Cuéntame un cuadro (Juego)

[Edgardo Benitez]

Me gustaría saber de esas jornadas, lucia. Quise ver su intervención en el canal de Youtube, pero me fue imposible escuchar. A ver si es posible.

[lucia]

Tienes unas cuantas mesas de las jornadas en ese mismo canal de Youtube. Aunque el sonido deja bastante que desear porque se grabaron en directo con el micro del portátil.

[rubisco]

La eterna estudiosa

A Jazmina le gustaba estudiar. Es más, le chiflaba. No había rato libre que no dedicara a ojear sus apuntes, a elaborar esquemas o a memorizar conceptos. Y en la cena recitaba lo que había estudiado. Lo hacía sonriente, con la ilusión de un niño cuando descubre que debajo de cada piedra hay un mundo lleno de vida.

Umberto escuchaba la perorata de su mujer sin musitar palabra. Sabía que la hora de la cena era el momento en que ella compartía los conocimientos que acababa de aprehender. Pero él no se esforzaba ni en disimular un mínimo de interés por lo que ella le transmitía.

Eran incontables las veces que le había reprochado su afán por los apuntes. Cada vez que él planeaba un plan romántico, o acaso una simple escapada para huir de la rutina, se la encontraba zambullida en los libros. Jazmina, desde su piscina de conocimientos, siempre hacía un gesto pidiendo unos segundos, los justos para terminar el renglón, pero aquellos segundos se convertían en horas y cuando ella daba por acabado el estudio, él ya estaba durmiendo.

Un día, al salir del trabajo, Umberto varió el trayecto a casa por alguna casualidad que aún no logra comprender. Al pasar junto a una librería que no conocía vio expuesto un manual que Jazmina llevaba tiempo buscando. Frente al escaparate discutió consigo mismo hasta que su yo pasional venció a su orgullo y corrió a comprar el libro. Al llegar a casa extrajo el manual, envuelto en un papel de regalo brillante y se acercó al cuarto de estudio.

―Jazmina, tengo una sorpresa para ti.

Ella no se inmutó. Era lo habitual cuando estudiaba, pero esta vez la quietud duró demasiado tiempo. Umberto la llamó varias veces; luego la zarandeó con dulzura y no tuvo respuesta. De forma instintiva le tomó el pulso. El libro se le resbaló de las manos, él cayó de rodillas y rompió a llorar.

No tardó mucho en caer en la cuenta de que su vida sin Jazmina no sería muy diferente de lo que había sido vivir con ella, pero no soportaba la idea de perderla de vista. Ya se había acostumbrado a verla estudiando en aquel cuarto, como si el tiempo se hubiera detenido, mientras él avanzaba a lo largo de la vida. Por ello ordenó embalsamar a su mujer en su eterna pose de estudio, con el nuevo libro abierto en la mesa.

[Edgardo Benitez]

Es una lastima que no se escuche, lucia. Me encanta el tema y me hubiese gustado comprender. A ver si hay otro sitio, otros videos.

[lucia]

Rubi, ¡esto no se hace! ¡Con la ilusión del pobre hombre por darle aquel libro a su Jazmina!

Edgardo, de la de ciencia ficción hay subtítulos. Y de la de filosofía hay una especie de cuadro resumen que hizo una colaboradora de una de las ponentes.

[Edgardo Benitez]

Gracias, lucia. Intento escuchar pero es difícil. Lo siento.

[Megan]

Rubi, estamos amargos
Vamos a intentar hacer algo más alegre para la próxima pintura, ¿te parece?

[Megan]

Entre Edgardo con un Principito que refleja lo que dijo uno de nuestros ponentes en unas jornadas de que era un poco desolador y deprimente y Megan con su potente imagen de las cartas (aunque, querida, algo debió sospechar al ver quién enviaba la carta ).

Cuando será el día que cierres tu bocota y cambiate el avatar de una vez por todas que no tolero ver el vídeo de mis amores contigo al final

[lucia]

Eso es envidia cochina

[rubisco]

Rubi, estamos amargos
Vamos a intentar hacer algo más alegre para la próxima pintura, ¿te parece?

Yo lo intento, el problema es que entre el cuadro y mis dedos hay un laberinto de neuronas que vete a saber tú cómo se controlan.

[Mister_Sogad]

RETRATO

Hacía mucho tiempo que miraba aquél libro de reojo, era casi un símbolo, algo muy pegado a la visión que tenía de su abuelo. Anoche se sintió dichosa, había disfrutado en la fiesta y había bailado casi hasta caer rendida. Al volver a casa se sintió eufórica por lo bonita que era la vida y entonces aquél libro ajado de lomo negro y título desgastado la tomó de la mano y le dejó un presente que no esperaba.

