Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantas

Mensaje por lucia »

Me gusta este extraterrestre por cómo le ha bajado los humos al antipático de Nijhalem :cunao: :cunao:
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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantas

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Es cierto, Nijhalem se subió tanto que le tuve que dar una lección a través de Lekham :cunao: . Bueno, sigo con la historia :D

CAPÍTULO 6
El sargento siguió disparando al cuerpo de ese hombre, pero no sucedía nada y tuvo que esconderse de nuevo. No sabía cómo enfrentarse a alguien así puesto que todos sus adversarios tenían cuerpos tan reales que podía desgarrarlos con las técnicas aprendidas durante toda su vida.

Estuvo un rato reflexionando pero era consciente de que no tenía nada en su traje que pudiera ayudarlo y por un momento pensó en rendirse.

—Este juego ha acabado —gritó Lekham.

—Tú no puedes decidir eso, yo soy el que tiene esa potestad —contestó Nijhalem rabioso.

—Admítelo, nunca podrás derrotarme. Si no tengo cuerpo no puedes dispararle a nada.

Nijhalem estaba muy lejos de admitir que había sido derrotado, por eso volvió a salir y disparó una vez más. Fue gastando cartucho tras cartucho pero el hombre seguía allí de pie y su sonrisa fue aumentando al ver el empeño inútil que ponía el sargento en acertarle.

—¿Cuánto tiempo más seguirás disparando, no ves que no puedes hacer nada contra mí, humano?

—Estaré hasta que consiga darte.

Quizás el sargento estuviera dispuesto a estar horas disparándole a su cuerpo, pero Lekham no iba a esperar a que se cansara, de modo que alzó las manos como ya hiciera en su despacho y le arrebató con suavidad el arma de las manos, la cual, salió flotando con lentitud hacia el extraterrestre.

Nijhalem vio cómo el rifle se desarmaba solo en el aire y se sintió como un bicho aplastado por un elefante, esos paquidermos tan enormes que existieron una vez de los que ya no quedaba ni siquiera un vestigio.

—Nijhalem, deberías aprender a no perder el tiempo en empeños inútiles.

—¿Cómo has hecho eso? —Se sorprendió el sargento.

—Por si no te lo había dicho, o no lo habías imaginado ya, los naturales de mi raza tenemos poderes.

Comparados con los de otros seres de las galaxias quizás no sean muy potentes pero a nosotros nos facilitan la vida —explicó Lekham cogiendo el rifle descargado con sus manos.

Lekham se aproximó al sargento y por el camino elevó las balas en el aire y las llevó flotando con aparente facilidad. Entre esto y lo del rifle Nijhalem sintió que quizás ese ser supiera de lo que estaba hablando y estuvo más dispuesto a llevarlo en su tropa de asalto, aunque no le gustaba que fuera tan misterioso.

Por su parte, el ser clavó su mirada en los asombrados ojos del humano y podía sentir toda la confusión que nacía de lo más hondo de su ser, pero por suerte para él había sido enviado a la Tierra para ayudarles. Un hecho importante porque si sus intenciones hubieran sido otras, Lekham en solitario podría haber acabado con toda la raza humana, pero si eso llegara a pasar se perderían millones de personas que habían alcanzado de una manera u otra la excelencia, y eso era algo que los suyos no podían permitir.

—Eres un buen soldado —le tendió el arma descargada y las balas.

—¿Cómo puedes saber eso si apenas he logrado derrotarte?

—Eso es porque no es fácil luchar contra un natural de mi raza y además, nosotros tenemos la capacidad de hacernos transparentes, como ya habrás comprobado.

—Sí, ¿cómo funciona? —Se interesó el curtido soldado.

—Es muy fácil, son haces de luz enfocados a las células. Nuestra mente está conectada a estos haces de luz y podemos hacernos transparentes con un simple pensamiento. Aunque llevando a cabo un pequeño esfuerzo adicional puedo llegar a hacerme invisible, pero es una técnica que requiere años de entrenamiento.

—Entiendo.

—Espero que ahora comprendas el porqué tengo que ir con vosotros.

—Lo único que entiendo es que tengo delante de mí a un gran prestidigitador —se resistió Nijhalem a llevarlo porque en realidad no lo había elegido él, sino que el extraterrestre se estaba apuntando solito a la fiesta.

—También tienes enfrente a alguien que no necesita armadura, ni tampoco respirar. Por no hablar de la increíble habilidad de transparentarme, lo que puede convertirme en un buen cebo vivo.

Aquel individuo tenía razón en todo y al bravo sargento le extrañaba que no se le hubieran ocurrido a él mismo todas esas ventajas. Sin embargo, no le gustaba que aquel extraterrestre fuera tan misterioso y en circunstancias normales no hubiera aceptado a alguien tan reservado en su tropa de asalto, pero tuvo la corazonada de que necesitaría a aquel tipo.

Por su parte, el ser podía leer todo sobre el humano; por alguna extraña razón no podía leer en las mentes de las demás personas con tanta claridad, pero era como si Nijhalem no tuviera nada que ocultar. Aunque se desilusionó un poco con él porque estaba claro que no veía las ventajas de que fuera con ellos, y sintió que necesitaba un empujoncito.

—¿Qué pasa si es verdad que te hago falta en tu unidad? —Preguntó el extraterrestre entornando un poco los ojos.

—Pareces muy seguro.

—Es que lo estoy, vamos, reconoce que nunca te habías encontrado a alguien como yo.

—Eso es verdad —se rió.

Al hombre le desagradaba que ese ser le hubiera impuesto su elección pero él tenía razón, además, siempre había sido de la opinión de que era mejor tener algo necesario en el momento adecuado que no tenerlo. Le hizo gracia estar pensando en Lekham como si fuera una especie de talismán, algo en lo que él no creía, pero iban a ir a un recóndito planeta del que no se sabía nada en absoluto. Todo eran datos externos que en realidad a un soldado que se dirigiera allí no le servirían tanto como tener información precisa acerca de las condiciones internas del planeta a explorar.

Ante estos pensamientos la respuesta se impuso clara en su mente, aunque todavía le costó un rato reconocer lo que debía hacer. Por suerte para él siempre había sido un hombre pragmático y sabía lo que era más conveniente en esa situación. Aunque eso sí, se le pasó por la cabeza que si Lekham no era tan útil para la misión como le había vaticinado quizás lo matara allí mismo. Pero no debía pensar esas cosas porque tenía que ser positivo, y en ese momento recordó la capacidad de Lekham para leer mentes.

Al extraterrestre le llegaron unos pensamientos graciosos del sargento, a los que no prestó atención porque sabía que era imposible que lo matara.

Nijhalem se dirigió hacia la consola, apagó la máquina y después dijo:

—Está bien, supongo que ya tengo al cuarto miembro de mi tropa de asalto —se rindió a regañadientes.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantas

Mensaje por lucia »

Pues si que le ha costado a Nijhalem enterarse de que no puede hacer nada contra Lekham :cunao: :lol:
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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantas

Mensaje por Evenesh »

Es verdad, Nijhalem no deja de ser otro cabeza cuadrada como los demás soldados :cunao: Ahora sigo con la historia.

Lekham se acercó hacia el sargento con una sonrisa en los labios y le tendió una mano. El sargento vio que la mano de ese ser brillaba, e incluso le pareció que ondulaba un poco como si fuera de goma, sin embargo, cuando le dio la mano pudo notar uno de los apretones de mano más fuerte que le habían dado jamás. Ese mismo apretón de manos le transmitió una increíble seguridad en aquel ser y eso ayudó para que, desde ese momento, lo tratara como a otro humano más. Aunque por supuesto no se había olvidado de que no lo era, pero se había convertido en otro soldado más y merecía el mismo trato según la ley militar.

—Está bien, ahora toma este número de soldado provisional —Nijhalem cogió una libreta y extrajo un certificado temporal—. Luego quiero que vayas a descansar hasta que empiecen los entrenamientos.

—De acuerdo.

Nijhalem le dio un número que tendría que registrar en el sistema central de datos para validar su ingreso en el ejército. Él no hacía este tipo de cosas porque era de la opinión de que todo soldado debía empezar desde abajo, pero aquel ser lo había intrigado y, puesto que saldrían dentro de poco hacia el planeta ignoto, pensó en acelerar los trámites.

