Cuéntame un cuadro (Juego)

[Megan]

Nuevo cuadro, .

"Your heart is playing its barcarole" - Vladimir Volegov (Rusia, 1957)

[Jarg]

Buen micro, @Megan, has coronado el tercero del cuadro con un relato que empieza costumbrista y acaba siendo thriller, no me esperaba ese final, desde luego . También es curioso que un cuadro en apariencia tan alegre haya inspirado tres historias de misterio/thriller...

El nuevo cuadro no lo conocía, pero tiene potencial para varios relatos

[Megan]

Muchas gracias, querido Jargis, .

...es curioso que un cuadro en apariencia tan alegre haya inspirado tres historias de misterio/thriller...

¿No dijo Brujilda @lucia que había estado allí? Bueno, todo se convierte en terrorífico si ella anda cerca, .

[lucia]

[Mister_Sogad]

PRUEBAS DE AMOR

Volvió a mirar la entrada de barcos al puerto. Buscó el de Sigurd entre los más lejanos pero no podía distinguir el color, sí que podía ser alguno de aquellos por el tamaño, pero no podría jurarlo.

Bajó los ojos posándolos en sus zapatos. Había elegido un atuendo sencillo y cómodo, tratando de no destacar demasiado para evitar los soeces comentarios de los estibadores y marineros. No es que pudieran sobrepasarse, pues todos allí ya sabían que era la chica de Sig, pero eso no impedía que le lanzaran todo tipo de groserías. Al principio se sonrojaba tanto que estaba convencida de que incluso parecía uno de los grandes faroles que rodeaban la Catedral. Sigurd trató de acallar lo más posible a sus compañeros. Un hombre de su estatura y constitución imponía y, por un tiempo, el acoso se redujo pero, era un hombre tan bondadoso y amistoso que no duró.

Tampoco importaba tanto ya. Que le dijeran lo que quisieran. En realidad lo que más le preocupaba a ella era que su familia aún dudara sobre la conveniencia de estar con él. Su hermana Eleanor ya se había casado con un buen partido, un hombre con dinero con el que estaban encantados papá y mamá. Por eso no la obligarían a ella a casarse con alguien a quien no quisiera. O eso quería creer. Sigurd era pescador, su padre tenía un barco y las cosas le iban bien. En cierto modo se podía decir que tenía dinero y un futuro asegurado, todo en plan sencillo quizá, pero mucho más que la mayoría de los muchachos de su edad.

Papá, sin embargo, no lo había puesto fácil. No le gustaban ni el trabajo, ni el aspecto ni, mucho menos, las ascendencia nórdica de Sig. Así, cuando se lo presentó ya le dijo que tendría que demostrar que la quería a través de una serie de pruebas. Ella, a pesar del enfado, había decidido pensar en aquello de modo romántico, como pruebas de amor.

Como la de aquél día. Papá había invitado a Sigurd a una de sus famosas expediciones al campo. Ella sospechaba que quería apabullarlo con sus conocimientos técnicos sobre plantas y cazarlo en alguna expresión de aburrimiento. Pero Sig era demasiado bonachón, siempre dispuesto a agradar a los que lo rodeaban, así que aquello no funcionaría... ¡Si es que llegaba a tiempo!

Volvió a levantar la mirada y escudriñó la superficie del agua, esforzándose lo más posible por hacer oídos sordos a la lluvia de soeces comentarios que ya empezaban a abundar a su alrededor.

[lucia]

Qué poco pega un Sigurd en Venecia

[Jarg]

Igual por eso no le gusta a los padres de ella, que los venecianos pueden ser muy suyos

[Megan]

Tigretón querido, qué bonito cuento, .
Me encantó, muchas gracias por participar, achuchones varios, .

[Jarg]

El viento y la marea jugueteaban con los postes y golpeaban suavemente las embarcaciones atadas a estos. Los gritos dispersos de los gondoleros que se llamaban unos a otros en dialecto a través de la laguna llegaban hasta los oídos de Anna, aunque ella no se daba cuenta. El murmullo de las aguas, las campanadas de las iglesias y las voces de los venecianos formaban parte de la melodía continua que la ciudad entonaba, pero ella estaba demasiado concentrada en sus pensamientos como para apreciarla. <<Se ha acabado>>, musitaba para sí, <<Tengo que cerrar...>>.

La pequeña sastrería de su madre en la Giudecca llevaba abierta desde antes de que Anna naciera. No era un local suntuoso como los que había en la isla principal, apenas tenía espacio para un mostrador y una diminuta trastienda con algunos útiles de costura. La mayoría de sus clientes eran obreros de las fábricas de la Giudecca, gente sencilla que acudía con uniformes o mandiles que necesitaban un zurcido de emergencia.

Su madre era quien había logrado que la tienda saliera adelante. No era una costurera de la alta sociedad, ni sabía diseñar vestidos para las grandes señoras, pero era rápida. Cosía, remendaba y zurcía en pocos minutos lo que otros no lograban hacer en una hora.

<<Pero yo no soy ella>>, reconoció Anna en silencio. Había aprendido el oficio desde pequeña, había hecho cuanto podía para emular a su madre, pero no lograba igualarla a la hora de coser. Tras la muerte de la vieja sastra, los encargos se habían acumulado en la pequeña tienda, hasta que los obreros habían decidido acudir a otras sastrerías de la isla. Los ahorros que Anna y su madre habían acumulado menguaban semana tras semana, y la joven sabía bien que no durarían eternamente. Era el momento de cambiar. El momento de cerrar la tienda para siempre.

