Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Jejeje el libro tiene diferentes niveles de escritura por haber pasado por varias correcciones, así que no es raro que algunas cosas queden mejor que otras. Sigo con la historia que cada vez le queda menos.

CAPÍTULO 17

El ingenio aterrizó en el muelle de carga de una gran nave, donde predominaban los colores blancos y negros.
La unidad de asalto salió de la nave por la escotilla y vieron un grupo de soldados yendo hacia ellos, y pensaron que no tendrían que esperar mucho para saber qué hacían allí, y las intenciones de esos extraños.

Cuando salieron, los soldados ya habían llegado hasta su nave. A simple vista parecían humanos, pero Nijhalem no podría haberlo dicho porque llevaban una armadura extravagante de colores verdes y amarillos para rematar en un casco rojo. El sargento pensó que a él le daría vergüenza salir así aunque fuera para pasear al perro, y observó a uno acercándose y ya les decía a media distancia.

—De modo que habéis estado en el planeta prohibido.

—¿El planeta prohibido? —Preguntó Nijhalem— Lo siento, no sé de que estás hablando.

El soldado se quitó el casco, bajando una visera que dejó a la vista un humano de piel azul.

Nijhalem se acordó brevemente de los gigantes de 'Movible', y no le cupo ninguna duda de que esos seres estaban relacionados de alguna forma con el planeta.

El sargento sentía una mezcla de sentimientos ante esos humanos. El que predominaba era rabia porque eran los responsables de los dos peores días que había vivido Nijhalem.

—Es un planeta que hemos creado para experimentar en él todo lo que se nos ocurra.

—Así que vosotros sois los que habéis intentado matarnos —gruñó el sargento más como una bestia que como un hombre.

—Así es, pero debéis comprender que os habéis colado en un planeta ajeno que no era de vuestra propiedad —apostilló el humano azul poniendo un dedo en la armadura de Nijhalem.

—¿Acaso no tenéis empatía como para imaginaros que nosotros no sabíamos que el planeta tuviera dueño? —Se adelantó Delbringer furiosa.

—Pues ahora ya lo sabéis, ¿no? Para vuestra curiosidad os diré que es un planeta sintético donde vamos cuando queremos crear cualquier cosa o animal —aclaró el humano azul.

Siendo así, el sargento pensó que se habían convertido en intrusos y en su cabeza se impuso una disculpa, aunque era consciente de que ellos no habían hecho nada malo.

El portavoz de aquellos seres se acercó a Lekham y su diferencia de estatura se hizo patente a medida que se fue acercando a él, aunque no parecía preocupado en ningún sentido por dicha diferencia. Esto hizo que el sargento pensara que era muy probable que esos humanos azules también tuvieran facultades.

—Por cierto, tengo que felicitarte, Lekham, —tocó uno de los enormes brazos del extraterrestre— nunca nos habíamos encontrado con un ser tan dotado. Si no hubiera sido por él habríais muerto sin remedio – el tono del humano azul cambió a uno casi de pena.

—Te lo agradezco, extraño —se adelantó a decir Lekham.

—¿Cómo lo harás ahora para presentarte en la Tierra? – El humano azul parecía preocupado.

—Creo que sé a qué te refieres —respondió Lekham sin inmutarse—. No pasará nada porque puedo regenerar mi disfraz de humano en un día.

—Increíble —se notaba que el humano azul estaba impresionado.

El sargento estaba muy furioso porque por culpa de aquellos seres sus vidas habían estado en peligro, aunque solía ver las cosas como eran y no había cambiado su idea de que debían disculparse, ya que, desde que entraron sin permiso en el planeta se habían convertido en intrusos. Por supuesto en su opinión esto no justificaba el que quisieran matarlos, pero aquello le sirvió para entender al menos que tenían derecho a estar enfadados.

—Lamentamos haber entrado sin permiso en vuestro planeta.

—No, si eso me da igual, lo que no termino de entender es cómo habéis conseguido salir de la órbita del planeta prohibido; está diseñada para que nada ni nadie pueda escapar de allí.

—Yo fui quien hizo posible la huída —se adelantó Lekham muy orgulloso.

El humano azul se acercó de nuevo al enorme extraterrestre de piel marrón y estuvo examinándolo, pero no lograba entender de dónde emanaba su poder. Obviamente tenía poder escondido pero su estilo de raza parecía más bien la de unos bárbaros sin desarrollar que la de unos telépatas superpoderosos. Además, llegó a la conclusión de que sus capacidades serían muy grandes si gracias a él los humanos pudieron romper las gravedades de ambas lunas, ya que éstas eran fortísimas.

—Ahora lo comprendo, aplicaste algún tipo de magia ¿verdad?

—Lo único que hice fue aislar la nave con una sustancia que yo produje.

—¡Lo único dice! —Exclamó el humano azul mirando a sus soldados.

Lekham estaba tan acostumbrado a sus poderes que a menudo olvidaba que era capaz de hacer muchas cosas increíbles, aunque esos seres azules eran conscientes de que ni con todos los poderes de cualquier universo habrían logrado sobrevivir allí mucho tiempo.

—Por si no lo sabes, ningún organismo caído en el planeta prohibido ha logrado sobrevivir más de una semana, y los que han sobrevivido más tiempo no pudieron salir y los dos satélites se tragaron sus naves de hojalata – dijo el humano azul con orgullo.

—¿Y os alegráis de eso? —Se enfadó Nijhalem.

—Por supuesto que sí, sobre todo si el que queda atrapado es un ladrón que roba nuestro material más valioso —los miró de una manera bastante dura.

—¿Estás diciendo que este pedazo de roca rosácea es el material más valioso que tenéis?

—Sí, es un material que producimos, supongo que como vosotros vuestras monedas.

—Sí, aunque creo que nuestras monedas valdrán bastante más que esto —intervino Delbringer refiriéndose a la roca con desprecio.