El sargento estaba contento porque había conseguido reunir una buena tropa de asalto, aunque a la mayoría de ellos les hacía falta que les revelara sus truquillos para la guerra. Ahora sólo faltaba que esos inútiles de los técnicos localizaran el planeta desconocido.

Después de dos días no recibió noticias de nadie y llegó a pensar que ese planeta no existía, pero un día el general Irvin lo llamó porque tenía noticias importantes.
El bravo sargento se encontró con Irvin y Roger en el centro de mando y cuando lo vieron lo saludaron de manera marcial.

—¿Cual es esa novedad tan importante? —Preguntó con indolencia, aunque en el fondo estaba deseando saber donde se encontraba el astro.

—En esta carpeta tiene toda la información que hemos podido acumular —respondió Roger en el mismo tono.

—Han tardado mucho en dar con el planeta díscolo.

—Nuestros equipos son bastante avanzados, pero tienen sus limitaciones —respondió Irvin mirando aquella sofisticada tecnología.

—¿Qué me dice de usted, sargento? —Preguntó el comandante Roger— ¿Ha encontrado ya su tropa de asalto?

—Sí, aunque algunos necesitan entrenamiento especial.

—No hay tiempo para eso, tiene que salir ahora mismo con sus hombres.

Nijhalem miró a ese militar, torvo por su profesión, pero él sabía muy bien lo que debía hacer y no iba a hacerle caso al comandante por mucha autoridad que creyera tener.

—El entrenamiento empezará mañana —dijo sin escuchar a su superior.

—¿No ha oído lo que le he ordenado, soldado?

—Por supuesto que le he oído, señor, pero no pienso poner en peligro mi vida y la de mis hombres sin que reciban ninguna preparación.

—¡La situación de la Tierra es decadente, entienda que tenemos que solucionar esto lo antes posible! —Gritó el comandante.

—Es cierto, pero al igual que nadie se lanzaría al agua sin saber nadar, no puedo permitir que mis hombres vayan sin tener ningún tipo de preparación. Además, no he tenido tiempo de instruirlos en viajes espaciales.

El comandante lo miró con atención y pudo ver en su rostro que ese hombre no estaba hablando en broma, y supo a ciencia cierta que él haría lo que quisiera le ordenara lo que le ordenara.

—Nijhalem, cualquier día le será impuesto un bonito castigo por insubordinación.

—Es posible, señor, pero no estoy tan loco como para ir a un planeta remoto sin la debida preparación.

—Váyase de aquí —le ordenó Irvin intentando calmar un poco los ánimos.

El bravo sargento se fue y ambos hombres se quedaron hablando.

—¿Ha visto usted qué desfachatez? —Le dijo Roger al general.

—Con todos mis respetos, señor, él tiene razón —contestó Irvin.

—Puede que sí, pero esto ya tendría que estar solucionado —repitió terco.

—Recuerde que no hemos encontrado ningún planeta conocido a ese en los diez años que llevamos buscando por el espacio.

—Es cierto, de haberlo encontrado antes me habría gustado ir yo mismo, pero ahora soy demasiado viejo.

—Tenemos que ser pacientes, después de todo no queremos que Nijhalem y sus hombres mueran.

Además, a buen seguro habrá escogido a soldados de mucha relevancia.

—¿Cómo sabes eso, Irvin?

—Porque se trata del sargento más conocido de esta estación, estoy seguro que no habrá cogido a soldados normales y corrientes.

—Esperemos que él tenga razón y la instrucción les sirva a esos chicos para estar más preparados.

A Irvin aquella afirmación le pareció muy tonta porque para eso entrenaban los soldados. Daba la impresión de que ya era tan mayor que había olvidado tanto la preparación de un viaje espacial como el modo de luchar en una guerra. En cambio él sabía que el destino de la Tierra recaía sobre los poderosos hombros de Nijhalem y se sentía seguro.

Cuando el sargento llegó a su habitación, se puso en contacto con su tropa de asalto enseguida, por medio de su comunicador, el cual tenía registrado en su memoria todos los números de los integrantes, y les dijo que estuvieran al día siguiente en el campo de entrenamiento a las nueve de la mañana.

El bravo sargento podía entender la prisa de Roger, pero éste debía comprender que había que prepararse antes de una misión o ésta podría ser un desastre incluso antes de haberla empezado.

Cada vez odiaba más el rango que ostentaba Roger, porque definía a la perfección el comportamiento de un jefe que evitaba meterse en problemas a toda costa.

Sin embargo, su tarea no era nada sencilla y no iba a permitir que nadie le ordenara estupideces, ni siquiera un comandante que podía hacer que lo fusilaran a la antigua usanza, aunque él sabía que el que lo mataran sólo serviría para que se dieran cuenta del tremendo hueco dejado por él en el ejército.
Nijhalem se estaba preparando mentalmente para la tarea que tenía por delante; debería enseñar a tres soldados. Cada uno poseía un nivel distinto y tenía que ser consciente de ello a la hora de enseñarles las artimañas que había aprendido en sus largos viajes como soldado.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantas

Mensaje por lucia »

Mira, aquí sí me ha gustado. Todo el mundo sabe que las misiones hay que prepararlas salvo que envíes a la gente al matadero para librarte de ella y no para tener éxito.
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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantas

Mensaje por Evenesh »

Gracias por comentar :alegria:
Claro, me pareció lógico que Nijhalem no quisiera arriesgar la vida de sus hombres en un empeño idiota y de manera absurda. Continúo con la historia.


CAPÍTULO 7
Nijhalem se despertó antes de las siete de la mañana y fue a tomarse su café solo de un solo trago, como era su costumbre. Tenía un sabor amargo y su olor era repulsivo, pero necesitaba algo que le despejara por completo la cabeza.

Mientras bebía pensó que era curioso que aquella noche no se hubiera desvelado como otras, en especial porque al día siguiente daría los primeros pasos para salvar al ser humano. Cuando era más joven dicha excitación le habría impedido dormir más de un par de horas en toda la noche, pero en este momento de su vida ya no se impresionaba tanto por nada, y enseguida quiso apartar de su pensamiento que se hacía mayor.

Después de ponerse su traje espacial se dirigió hacia el campo de entrenamiento y comprobó que no había nadie entrenando. Esto lo deprimió un poco aunque no se les podía pedir el mismo grado de dedicación que tenía él mismo, porque la guerra era lo único que conocía, y por eso no le dio mayor importancia al hecho de estar allí solo.

El aguerrido sargento puso uno de los programas más duros y entrenó durante bastante tiempo. Muchas veces estaba tan enfrascado con esas ilusiones que se olvidaba de que eran reales, ya que, aunque los objetos tenían un halo verde, aquel simulador era más que un simple videojuego virtual, donde los objetos irreales pasaban a ser reales en ese espacio. Algo que contribuía a su confusión era el hecho de que todo lo que lo rodeaba era igual al objeto en su planeta de origen.

Así pasó una hora y media, repitiendo una y otra vez una misión que le era de particular dificultad. Se trataba de una misión individual creada para aprender a tomar decisiones.

En ella debía matar a un grupo de inocentes para salvar a otro grupo de inocentes cien veces mayor, pero, por desgracia, no podía matarlos ni aunque significara el bien mayor.

Ahora cada vez que cogía un rifle se acordaba de su pasado. Uno en el que los humanos lo miraban aterrados con gesto suplicante implorando que no los matara, sin embargo, excitado por su propia estupidez, sentía el hervor de su sangre hasta que disparaba sobre sus víctimas mientras no dejaba de reírse.

Por suerte, cuando se dio cuenta de que se había convertido en un monstruo, paró a tiempo y se arrepintió de lo que había hecho; eso le devolvió parte de su decencia y el respeto por sí mismo. Desde entonces no pudo volver a levantar el arma sobre ninguna persona, a no ser que estuviera amenazando su vida.

En ese momento se acordó del loco que fue a la intendencia y no le quedó más remedio que dispararle en el pie, y eso le hizo recordar el espesor de la sangre humana cayendo sobre el suelo. Él estaba acostumbrado a matar extraterrestres que apenas derramaban sangre, ya que ésta era mucho más espesa que la humana, lo que evitaba que pensara en los tiempos en los que era simple y llanamente un asesino.

