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FotosHacía ya tiempo que no escribía nada. Esto es una participación mía de otro foro. Hay que escribir una escena con palabras que te dan, y éstas eran realmente difíciles. Están en negrita. Me divertí mucho escribiéndolo, y quise compartirlo con vosotros. Espero que os guste. Es una escena tipo novela piscinera, o sea, de las que me gustan
.
-A mi padre le ha dado por pasar tiempo conmigo.- dijo Samy mientras hacía círculos con el dedo en la arena caliente. Marian apoyó la cara sobre los brazos cruzados y la miró con interés.
-Eso está bien, ¿no?, ¿no era lo que querías?
-Sí, pero no de esta forma. Como no se le ocurre qué decirme ni de qué hablar, saca tomos de la enciclopedia y se pasa horas consultando cosas, y me las lee. Me dice: “mira, ¿sabías que bla bla bla bla bla?” Obviamente, él tampoco lo sabía, sino que se entera dos segundos antes de decírmelo.
-Seguro que no es tan malo. Incluso podría ser entretenido.
-Uy, entretenidísimo. Mira, la semana pasada me enteré de que llevo dos años creyendo que tenía un jilguero, cuando lo que tengo es un lugano. Imagínate.
Marian arqueó las cejas.
-¿Y qué importancia puede tener eso?
Samy la miró como si estuviera loca.
-Mucha. Para empezar se llama Jil. Cuando debería haberse llamado Lu, que por otra parte es un nombre mucho más bonito.
-Estás como un cencerro.
Samy suspiró.
-Me aburro con mi padre. Nunca creí que lo diría, solía ser muy divertido. Pero ahora quiere que tengamos pasatiempos más constructivos. Dice que el conocimiento da la felicidad, cuando lo que pasa en realidad es que no sabe cómo tratarme desde que ya no llevo coletas.
-Bueno, míralo por el lado positivo, así te culturizas un poquito. No hay mal que por bien no venga. Podrías bajarle los humos a Willy “el pedante”.
-De eso nada. No tengo ninguna intención de ponerle en evidencia ante los demás. Me da lástima.
-¿En evidencia? Pero si suelta unas citas la mar de cultas. No sé si es que se dedica a estudiar filosofía a todas horas o si se estudia todas las tonterías que dice antes de venir. Creo que quiere impresionarte.
-Pues es un pelma. Y no se pasa todo el día leyendo filosofía, sino que saca unas cuantas frases célebres de internet y las va metiendo en la conversación. Donde se pasa todo el día es en la trainera remando. Y ahí es donde debe estar. Con ese cuerpo, ¿para qué quiere aparentar cerebro? Mejor haría siendo más natural.
Marian le guiñó un ojo.
-Desde luego no me importaría que una espalda así decorara mi dormitorio. ¿Te lo imaginas desnudo boca abajo entre sábanas revueltas?
Samy alzó una ceja de modo sarcástico.
-Venga ya, reconoce que tú te lo imaginas boca arriba.
Marian rió con ganas.
-De todas formas creo que de verdad le gustas. El otro día en clase le vi sacar unas tijeritas en clase y cortarte un mechoncito de pelo.
Samy frunció el ceño.
-¿En serio?
-En serio. –asintió- y además me han dicho que con el mechón se ha hecho un escapulario.
-¡Mentira! –soltó Samy entre carcajadas. –Eso te lo has inventado ahora mismo.
-Y seguro que lo lleva al cuello y lo besa por las noches.
-Eres muy mala. No te inventes cosas.
Marian sonrió.
-Lo del mechón es verdad, lo vi guardarlo entre las páginas del manual de Microeconomía antes del verano.
Samy se quedó pensativa, hasta que Marian la sacó de su ensueño.
-Ahí viene, directo a tu toalla. A ver lo que se le ocurre hoy.
-Qué pesado. –pero sus ojos lo miraron con fingido desinterés e, inesperadamente, se puso nerviosa.
-¿Samy?, ¿Marian?, buenos días.
-Hola, Willy, ¿ya te has cansado de entrenar?
-Bueno, llevo tres horas sin parar. Quería descansar un rato.
Marian lo miró con cariño.
-Estás un poco loco, todos los días remando sin parar, pero supongo que será por la edad. A ver si los años te tranquilizan un poco y cambias el remo por la colchoneta de playa. Es más divertido y menos cansado.
-Bueno, Marian, como dijo Disraeli, “la juventud es una locura, la madurez una lucha y la vejez un lamento”. –contestó con tono filosófico. Samy chasqueó la lengua, llamando su atención.
-Ya, pues como dijo Diógenes, quítate de en medio que me tapas el sol.
Willy rió entre dientes.
-Estoy seguro de que Diógenes no dijo eso. –contestó molesto, pero se apartó.
-Pues mira, resulta que sí, que lo dijo, o al menos dicen que se lo dijo a Alejandro Magno, lo que nos indica que los filósofos, además de citas para ligar también decían tonterías y cosas sin importancia. Y de esas tú dices a cientos. Así que quizás sí, quizás tengas una chispa de filosofía apretujada entre todos esos músculos.
Willy se quedó mudo, pero Samy, sorprendida por su propio arranque agresivo, no podía parar.
-Así que no te preocupes ni te quemes las pestañas buscando citas. No impresionas a nadie y sí das un poco de lástima.
Willy se puso blanco y Marian se llevó una mano a la boca. Samy se cayó de golpe, horrorizada. Lo vio girar la cabeza y mirar en dirección a la trainera connostalgia, pero se volvió de nuevo hacia ella. Sus ojos azules transmitían serenidad.
-Es bueno ver puestos de manifiesto nuestros defectos. –dijo en voz baja.
Samy se puso en pie.
-Lo siento.
-Para poder rectificarlos en el futuro.
-De verdad, yo…
-Y no quedar en ridículo.
-Escucha…
-Y más aún cuando te los hace ver una buena amiga.
-Es que mi padre me lee la enciclopedia. Ya sé que no tiene sentido, pero lo de Diógenes…
-Aunque yo hubiera esperado más delicadeza viniendo de una buena amiga.
-¿sabías que una cornamusa es una gaita? Es que la semana pasada tocaba la C.
-Y en especial viniendo de ti.
-No me digas eso. Estoy muy arrepentida, en serio. No sé por qué lo he hecho. Y tienes razón, no ha sido digno de mí. Mira, me falta la respiración, eso es apnea, fíjate qué tontería.
-Supongo que ya estudiasteis la A.
-En efecto.
-Y vais por la D, de Diógenes
Samy apretó los puños, impotente.
-Perdóname. La culpa la ha tenido mi padre. De verdad. Me hace aprender tonterías.
Willy suspiró y se miró los pies durante lo que pareció una eternidad. Finalmente alzó la vista y la fijó en ella.
-¿Quieres salir al cine conmigo?
-Por supuesto. –contestó aliviada.
-¿Esta noche?
-A la hora que quieras.
-Está bien, de acuerdo. –su sonrisa insolente sorprendió a Samy –te recogeré a las ocho. Pero no te hagas ilusiones. No suelo besar en la primera cita.
Y diciendo esto, se dio la vuelta y se alejó sin mirar atrás. Samy se quedó con la boca abierta y bajó la vista hacia Marian, quien se mordía las mejillas para no reír.
-Samantha, en estos momentos sólo lamento no haber tenido a mano una cámara de vídeo.
