio
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Otro relato mío: El Enemigo a Batir

Mensaje por Ukio »

El título es un "doble sentido": Lo presenté al primer concurso de relatos del foro donde hacemos EMDLO y era la coña: Por un lado "El enemigo a batir" del relato, y por otro, como yo era el que tenía la mayor fama de "relatero" en el otro foro, me presentaba a mi mismo como "El enemigo a batir". Es una pijadita, hecha en un par de horas y ambientada en Galshann. Espero que os guste.

Por cierto, gané el primer premio de ese concurso XDDDD


Acabo de editar y poner la version con la ortografía corregida (corrector de word, más te vale no haberme fallado XDDD )


EL ENEMIGO A BATIR


Halaran atravesó la puerta con un gesto triunfal, y la posada "Caída de los Trolls" se llenó de vítores. El héroe del Estercolero Redondo había regresado. Los niños se agolpaban a su alrededor, deseosos de tocar su legendaria armadura de cuero tachonado, llena de muescas y otras condecoraciones, premios a sus múltiples aventuras. Con cuidado, el recién llegado se abrió paso hacia la barra dejando un hueco tras de sí para su hermosa acompañante: Una mujer muy esbelta, con unos extraños y a la vez hipnóticos ojos de dorados iris. No parecía que fuesen juntos, él con su vieja ropa de faena, su fea espada, con la empuñadura llena de golpes y cortes, y el cuero de la vaina gastado, su armadura, sus botas... De piel de grifo, regalo del señor élfico de Kanait Phern, como premio por recuperar el "Alma de Horeemu", Señor de los cielos. Le encantaba llevar encima todos los recuerdos de sus misiones cuando entraba en la "Caída", pero todos esos abalorios mágicos o mundanos no eran comparables a lo que se había traído esta vez. Una esposa.
Zannaeli era una sacerdotisa Tulesiana dedicada a la diosa del sol. El tono áureo de sus ojos la delataba como una de las elegidas por la dama Unmaril, bendecida con unos poderes infinitamente superiores a los de cualquier clérigo o mago de tres al cuarto, sobre todo durante las horas del día. Tenía el pelo de color negro, liso y muy bien cuidado, tan limpio que reflejaba la luz de las antorchas. Sus facciones eran suaves y delicadas, con una tímida sonrisa y una gracia natural en su esbelto cuerpo, bajando desde el grácil cuello por un busto pequeño y bien formado, un vientre perfecto que evidenciaba las primeras semanas de un embarazo, hasta llegar a unas piernas tan perfectas que parecían de mármol.

El aventurero llegó a la barra y se subió a ella de un salto, ayudando a su acompañante a subir. Cuando ambos estuvieron arriba, a la vista de todos, tomó una jarra de cerveza y la alzó en un nuevo gesto triunfal, que desencadenó una nueva oleada de vítores.

- ¡El mayor tesoro que he logrado nunca en mis aventuras! - Bramó con su tosca voz. - ¡Mi mujer! ¡Zannaeli! - La aludida parecía estar totalmente fuera de lugar en la sucia taberna llena de eufóricos villanos, vestida como la más perfecta cortesana saludando con sus modales palaciegos. - ¡La futura madre de mis hijos! - Zannaeli se ruborizó primorosamente, mientras que su marido, rebosante de orgullo alzaba su jarra en un brindis con todos los parroquianos para apurarla de un trago. La lanzó a su espalda, cayendo esta peligrosamente cerca de la cabeza de Norne, el esquelético posadero.
- ¡Me alegro de veros a todos! - Continuó haciendo caso omiso de las protestas de su amigo. - ¡Urjen, Ofenna, Iriost, Jobor, Hacken...! ¡El mendigo, como todos los años! - Gritó entre carcajadas. - ¡También me alegro de verte! ¡Pide una pinta, que te invito! ¡Me alegro de veros a todos!