De pronto apareció por allí Delbringer y vio que la máquina ya estaba encendida, y enseguida pensó en el sargento. Supuso que estaba intentando relajarse para aliviar la tensión de ser el responsable de entrenar a los salvadores de la Tierra, pero enseguida cayó en la cuenta de que no era la clase de hombre que se dejaba impresionar así de fácil.

—Vaya, ¿ya estás aquí? —Dijo la mujer acercándose al campo de entrenamiento.

—No podía dormir por el ansia de llegar al planeta —respondió él tomando aire.

—Es cierto, podríamos irnos ahora mismo.

—Todavía no, quiero enseñaros unos cuantos trucos, quizás os sirvan o quizás no, pero si no os los digo sentiría que os estoy fallando y no quiero vivir con eso.

Nijhalem salió del campo de entrenamiento, se secó la cara empapada en sudor con una toalla, y se sentó junto a Delbringer.

—Vaya, son las ocho y media, no creí que te vería aquí antes de la hora —dijo con una sonrisa.

—Tampoco yo esperaba encontrármelo aquí, sargento —le devolvió la broma.

Delbringer pensó que parecía buena persona, al menos ella no lo veía tan intratable como se lo habían descrito, algo que la sorprendió porque los rumores sobre su comportamiento no eran halagadores. Pero no le extrañó que esto fuera así porque desde el momento en que la había elegido se habían convertido en compañeros, y para los soldados los compañeros eran sagrados, porque su vida podría llegar a depender de ellos.

Por su parte, él era de la opinión de que para formar un grupo compenetrado la base primordial era la confianza.

Aunque en algo sí tenían razón los rumores, <<pensó Delbringer>>, y eso era que el sargento, misiones aparte, se caracterizaba por estar siempre solo y no ser nada sociable.

El resto del grupo fue llegando poco a poco y los vieron allí sentados charlando.

—Si interrumpimos algo podemos venir luego —dijo Jukhel, ocurrente.

—Muy gracioso, soldado —respondió Nijhalem muy serio.

El sargento y la teniente se levantaron de un salto y se acercaron a sus compañeros.

—Creo que ya os conocéis ¿no?

—Sí, nos hemos presentado con anterioridad —se adelantó a decir Delbringer.

—Aunque hay que reconocer que la presentación fue algo accidentada —declaró Lekham riéndose.

—¡Cállate, extraterrestre, te dije que no quería que le contaras eso al sargento!

—Lo sé, pero quiero poner de relieve lo estúpida que me parece la raza humana.

Nijhalem sabía lo que significaban aquellas palabras, sin duda ella también había intentado matarlo con nulos resultados, pero después de su fracaso no le pareció algo que la teniente debiera ocultar.

—No se avergüence, Delbringer, yo también intenté matar a Lekham pero se deshizo de mí con insultante facilidad.

El extraterrestre lo miró y alzó un poco la cabeza como queriendo decir que así era la vida y que mala suerte. Sin embargo, la mirada de Lekham también le volvía a recriminar al sargento que no se empeñara en esfuerzos inútiles.

—No me habías contado nada, extraterrestre —se enfadó Delbringer.

—No lo creí importante, y yo no pierdo el tiempo con nada que no sea importante.

—Maldito —gruñó la mujer.

—Bueno, basta ya, a partir de ahora somos compañeros y debemos guardarnos las espaldas —el tono de voz del sargento era fuerte y claro.

Todos miraban con atención a su superior pero él no sentía ningún tipo de presión, porque había mandado a tantas personas durante tanto tiempo que a fuerza de hablar se había convertido en un experto orador.

—Bueno, como sabréis, nosotros cuatros somos los elegidos para salvar el planeta Tierra —dijo con orgullo.

—Díganos, sargento, ¿de verdad el planeta al que debemos ir está compuesto de un material desconocido? —Preguntó Jukhel asombrado.

—Ya veo que las noticias vuelan por aquí. Pues sí, los técnicos descubrieron una sonda regresando a la Tierra que contenía información muy básica de dicho planeta.

—¿Qué tipo de material es? —Preguntó Delbringer.

—No lo sabemos, aunque de ser tan bueno como se espera podría librarnos de la maldita gasolina concentrada.

—Ojala sea así, porque ese combustible contamina mucho más que cualquier sustancia conocida —dijo de repente Lekham con mucho misterio.

Nijhalem observó que el extraterrestre no llevaba la armadura de soldado reglamentaria y se acordó de su enfrentamiento de ayer, y ahora ya no le pareció tan descabellado que no la llevara puesta.

Después de aquello, el sargento pensó que el primer paso era evaluar las habilidades de cada cual.

—Delbringer, paso adelante. Lekham, paso adelante.

Los soldados se aproximaron a él y les dijo:

—Su objetivo es matarse en un entorno helado donde cae nieve sin cesar.

—No creo que sea justo —respondió Lekham.

Delbringer miró a ese extraterrestre y le dio muy mala espina, parecía tan tranquilo que apenas sudaba y ella en cambio sentía que le iba a dar un infarto al corazón por el nerviosismo de que Nijhalem la viera combatir.

—¡Cállate! —Le gritó ella a su contrincante—. El sargento lo ha ordenado y vamos a luchar.

—Como quieras, humana —respondió tranquilo.

Nijhalem fue a configurar el ordenador para que les mostrara un paisaje helado y una nieve que caía sin parar.

Ese sistema era increíble porque simulaba incluso el clima. Delbringer sintió un gran escalofrío en la espalda, mientras que su enemigo seguía en su puesto sin apenas inmutarse por las bajas temperaturas.

Después de un rato el entorno terminó de cargarse. En él había muchos huecos donde esconderse, se suponía que esto representaba esa parte del planeta de donde había sido copiado el entorno.

Sin embargo, Lekham sabía que Nijhalem lo quería ver combatir para que desvelara los secretos que no le contó ayer, pero no tenía ninguna intención de hacerlo.

El sargento pensó que tal vez con ella reaccionaría. En la mayoría de las pruebas no se usaba el factor tiempo, pero en ésta se había fijado el término de la prueba en media hora; si en ese tiempo nadie se alzaba con la victoria ganaría el que tuviera más bolas en su rifle.

Con eso sabido, Lekham tuvo que tomar la decisión de coger el rifle, y Nijhalem pensó que el extraterrestre se había dado cuenta de sus intenciones, porque no desvelaría más facultades. Pero el plan del sargento tenía un fallo y es que con las habilidades que le mostró ayer Lekham, le bastaba para derrotar a un humano promedio.

Transparentarse era una buena habilidad pero además el ser la usaba en una milésima de segundo, con lo cual era muy difícil acertarle con el arma.

La prueba empezó y Delbringer reaccionó como el sargento habría esperado de ella: se escondió y estuvo reptando por entre la nieve mientras no dejaban de caer copos. La nieve la molestaba mucho y tenía que estar limpiándose su casco con mucha frecuencia.

Por otra parte, Lekham ni siquiera se había agachado, no llevaba traje y a simple vista veía tan bien con nieve que sin ella. A sus compañeros les pareció una temeridad enfrentarse a una guerrera curtida en batalla en esas condiciones, pero para él no era más difícil que derrotar a Nijhalem, sólo que ahora tenía el factor de las bolas, que las que le tocó en su caso fueron las amarillas.

Delbringer siguió buscando a su enemigo pero éste ya había empleado su habilidad de transparentarse y la mujer no consiguió ver nada. Ahora entendía por qué el sargento dijo que era un terreno muy dificultoso, porque además estaba luchando contra lo que no podía ver.

Siguiendo lo que había aprendido todos aquellos años que había tenido que combatir para mejorar la convivencia humana, se concentró para no verse sorprendida, pero en realidad no podía hacer nada contra alguien invisible. No obstante, la vista no era el único sentido que Delbringer tenía muy acentuado y olió a su enemigo y, justo en el momento en que éste iba a dispararle, supo que tenía que agacharse, rodó por el suelo y disparó en dirección a la fuente de los disparos y consiguió que una de las pelotas rojas de su arma impactara sobre un cuerpo que poco a poco se fue cubriendo de nieve.

Nijhalem pareció entender lo que había ocurrido, por algún motivo la nieve había hecho una extraña reacción con la piel de aquel ser, la cual perdió su habilidad de transparentarse, y por eso Delbringer pudo dispararle y acertar. Ni siquiera se planteó si él hubiera podido hacerlo porque, además, había olido a la perfección a su enemigo, algo en lo que él no era un experto.

