Cuéntame un cuadro (Juego)
Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Ahora solo le queda sembrar o plantar diferentes especies para tener flores todo el año
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Pues si es verdad, ha si florecen todo el año 2022
Escritor de Relatos y Microrrelatos
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Cultivo una rosa blanca
en junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.
José Martí
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Y para el cruel que me arranca
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cultivo la rosa blanca.
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Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
—La abuela Elisa está con los ángeles —me dijo papá.
«Se murió», pensé con la lógica cruel de mis ocho años, cuando el razonamiento aún se mantenía virgen de eufemismos.
Sólo eran palabras: la muerte era un sinsentido, algo ajeno.
¿La abuela muerta? ¿Muerta de muerte? ¿Quién me iba a servir la sopa, las tostadas con manteca y dulce? ¿Quién me iba a acariciar la cabeza? ¿Quién iba a bordar el mantel y a tararear bajito?
Palabras, sólo palabras. ¿Cómo iba a morirse la abuela sabiendo que yo la necesitaba?
La casa era un hormiguero de ropas oscuras y caras serias: no reconocí a nadie.
Me bajé del coche y, por primera vez, no entré corriendo. Todavía las palabras eran sólo palabras.
—Ese es el nieto —oí murmurar.
Había olor a flores, espeso, empalagoso.
El abuelo Ricardo me atajó en la puerta del comedor. Su abrazo fue distinto al de siempre: me aupó y me apretó muy fuerte. Vi sus ojos enrojecidos, les faltaba esa chispita que siempre le bailaba en las pupilas.
Habían movido los muebles. En medio, oscuro, el ataúd. Palabras, tienen que ser palabras, no pueden ser otra cosa que palabras.
La abuela dormía. Con su carita suave, casi sonriendo. No había muerto, apenas dormía.
—Dale un beso —dijo el abuelo en mi oído.
—Mejor que no —dijo un hombre—. Está fría, y el chico se va a impresionar.
El abuelo dudó, y yo me revolví en sus brazos. Casi me caigo, pero besé a la abuela en la frente.
«Ahora se despierta, como en la Bella durmiente ¿no?, ahora se despierta.
El olor, cada vez más asfixiante. ¿Qué clase de flores huelen así? Las que yo había robado a los vecinos y entregado en un ramito a la abuela, nunca habían olido de esa manera.
Me obligaron a salir.
—Vamos a cerrar —dijo el mismo hombre que casi había impedido el beso—. Los familiares más cercanos...
Otra vez palabras. ¿Cómo que van a poner una tapa? ¿Y dejar a la abuela sola y a oscuras?
Miedo, angustia, y todas esas palabras que he aprendido a lo largo de los años, pero que aún no conocía, me apretaron la garganta.
Nunca había estado dentro de un cementerio.
Caminábamos detrás de dos coches negros. En el primero, la abuela; detrás, otro cargado de coronas.
Cayó una flor, un clavel creo, rojo. Lo recogí, olía.
Había llovido, y la tumba abierta era un barrizal. Conté cuatro empleados. Uno fumaba, y otro se apoyaba en el mango de la pala, los otros dos desenrollaban una soga gruesa.
Recién cuando bajaron el ataúd, cuando llegó al fondo con un ruido sordo, comprendí las palabras.
Nunca he vuelto a llorar como ese día, ni siquiera ahora mientras rememoro lo sucedido.
Alguien me arrebató el clavel y lo arrojó a la fosa. Qué curioso, ese agujero inmundo, mojado y frío donde sepultaron a mi abuela, ahora recibe el nombre de "la fosa". Otra vez las palabras.
No soporto el perfume de las flores, aún de las más delicadas. Se supone que son un homenaje, un signo de belleza o alegría.
Para mí, es aspirar su bálsamo y caer en un pozo de barro, donde el amor se pudre y las palabras carecen de sentido.
«Se murió», pensé con la lógica cruel de mis ocho años, cuando el razonamiento aún se mantenía virgen de eufemismos.
Sólo eran palabras: la muerte era un sinsentido, algo ajeno.
¿La abuela muerta? ¿Muerta de muerte? ¿Quién me iba a servir la sopa, las tostadas con manteca y dulce? ¿Quién me iba a acariciar la cabeza? ¿Quién iba a bordar el mantel y a tararear bajito?
Palabras, sólo palabras. ¿Cómo iba a morirse la abuela sabiendo que yo la necesitaba?