Una nota garabateada con aquellos trazos apretados y enérgicos que había esgrimido su abuelo durante toda su vida. Todo lo que allí se le descubría dolía, hablaba de su propia historia, la de una chiquilla que había ido a parar a una hacienda con un viejo al que todos pensaban tirano y ella había endulzado el alma. Una mocosa llena de rabia contra los que habían osado llamarse padres y la habían desechado como si nada. Todo eso había quedado muy atrás, o eso pensaba, pero tras cada relectura su tensión aumentaba, se esforzaba por mantener a raya las lágrimas y tragarse el nudo de pena de la garganta.

Amanecía y la luz trató de aliviar su tristeza. Suspiró, apoyó el codo en la recia mesa de madera y dejó caer el peso de su cabeza sobre los dedos de su mano derecha, en la izquierda sostenía lánguidamente la hoja. Ojalá no hubiera abierto el libro, ojalá todo aquello no fuera más que una equivocación, ojalá... Pero las últimas palabras de aquél papel prendieron en su mente al rojo vivo: "...y que no se entere la niña". Entonces dejó caer la nota, desprendiéndose de algo que la enfermaba, se restregó con fuerza los ojos, se retocó lentamente el pelo hasta llegar a la coleta, se levantó y se encaminó a su dormitorio con esa determinación prendida en su alma que tanto aplaudía el anciano que ya no estaba.

[lucia]

Y dejas a la imaginación del lector el horror que pudo encontrar en el papel de su abuelo, que en mi caso es demasiado

[Megan]

Muy bueno tigresito, no te había leído, te deja un final abierto a muchas posibilidades

Chicos/as, voy a seguir el juego, pongo una foto a ver quién es el valiente de empezar

yo no puedo porque estoy de vacaciones "escriturales" prescritas por mi médico

[rubisco]

El cigarrillo del atardecer

Todas las tardes Faustino se sentaba a ver el atardecer mientras se fumaba el único pitillo del día. Al principio prestaba más atención al sol poniéndose tras el horizonte y al paisaje verduzco que se tornaba anaranjado al principio y después azul oscuro, casi negro, mientras, al fondo, el cielo se teñía de dorado. Pero un día, aburrido de observar siempre las mismas tonalidades a través de la ventana, empezó a fijarse en el humo que emanaba de la lumbre de su cigarrillo. El primer día sólo fue un entretenimiento, el segundo se propuso descubrir, sin conseguirlo, alguna forma repetida en aquella sinuosa fumata, y a partir del tercero empezó a imaginar el humo como si fuera otras cosas: una carretera de montaña, una firma apresurada, un argumento enrevesado...

Un día imaginó que el humo salía de la chimenea de una fábrica. La idea le cautivó tanto que se convenció de que él mismo era la fábrica. Comenzó a fantasear con los productos que manufacturaba: coches, ordenadores, muebles... hasta que decidió que producía armas. Según la altura que alcanzaba el humo estimaba el número de armas fabricadas, y así calculaba si ese día había sido rentable o deficitario. En ocasiones recurría a la trampa de soplar con fuerza para conseguir que el humo subiera más, pero sólo usaba ese maquillaje contable si había acumulado muchos días con pérdidas.

Un día se dio cuenta de que si reducía costes no necesitaría que el humo subiera tanto. Decidido a mejorar los resultados financieros de su fábrica empezó a vestir ropa económica y a comprar comida más barata. Después de una semana había reducido al mínimo el uso de ropa y sólo se alimentaba cuando las piernas empezaban a temblequear. Dos meses después su aspecto fuerte había dado paso a un cuerpo esquelético, y sus pulmones apenas lograban escupir el humo unos diez centímetros por encima de su boca, pero él seguía satisfecho de los buenos resultados de su fábrica.

No tardó mucho en fallecer. El escaso patrimonio que poseía pasó a manos de sus hermanos, pero pronto, por unos papeles que Faustino había dejado guardados en su buró, descubrieron la existencia de una fábrica. Indagaron en el registro mercantil, pero no hallaron nada; también preguntaron en Hacienda, sin obtener una respuesta favorable. Al final, y agotados por el ímprobo esfuerzo, dedujeron que la fábrica era ilegal, lo que provocó que fuera repudiado por la familia, repulsa a la que se sumó el barrio, después el pueblo y, por último, todo el país.

Nunca se supo si Facundo fue exhumado por manifestantes violentos o si él abandonó su sepulcro por alguna fuerza divina, pero el día que descubrieron la fosa abierta emanaba de ella un humo débil y sinuoso.

[Megan]

Felicitaciones Valiente Rubi

Me encantó tu relato qué imaginación tenes, además me encanta lo original que es, muchas gracias por entrar al juego y compartirlo