Lekham se miró el pecho, justo en el punto donde la pelota impactó, y corrió a esconderse.

—No puedo creerlo, ¿cómo has hecho para volverte invisible? —Se sorprendió la mujer.

—No es invisibilidad pero se parece un poco —respondió el ser con rabia por haberse dejado estampar una de esas pelotas en el cuerpo.

Delbringer miró al sargento pero en su cara no había ni un atisbo de sorpresa y le extrañó tanto ese hecho, como la gran sorpresa demostrada por el resto de los integrantes de la unidad.

Lekham estaba sorprendido por el bolazo, pero mucho más por el hecho de no saber que la nieve lo hacía vulnerable, y no se lo explicaba, porque no era más que agua que caía del cielo en otro estado. Sin embargo, y a pesar de lo que él pensara, Nijhalem sabía que era muy bueno que supiera sus limitaciones y sus puntos más débiles, porque si eso hubieran sido balas reales ahora mismo podría estar muerto, sobre todo al no llevar armadura.

La chica pensó que el juego continuaba, por eso se levantó y fue hasta la última posición de su contrincante en el suelo, pero allí ya no había nadie. De pronto, de un montículo de nieve salió Lekham y disparó de una vez sus tres bolas. Delbringer sólo pudo esquivar una, mientras que las otras dos impactaron sobre su cuerpo produciendo dos manchas amarillas; una en una pierna y la otra en el pecho, cerca del cuello.

La mujer apuntó su arma contra el ser, que aún no se había cubierto, disparó sus dos bolas y fueron a dar en la frente y en un brazo de Lekham.

En ese momento el juego acabó, y Nijhalem se sintió muy contento, porque en apenas un rato había visto que, aunque el extraterrestre no pudiera hacerse transparente, sí podía ocultarse con elementos naturales.

Esa era una habilidad nada desdeñable. Además había recibido un baño de humildad porque su actitud no era la mejor, aunque él no era de los más arrogantes de su raza.

Por parte de Delbringer ésta había demostrado tener auténtico talento para rastrear, otra habilidad que no se podía despreciar, porque era un arte que cada vez se había ido perdiendo más con las nuevas armas más potentes. Sin embargo, aquella niña lo dominaba a la perfección y por eso pudo salvarse de que Lekham le disparara tres bolas de una vez, lo que habría significado su muerte.

Nijhalem sacó en claro de aquella pelea que eran dos soldados con mucho potencial, en especial Delbringer porque ella era humana, mientras que su oponente tenía cierta ventaja táctica por su condición de extraterrestre.

—Muy bien, ha sido una buena lucha, ahora id a descansar —dijo Nijhalem contento.

Delbringer le dio una mano a su contrincante y éste la cogió con cierto desaire, aunque se le pasó porque en realidad era consciente de que aquello era un juego.

Eso sí, pensó que quizás no era tan bueno ir usando su habilidad con tanta confianza y esa experiencia le sirvió para ver defectos en su técnica de ocultación.

—Ahora te toca a ti, Jukhel.

—¿Con quien voy a combatir yo?

—Conmigo, por supuesto.

—No puede ser, ya me venciste —declaró él con miedo.

—Si te concentras en lo que hiciste mal estoy seguro de que esta vez el resultado será muy distinto.

—¿Quieres decir que te ganaré?

—Bueno, quizás no tan distinto —se rió el sargento.

Nijhalem fue a la consola y reinició el mismo programa de antes y se posicionó frente a él, y los dos se miraron un largo rato hasta que todo estuvo cargado.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantas

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Pensé que ibas a ir mas por las huellas en la nieve :lol: :lol:
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

La verdad es que no me acuerdo si uso el recurso de la nieve ahora pero podría venir ahora :cunao:. Por cierto, perdón por tardar tanto tiempo en continuar la historia, pero llevo mucho tiempo liado con asuntos personales. Continúo:

CAPÍTULO 8

El juego empezó por fin y ambos se escondieron detrás de unas piedras. Ese era el único factor que no cambiaba a la hora de practicar en el simulador, porque no podías quedarte a la vista de tu enemigo.

Jukhel estaba ansioso por demostrar su valía, pero recordó las palabras del sargento e intentó corregir aquello que hizo mal. En una ocasión le reprochó el haber atacado demasiado rápido sin tener en cuenta el factor sorpresa, pero él era impulsivo y no sabía ser de otra forma. Su paso por el ejército lo había cambiado un poco, ya que cuando era más joven se metía en muchas peleas tontas. En cambio ahora era un hombre que había aprendido a tener más paciencia, pero aún le haría falta mucha más para salir victorioso de un combate, sobre todo si su enemigo era Nijhalem.

Jukhel se tiró al suelo y el frescor de la nieve hizo que le entrara mucho frío. Mientras se arrastraba le pareció increíble que aquel maldito simulador emulara a la perfección toda y cada una de las características del entorno real.
Estuvo reptando por todo el entramado pero Nijhalem no estaba en ningún sitio, esto significaba que se había camuflado con el entorno, por lo cual debería estar todavía más alerta.

El sargento comenzó a lanzar unas llamas al aire que hacían mucho ruido y Jukhel se sintió desconcertado. En ese momento, Nijhalem le disparó una bola en la espalda y lo manchó con su pintura roja. Sin embargo, se guardó las otras dos porque había aprendido en el enfrentamiento con Delbringer que era mejor ir matando al enemigo poco a poco en vez de querer disparar demasiado rápido.

Unos momentos después, Jukhel se dio cuenta de que le había disparado, porque empezó a sentir las típicas corrientes eléctricas que producían la pintura que cubría las bolas.

Se sintió muy furioso porque había conseguido distraerlo para aprovechar el desconcierto y dispararle casi sin que se diera cuenta. Ahora comprendía por qué era uno de los mejores soldados de aquella base, pero no estaba dispuesto a que lo volviera a derrotar, por eso pensó en tenderle una trampa. Cavó un gran hoyo en el suelo y luego lo camufló con hojas secas.

Era impropio de él actuar de esa forma pero estaba claro que tenía que planificar una estrategia, al contrario que la primera vez que luchó con Nijhalem, que quiso acabar el juego demasiado deprisa. Para atraer al sargento recurrió al mismo truco que él la otra vez: camufló una piedra con ropa y luego se escondió por allí cerca.

Las condiciones de aquel juego no eran demasiado idóneas porque no se podía ver casi nada, y eso hizo que el sargento viera la piedra camuflada y pensara que era Jukhel, quien aún se dolía del pelotazo recibido, porque sabía por experiencia que esas pelotas hacían bastante daño.

Sin embargo, estaba demasiado quieto y por un momento se le pasó por la mente que fuera un truco, no obstante, Jukhel había atado a la ropa una cuerda que movió en la distancia y las dudas del sargento se disiparon. Había preparado esa trampa pensando en las clases de supervivencia que recibió de su difunto padre, quien siempre le decía que el cerebro podía ser engañado con ilusiones.

Nijhalem se acercó un poco y disparó sobre la piedra, el terreno cedió ante el peso del sargento y cayó en la trampa. Era bastante profunda y había perdido su rifle en el proceso. De pronto apareció Jukhel ante él y, teniendo en cuenta el daño que las pelotas hacían, le dijo:

—Has sido derrotado.

—Has hecho una trampa muy buena, así es como quiero que pienses —se rió sin darle importancia al hecho de haber perdido el juego.

—Gracias, la verdad es que recordé lo que decía mi padre de que el cerebro cree lo que ve.

—Estoy de acuerdo con él, tu padre debe ser un hombre muy sabio.

—Sí, lo era —respondió apenado.

—Siento mucho su pérdida —lo consoló Nijhalem.

—La vida es así, no pude hacer nada por salvarlo.

—¿Cómo ocurrió?

—Fue en una de las guerras espaciales cuando lo mataron. Él era un hombre aguerrido pero murió en la primera oleada.

El sargento sabía muy bien lo que era perder a alguien querido, porque él mismo perdió a muchos familiares siendo muy joven, sin embargo, aquello dejó de dolerle hacía mucho tiempo. Eso no significaba que no se acordara de vez en cuando de sus familiares, pero en su caso el tiempo curó las heridas.

Ambos dejaron de hablar del tema, sobre todo porque vivían en el presente y no podían perder el tiempo con sucesos del pasado, ya que hacer eso no tenía ningún sentido porque éste no se podía cambiar.