—Eres una ignorante —declaró el humano azul de manera contundente.

El grupo se tensó ante esa nueva situación, aunque lo peor era que no sabían cómo reaccionar porque aquello era un abordaje en términos náuticos, y la finalidad de éstos era controlar un navío y hacerse dueño de todo lo que hubiera dentro de él.

—Oye, vigila tus palabras —dijo Nijhalem apuntándole con su arma.

El ser miró ese instrumento arcaico, levantó una mano y con su poder mental se la quitó con un sólo pensamiento y luego se dirigió al sargento.

—Perdonadme si os he ofendido —dijo con un respeto que parecía auténtico.

La forma educada de hablar de aquel organismo dejó todavía más descolocado al grupo, y aún menos pudieron dilucidar si estaban allí para bien o para mal. No obstante, Nijhalem había dialogado por todas las galaxias conocidas con todo tipo de criaturas y no se dejaría amedrentar por aquellos seres.

—¿Se puede saber por qué habéis capturado nuestra nave? —Preguntó Nijhalem en un tono más alto del que hubieran preferido los seres azules.

—En primer lugar, queremos felicitaros por haber sobrevivido a las inclemencias de nuestro planeta prohibido, y a vuestra exitosa huída. Huelga decir que nadie había conseguido antes esas dos grandes hazañas —respondió admirado.

—No has contestado a mi pregunta.

—Bueno, queremos que nos devolváis lo que habéis robado —el ser azul se puso más serio.

—No podemos hacer eso, la Tierra se está muriendo y debemos llevar este trozo de mineral para que lo estudien y así usarlo como combustible, ya que la gasolina concentrada que usamos nos está matando poco a poco —explicó Delbringer en tono suplicante.

El extraterrestre parecía muy aburrido con aquellos extranjeros y, aunque los había escuchado, le producía un terrible hastío tener ante su presencia a humanos genuinos contaminando su avanzada nave. Además, en el colegio siempre tuvo dificultad para entender la asignatura de historia humana, ya que los terrícolas habían hecho cosas absurdas que ese ser azul no era capaz de comprender.

—Ese no es nuestro problema.

—Trata de entender —medió Nijhalem—, nuestro planeta podría desaparecer.

—Yo lo entiendo todo —dijo el ser azul—, pero respóndeme a algo, ¿acaso vosotros dejaríais que nos lleváramos vuestras monedas si las necesitáramos para convertirlas en combustible?

—No lo sé, tal vez sí —respondió el sargento titubeante.

—¡No nos tomes por estúpidos! Estamos al tanto de los actos necios cometidos por los humanos, estoy seguro de que os quedaríais vuestras monedas y dejaríais que mi pueblo se extinguiera —gritó el ser azul a Nijhalem, aunque éste no pareció
ni que se inmutara.

—¡No tenéis corazón! —Gritó Delbringer rabiosa.

—Si te refieres a la vulgar víscera que tenéis en vuestro pecho, efectivamente, no tenemos corazón. Toda la energía que podamos necesitar la tomamos del fino polvo resultante de la prensión de nuestro material. Si lo que quieres decir es que no tenemos piedad, ¡míranos! —Señaló a los pocos soldados allí congregados— esto es lo que queda de nuestra raza, y todo
por unos invasores que destruyeron nuestro hogar por gusto.

El sargento sabía que tenía la batalla perdida, porque aquellos humanos azules estaban muy enfadados contra todos los seres. A pesar de todo, se notaba que no era un pueblo hostil, como se podría haber pensado después de lo que les hicieron pasar en el planeta prohibido. Sin embargo, aunque era verdad que no eran hostiles tampoco querían ser demasiado generosos con nadie.

—Está bien, te devolveremos el pequeño fragmento de roca —dijo Nijhalem, vencido.

La tropa de asalto se asombró de que el sargento estuviera diciendo eso. Siempre se había enorgullecido de ser el soldado más condecorado de todo el ejército y ahora una simple charla lo había desarmado.

—No podemos hacer eso, si no llevamos esa piedra y logramos hacer combustible con ella la Tierra está perdida —le gritó Delbringer intentando que entrara en razón.

—Cállese, teniente, no voy a seguir luchando porque estos seres tienen razón, hemos entrado en un planeta ajeno y hemos robado algo que no nos pertenece.

El ser azul los estaba viendo discutir y pensó que la raza humana era aún más estúpida de lo que había oído, porque no se les había ocurrido en ningún momento la más simple de las soluciones.

—Colonizad otro planeta —dijo el ser azul tranquilo.

—¿Cómo dices? —Preguntó Nijhalem.

—Los humanos sois buenos explotando recursos y destruyendo el planeta en el que vivís, de modo que la única manera de sobrevivir es explotando otro planeta hasta su misma muerte – respondió con una sonrisa pícara.

Al sargento no se le había ocurrido en ningún momento dicha posibilidad, tal vez fuera porque se avino desde el principio al plan de los científicos. Sin embargo, reconoció que era una excelente opción, porque había muchos planetas deshabitados conocidos donde podrían empezar una nueva vida. Aunque lo más seguro era que los humanos transportaran su estupidez a ese nuevo planeta y, en un plazo no muy lejano, lo llevaran a la extinción como habían hecho con su planeta natal.

—A pesar del tono que has empleado tengo que reconocer que es una gran idea —dijo Nijhalem por fin.

—Nuestro material, por favor —respondió al sargento con mezquindad.

El sargento cambió el gesto a otro más serio pero estaban en su derecho de pedirles que les devolviera lo que era suyo, así que lo extrajo del recipiente donde lo guardó y se lo entregó al humano azul quien se puso muy contento.

—Bien, ahora como recompensa por haber sobrevivido en nuestro planeta sintético podéis quedaros aquí dos días para descansar.