El mendigo era un pobre viejo arrugado, envuelto en harapos, que le dedicó una sonrisa llena de pliegues de su apergaminada piel desde un lado de la puerta de la posada. Sentado en el suelo, esperando a oír el relato de la nueva aventura de Halaran, héroe del Estercolero redondo, pesadilla de Graul Berzenem Ethlorias Illkannen IV, señor del vasto imperio Vhorek, y de su mas temido secuaz, el asesino conocido como "El Espectro", líder de La Daga, la infame cábala de asesinos a las órdenes del despótico emperador. Llevaban años tras Halaran, y este siempre había logrado zafarse, a veces fácilmente, a veces de puro milagro. Todos los parroquianos asistentes a su regreso esperaban ansiosos a descubrir como había escapado esta vez de las garras de la muerte. Halaran se bajó de la mesa, saboreando el expectante silencio que se había formado de golpe en la taberna. Murmullos apagados aún audibles en las mesas llenas de gente a rebosar eran rápidamente silenciados por presurosos siseos. Ofreció gentilmente una silla a su mujer, mientras Norne llenaba una copa con el mejor vino que había podido conseguir. Tras asegurarse de que su mujer estaba cómoda, se quedó mirándola a los ojos con la pícara sonrisa que había hecho que ella se fijase en él.

- Se mueren por oír tu historia, Halaran. - Susurró ella riéndose suavemente en voz baja.
- Entonces esperarán un poco más. - Fue la respuesta de su marido, acompañada de un jovial guiño.

Cuando los murmullos hubieron retomado su lugar en el tenso ambiente del local, el aventurero volvió a subir de un salto a la barra.

- ¡Y así empieza! - Su voz tronante se alzó entre exclamaciones de júbilo. - Mis valerosos compañeros y yo nos deslizamos en las últimas sombras de la noche hacia el Este, donde nos esperaba el maravilloso reino de Tules. - La jarra se alzó en otro brindis, correspondido por el grupo de aventureros que siempre habían acompañado a Halaran en sus correrías. Elith, la arquera élfica, Dorrnam el gigantesco guerrero, Mordelath el archimago y Boran el clérigo de Vauldian, señor de los caminos. Estos, en la mesa más próxima a la barra esperaban pacientemente, preparándose para el acostumbrado bombardeo de preguntas que se les echaría encima en cuanto Halaran concluyese su historia. - Zaan-Henneir, justo monarca de Tules conocía nuestra merecida fama, y nos mandó llamar. Subimos a nuestros corceles para partir hacia las lejanas tierras de Naciente, donde la gloria o la muerte nos esperaban una vez más. El viaje duró días, a lo largo de las inmensas estepas del Vasto Imperio. El sol salía y se ponía sobre nosotros una y otra vez a lo largo del viaje, por ciénagas y bosques, llanuras, valles, montañas y grutas... A lo largo del trayecto se sucedieron encuentros con las más temibles y odiosas criaturas que acechan los caminos, como lobos huargos, canes del infierno, kobolds, trasgos y otras repulsivas criaturas orcóides... Pero no tan temibles como las fauces supurantes de veneno del basilisco de las grutas que nos esperaba en las cavernas del paso de Kolomir. El hacha de Dorrnam fue petrificada por su temible mirada, así como el árbol en el que se había escondido Elith para evitar una muerte segura. La piel de la criatura era demasiado gruesa para mi fiel espada, y Boran estaba atrapado, protegido por su fe y por el escudo que había interpuesto ante su rostro para evitar los ojos de la bestia. Mordelath avanzó, con temeridad, pero con valentía, de cara hacia la bestia, entonando cánticos arcanos de guarda y protección. La criatura, confundida por ese extraño hombre inmune a su terrible maldición, aulló con furia lanzándose a la carga, antes de que el valeroso mago tuviese tiempo de concluir la preparación del hechizo. ¿Sabéis que oímos entonces? - Halaran se recreó nuevamente en los murmullos del público. - ¿No lo sabéis? - Su mirada recorría a todos los asistentes, saboreando la tensión en cada uno... El interés, la intriga... Los niños se escondían entre las piernas de sus padres, temerosos de la imagen del hambriento basilisco proyectada por su imaginación. - ¡Oímos a Dorrnam! - Respondió el narrador en voz muy baja. Su murmullo tuvo el efecto esperado, ya que no pudo contener una leve sonrisa cuando todos los presentes, incluidos sus compañeros de aventuras, se acercaron para oír lo que decía. - Gritando "¡Ahora tengo una mazaaaaaa!" - Acompañó su súbito grito con un salto, cargando contra el imaginario monstruo, lanzándole golpes con su maza ficticia. - "¡Muere, maldita abominación! ¡No pararé hasta que te rompas en pedazos!" - El público rompió en carcajadas, ya que todos conocían el carácter del impulsivo guerrero, acompañando las risas de nuevos vítores. - La bestia alcanzó varias veces con sus garras el fuerte cuerpo de Dorrnam, una y otra vez, dejando profundos surcos en el acero de su armadura de placas, pero el enfurecido guerrero descargaba sus golpes, fuertes como truenos, una y otra vez sobre la cabeza de la bestia, jadeando por el dolor y el cansancio. El basilisco intentaba alejarse, para lanzar su malévola mirada sobre el noble Dorrnam, pero este sabía que si se pegaba al monstruo este no podría petrificarle por miedo a verse afectado por su propio conjuro. Con una risa maníaca, la improvisada maza cayó una última vez sobre la testa del animal, desplomándola contra el suelo con un repulsivo crujido. ¡No hay hombre ni bestia que pueda detenernos! - Zannaeli vio a su esposo alzar su jarra de nuevo, seguida por todas las demás jarras del local, acompañadas de su delicada copa de vino. Halaran tenía un cierto atractivo físico, pero lo que la había seducido era su innegable carisma, capaz de inundar toda la sala con sus relatos, de ser el centro de atención, de atraer miradas. Los parroquianos lo amaban, y ella más que ninguno. Inconscientemente, sus dedos acariciaron su vientre, cuya curvatura estaba suavizada y estilizada por las sedas tulesianas que la vestían. Cuando salió de su ensimismamiento, las palabras de su esposo la introdujeron de nuevo en el lujoso palacio donde había nacido.