Jukhel ayudó a Nijhalem a salir del agujero y fueron a la consola, donde el sargento apagó el programa.

—De acuerdo, os he visto combatir y ya sé vuestros defectos, ahora hay que corregirlos —dijo Nijhalem muy serio.

—¿Tú crees que podremos hacerlo?

—Por supuesto que sí, Delbringer, todos podemos mejorar siempre, aunque yo ya voy para la vejez y no creo que vaya a mejorar mucho más —se rió con ganas.

Aquello hizo que el ambiente se distendiera un poco, pero el sargento sabía de lo que estaba hablando porque había entrenado a numerosos cadetes a lo largo de su vida. Todos ellos tenían defectos parecidos a los que había visto en sus hombres, pero no le importó este hecho porque era consciente de que los defectos se podían corregir.

—A partir de ahora no quiero que volváis a decir que no se puede hacer algo.

—¿Qué quiere decir, sargento? —Preguntó Delbringer desconcertada.

—Que no importa la situación en la que os encontréis, debéis luchar siempre por vuestras vidas, y si llega el momento de morir que al menos no puedan decir que no hicisteis todo lo posible para defenderos.

Nijhalem se puso un poco duro con su tropa, pero quería hacerles comprender que él había visto potencial en ellos y por eso elogió sobremanera su actuación en el simulador.

—Jukhel, ¿tú habrías dicho que ibas a ganar el juego?

—La verdad es que no —respondió con sinceridad.

—O tú, Delbringer, ¿acaso no has derrotado a un ser que puede transparentarse?

—Supongo que sí.

—A eso me refiero, muchachos, en cuanto a mí y a Lekham todavía tenemos que seguir mejorando porque fuimos derrotados, pero no es nada grave haberlo intentado y haber fallado, para eso está el entrenamiento.
Lekham lo miró con cara de pocos amigos pero el sargento no le echó cuenta, porque en definitiva todos tenían que mejorar para estar preparados para lo desconocido.

—Así que a partir de ahora podéis hacer todo lo que os propongáis; si no os inculcaron esa lección cuando erais pequeños yo me encargaré de hacerlo, y os puedo decir con total certeza que uno puede hacer todo aquello que se proponga, lo sé – aseguró el hombre con rotundidad.

Aquello parecía una arenga en vez de una simple charla y se sintieron muy animados gracias al sargento. Sus palabras los había inspirado para mejorar como soldados, aunque siempre teniendo en cuenta que había cosas imposibles de sortear, como la muerte, pero sí había una manera de postergarla todo lo posible convirtiéndose en la mejor versión de ellos mismos.

—Ahora que ya sabemos la debilidad de cada uno sólo me resta deciros los trucos que guardo en mi traje.

Nijhalem fue abriendo bolsillos fabricados por él, y en el interior se podían ver diversos artilugios que servían como distracciones en diferentes momentos. Delbringer y Jukhel ya habían visto uno de esos trucos y se sorprendieron al ver que daban resultados.

—A partir de ahora todos vais a llevar las medidas que llevo en mi armadura porque, por lo general, las situaciones a las que se enfrenta un soldado son muy variopintas y puede que no siempre podáis contar con vuestros compañeros.

—¿Qué quiere decir eso? —Preguntó Jukhel.

—Por desgracia la vida de un soldado se puede contar incluso por minutos, así que debéis poder valeros por vosotros mismos por si os quedáis solos —respondió muy seguro.

—Hablas como si te hubiera pasado —dijo Delbringer de repente.

—Claro que me ha pasado, así fue como aprendí a saltarme el protocolo de la armadura si eso significaba salvar mi vida.

—Debo reconocer que eso es muy inteligente por su parte, sargento —Lekham le dio un suave golpe en el hombro.

—Gracias a eso me ofrecieron un ascenso a Teniente, pero me negué.

—Eso es lo que no entiendo —comentó Delbringer— si mis cálculos no me fallan usted podría ser ya comandante.

—¿Acaso no sabe que ellos no entran en combate?

—Claro que lo sé, pero no me diga que es por eso.

—Sí, a estas alturas de mi vida necesito la guerra para seguir viviendo, quizás es usted demasiado joven para entenderlo, pero cuando cumpla como yo los cuarenta y nueve años ya me dirá lo que se siente.

—¿Tampoco piensa en su jubilación?

—No, Delbringer, cuando yo muera será en un campo de batalla con mi fiel metralleta en una mano y un puro en la otra.

—Parece que ha pensado usted mucho en eso.

—Cada vez que me encomiendan una misión pienso en ello, sí —asintió Nijhalem.

Delbringer nunca había conocido a un sujeto más obstinado que aquel; por sus palabras parecía que no le tuviera miedo ni siquiera a la mismísima muerte, algo que ella no entendía porque, a pesar de tener veinticinco años, vivía preocupada con ella. Este mismo temor hizo que le preguntara al sargento:

—¿No le tiene miedo a la muerte?

—¿Para que iba a perder el tiempo temiendo algo inevitable?, desde que cumplí los tres años fui consciente de que un día iba a morir y desde entonces procuro aprovechar la vida lo mejor que sé.

Delbringer se quedó mirándolo muy seria y al sargento no le fue difícil imaginar lo que estaba pensando.

—Por eso mismo le aconsejo que aproveche su vida, Delbringer, y deje de pensar en algo inevitable.

—¿Quién ha dicho que esté pensando en eso? —Intentó defenderse ella.

—Su cara, soldado, por su expresión puedo adivinar que teme a la muerte más que nada, y debería olvidar esas tonterías porque un día va a morir, como cualquiera de nosotros, entonces, ¿por qué no disfrutar al máximo?

Aunque en realidad el conflicto de la mujer iba más allá de temerle a la muerte, sino que estaba traumatizada desde que sus padres biológicos murieron. No pudo hacer nada por salvarlos y se fueron de su lado para siempre y, aunque después la criaron en una buena casa de adopción, aquella no era su verdadera familia. Eso fue para ella un punto de inflexión del que no se recuperaría jamás.

—No sé porqué estás así, pero hazme caso y piensa sólo en cómo aprovechar lo mejor posible tu vida —le dijo Nijhalem con una levísima sonrisa.

Delbringer vio que su sargento era más de lo que aparentaba, detrás de esa apariencia dura, barba de tres días y mandíbula ancha se escondía alguien que había conocido el dolor y que lo sintió de manera intensa. Y supuso que lo sabía porque hablaba sobre ese tema con una rotundidad que a fuerza tenía que haber pasado por algo similar a lo suyo, o incluso tal vez peor, aunque no sería tan indiscreta como para preguntarle.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Muchísimas gracias por la bienvenida, me alegro de haber vuelto por fin. Bueno, continúo con la historia.

CAPÍTULO 9

Dos meses después, el grupo de asalto había mejorado todos sus defectos, sin embargo, el mando superior estaba presionando a Nijhalem para que partieran de una vez, pero él les estaba dando largas alegando que necesitaban más preparación. Un día, no obstante, estuvieron listos y el sargento se presentó ante el comandante Roger y el general Irvin.

—Me sorprendió su llamada, sargento —dijo Roger.

—La verdad es que ya estamos preparados para afrontar lo desconocido.

—Espero que haya adiestrado bien a su tropa.

—Descuide, yo mismo les he inculcado la misma fortaleza de cuerpo y espíritu que me inculcaron a mí hace ya tanto tiempo.

—Muy bien, muy bien —dijeron los dos, satisfechos— ¿Cuándo tiene pensado partir? —preguntó el comandante.

—Mañana por la mañana.


—¿Está usted jugando con nosotros, sargento? —Preguntó Irvin enfadado.

—Todavía tengo que darles a mis hombres unos últimos consejos para el viaje espacial.

—¿Aún no se ha ocupado de eso?

—No se preocupe, Irvin, lo que tengo que decirles no llevará mucho tiempo.

—Me alegro de oír eso, el gobierno está presionando cada vez más al ejército para que los soldados partan hacia el nuevo planeta.

—¡Entendido, señor! —Exclamó Nijhalem con decisión.

Roger se acercó al sargento, le tendió una mano y le dijo:

—Retírese, y procure tener a sus hombres listos para mañana.

—Descuide, comandante —lo saludó con aire marcial.