—Vaya, por fin un gesto de hospitalidad —dijo Nijhalem con una sonrisa.

—Hasta hace unos minutos sólo erais unos ladrones que por supuesto no tenían derecho a nada.

—Bueno, ya te hemos devuelto la piedrecita rosa, no nos sigas hablando así —se desesperó Jukhel.

—Está bien —le dijo el sargento a su hombre—, no tenemos derecho a intentar corregir su forma de hablar.

El humano azul ya estaba más tranquilo porque había recuperado un trozo de ese material que tanto les costaba cultivar en su planeta sintético. En el proceso se veían involucrados tanto los satélites como los movimientos bruscos que hacía el planeta prohibido, así como todo lo que ocurría en su superficie; nada era aleatorio.

Por el hecho de haber demostrado su buena fe, dejó de hablarles de esa forma, aunque se dieron cuenta pronto de que no eran mucho más hospitalarios cuando les dijeron que si en dos días no se habían ido los matarían y esparcirían sus restos por el extractor. Después de eso les dieron un reloj programado para que sonara en cuarenta y siete horas y treinta minutos, y el ser azul les dijo de manera autoritaria:

—Cuando la alarma de este reloj suene tendréis que iros.

—No sois muy amables —respondió Nijhalem.

—Es toda la hospitalidad que podemos ofrecerles a unos extraños, y podéis daros por contentos, porque sabemos que los humanos no destruyeron nuestro mundo, que si no ya estaríais muertos.

—Está bien, de cualquier manera mis hombres y yo os damos las gracias por la mejor hospitalidad que recibiremos por esta zona.

—Eso está mejor —se rió el humano azul.

Era increíble cómo se las había arreglado el sargento para seguir a bien con los seres azules, a pesar de ser unas criaturas
muy hoscas. Delbringer pensó que si hubiera tenido que negociar ella misma muy probablemente habrían entrado en guerra sólo por el hecho de no haber devuelto el trozo de mineral. Después de un rato muy largo pensó que prefería la diplomacia demostrada por su sargento y se dio cuenta de por qué habían querido otorgarle una graduación mayor en tantas ocasiones, aunque seguía sin entender por qué no las había aceptado, sobre todo teniendo en cuenta que estaba cerca de cumplir cincuenta años, y a esa edad el físico y la mente ya no eran los mismos, o eso creía, porque Nijhalem estaba mucho más preparado de lo que lo estaría ella en años.

—¿Qué hacemos, sargento? —Preguntó la mujer cuando el humano azul se fue de allí.

—Vamos a quedarnos aquí a descansar, no parece que vayan a hacernos daño, además, hace dos días que no dormimos en una cama en condiciones.

—Y qué dos días —dijo Lekham de repente.

El sargento miró al extraterrestre y le dio un golpe flojo en el hombro y Lekham dibujó una sonrisa con sus finos labios de alien. Estaba claro que ya había pasado todo y ahora podían reírse, pero ninguno se hubiera reído en la superficie del planeta mientras hacían frente a todos los peligros.

Unos guías los esperaron unos momentos en la entrada del hangar, y los llevaron a unas habitaciones que fue lo más civilizado que vieron en varios días y se alegraron mucho de que fuera así. Luego acomodaron las pocas cosas que habían cogido de su propia nave, y se quedaron dormidos sobre un cómodo colchón y unas almohadas muy mullidas.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Esta parte no me ha convencido, sobre todo por la forma en que operan.
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Evenesh
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Antes que nada gracias por comentar :alegria: , pero no entiendo eso que dices de que no te gusta cómo operan. ¿No te parece bien que los extraterrestres experimenten en ese planeta de su propiedad? Yo creí que con eso explicaría muchas de las cosas raras que he ido contando a lo largo del libro.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Me refiero a que no parece que obren con ninguna lógica ni los terrestres ni los extraterrestres. Ya el remate ha sido ese "iros a otro planeta", que seguro que no se le ha ocurrido a nadie antes en un mundo en que se mezclan diversas razas.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Es una comparación de la vida real. Verás, yo tengo la teoría de que si existe vida fuera de nuestro planeta será más inteligente que nosotros. Precisamente lo que quise dar a entender que seguro que los humanos no pensaron en una solución tan fácil, y por otra parte los extraterrestres son más inteligentes y prácticos y por eso reaccionan así.
Al menos eso era lo que pretendía con este capítulo.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Con toda la literatura y cine de humanos viviendo en otros planetas, eso de no se les ocurrió la solución fácil no es creíble. Aunque en tu cabeza quedase convincente, no lo es.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Bueno, gracias por comentar Lucía :alegria: , tendré en cuenta lo que me has dicho para cuando lo corrija. A esta historia sé que le hace falta mucha corrección y son muy útiles tus consejos/apuntes. :cunao:

CAPÍTULO 18

Los dos días pasaron con rapidez y apenas pudieron integrarse porque la gente de allí no era muy amable, al contrario, quince segundos antes de que sonara la alarma ya había un ciudadano azul en las puertas de las habitaciones diciéndoles que se tenían que ir de inmediato.

El grupo salió de sus aposentos y se reunieron en el pasillo.

—Hay que ver que gente tan borde —dijo Delbringer.


—Están en su derecho de ser como quieran —respondió el sargento.

—Me parece que estás demasiado sumiso.

—¿Y por qué no? Después de todo nosotros entramos en el planeta sin permiso.

—Sí, ya lo sé, no hace falta que me lo repitas —se exasperó la mujer.

Finalmente, llegaron hasta el hangar donde estaba su nave y el ser azul que los recibió apareció por la puerta.

—Esperad un momento.

—¿Qué quieres? —preguntó el sargento.

—Quiero agradeceros que devolvierais la piedra robada, así que en correspondencia de ese favor os daré un consejo.

—Tú dirás —dijo Nijhalem entornando un poco los ojos.