La casa era un hormiguero de ropas oscuras y caras serias: no reconocí a nadie.
Me bajé del coche y, por primera vez, no entré corriendo. Todavía las palabras eran sólo palabras.
—Ese es el nieto —oí murmurar.
Había olor a flores, espeso, empalagoso.
El abuelo Ricardo me atajó en la puerta del comedor. Su abrazo fue distinto al de siempre: me aupó y me apretó muy fuerte. Vi sus ojos enrojecidos, les faltaba esa chispita que siempre le bailaba en las pupilas.
Habían movido los muebles. En medio, oscuro, el ataúd. Palabras, tienen que ser palabras, no pueden ser otra cosa que palabras.
La abuela dormía. Con su carita suave, casi sonriendo. No había muerto, apenas dormía.
—Dale un beso —dijo el abuelo en mi oído.
—Mejor que no —dijo un hombre—. Está fría, y el chico se va a impresionar.
El abuelo dudó, y yo me revolví en sus brazos. Casi me caigo, pero besé a la abuela en la frente.
«Ahora se despierta, como en la Bella durmiente ¿no?, ahora se despierta.
El olor, cada vez más asfixiante. ¿Qué clase de flores huelen así? Las que yo había robado a los vecinos y entregado en un ramito a la abuela, nunca habían olido de esa manera.
Me obligaron a salir.
—Vamos a cerrar —dijo el mismo hombre que casi había impedido el beso—. Los familiares más cercanos...
Otra vez palabras. ¿Cómo que van a poner una tapa? ¿Y dejar a la abuela sola y a oscuras?
Miedo, angustia, y todas esas palabras que he aprendido a lo largo de los años, pero que aún no conocía, me apretaron la garganta.
Nunca había estado dentro de un cementerio.
Caminábamos detrás de dos coches negros. En el primero, la abuela; detrás, otro cargado de coronas.
Cayó una flor, un clavel creo, rojo. Lo recogí, olía.
Había llovido, y la tumba abierta era un barrizal. Conté cuatro empleados. Uno fumaba, y otro se apoyaba en el mango de la pala, los otros dos desenrollaban una soga gruesa.
Recién cuando bajaron el ataúd, cuando llegó al fondo con un ruido sordo, comprendí las palabras.
Nunca he vuelto a llorar como ese día, ni siquiera ahora mientras rememoro lo sucedido.
Alguien me arrebató el clavel y lo arrojó a la fosa. Qué curioso, ese agujero inmundo, mojado y frío donde sepultaron a mi abuela, ahora recibe el nombre de "la fosa". Otra vez las palabras.
No soporto el perfume de las flores, aún de las más delicadas. Se supone que son un homenaje, un signo de belleza o alegría.
Para mí, es aspirar su bálsamo y caer en un pozo de barro, donde el amor se pudre y las palabras carecen de sentido.
Última edición por Yayonuevededos el 23 Jul 2022 21:59, editado 1 vez en total.
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Si es que por algo se suele evitar que los niños pequeños vayan a los velatorios.
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Es un dilema. Supuestamente los proteges del dolor, pero ¿se les puede negar despedirse? A saber.
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Ahora no tanto, pero yo me sé de gente que es anciana ahora que todavía se acuerdan con horror de que les hicieron besar a sus padres muertos cuando eran niños.
Así que valdría con que los viesen en el ataúd y estuviesen en la misa.
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Gracias, Cuentos Peques.
Creo que falta un relato para completar la terna y poner nuevo cuadro.
Antiguo proverbio árabe:
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Tengo pendiente para leerte, Yayo, pero estoy muy complicada. Si podés hacer seguir las reglas vos, te lo agradezco, .
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Ok, tomo el relevo.
Hay dos relatos de Cuentos Peques y uno mío. Nos faltaría un cuento de otro autor para completar la terna. A menos que contemos relatos en vez de autores.
Salvo mejor opinión, esperemos hasta el viernes 29/7. Si no aparece nadie, entonces cuelgo cuadro, y a otra cosa, mariposa.
Antiguo proverbio árabe:
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
John William Waterhouse El círculo mágico, 1886
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
¡Qué hermosura, cómo me gusta ese pintor!
Sigo complicada, aunque me encantaría escribir algo.
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Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
¿Dónde está el personal?
Atreyuyfuyu, Cuentos Peques, ¡manifestaros!
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Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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