El sargento se dirigió hasta la máquina de entrenamiento y allí lo estaban esperando. En apenas dos meses habían cambiado mucho, ahora Delbringer y Jukhel eran bastante más estratégicos y aprovechaban a la perfección cualquier recodo de los obstáculos que la máquina proyectaba. Lekham había consentido en ponerse una armadura de soldado, porque ahora conocía su debilidad hacia la nieve y no podía verse sorprendido por algo tan nimio. Nijhalem, por su parte, aprendió que incluso él tenía que seguir aprendiendo, al contrario de lo que siempre pensó, y ahora se había vuelto todavía más habilidoso.

El sargento no esperaba verlos allí pero seguían entrenando, a pesar de que les dio la orden de que descansaran.

—Os dije que os fuerais a dormir —los reprobó el hombre.

—¿Qué te ha dicho el comandante? —Preguntó Delbringer intrigada.

—Lo de siempre, si de él hubiera dependido ya habríamos salido de esta base militar.

—Sargento, ¿y a donde tenemos que ir?

—Todavía no lo sé —respondió él.

Nijhalem se había olvidado por completo de la carpeta marrón que el comandante le había dado con la ubicación exacta del planeta. Después de todo, cuando le dio aquella carpeta era consciente de que a su grupo le faltaba mucha preparación y no quería saberlo antes de tiempo.

—Ahora mismo vuelvo —dijo el sargento.

Fue a su casa y allí buscó la carpeta, la cual, arrumbó en un rincón y no le había quitado un lacrado azul muy raro. Cuando le dieron el sobre no reparó en ese detalle porque apenas lo miró, pero al verlo ahora con detenimiento le parecía algo muy pasado de moda. Pensó que quizás el ejército se creía muy importante, no sólo por lacrar un sobre, sino también por ponerle un color original, pero eso a él no le impresionaba lo más mínimo.

Cogió el sobre con muy poco cuidado y fue de nuevo con su tropa de asalto. Allí lo estaban esperando impacientes.

—Ya era hora de que vinieras —le reprochó Jukhel.

—Perdón, tenía el sobre tan perdido que no sabía donde lo había puesto.

—¿Eso quiere decir que ya tenías información sobre el planeta al que debemos ir? —Preguntó Lekham elevando un poco la voz.

—Sí, pero no os enfadéis, el caso es que me lo dieron hace mucho tiempo pero lo eché en el olvido.

Aquello no le sentó muy bien a su tropa, pero eran conscientes de que no tenía mala intención y se quedaron esperando a que leyera el informe.

El sargento rompió el sello militar de color azul y cogió un solo papel que desdobló, y empezó a leerlo:

A la atención de un guerrero que es un ejemplo para todos los soldados de esta base:
Informe número ventiocho
Según investigaciones hechas por las sondas mandadas al espacio, el planeta desconocido se encuentra en la tercera galaxia más alejada del borde. Llamamos al planeta, 'Movible', porque hemos descubierto un eje de rotación sobre otros planetas que tarda media hora en completar. Para aterrizar en el planeta hay que esperar la conjunción entre Yunt y Astrot, dos satélites del planeta 'Movible'. No se recomienda intentar aterrizar en el planeta sin dicha conjunción.

Informe número veintiocho redactado por el comandante Roger en colaboración con los técnicos y científicos que han estudiado los fenómenos ya explicados.

Firmado Wayne Roger a 28 de Octubre de 5025


Nijhalem dejó de leer la carta y la volvió a meter en el sobre sin mucho cuidado, y todos se quedaron sorprendidos por los datos que se tenían sobre el astro. Las condiciones de ese planeta no se parecían a ningún otro conocido, ni siquiera a las de la Tierra con la que no guardaba ninguna semejanza.

—Todo eso es muy interesante —dijo Delbringer.

—Sí, y por fin sabemos a donde tenemos que ir —declaró Jukhel.

—Estoy deseando entrar en acción —comentó el sargento entusiasmado—, pero antes debéis saber cómo funcionan los viajes espaciales.

—No se preocupe por eso —contestó Delbringer—, lo hemos estado hablando y todos hemos viajado por el espacio en un momento dado. Es cierto que es muy incómodo, pero un soldado no puede poner ese tipo de problemas, sobre todo cuando está en juego la supervivencia de los seres humanos.

—Estupendo, pues entonces no me queda nada que deciros.

Nijhalem había convertido a buenos soldados en soldados que podrían estar a su altura en un futuro cercano, aunque le preocupaba un poco sus reacciones sobre el terreno real. Los había moldeado a su gusto y ellos habían aprendido a la perfección todo lo que tenía que enseñarles y ahora se sentía muy orgulloso, porque sabía que en parte eran obra suya.

—Bueno, quiero deciros que estoy muy orgulloso de vosotros.

—Nosotros sí que estamos orgullosos de haber tenido uno de los mejores maestros posibles —le sonrió Delbringer.

—Ahora deberíamos irnos a dormir, mañana nos espera un día muy largo —declaró Nijhalem constatando en su reloj que apenas eran las diez de la noche.

Todos le habían tomado bastante más respeto del que ya le tuvieran y le harían caso porque, gracias a él, se habían convertido en los soldados que jamás soñaron ser. Aunque de todas formas todos, incluso él, debían tener mucho cuidado porque esto no era una broma; mañana partirían hacia un planeta desconocido que además se creía deshabitado, ya que la sonda no pudo captar ningún organismo vivo allí. No obstante, Nijhalem sabía que no debían hacerse ideas prefijadas sobre el astro porque así mantendrían la mente abierta a cómo fuera el planeta de verdad.

Los integrantes de la unidad se fueron a dormir, pero él estaba demasiado excitado como para eso, así que se quedó mirando hacia la inmensa oscuridad del cielo salpicado por algunas estrellas. En ellas encontraba consuelo porque le parecía lo más bonito que se podía ver en la Tierra.

Después de una hora y media, Nijhalem salió de su casa y se dirigió de nuevo a la máquina para seguir entrenándose. Sabía que era el miembro más viejo del grupo y debía seguir entrenando para estar al nivel de los demás. Al sargento nunca le preocupaban cuestiones de la edad pero el estar rodeado de soldados tan jóvenes le afectó de forma negativa, aunque en realidad lo que lo llevó allí fue hacer ejercicio para intentar calmar las ansias de llegar al lejano planeta.

Estuvo horas intentando calmar su angustia; se sentía mal por diversos motivos, ya que había empezado a tener achaques de la edad y se resistía con toda su alma a envejecer. Además, en las últimas semanas se acordó mucho de su familia y de lo que significaba tener un hogar, aunque ya casi había olvidado los rostros de sus seres queridos porque no conservaba ninguna foto de ellos.

El ejercicio físico lo hizo sudar y notó que todo su malestar se iba por ese medio. Después de un par de horas en la máquina, cumpliendo misiones en solitario, decidió volver a su casa para ducharse y luego dormir un poco.

La ducha le sentó tan bien que en cuanto se acostó en la cama se quedó dormido y durmió al menos cuatro horas, lo suficiente para levantarse descansado, bueno, eso y su café solo de todas las mañanas.

A la mañana siguiente, y después de haberse tomado su bebida matutina, se puso su traje de soldado, con galones de sargento, y fue hacia la máquina de entrenamiento donde habían quedado la noche anterior.

Para su sorpresa estaban allí reunidos mucho antes que él y lo vieron llegar.

—Creíamos que no llegaba nunca, sargento —dijo Delbringer.

—¿Desde cuando estáis aquí?

—Ya llevamos esperando media hora —respondió la mujer.

—Se le han pegado las sábanas, ¿eh, sargento? —Dijo Jukhel muy ocurrente.

El único que no dijo nada fue Lekham, que era el que había cambiado menos, aunque por suerte para él cambió lo suficiente como para entender que tenía que llevar la armadura le gustara o no, bueno, y también porque se dio cuenta de que ni siquiera un individuo de su raza era invulnerable.

Nijhalem no le echó cuenta y miró al resto de sus hombres.

—¿Lleváis todo lo necesario?

—, sargento, nuestros kits están en los bolsillos correspondientes —respondieron al unísono.

—A partir de ahora tendremos que ponernos los cascos siempre.

—No tiene sentido ponerse los cascos en la nave —declaró Jukhel.

—Al revés, tenemos que acostumbrarnos a llevarlos por si los necesitamos —respondió Nijhalem, sensato.