- Paredes de piedras tan extrañas que cambiaban de color según la luz que recibiesen, formando un pasillo laberíntico tan terrible que aunque vivieses mil años morirías allí sin remedio de no tener a alguien que te guiase, pero tan hermoso su color blanco como la nieve al amanecer, azul como los cielos de la costa al mediodía, o rojo como los rubíes recién pulidos al ocaso... Que te entregarías gustoso a tal suplicio. Guiados por dos hombres con armaduras hechas con madera de ébano, tratada de tal modo que ni el mitrhilio tenía tal dureza, y encantadas tan poderosamente, que las mejores espadas se quebrarían al impactar contra ellas. - Una pausa para mirar los gestos de asombro de los espectadores. Halaran quedó satisfecho con la cantidad de bocas abiertas, y de muecas y asentimientos que querían apremiarle para que prosiguiese. - Al final del laberinto, sellado por dos puertas de ónice cuyo cierre se entrelazaban como si fuesen los rayos del sol al atravesar una cristalera coloreada. Eran tan grandes que había diez eunucos a cada lado, listos para accionar un mecanismo de poleas y pesos oculto que abría el inmenso portón, introduciéndonos de lleno en la sala del trono del místico reino de Tules. Una estancia tan grande como el templo de Illkannen I, rey fundador de Vhorek. El techo estaba compuesto por cristaleras, atravesadas por los rayos de sol que incidían sobre incontables telas de seda y gasa, tan finas y ligeras que el propio aire, parecía pesado a su lado. Estas teñían la luz de maravillosas tonalidades inimaginables. En el centro de toda esa magia, rodeado de cortesanos y aduladores, de magos de corte, acróbatas, funambulitas, bailarinas, bufones y soldados, Zaan-Henneir, Arúspice de la bóveda celeste y rey de Tules. El rey adivino. A su lado, erguida como una delicada criatura, digna del más primoroso jardín de los dioses, la más bella posesión que tuvo nunca el reino de Tules: La princesa Zannaeli. - La aludida se ruborizó como una niña cuando todas las miradas incidieron de golpe sobre ella. - Nunca me incliné tan hondo en una reverencia, y nunca la consideré tan merecida, pues su belleza es tal que podría llevar a naciones enteras a la guerra solo por el mero placer de su compañía, impulsar a un bardo a dedicar todas las noches de su existencia a buscar una oda que pudiese atribuirse al fluir del viento sobre sus cabellos, a un aventurero como yo a enfrentarse al más temible de los seres del inframundo, por sentir el roce de sus dedos en mi callosa mano. - Hubo alguna mirada sarcástica, ya que Halaran se llevó algo mas que un leve, sutil y romántico roce... Pero el aludido se limitó a sonreír ingenuamente y encogerse de hombros.
- ¡Una justa cólera se desató en mi! - Prosiguió el relato. - Al comprobar cuan bajo puede caer la vil condición de los mortales. Como puede un hechicero, infame y ruin... Retorcido... Malévolo... Cruel... Torbaru el oscuro, señor de la necromancia, que dada la condición de elegida de Unmaril de la princesa, quería sacrificarla en un oscuro ritual que traería la perdición y la muerte a Tules, y más adelante a toda Illandra. - "Pausa para los abucheos", pensó acertadamente Halaran. Era un maestro en calcular el ritmo de un relato. - Pero si ceder a sus exigencias era terrible, no lo era menos resistirse, pues usando su terrible magia de control de los muertos, ¡amenazó al noble y justo Zaan-Henneir con maldecir su castillo si no cedían a su chantaje! ¡Y no contento con tan temibles amenazas, osó dar una muestra de su malvado arte, lanzando la maldición de la locura sobre el desgraciado príncipe Korozaris, hermano de la bella Zannaeli, que se hallaba en sus habitaciones atado a febriles delirios mas allá de los poderes de curación de nuestros amigos Mordelath y Boran.