—Decidle a vuestra gente que no encontrasteis nada, que lo perdisteis o cualquier cosa que queráis inventar, pero que por aquí no se acerquen.

—Con todo respeto, me parece que no está en mis manos.

—Convence a tu gente de que no se acerque por aquí, sargento, o tendremos que tomar medidas extremas —el tono de la voz de ese humano azul se volvió despiadado por un momento.

El ser azul abrió mucho los ojos y cogió una espada que terminaba en dos picos y prosiguió:

—Como os lo diría, a decir verdad a mi gente no le gusta recibir visitas inesperadas, ¿me explico?

—Sí, aunque no entiendo cómo es que no nos destruisteis antes de entrar en vuestro planeta prohibido.

—Eso es porque vosotros escapasteis a nuestro radar por un pequeño error de cálculo que, dicho sea de paso, ha sido
subsanado.

El sargento observó al humano azul y supo, por su expresión fría y sin sentimientos, que eran capaces de matar a todo aquel que se acercara a su planeta prohibido.

Por la forma de hablar de sus anfitriones, se notaba que estaban muy dolidos contra cualquier ser viviente de cualquiera de las galaxias, pero, por sus palabras, entendieron que los humanos en concreto les daban asco, aunque no hubieran sido los causantes de la destrucción de su pueblo.

—¿Seríais capaces de matar a unos humanos que sólo buscan una salvación para su planeta? —preguntó Nijhalem asombrado.

—Mejor será que no quieran descubrirlo porque podría pesarles.

—Está bien, trataré de convencerlos —se rindió el sargento.

—Hazlo, por favor, no somos un pueblo sanguinario, pero sí defendemos lo nuestro y ese planeta se ha convertido en toda nuestra vida.

Nijhalem creyó al humano azul que tenía delante y por un momento le pareció afectado por la cuestión de la que estaban hablando. Sin embargo, esa pequeña preocupación que pudiera tener el ser, se esfumó de sus ojos en cuestión de segundos cuando les dijo que se fueran de allí con un gesto brusco de su brazo derecho.

—A propósito, ¿dónde está Lekham? —el ser azul no podía distinguirlo entre los humanos.

—Estoy aquí —respondió el extraterrestre dando un paso hacia delante.

—Es increíble, tu disfraz es tan perfecto que apenas puedo diferenciarte de tus compañeros —el ser humano azul se adelantó para examinar el cuerpo enjuto de Lekham buscando imperfecciones.

—Es cierto pero aún así es un disfraz muy incómodo.

Después de aquel pequeño diálogo el humano azul dio un paso hacia atrás y acto seguido les dijo:

—Que tengáis buen viaje —les deseó sin mucho convencimiento.

—Gracias —respondió el sargento en el mismo tono.

La tropa de asalto subió a la nave y el sargento encendió los sistemas lo más rápido que pudo, de hecho, no recordaba haber encendido nunca unos sistemas de una nave con tanta rapidez como en aquella ocasión. Unos minutos después, salieron del enorme ingenio espacial y ya se encontraban en el espacio.

Todos se sintieron mucho más tranquilos porque dentro de poco no tendrían que seguir soportando la presencia de aquellos seres indolentes, que apenas sí fueron capaces de darles dos días de descanso, en una nave que podría haber albergado a un ejército de más de diez mil efectivos.

—¿Que pasará ahora, Nijhalem?

—¿A qué te refieres, Delbringer?

—Bueno, regresamos a la Tierra sin la muestra del material.

El sargento sintió que de alguna manera había fallado en su misión, en tanto en cuanto al final no llevaría nada a la Tierra para su posterior estudio. Aunque su mente buscó consuelo en el hecho posible de que aquel material no se pudiera trabajar para convertirlo en combustible. Recordó que en ningún momento le dijeron que fuera a funcionar con total seguridad, así que eso terminó de tranquilizarlo.

—No quiero preocuparme ahora de eso —le respondió a la mujer— lo importante es que seguimos vivos.
Nijhalem encendió de inmediato los sistemas de la hipervelocidad y el viaje comenzó enseguida.

Después de la tercera hora de viaje el sargento se quedó mirando hacia un lado, taciturno. Delbringer lo vio y se interesó por él:

—¿Qué te pasa?

—Pensaba en que ahora tenemos que convencer a los terrícolas de que no vengan de nuevo al planeta prohibido, como lo han llamado sus dueños.

—Tendrán que escucharle —lo consoló Jukhel.

Eso es lo que me asusta, el ser humano no se distingue por escuchar a sus semejantes, sino más bien por destruir a sus semejantes —matizó el sargento.

—Sin embargo, cuando les diga que cualquiera que se acerque a ese planeta pondrá en peligro su vida, estoy seguro de que no se atreverán a hacerlo.

—Eso espero, Jukhel, o se producirá una masacre sin sentido —respondió con bastante lástima.

Sin embargo, a pesar de sus deseos, o de sus esperanzas, Nijhalem sabía muy bien que el ser humano había provocado multitud de guerras en la antigüedad, y otras actuales que se extendieron por todas las galaxias conocidas, durante una gran cantidad de tiempo. Si de algo estaba seguro ese fornido hombre era que no le gustaban los humanos. Había llegado a aborrecerlos de tal forma que ya nunca albergaba casi ningún sentimiento de esperanza para con ellos. A veces incluso se sentía un extraño entre los suyos, porque a él no le gustaba luchar por tonterías, cosa que el resto de sus congéneres hacían con la misma naturalidad que se exprimían unas naranjas para hacer zumo. A menudo los conflictos tenían su raíz en miedo hacia seres de otra raza, mientras que otras veces los humanos querían más dinero o más poder.