Después de hablar un momento se dirigieron a la rampa de lanzamiento, donde el comandante ya había dispuesto todo para que salieran sin perder más tiempo.

El viaje se preveía muy largo porque el planeta estaba tan lejos que incluso con hipervelocidad tardarían por lo menos ocho horas en llegar allí.

—Veo que no ha perdido el tiempo, Roger —dijo Nijhalem satisfecho.

—Ya sabe que su misión tiene máxima prioridad, el único problema es que hemos esperado demasiado —respondió él.

—No empecemos de nuevo con eso porque le expliqué con total claridad que mis hombres necesitaban entrenamiento para no exponer sus vidas por nada.

Sus compañeros lo miraron y pensaron que, cuando se trataba de trabajar en equipo, el sargento podía ser tan buen soldado como cualquiera, y les conmovió que se opusiera a una decisión injusta a favor de que ellos estuvieran mejor preparados de lo que lo estaban antes de ser elegidos.

—Bueno, en nombre de la humanidad les deseo que tengan suerte. Recuerde que deben traer un trozo de ese nuevo
material para que los científicos lo estudien —dijo Roger.

—Descuide, señor —el sargento saludó a su superior de manera marcial.

La tropa de asalto entró en la nave y Nijhalem se dirigió hacia la cabina para pilotar el ingenio volador, ya que era el único que había pilotado transportes espaciales durante toda su vida.

La plataforma de lanzamiento se puso en posición y el bravo sargento fue activando cada uno de los motores. Poco a poco fueron haciendo ignición y el combustible empezó a quemarse. Cuando eso pasó se generaron unas explosiones sincronizadas que elevaron la nave en el cielo de la Tierra, ascendió con rapidez y salieron de la atmósfera en cuestión de diez minutos, porque estaban muy cerca de la estratosfera y la ionosfera.

Una vez en el espacio, puso el piloto automático un momento, consultó la ubicación del planeta y cargó los datos para que la computadora confeccionara una ruta segura, algo que ya de por sí tardaría bastante. La mayoría de ellos se desesperó porque era el primer paso y ya se estaban impacientando, e incluso Nijhalem llegó a pensar que no podrían aguantar un viaje tan largo si no eran capaces de esperar unas horas para que la computadora les diera un rumbo seguro.

Después de dos horas, el ordenador calculó una ruta segura, libre de sorpresas como meteoritos, agujeros negros, supernovas o planetas no registrados que, sin embargo, pudieran interponerse entre ellos y su objetivo.
El sargento programó la nave para que siguiera ese rumbo y entraron en hipervelocidad, y empezó el viaje por la supervivencia de la Tierra.

Ese proceso de la hipervelocidad podía acarrear unos leves malestares en algunas personas y algo mucho peor en otras como: vómitos, mareos o incluso pérdida de conciencia. Sin embargo, todos aquellos soldados se entrenaron en simuladores a unas velocidades cercanas a la experiencia que estaban viviendo ahora, y habían logrado controlar las nauseas.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Puf, a estas alturas, debo decir que se me ha olvidado por completo qué era lo que hacía tan urgente e importante para la humanidad la misión de Nijhalem y sus muchachos.
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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Bueno, no es raro porque me he tirado un montón de tiempo sin subir la historia. Lo que iban a buscar es un nuevo material seguro para la humanidad, ya que ahora usan gasolina concentrada (muy perjudicial, según la historia) para alimentarlo todo.
Muchas gracias por seguir comentando :alegria:
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Bueno, sigamos con la historia, a ver si los muchachos de Nijhalem consiguen encontrar el nuevo material para librar a la Tierra de la gasolina concentrada.

CAPÍTULO 10

Unas horas más tarde la computadora dictaminó que estaban llegando al planeta. El sargento desconectó la hipervelocidad y se hallaron ante un planeta que tenía un aura rosa que brillaba con el paso de sus satélites. En efecto, ambas lunas describían órbitas sin aparente control mientras que el planeta 'Movible' se dejaba arrastrar por los dos en diferentes momentos de su rotación. El sargento supuso que debía tener muy poca fuerza de gravedad y esas dos lunas tan pequeñas determinaban su movimiento por completo. Según el informe, ambos satélites tenían que detenerse en cierto momento para que fuera posible el acceso, pero no sabían lo que ocurriría después.

Nijhalem observó el proceso y se quedó muy sorprendido porque daba la impresión de que aquellos tres planetoides seguían un ciclo lógico entre ellos, es decir, que no parecía algo que la naturaleza pudiera haber creado. Sin embargo, recordó una vez más que estaban tan lejos de cualquier galaxia conocida que todo podía ocurrir. Eso le hizo recordar su propio consejo de mantener la mente abierta a cómo fuera el planeta en realidad.

De cualquier forma, era una visión extraña porque por regla general los satélites describían círculos sobre un planeta mayor, y por un momento pensó en el planeta 'Movible' como si fuera una caja fuerte, donde la combinación óptima para el acceso era la conjunción de ambas lunas.

No dudaba que si algún científico estuviera viendo el proceso se habría quedado de una pieza, porque era un espectáculo tan increíble como aterrador. A simple vista las dos lunas se movían tan deprisa que podrían haber engullido cualquier cosa y por eso supo que sin dicha conjunción más les valía no arriesgarse a entrar, ya que la violencia de los giros era tan grande que podría haber succionado un planeta entero. Y por eso mismo no se explicaba por qué 'Movible' no era destruido ya que era lo que se encontraba más cerca. Esto le hizo pensar que quizás tanto las lunas como el mismo astro formaran en su totalidad 'Movible'

Poco a poco, en el espacio se fue formando algo transparente que parecía agua, pero se fue volviendo cada vez más blanco y, ante ellos, se formó un río justo en el momento exacto en que los dos planetoides se detuvieron.
Cuando Nijhalem vio aquello le pareció un proceso muy raro también. Que él supiera en el espacio no podía formarse agua ni nada que se le pareciera en lo más mínimo. Sin embargo, allí estaba observando algo que casi parecía un mar de tranquilidad absoluta.

Los demás pensaron que era lo más bonito que habían visto jamás, porque el río que se acababa de formar brillaba con numerosos colores, destellaba con luces muy fuertes y a los lados de su nave se formaron unas paredes de agua blanca. Al rato se dieron cuenta de que en la capa externa del agua blanca empezaron a surgir relámpagos y truenos, y vieron con agrado que el agua los protegía de cualquier daño.

Estaba siendo una travesía tranquila e iban a una velocidad constante de cuarenta nudos. El sargento pensó en esta medida de velocidad náutica porque jamás había navegado por nada que se pareciera tanto al agua de su planeta.
A medida que avanzaban aumentó el número de relámpagos y algunos incluso parecía que iban a traspasar la barrera de agua blanca, sin embargo, ésta aguantó y siguieron navegando por el espacio, tranquilos.

Al cabo de media hora los relámpagos fueron cesando y toda el agua blanca, que surgiera de la nada, desapareció y este hecho súbito los depositó más cerca de la órbita del planeta 'Movible'. Cuando esto sucedió los dos satélites empezaron a girar de nuevo cada vez más rápido y Nijhalem estaba sintiendo que la fuerza gravitatoria de las dos lunas era demasiado fuerte como para lograr aterrizar en el planeta, ya que éste tenía muy poca fuerza de gravedad. Por ese motivo el sargento tuvo que acelerar la nave para que les diera tiempo a entrar en la atmósfera, y una vez en ella se vieron libres de la influencia de los planetoides.

Se estaban aproximando al planeta y en el trayecto varios desechos espaciales rozaron el casco, pero por suerte la computadora dictaminó que no eran daños graves.
Empezaron a entrar en la atmósfera y aquella nave, preparada para la atmósfera terrestre, empezó a resquebrajarse y todos se asustaron mucho, porque ante eso no podían hacer nada. Daba igual cuanto tiempo se hubieran entrenado si nada más llegar a su destino la nave se incendiaba y morían.

No obstante, el sargento activó las placas antifuego, que rodearon por completo la nave, y siguieron su descenso. Aún así parte del fuselaje se había empezado a derretir como mantequilla, pero ahora tenían que tener fe en que podrían llegar a la superficie.