>>Nuestra llegada justo coincidió el día anterior al último eclipse de luna del año de Dakhanae, dios de la noche. Si no habían cumplido sus condiciones en la citada fecha, los muertos se alzarían durante el eclipse, ansiosos de llevar la podredumbre, el caos y la destrucción a todas las almas vivientes del palacio del Arúspice, y después de todo Tules, para luego extender su maldad por toda Illandra. Torbaru se había hecho con el báculo de Kirkalanth, la primera nigromante, que ampliaría su poder hasta el de un dios viviente, una vez hubiese derramado la sangre del favorito de un dios sobre él. Desesperado, Zaan-Henneir se reunió con nosotros en privado. "Salvad a mi hija, os lo ruego. Acabad con el nigromante y el mayor tesoro de Tules será vuestro. Torbaru no os conoce, ni conoce vuestro poder. Salvad mi reino y os premiaré con aquello que vuestro corazón más desee." - Zannaeli estaba impresionada. Algunos de los presentes derramaban lágrimas de emoción, por la triste maldición que había caído sobre su reino.
- Con sus poderes arcanos, el arúspice de la bóveda celeste nos tele transportó a la ladera de la montaña de Egraris, donde se ocultaba la guarida del nigromante. No era un ascenso fácil, a través de montes de aire sulfuroso y nocivo, rodeado de una oscura taiga. Perdida en el corazón del bosque montañoso se hallaba la torre del oscuro necromante. Una construcción de un solo bloque de obsidiana, un rincón olvidado por los dioses, oculto en el corazón de un bosque siniestro y maldito. Atravesamos la fronda, guiados por nuestro propio valor y sentido del deber, dispuestos a triunfar allí donde muchos bravos aventureros, tulesianos o foráneos, habían fracasado. Ocultos en la noche, nuestra llegada no fue percibida por los horrores que nos esperaban. Sigilosos como sombras avanzamos hasta el pié mismo de la torre, donde Elith tomó su arco y disparó una flecha atada a una cuerda hacia la cúspide del baluarte. Nos dispusimos a trepar por ella hasta alcanzar la cima de la torre. El techo estaba formado por una superficie inclinada, formada por ventanas, por las que la luna incidía en la sala de estudio del necromante, con su tétrica iluminación. Esa estancia estaba repleta de feroces criaturas disecadas, dispuestas en las paredes de su planta circular, rodeando una mesa de piedra, donde apoyaba un tomo con páginas de reseca piel humana. El necromante, sentado ante el libro, pasaba distraídamente sus dedos por una serie de pequeños canales grabados en la superficie de la piedra, cuya totalidad formaba un diseño que nos quedaba oculto por el siniestro volumen. La vista élfica de Elith divisó sangre en esos pequeños canales y un terrible escalofrió recorrió nuestras espinas dorsales cuando lo comprendimos. Su escritorio también era su altar de sacrificios. - Halaran se detuvo a fin de dejar que sus oyentes se internasen en la escena. Una mujer le tapaba los oídos a su hijo pequeño para que no escuchase ese terrible relato.
- En ese momento no pude evitar imaginarme a la hermosa princesa cautiva y sometida, atada a ese altar mientras el necromante entonaba los infernales cánticos del hechizo que lo convertiría en el ser más poderoso de Illandra. Boran alzó una plegaria a Vauldian, bendiciéndonos, pues el dios de los caminos sabía que de nuestro éxito se decidiría el destino de las generaciones venideras. Dorrnam tomo la iniciativa. Con el peso de su hacha, su armadura de placas y sus cien kilos de poderosa musculatura, se arrojó atravesando el techo de cristal, descargando un golpe con el hacha que hizo temblar toda la estructura de la torre. Cuando alzó la vista, rodeado de los pedazos y astillas de la silla del mago, se encontró a este