Estaba tan aburrido de los motivos tan banales de los hombres que se sentía desconectado de sus congéneres, quienes habían empezado a darle igual, y así fue como empezó a vivir para él y sólo para él. Y lo que para otros hombres hubiera sido imposible: vivir solo y sin apego por nadie, él lo llevaba con tal naturalidad que mucha gente lo apodaba el sargento de hierro, y no sólo por su habilidad en batalla, sino por la aspereza de su trato.

Transcurrieron dos horas más pero cuanto más se acercaban menos sabía Nijhalem qué iba a decirles a aquellos que lo habían mandado a cumplir la misión de la que, quisieran ellos o no, volvían derrotados. Sin embargo, recurriría a todo su poder de convicción y al poder de su oratoria. Podría haber recurrido a la fuerza bruta pero no le gustaba emplear ésta con sus aliados.

El sargento pasaba mucho tiempo solo, pensando en su vida, en aquella misión y en la posibilidad incluso de jubilarse, aunque ésta última era un pensamiento aislado porque aún se sentía lo suficientemente vigoroso e inteligente como para seguir tal vez diez o quince años más.

Un día, Nijhalem oyó la señal del indicador que le informaba de que estaban llegando a la Tierra y desconectó la hipervelocidad. Al ver el planeta desde el espacio sintió una nostalgia como si hubiera estado de viaje varios años.

—Al fin hemos llegado —dijo Jukhel muy contento.

—Es cierto, parece mentira que sólo hayan pasado casi cinco días desde que partimos —comentó Delbringer.

No obstante, el sargento estaba lejos de sentirse gozoso porque se acercaba el momento de decirle a sus superiores, no sólo que no traían el material, sino que más les valía no ir de nuevo al planeta prohibido ya que estarían poniendo en peligro sus vidas. Los humanos azules habían sido tan claros que no dudaba que fueran capaces de cumplir su amenaza.

El sargento se aproximó a la atmósfera terrestre y la nave se incendió de manera parcial, aunque los refrigeradores laterales calmaron en gran parte el incendio que terminó reduciéndose a unas llamas sueltas, que no podían dañar en modo alguno el ingenio volador.

Ya estaban viendo la plataforma donde se instaló la base militar y aquella construcción de frío y duro acero les pareció el paraíso.

El radar de los militares captó la señal de una nave entrando en la atmósfera de la Tierra e Irvin y Roger pensaron enseguida que se trataba de la tropa de asalto.

Cuando el sargento enfiló el hangar, donde aterrizaría su nave, el comandante y el general ya lo esperaban justo en la puerta, y los cuatro miembros del grupo salieron.

—¿Qué pasó, Nijhalem, conseguiste el material? —preguntó el general Irvin.

—No me parece el lugar más oportuno para hablar.

—Qué más da el lugar si lo que queremos saber es de dominio público —respondió el comandante.

El sargento quería aplazar todo lo posible ese momento, pero tarde o temprano tendría que decirles la verdad, ya que él no era hombre de andarse con zarandajas.

—Conseguimos el material pero, en nuestro viaje de regreso tuvimos que devolvérselo a sus dueños para evitar que nos mataran – en el fondo no los habían amenazado, pero estaba claro que de no haberles devuelto el material cabía la posibilidad de que no hubieran salido de esa nave vivos.

Irvin y Roger se miraron y no podían dar crédito; el hombre más famoso de la base les había fallado.

—¡Pero eso no puede ser, inútil, tenías que traernos el material a toda costa! —gritó Roger muy enfadado.

—Nosotros hicimos lo que nos ordenaron, pero el planeta no era de nuestra propiedad y tuvimos que devolver el material.

—¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora, soldado?

—Los dueños del planeta prohibido nos dijeron que colonizáramos otro planeta.

—¿El planeta prohibido? —se extrañó Irvin.

—Es el verdadero nombre de 'Movible'. Por lo visto se trataba de un planeta sintético que esos seres usan para experimentar todo lo que se les ocurra.

Roger estaba mirando al techo, desesperado, y le gritó al sargento:

—Eso me trae sin cuidado, soldado, nosotros tenemos que solucionar un problema muy grave.

—Por eso ellos me dijeron que colonizáramos otro planeta.

—No me lo repitas, seguro que esos seres de los que hablas no saben lo que cuesta financiar la colonización de otro planeta
—gritó de nuevo el comandante Roger.

—Seguro que ni lo saben ni les importa —respondió el sargento—. Eso sí, me dijeron que no intentáramos llegar de nuevo al planeta prohibido, porque tendrían que matar a los intrusos.

La cara del comandante se congestionó en un segundo y gritó por tercera vez al sargento:

—Claro que volveremos, pero esta vez mandaremos una gran nave exploradora y por supuesto su tropa no irá en esa expedición. No faltaría más que unos seres de pacotilla nos dijeran lo que tenemos que hacer.

El hombre se temía precisamente eso y fue consciente de que cuando el ser humano tomaba una decisión, sin importar la época en la que estuviera, no había manera de cambiarla.

—Yo haría caso a los humanos azules —repitió el sargento con paciencia.

El comandante miró a la tropa de asalto de aquel inútil y todos estaban afirmando sin fuerza.
Roger no estaba nada contento porque, según Nijhalem aquellos hombres eran los más valiosos que pudo encontrar y él sólo estaba viendo a cuatro inútiles que habían fallado en la operación.

—Cállese, y todos ustedes también. A partir de ahora quedan relevados de empleo y sueldo hasta que yo lo estime oportuno.

En muy contadas ocasiones permitía que le hablaran en esos términos, pero al haberse quedado en el grado de sargento tenía que atenerse a las consecuencias y a veces debía acatar lo que sus superiores decían, aunque en su caso era cuestión de su estado de ánimo porque casi nunca hacía caso a sus superiores.

Roger e Irvin se fueron de allí y contactaron con otros soldados a través de sus comunicadores, y dieron órdenes muy concretas de preparar un viaje con carácter expedicionario a 'Movible'.