No había llorado demasiado cuando murió su madre. No tanto por falta de sentimiento como por todo lo que ocupaba su mente. El entierro, el papeleo, los encargos en la sastrería... Apenas había tenido un momento para entender lo que ocurría. Además, podía sentir la presencia de su madre en el local. Si cerraba los ojos, le parecía oír a la sastra revolviendo sus útiles en la trastienda. Cerrar la tienda no era solo despedirse de su profesión, era sepultar para siempre el recuerdo de su madre. Había oído que los vikingos quemaban la nave del que fallecía para enterrarlo. Quizás esto fuera lo mismo.

Las campanadas que provenían de la isla principal la sacaron de su ensimismamiento. Era ya mediodía. Levantó la cabeza, cerró los ojos y aspiró el aire salado de la laguna. En lo más profundo de su tristeza, notó una brizna de sentimiento que surgía con timidez, como una gaviota que vuela a través de la tempestad. Suspiró con alivio.

[Saicere]

Bonito escrito, @Jarg :')

Esa tristeza ahogada y el tono melancólico le pega bastante al cuadro. Está interesante el juego este

[Jarg]

Gracias @Saicere

Falta un micro para completar los tres de este cuadro, y el que lo haga puede proponer el siguiente. Anímate

[Saicere]

Te faltó decir "no hay huevos", pero me convenciste de todas formas @Jarg

Eso sí, es lo primero que escribo en meses. Estoy algo oxidado



A la espera de una sonrisa

El sol se mostraba más tímido que de costumbre. Una oscilante brisa otoñal acariciaba la superficie del agua y las góndolas se mecían adormiladas. El cielo ya no sonreía como antes y el brillo del mar parecía más apagado. Pero Bianca seguía esperando.

Ya no contaba el tiempo en horas, minutos o segundos. No podría soportar el peso de aquella eternidad. Por eso ahora medía el tiempo en recuerdos. Sumergiéndose en el último rincón intacto de su corazón, la joven rememoró el día que conoció a Matteo.

Fue allí mismo, bajo la cálida luz de aquella farola.

Bianca paseaba cada día al atardecer, y cada día veía a Matteo. Siempre estaba allí sentado, con una libreta en su regazo y una docena de lápices esparcidos por el suelo. En cuanto veía a Bianca le dedicaba una mirada fugaz, como quien contempla el sol por error, antes de volcarse de nuevo en su cuaderno.

—¿Qué estás dibujando? —preguntó la joven una vez, presa de la curiosidad.

Matteo compuso media sonrisa, volviendo la vista hacia la catedral.

—Nunca dibujo nada. Pero me encanta capturar la belleza.

Matteo desapareció durante las siguientes semanas y Bianca resultó extrañamente afectada. Se había acostumbrado al joven que dibujaba junto al mar. La ausencia de Matteo se volvía más palpable a cada día que pasaba.

Pero justo cuando empezaba a domar su inquietud, encontró al joven apoyado con torpeza contra la farola. Sostenía un lienzo con ambas manos.

—Te quiero vender este cuadro —dijo Matteo, con un hilo de voz.

Forzó la pintura en las manos de la joven, aunque las suyas estuviesen temblando.

—¡Oye, yo no he dicho que…! —Bianca contuvo el aliento y un contundente sonrojo se apoderó de ella—. Esto es…

—Es lo más bonito de Venecia —dijo Matteo, con la mirada clavada en el suelo.

Bianca no sabía dónde esconderse. Pero no podía apartar la mirada del cuadro. Y de Matteo tampoco.

—¿Y… cuánto vale? —titubeó la joven.

Matteo inspiró hondo para sostenerle la mirada.

—Te costará una sonrisa.

Bianca sonrió con el fin de aquel recuerdo, mientras el tiempo a su alrededor se reanudaba impasible.

Pensó en Matteo, que había partido para exponer sus obras en la galería de una ciudad vecina. Era una oportunidad única, por eso a Bianca no le importó apoyarle hasta el último centavo. Era un pequeño precio a pagar por ver feliz a su amado.

No importaba que Matteo se hubiera marchado hacía medio año, porque Bianca no medía el tiempo en meses. Y qué más daba que no le hubiese escrito ni una sola vez, si tenía tantos recuerdos de él. Matteo volvería el día menos esperado, regresaría triunfante con un cuadro bajo sus brazos. Le contaría a Bianca que necesitó todo este tiempo para pintarlo. Y Bianca le dedicaría la mayor sonrisa de su vida para comprarlo.

El nudo en su corazón se burlaba de ella. Pero Bianca seguía esperando.

[Megan]

Querido @Jarg, me emocioné hasta las lágrimas, qué belleza de cuento, como solo vos podés hacerlo, te felicito por tus palabras y por lo que lograste hacerme sentir, .

@Saicere, un bellísimo cuento, tan hermoso como triste, plasmado con muchísima ternura, te felicito y muchísimas gracias por participar en mi rinconcito, .
Por ser el tercer micro, tenés que poner un cuadro, no vale una imagen, debe ser un cuadro e indicar quién fue su pintor, gracias, .

[Saicere]

Muchas gracias a ti por leer, @Megan, me alegro de que te haya gustado

Aquí va el siguiente cuadro:

La dama de Shalott ~ John William Waterhouse

[lucia]

Vaya con el estafador.