último junto a la pared, frente a él. Al lado de la chimenea, que junto con la "mesa" era todo el mobiliario de la estancia. El necromante rompió a reír, y su taimada risa resonó en todo el bosque. "Patéticos y débiles seres... ¿Acaso creíais que vuestras insignificantes armas de acero serían de utilidad contra alguien que domina los secretos de los poderes arcanos? Todos sois unos necios, y por eso vais a conocer la más dolorosa de las muertes." Sus palabras nos llenaron de temor hasta el punto de inmovilizarnos, como garras invisibles que apresaban nuestras manos y pies. Dorrnam, Elith y yo nos creíamos perdidos, pero no así Boran, movido por su fe, ni Mordelath, que contaba con las arcanas artes de la Evocación y la conjuración. "¡No eres el único mago de aquí, necromante!" Exclamó nuestro amigo con potente voz mientras sus manos se retorcían en la serie de movimientos inmediata al lanzamiento de una bola de fuego que consumió el extremo de la habitación donde se encontraba Torbaru. Cuando la ígnea esfera estalló, esa parte de la sala se volvió súbitamente un infierno de llamas rojizas, consumiendo todas esas bestias disecadas en segundos. En el centro de la hoguera, riéndose como un maníaco, estaba el nigromante, protegido por el báculo de Kirkalanth. "¿Esos son tus poderes? Nunca debiste salir de la feria ambulante donde pedías limosnas... ¡Pero ahora ya es tarde!" Un rayo de energía oscura brotó de la cabeza de Contemplador que adornaba el extremo superior del báculo, impactando de lleno a Dorrnam, que cayó inconsciente en el momento. Un segundo después Elith, que había desenvainado su cimitarra plateada, y yo, empuñando mi fiel espada saltamos al interior del cuarto del necromante, intentando distraerlo mientras Boran y Mordelath preparaban sus conjuros más poderosos, pero Elith quedó suspendida en el aire a medio camino del suelo. La mire horrorizado cuando sus extremidades se tensaron y extendieron, mientras ella gritaba de dolor. "¡Suéltala!" Grité abalanzándome sobre Torbaru, pero hizo un ademán como quien aparta a una mosca y salí despedido contra la pared. Luego, sosteniendo a Elith con la fuerza de su mente, la lanzó contra la pared del fondo. La elfa exhaló un gemido ahogado cuando el aire abandonó de golpe sus pulmones por la violencia del impacto. "Y ahora... ¡A las llamas!"
>>Pero Mordelath no estaba dispuesto a dejar que el brujo se saliese con la suya, y se encerró en una batalla mental contra él. Sus miradas se habían cruzado y sus voluntades pugnaban con tal furia que aquel que vacilase vería su mente destruida por el poderoso embate de su oponente. Noté una mano posarse en mi frente, y oí susurrar una oración a Vauldian, mientras las fuerzas volvían a mi cuerpo herido. Boran estaba a mi lado, sonriéndome. "Esta es tu oportunidad, amigo. Dependemos de ti." Entonces tocó mi espada con su cayado, que empezó a brillar con la bendición del Dios de los Caminos y los Viajeros. "Vauldian te cede su fuerza, Halaran. Úsala con sabiduría." Guiado por las palabras y la fe de mi amigo, cargué contra el necromante. El poder divino de Vauldian me ayudó a atravesar el campo mágico que defendía al cruel Torbaru y mi espada sesgó de un solo golpe su brazo izquierdo, despojándolo de su báculo. "¡No!" Grito mientras su victoria se alejaba de su alcance. ¡Tomé el malvado bastón de Kirkalanth, quemándome su maldad en las manos, y lo arrojé al fuego! Las llamas se volvieron negras, en contacto con tan malévolo artefacto. "¡Noooooooo!" El último grito del necromante resonó en toda la montaña mientras mi espada atravesaba su corazón y el poder de Mordelath destrozaba su mente. - Con la destrucción del villano, la taberna se llenó de gritos de júbilo y miradas de orgullo.