—Están cometiendo un tremendo error, sargento, tenemos que hacer algo —dijo Delbringer, preocupada.

—Sería inútil, cuando la voluntad de los hombres se tuerce no hay nada que la haga volver a su lugar.
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lucia
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Se nota que la diplomacia no es lo de Nijhalem, pero los militares de alta graduación también son políticos.
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Efectivamente Nijhalem es bastante animal y los superiores son virtualmente políticos. Muchas gracias por comentar :alegria:
Sigo con la historia:


CAPÍTULO 19

Nijhalem se había desentendido de la actual situación y más aún cuando lo suspendieron de empleo y sueldo. Sin embargo, el resto de la tropa de asalto no estaba tranquila porque, de partir esos estúpidos, los seres azules acabarían con ellos y, después de conocerlos más, no dudaron que serían capaces de cumplir su amenaza.

No obstante, esa preocupación aparente duró poco, porque Lekham dejó enseguida el grupo entendiendo que ya los había ayudado bastante. No se despidió de nadie y treinta minutos después ya se encontraba en una lanzadera hacia su hogar. Jukhel por su parte no quiso seguir formando parte de la tropa, porque el sargento le parecía una persona demasiado indiferente a todo lo que no tuviera que ver consigo mismo.

La más preocupada por lo que iban a hacer los humanos era Delbringer, porque quería evitar a toda costa un derramamiento absurdo de sangre. No obstante, estaba completamente sola, pero aún así seguiría intentando algo para que los humanos no partieran.

Nijhalem se puso a entrenar enseguida para intentar calmar su frustración ante la idea de esos idiotas de ir al planeta prohibido. A veces pensaba que los humanos se buscaban su propia ruina porque, a pesar de estar avisándolos, nadie le había hecho caso.

En la máquina de entrenamiento tenía configurado el planeta de mayor dificultad que pudo encontrar en la extensa base de datos.

Delbringer fue al campo de entrenamiento y se asustó al ver unos animales desconocidos que el sargento cazó en su momento, aunque éstos no eran más que ilusiones.

Pensó que era un hombre muy extraño porque, a pesar de haber viajado muchos cientos millones de años luz y haber enfrentado un planeta muy peligroso en toda la extensión de la palabra, allí estaba combatiendo esta vez contra rivales fantasma.

Cuando acabó el juego, con victoria para el bravo sargento, Delbringer se acercó.

—¿No has tenido suficiente con la experiencia en el planeta prohibido?

—Hola, teniente, no esperaba verla aquí.

—¿Por qué no?

—Supongo que porque los otros dos miembros han desaparecido de esta base —respondió sin apasionamiento.

—Bueno, su decisión es respetable.

—Sí, claro.

Nijhalem se secó el rostro empapado en sudor con una toalla y después le dijo:

—¿A qué has venido, Delbringer?

—Vaya, ¿no puede ser que haya querido venir a verle, sargento?

—No, los humanos nunca hacen nada por nada —contestó desagradado.

Delbringer supuso que una persona que casi le doblaba la edad no podría ser burlada de una manera tan torpe, así que decidió contarle la verdad:

—Tenemos que hacer algo para que los humanos no vayan al planeta prohibido.

—¿Qué quieres que hagamos?

—No sé: cortar el suministro de energía de la nave, arrancar cables de la nave, emboscar al comandante Roger y al general Irvin.

Nijhalem la estaba escuchando pero en realidad parecía estar muy lejos de allí, cosa que la mujer notó y le desagradó mucho.

—Parece que ni siquiera me escuchas.

—Sí, sí, te estoy oyendo —hizo un gesto con las manos.

—Entonces ¿por qué me da la impresión de que hablo con la pared?

—Porque no estás diciendo más que estupideces —espetó el sargento sin contenerse.

—¿Cómo dices?

—Ya me ha oído, teniente, ¿cómo se puede ser tan ingenua? —Miró al techo, desesperado.

—¿Y cómo puede mantenerse usted impávido ante una situación tan grave?

Nijhalem bajó la cabeza y le dedicó una mirada muy dura. Quizás nadie la hubiera mirado así jamás.

—Mira, niña, llevo toda mi vida aguantando las decisiones erróneas de los humanos, y para una vez que me involucro para intentar salvarlos no me echan cuenta y, para colmo, me suspenden de empleo y sueldo. Tú eso lo verás muy normal pero a mí me ofende profundamente —le dijo el hombre, con cara de asco.

—Nunca imaginé que fueras así.

—¿Así como?

—Tan despreocupado hacia tus congéneres, ¿sabes?, en un momento de la misión llegué a pensar que eras mejor de lo que decían los peores rumores sobre ti.

—Mal hecho por tu parte, todo rumor que se refiera a mí lo más seguro es que sea cierto, y ahora si me disculpas tengo que seguir entrenando.

Delbringer se dio cuenta de que la estaba echando de allí sin ni siquiera mirarla y no podía creer que en verdad fuera un hombre tan frío.

—Nijhalem, antes de irme déjame decirte que no eres más que una bestia sin corazón.

El sargento esta vez sí la miró y le respondió:

—No, soy el monstruo en el que me han convertido los humanos.

La mujer pensó en qué horrores habría visto para que fuera así, pero eso no lo justificaba para comportarse de esa forma y permitir que se produjera una masacre anunciada.

—Deberías recapacitar sobre lo que te digo.

—Llevo pensando en ello desde que llegamos, pero ya ha visto la respuesta de esos imbéciles —contestó Nijhalem muy serio.

—¡Entonces hagamos algo! —Gritó la chica, desesperada.

—¿Pero qué vamos a hacer si la raza humana está destinada a la extinción?

—No diga eso, sargento, la raza humana ha cometido errores, pero también ha hecho cosas buenas.

—Es posible pero a la hora de la verdad siempre escogen la decisión equivocada y si no acuérdese de por qué nuestro planeta está contaminado.