A pesar de todas las dificultades lograron entrar en la atmósfera y Nijhalem retiró las placas antifuego, y vieron un planeta compuesto en su totalidad por un mineral rosa desconocido. Les sorprendió que en el planeta no hubiera nada construido, porque en la Tierra estaba casi todo urbanizado y ya casi no quedaban espacios verdes. El mayor problema de eso era que su planeta de origen parecía cada vez menos natural, porque ya casi no había un bosque para disfrutarlo, ni ríos, los cuales se secaron hacía mucho tiempo.

—Vaya, no me imaginaba así el planeta —se sorprendió Delbringer.

—Yo tampoco —respondió el sargento.

Jukhel y Lekham parecían muy impresionados por la vista que ofrecía la ventana de la nave, porque el planeta tenía un aspecto muy particular gracias a los brillos rosáceos que describía todo.

Los planetas más visitados en las galaxias conocidas iban desde planetas cálidos a otros helados, pero nunca habían visto uno de esas características.

Nijhalem estuvo un rato volando por las inmediaciones y al final encontró un sitio llano ideal.

—Agarraos, voy a aterrizar allí.

Sus compañeros se sentaron en los asientos de la cabina, se abrocharon los cinturones y se agarraron a donde pudieron, y a Nijhalem le pareció que estaban rezando, sin embargo, habían agachado la cabeza para no dañarse el cuello en el descenso. Después de unos meses de preparación le costaba mucho trabajo pensar que cualquiera de sus hombres se pusiera a llorar por un aterrizaje.

El sargento fue apagando los motores traseros y cuando estuvieron cerca del suelo los delanteros, y la nave cayó desde una altura de metro y medio.

La estructura del terreno bailó un poco, pero no mucho más que si hubieran aterrizado en cualquier otro terreno.

—Bueno, vamos a por ese material y salgamos de este estercolero —ordenó Nijhalem con firmeza.
Abrieron la compuerta de la nave y sus pies tocaron por primera vez el terreno del planeta 'Movible'. Todo brillaba con una luz rosa que en un principio no les molestó, pero después de un rato notaron que aunque no la miraran les hacía mucho daño a los ojos.

Nadie lo dijo, pero se dieron cuenta de que aunque los cerraran no había manera de protegerse de esos reflejos rosas. No obstante, sus cascos estaban equipados con unas viseras oscuras que se pensaron precisamente para casos como aquel y que no tardaron en activar.

Los extranjeros esperaron a estar juntos y luego empezaron a andar hacia las montañas, donde esperaban recoger un poco de ese material.

Delbringer había empezado a sentir muchos deseos de irse, porque aquello era peor que cualquiera de los entrenamientos que hubiera seguido, ya que esos reflejos eran tan fuertes que parecían casi antinaturales. Eso, y el no saber nada del planeta la hacía sentirse muy insegura.

Al rato tuvieron que agarrarse los unos a los otros porque una tormenta de arena rosa se acercaba hacia ellos. Cuando la tormenta llegó, los azotó con fuerza, pero pudieron soportarla gracias a sus botas, las cuales, llevaban unos anclajes que pudieron activar a tiempo. A pesar de todo estuvieron a punto de salir volando, pero la tormenta duró tan poco que se les olvidó pronto ese incidente.

Al final llegaron hasta las montañas y allí se detuvieron, porque se sentían muy cansados; debía ser porque ahora pesaban unos diez kilogramos apenas. Podría haberse pensado que pesar eso era algo bueno, pero tenían que hacer verdaderos esfuerzos por no salir volando con saltos que en apariencia no eran tan potentes como parecían.

Nijhalem quería finalizar pronto esa misión, porque sintió que aquel planeta no era bueno y que allí no encontrarían nada. Además, su instinto le decía que estaban en peligro, era como si un depredador los estuviera acechando. No obstante, no dio mucho crédito a sus propias sensaciones.

El sargento se dirigió hacia una de esas montañas e intentó rascar un poco de ese material, sin embargo, no pudo hacerlo y en su lugar se oyó un ruido estruendoso.

—¿Qué ha sido eso, sargento? —Se alarmó Delbringer.

—No lo sé, teniente.

De pronto, el suelo se empezó a mover y poco a poco se fue abriendo una grieta y hasta un rato después no se dieron cuenta de que estaban encima del caparazón de un enorme animal. Sus dimensiones eran gigantescas y estaba formada por el mismo tipo de material rosa, pero a diferencia de éste era orgánico y no se podía extraer.

Se fueron elevando en el aire y tuvieron que agarrarse a los salientes de la criatura, la cual, parecía una gran tortuga.
El fuerte movimiento de tierra provocó que se cayeran pero ante no saber lo que estaba pasando se levantaron del suelo con agilidad.

—Tenemos que salir de aquí antes de que la criatura se eleve más —gritó Nijhalem a sus hombres.

Después de dudar mucho, saltaron y cayeron al suelo desde una altura de unos cuatro metros. Por suerte estaban entrenados en descenso y, gracias a eso no se rompieron las piernas, la lesión más común en ese tipo de caídas.
Cuando la criatura terminó de salir del suelo hicieron un cálculo aproximado y debía de medir más de cien metros de alto, y tener una anchura de cuatro campos de fútbol.

Después de eso, salieron corriendo por un páramo y les quedó claro que esa misión no iba a terminar de un modo rápido. En un primer momento ninguno reparó en que, a medida que se alejaban de la bestia, la temperatura empezó a bajar bruscamente.

—Sargento, estoy empezando a tener mucho frío —dijo Delbringer tiritando.

Nijhalem sospechaba que la tortuga que habían dejado atrás era tan grande que con su cuerpo lograba calentar todo aquello que la rodeaba y ahora, fuera de su alcance, la temperatura se había vuelto demasiado fría para ellos.

—Encended el sistema térmico de vuestros trajes —ordenó el sargento.

Por una vez, Lekham se alegró de llevar la armadura, porque incluso él estaba empezando a sentir un frío demasiado intenso.

El sistema del traje funcionaba de un modo económico y de hecho lo que hacía era reaprovechar mejor el calor corporal de su dueño, para que así no costara ninguna energía mantenerlo. Era un sistema muy avanzado, que en el año 5025 usaban mucho los soldados en ocasiones como aquellas, porque les permitía un alto grado de supervivencia.

Caminaron por larguísimos páramos e iban atentos a lo que pudiera ocurrir, después de todo no se les había olvidado que eran los primeros humanos que ponían los pies allí.
Nijhalem se aproximó a sus hombres y les habló:

—¿Cómo estáis?

—La verdad es que bastante asustada —dijo Delbringer con una tímida sonrisa.

—Yo me he cortado con una de esas rocas —intervino Jukhel.
Nijhalem vio la herida, en su pecho, y pensó que había tenido suerte porque no tenía importancia, quizás un poco más arriba y su hombre no habría necesitado tres impactos en su armadura para morir fulminado.

De pronto, una gota de sangre salió del cuerpo de Jukhel y ésta se posó a media altura, entre el cielo y la tierra, como si estuviera coagulada.

—¿Habéis visto eso? —Le preguntó Jukhel a sus compañeros.

—Sí, y es muy extraño —Nijhalem intentó alcanzar la gota de sangre.

El sargento logró rozarla con los dedos y no pudo deshacer el coágulo, era como si la composición de aquel aire estuviera exenta de anticoagulantes, o quizás fuera cosa del propio planeta, o tal vez tuviera que ver con la atmósfera que podían ver desde tierra.

Sea como fuere, esto intrigó mucho al sargento y a su unidad e intentaron buscarle una explicación a ese fenómeno, pero como carecían de equipos técnicos no pudieron llegar a ninguna conclusión satisfactoria.

Al sargento le pareció muy raro todo lo vivido hasta el momento en 'Movible', y tuvo la desagradable sensación de que el entrenamiento que les había dispensado a sus hombres no iba a ayudarles en aquella misión, por lo que todos, incluido él, tendrían que improvisar sobre la marcha.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

No me ha gustado, demasiadas incoherencias y errores de novatos: ¿no escanean la superficie ni la atmósfera para ver si hay trazas de materia orgánica y recoger datos ambientales? :qtedoy: :qtedoy:
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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Esta historia tiene más de 6 años así que no es raro que tenga esos errores. Respecto a que los tenga no me preocupa demasiado porque estoy reescribiendo la historia a mi gusto actual.
De todas formas, una magnífica observación que meteré en la nueva reescritura.
Gracias :alegria:
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