- Zaan-Henneir bendijo mi matrimonio con su hija, celebrado tan pronto como volvimos de nuestra misión, y la ceremonia fue honrada con la presencia del recién reestablecido príncipe Korozaris. Creo, que el relato de la boda lo contaré otro día... - Halaran sonrió ante la multitud de exclamaciones de frustración que surgieron a raíz de la noticia, pero decidió que tenía que dejar algo de historia para otro día. - ¡En nuestro viaje de regreso! - Alzó la voz, dejando que los que querían seguir con la historia hiciesen callar a los que aún protestaban. - En nuestro viaje de regreso... A dos kilómetros de las murallas de Galshann, en el bosque del Este, no os imagináis quien nos vino a dar la bienvenida: Los perros del Espectro. La Daga. Nos duplicaban en número, excepto por Dorrnam, que habían venido tres solo para él, y nos esperaban en una emboscada. Surgieron como sombras y nos rodearon en seguida, apuntándonos con sus ballestas, cargadas con virotes envenenados. "Entregaos o no viviréis para ver Galshann otra vez", ordenó su líder con voz rasposa. - El público estaba aterrado. Sabían que Halaran lo había logrado, o no estaría aquí contando la historia, pero estaban igualmente preocupados por que el héroe del relato no lograse sobrevivir.
- Nos veíamos vencidos y capturados, llenos de frustración. ¿Acabábamos de salvar al continente de Illandra de ser destruido por los delirios de un loco y este era el agradecimiento que nos tenían preparado? Era la mayor injusticia desde que el mundo existe. Nos dábamos por perdidos cuando de repente el perro del Espectro que estaba junto al líder cayó inconsciente. Todas las miradas incidieron sobre él, extrañado, cuando oímos un ruido detrás nuestra: Otro de los asesinos también se había dormido... ¡Y otro!... ¡Y luego otro más! El líder, fue el último en caer, antes de proferir el típico juramento de venganza "¡Cuando te vuelva a ver te...!" - Nada mejor que humillar al poder establecido para hacerse con la simpatía del pueblo llano. El estallido general de carcajadas fue muy revelador en este aspecto. - Entonces todos nos miramos extrañados, cuando nuestra nueva acompañante, la princesa Zannaeli exhibía una traviesa sonrisa. "Unmaril cuida de sus protegidos". - La heroína del momento se ruborizó por la atención centrada en ella, y los gritos de júbilo, así como las obscenas burlas contra La Daga no hicieron sino acentuar su turbación. - Triunfalmente atravesamos las puertas que dan al Estercolero Redondo, concluyendo esta aventura que brindemos hoy. ¡Ni siquiera los más poderosos necromantes pueden enfrentarse a nosotros cuando estamos juntos! ¡Somos invencibles! - El público correspondía a todos los vítores de Halaran. - ¡Y si ese Espectro quiere cogerme, que venga en persona! ¡Le daré su merecido! - Un nuevo grito de victoria, mucho más fuerte que los anteriores llenó la taberna. - ¡Va a saber lo que es una paliza! ¡Lo voy a trinchar como el pavo emplumado que es! - Un nuevo griterío triunfal acompañaba a cada bravata. Mientras las jarras se alzaban, para vaciarse y luego volver a llenarse repitiendo el ciclo, los hombres gritaban y las camareras trabajaban sin cesar, recorriendo la sala apresuradamente, en medio del bullicio, Halaran tomó a Zannaeli de la mano.
- Mejor nos vamos ahora a un lugar mas tranquilo hasta que esto deje de parecer un saqueo. - Dijo con un cómplice guiño. Su esposa asintió y lo acompañó hasta la salida del local. Antes de que hubiesen alcanzado la puerta, una vieja y demacrada figura se interpuso en su camino.
- Muy buena historia, Halaran... - Dijo el mendigo. - Alteza... - Añadió con una reverencia hacia la bella acompañante del aventurero.
- Me alegro de que te gustase, viejo. - El aventurero le lanzó una moneda de oro. - Ahora brinda por ella. - Dijo mientras se iba.