—Ya sé que la culpa, según los libros de historia, es del ser humano.

—¿Y aún así los defiende? —Se rió el sargento.

—Los defiendo porque soy parte de ellos.

—Esa es la diferencia entre nosotros, yo ni estoy orgulloso de ser humano ni quiero seguir formando parte de ellos.

—No puedes estar hablando en serio

—¿Por qué no?

—Porque eso es como renegar de tus orígenes.

—¿Y qué pasa si lo hago?

—Que es antipatriota.

—No lo es si tu raza de origen no toma más que decisiones absurdas. Esos seres azules tenían razón: el ser humano siempre persigue aquello que no es importante como el dinero y el poder —Sentenció el sargento muy desencantado.

Delbringer se había dado ya por vencida porque estaba claro que ese hombre no iba a hacer nada por intentar detener la nave expedicionaria, pero quiso darle una última oportunidad.

—¿Puedo contar con usted entonces? —Preguntó desagradada.

—Lo siento pero no —contestó de manera hosca.

—¿Sabe, sargento? Me ha decepcionado.

—Ya —respondió él haciéndole un gesto para que se fuera.

Nijhalem se quedó allí sólo por fin y pensó en todo lo que había dicho Delbringer, pero en lo que a él respectaba ya había hecho suficiente para impedir que los humanos cometieran un tremendo error. Además no se le iba de la cabeza la suspensión de empleo y sueldo.

Aunque sí hubo algo que al sargento le llegó al alma y eso fue que su compañera lo llamara bestia sin corazón. Por regla general nunca le importaba lo que dijeran de él pero por algún motivo, que Delbringer lo llamara de esa forma le dolió mucho. Y no es que estuviera enamorado de ella ni nada parecido, sino que oír eso de sus labios fue un duro golpe.

No obstante, no tenía nada que reprocharse. De hecho al bajar de la nave ya intentó disuadir a los humanos de su decisión pero ni siquiera quisieron escucharlo.

A parte se acordó de las palabras del ser azul, lo más fácil habría sido buscar otro planeta para colonizarlo, pero una vez más los humanos sólo estaban viendo el gasto económico sin darse cuenta de que esa era la opción más lógica. Aunque por desgracia sabía muy bien que tarde o temprano los seres humanos acabarían destruyendo ese nuevo planeta.

Delbringer fue enseguida a la intendencia y allí pidió hablar con el comandante Roger y la guiaron hasta él.

Cuando éste la vio se rió por lo bajo y le dijo:

—Ah, Delbringer, creí haberla suspendido.

—Sí, señor, pero no puede hacer ese viaje, los humanos azules fueron muy explícitos.

—¿Para eso ha venido? Pensé que quería formar parte de la expedición —se rió de nuevo.

—En modo alguno iría con unos idiotas que se dirigen hacia una muerte segura.

Al comandante Roger se le congeló la sonrisa en la cara y le advirtió:

—Tenga mucho cuidado o tendré que acusarla de falta de respeto a su superior.

—No pueden hacer ese viaje —repitió ella de nuevo.

—Claro que lo haremos, nuestro objetivo es salvar la Tierra.

—¿¡Para qué, para que puedan destruirla de nuevo en un futuro cercano!? —Gritó la chica muy enfadada.

Roger hizo un movimiento con la mano para que se llevaran a aquella histérica de allí.

—Teniente, la degrado a sargento, y ahora, como se le ocurra volver por aquí, daré orden a mis hombres de que la fusilen.

—No puede hacer eso, las leyes militares son muy claras a ese respecto.

—Sí, pero ahora mismo es usted civil, ¿verdad?

—¡¡Maldito cerdo!! —Gritó ella fuera de sí.

Los hombres la arrastraron fuera de la intendencia y le dieron un empujón tan fuerte que cayó al suelo, pero ella no pensaba darse por vencida.

—Parece que no te ha ido muy bien —dijo Nijhalem a sus espaldas.

—¿Y a ti que te importa cómo me haya ido?

—Nada, sólo me preguntaba si te escucharían o no y ya lo he visto —le dedicó una sonrisilla.

—Pues no sólo no me han escuchado sino que me han degradado. Además me han amenazado con fusilarme si vuelvo a acercarme a la intendencia.

La mujer se levantó y se sentó en unas escaleras cercanas.

—No me digas que ahora eres sargento —dijo él, sorprendido.

—Sí – respondió ella con notable desagrado.

—Bienvenida a mi rango perpetuo —le palmeó la espalda.

—Pareces muy feliz con esa graduación, Nijhalem —le dijo ella entre sorprendida y enfadada.

—Por supuesto que lo soy porque me permite vivir como quiero —respondió risueño.

—¿Qué puedo hacer ahora para evitar el lanzamiento? —Delbringer no lo escuchó.

—Hazme caso, si sigues así al final te matarán de verdad, ten en cuenta que esta ha sido la primera vez, pero la próxima puede que el comandante no sea tan benévolo y te mande fusilar por insubordinación ya que, como ha dicho, ahora eres civil.

—Sí, es verdad, y me ha dado mucho miedo darme cuenta de eso.

—Lo sé, pero este es el mundo que nos queda a los seres humanos.

—Me doy cuenta de eso, pero hay algo en la conciencia que me está diciendo que salve a mi raza.

Nijhalem se sentó junto a ella en las escaleras y le dijo:

—Mira, Delbringer, nadie puede salvar a los humanos si éstos no se dejan salvar. Si siguen empeñados en perseguir quimeras como el dinero, el poder, o en este caso ese material, al final su propia ambición los destruirá. Yo hace mucho tiempo que decidí que no quería ser de esa forma.

La mujer lo miraba y se sintió como una hija siendo aleccionada por su padre, un sentimiento agradable porque, además de demostrar que el hombre tenía sentimientos, estaba intentando ayudarla en su desarrollo personal.

—Entonces ¿no vamos a hacer nada?

Nijhalem empezó a reírse y la chica lo miró, incrédula.

—¿Qué pasa, de qué te ríes ahora?

—De ti, Delbringer.

—¡No tengo porqué aguantar esto! —Se levantó la chica bruscamente y le dio la espalda.

El hombre siguió sentado en las escaleras y le preguntó:

—¿Acaso no intentamos advertirles después de bajar de la nave?

Delbringer se dio la vuelta muy poco a poco y le respondió:

—Sí, es cierto.

—Eso fue lo primero que hicimos al bajar del ingenio espacial. Podíamos haber hecho cualquier cosa antes, pero lo primero de todo fue advertirles de lo que los seres azules nos dijeron con total claridad.

La chica se sentó de nuevo en las escaleras, junto a Nijhalem, y éste la había dejado sin argumentos.

—Delbringer, quizás algún día entiendas que uno es responsable de sus decisiones, y desde ese punto de vista el mundo no podrá ser salvado mientras la mezquindad esté en el corazón de los hombres.

—¿De verdad crees eso?

—Por supuesto, y si no fíjate en lo que está pasando ahora. Nosotros les dijimos que no viajaran al planeta, que los dueños nos ordenaron devolverle su material, y que nos advirtieron que todo intruso que se aproximara sería eliminado sin compasión. Sin embargo, ellos están cegados con la falsa idea de salvar la Tierra y no nos han hecho caso.

—¿Cómo se puede ser tan estúpido?

—Porque es la raza humana y ésta es por definición estúpida.

Delbringer lo miró y no le cupo la menor duda de que el sargento sentía todas esas palabras que estaba diciendo, y no sólo eso, sino que intentó imaginar cuántas decisiones absurdas había visto Nijhalem en su vida.

—Mira, presta atención porque no volveré a decirte esto. Te ofrezco la posibilidad de colaborar juntos, después de todo somos dos sargentos casi legendarios.

—¿Y dejaremos que los humanos se lancen hacia una muerte segura?

—Si han decidido eso, que así sea.

La mujer se dio cuenta de que la forma de pensar del hombre era la más cómoda, pero también la más lógica dada la situación. Además, ¿qué más podían intentar sin que sus vidas corrieran peligro?
Delbringer decidió que no quería arriesgar la vida por una causa perdida y por eso le dio la mano, y se dirigieron hacia el campo de entrenamiento donde entrenaron juntos durante varias horas.


EPÍLOGO
Finalmente, los humanos se dirigieron hacia el planeta prohibido, y la nave expedicionaria fue bombardeada por los seres azules.
Tuvieron conocimiento, por las últimas transmisiones de Roger e Irvin por el sistema de la nave, de que les daban la razón tanto a Nijhalem como a Delbringer.
En alguna ocasión, viendo cercano su final, dijeron también que ojala les hubieran hecho caso porque así estarían sanos y salvos en la Tierra.
Nijhalem y Delbringer se enteraron de las noticias, pero ahora tenían más claro que nunca que cada uno se acababa buscando su propia ruina.
Por recomendación de los dos sargentos la intendencia decidió informar a los habitantes de la Tierra de que la única salvación posible se encontraba en otro planeta en la galaxia cercana. Éste parecía reunir todos los requisitos para la vida y allí podrían empezar de cero.
Los gobiernos se gastaron más de mil billones en el traslado de todo lo necesario hacia ese planeta, pero, ante el desastre de la nave expedicionaria, estuvieron conformes en pagar entre todos los gobiernos el carísimo traslado.
Por lo que se refería a Nijhalem, éste estaba muy orgulloso de Delbringer porque, después de mucho entrenamiento, había conseguido convertirla en su digna sucesora.
Los dos sargentos decidieron colaborar en la resolución de conflictos de todo tipo, desde misiones diplomáticas hasta cometidos en los que tenían que recuperar objetos, lo que les hizo ganar fama de soldados de fortuna e incluso aventureros.
A los dos les fue otorgado un ascenso a comandante, pero rechazaron el honor porque ser sargento no era sólo una graduación, era una forma de vida.
FIN
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Pues el final no me ha gustado. Si son sargentos, deberían seguir siendo militares, ¿no? Y si son civiles y están cesados de empleo, no deberían tener acceso al campo de entrenamiento.

Y lo de Lekham no parece muy lógico. ¿Para qué ayudar en el planeta extraño si luego va a desaparecer sin más?
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por Evenesh »

No me acuerdo muy bien de lo que me dices, pero este libro tendrá en el futuro una segunda parte donde ambos sargentos se desvinculan del ejército por completo.
Por otra parte, cuando dije que entrenaban me quería a referir a entre ellos en un entorno real sin máquinas de por medio, si no es así lo corregiré en el futuro porque eso fue lo que pensé al escribirlo.
En cuanto a Lekham, se dan bastantes muestras en el libro de la frialdad del extraterrestre y digo que ayuda al sargento porque es una de las tantas personas especiales con las que se ha encontrado, si no me equivoco. Pero en realidad sigue siendo frio y una vez cumplidas las ordenes se va de la Tierra sin más.
Todo esto te hablo de memoria porque hace mucho tiempo que reescribí esto y la última vez que lo corregí fue en 2016 o por ahí.
De todas formas, me apunto todo lo que me has comentado a lo largo del tiempo y lo tendré todo muy en cuenta.
Bueno, espero que al menos te haya resultado una historia entretenida, a parte de que sé que necesita mucha corrección (de cosas que me has dicho y de cosas que no me has dicho)
Muchísimas gracias por leer otra historia mía :alegria:
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Re: Nijhalem, el intrépido (Novela de Ciencia Ficción/Fantasía)

Mensaje por lucia »

Muchas de nadas y suerte con ella.
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