Mientras el aventurero y la princesa se perdían en los callejones, un hombre alto los miraba desde la distancia. Jugaba con un Titán de oro entre los dedos. Luego lo guardó para quitarse el maquillaje de la cara y cubrirse nuevamente el rostro, esta vez con una máscara de color blanco pálido que solo dejaba a la vista sus ojos y la parte inferior de su rostro. Apartó de un tirón sus harapos, mostrando unas vestiduras lujosas de color blanco, rojo y negro, mientras otro hombre, ataviado con ropajes oscuros aparecía a su lado, como salido de las sombras de la noche.

- Mi señor, Dhann Sheonn. Lo tenéis a vuestro alcance. ¿Por que no lo cogéis? ¡Os acaba de insultar en público! ¡Vos mismo lo decís, nadie se ríe del Espectro! -
- Aún tienes mucho que madurar, Yorek. Puedo cogerlo cuando quiera... Lo que pasa es que... Me divierte. Además, vuelve loco al rey. Y ya sabes que me encanta la gente capaz de cabrear a ese pavo pomposo. - Dijo riéndose mientras se perdía entre los callejones. - Pero... Me encantará ver la cara que pone si algún día descubre que por muy libre que se crea siempre ha estado en la palma de mi mano. ¡Es igual, tenemos trabajo!
Última edición por Ukio el 20 Jun 2005 17:11, editado 1 vez en total.
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lucia
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Mensaje por lucia »

La historia está bien, pero tiene muuuuuuchos fallos de falta de atención y necesita puntos y aparte como algunos la cerveza.

Veamos: un par de faltas de ortografía tubo nunca o algo así, exaló por exhaló.
varias palabras con letras bailadas o cambiadas: infieron nobre por noble, acabaz por acabad, un doble la la, el ruido es detrás nuestro y no nuestra, que brindamos hoy y no que brindemos hoy...
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Brianna
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Mensaje por Brianna »

Me ha gustado mucho, me encanta la ambientación de las historias de Dhann Sheonn con ese aire medieval y de fantasia épica. Genial. Menos mal que has añadido la intervención de Zannaeli en el bosque del Este y lo de su "sonrisa traviesa", porque me estaba pareciendo demasiado mona y vergonzosa la chica. Así al menos sabemos que hay mucho más en ella que a simple vista.

Haz caso a los consejos de Lucia y añade unos cuantos puntos y a parte así la historia se leería mejor.
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Ukio
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Mensaje por Ukio »

Bueno, le pasé la ortografía ayer en casa, pero... ¿Adivináis? Si!!!! Me dejé la pu%& memoria externa en casa!!!!

A ver si saco algo de EMDLO del otro foro para poner hoy...

PD: Brianna, me alegro de que te gusten. En EMDLO estamos en la recta final, y ya llevamos un par de meses desarrollando la trama de la segunda parte. Esta vez no seré yo quien vaya tirando de la historia, sino que se ocuparán Sinh y Haraz. Yo llevaré a mi personaje en 2º plano, con su argumento secundario y sus ocasionales intervenciones en el principal. Eso si, dado que sigo siendo el más experimentado del grupo, a pesar de no liderarlo me tocará hacer de consejero y asesor XDDDD
Como veis, tenemos Illandra para rato. ;)

Y no iba a dejar a Zannaeli sin su dosis de protagonismo, por diox!!! XD
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JANGEL
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Re: Otro relato mío: El Enemigo a Batir

Mensaje por JANGEL »

Amigo Ukio, tienes futuro, eso está claro. Así que ánimo e insiste. Cuando se resuelva el concurso del que soy jurado, daré más detalles para animarte a participar en la siguiente edición. ¿Has participado en algún concurso convencional? Creo sinceramente que podrías llevarte algún que otro premio.

Eso sí, coincido con las demás. Aunque ya lo sabes y tú mismo hablas sobre ello, debo insistir (me he vuelto un maniático de la gramática y la ortografía, para procurar minimizar el número de faltas en mis propios relatos), no descuides la forma, aun menos si te presentas a concurso.
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Ukio
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Mensaje por Ukio »

Bueno, la verdad es que si. Este merece una revisión... O mejor dicho ACABAR la revisión. De todos modos, espero el aviso. Participaré... Sonará mal por mi parte pero lo digo absolutamente en serio: ¿Premio en metálico?

Ahora voy a participar en el de Relatos de Verano, de La Voz de Galicia. A ver que tal.
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JANGEL
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Mensaje por JANGEL »

Sí, hay premio en metálico. Es pequeño en comparación con el de otros concursos, pero la institución que lo convoca ha cobrado mucha importancia en España en los últimos diez años, por lo que ganar este certamen siempre ampliaría tu curriculum de forma sustanciosa.

Recuérdame que dé más detalles cuando recupere el asunto. Dentro de una semana se publicará el fallo, así que empezaré a comentarlo con más claridad.
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lucia
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Mensaje por lucia »

Ukio escribió:Bueno, le pasé la ortografía ayer en casa, pero... ¿Adivináis? Si!!!! Me dejé la pu%& memoria externa en casa!!!!D


:lol: :lol: Y encima se nos autocensura. Está bien esto :P :P

Y nos leeremos todo lo de Ilandra que sea menester mientras siga estando divertida y entretenida la cosa.
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Ukio
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Mensaje por Ukio »

Pues nada... Yo seguiré escribiendo. Pero a Dhann Sheonn le quedan uno o dos relatos, luego, aunque me encanta el personaje, escribiré con otros personajes en Illandra para agrandar más el mundo.
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lucia
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Mensaje por lucia »

Pues ya tienes unos cuantos personajes majos para viajar por Ilandra y participar en más aventuras.
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