La escultura en un fragmento literario

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caris
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Re: La escultura en un fragmento literario

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Afrodita de Milos o Venus de Milo - Anónimo (130-100 a. C.)
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Afrodita o Venus Calipigia - Anónimo (300 a. C.)
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Crucé la habitación hasta llegar a la pared opuesta.
La ventana, que ocupaba, como he dicho, casi toda esta pared, era de tres hojas y estaba enmarcada por unas bonitas cortinas de terciopelo granate. Los amplios pliegues del terciopelo sólo dejaban sitio en las esquinas para dos antiguos bargueños italianos decorados con nácar y piezas de marquetería, que tenían sendas filas de cajones y sostenían dos reproducciones, en bronce y a tamaño reducido, de la Venus de Milo y de la Venus Calípiga. Contaba con la autorización del mayor para hacer lo que gustara, así que, sin más vacilación, me dispuse a abrir los seis cajones de cada bargueño para examinar su contenido.

La ley y la dama - Wilkie Collins (1875)
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Re: La escultura en un fragmento literario

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Estatua de Juan Luis Vives - Universidad de Valencia :arrow: La gallina ciega - Max Aub (1971)

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Desde la esquina se ven ahora, en la pared de la Universidad, unas estatuas de mármol blanco que me recuerdan los Hipócrates del Seguro Social, en México. No han podido aguantar la fachada lisa. Bajamos hasta la calle del Pintor Sorolla. Solo le he echado una mirada, de esguince, al Patriarca. Ya nos entendemos. Allí la librería que fue de Maraguat. La callejuela de las Monjas de Santa Catalina. ¿O no? ¿Es la siguiente? El decorador, ahí enfrente. Entramos en la Universidad. El patio. Los arcos. La estatua de Luis Vives. Nadie. Estamos en vacaciones. Subimos por la ancha escalera y entramos en la biblioteca. Todo igual. No es que parece que fuera ayer: es ayer. Cruzamos. Dos o tres lectores. El despacho de la directora y la subdirectora, enfrentados. Inmediatamente saben quién soy y la subordinada, alegre, a mi sorpresa:

-Sí, sí. Sé dónde están guardados.
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caris
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Re: La escultura en un fragmento literario

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Coloso de Rodas - Cares de Lindos (siglo III a. C.) :arrow: Rodas, la hija del sol - Gillian Bradshaw (2008)

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-¡Ah! -exclamó Dionisia, pero no por el interesante emplazamiento de la casa de Nicágoras. El ángulo del rumbo que llevaban les había dejado ver, de repente, el puerto del norte y la estatua que allí había. De mayor altura que la eslora del Atalanta, la imagen de bronce del dios Sol se elevaba junto a la bocana del puerto, con un brazo enorme levantado para proteger la isla a la que tanto amaba. Tenía un halo dorado que parecía brillar con la misma fuerza que el sol de poniente que se reflejaba en él.

-El Coloso de Rodas -dijo, orgulloso, Nicágoras-. Lo construyó Cares de Lindos. Usaron el dinero recaudado al vender las armas de asedio que dejó Demetrio el Asediador de Ciudades. No llegó nunca a tomar Rodas, como sabes, a pesar de que lo intentó durante un año entero, y fue el mayor asedio que haya llevado a cabo el hombre. ¡Las armas de asedio nos aportaron la suma de trescientos talentos!
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caris
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Re: La escultura en un fragmento literario

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Fuente de Cibeles o La Cibeles - Madrid (1782) :arrow: El corazón helado - Almudena Grandes (2007)

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-Sí -y ella, que no podía comprender que su abuelo la estaba usando como escudo contra sí mismo, le interrumpió de pronto-. La Cibeles. La he visto muchas veces. Ahora vivimos aquí, abuelo.
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Re: La escultura en un fragmento literario

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Cristo de los Desagravios y Misericordia o Cristo de los Faroles - Juan Navarro León (1794) :arrow: El corazón helado - Almudena Grandes (2007)

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... Ésa fue la foto que le salió mejor, aunque hizo algunas muy bonitas en el barrio de Santa Cruz, y un retrato nocturno, espléndido, de Raquel sonriente, guapísima y medio borracha, delante del Cristo de los Faroles.
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Melinoe
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Re: La escultura en un fragmento literario

Mensaje por Melinoe »

La mujer justa, Sándor Márai :arrow: Piedad florentina (Piedad del Duomo), Miguel Ángel

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¿Has estado en Florencia? ¿Conoces esa escultura de Miguel Ángel..., ya sabes, ese maravilloso mármol de cuatro figuras que se encuentra en el Duomo? Espera, ¿cómo se llamaba? Ah, sí, la Piedad. El artista se representó a sí mismo en la escultura: el rostro de la figura principal del grupo es el del anciano Miguel Ángel. Una vez estuve en Florencia con mi marido, él fue quien me enseñó la escultura. Me dijo que ése era el semblante del hombre que ya no siente rabia ni deseo, un rostro en el que habían desaparecido las huellas de la pasión, que lo sabía todo y no quería nada, ni venganza ni clemencia, nada en absoluto. Mi marido me dijo delante de la escultura que así es como habría que ser, que esa santa indiferencia, esa soledad y esa sordera absolutas frente a la alegría y el dolor suponen la perfección del ser humano. Eso dijo. Mientras me confesaba, a veces levantaba la vista hacia el rostro del sacerdote y entre las lágrimas podía ver que su cara me recordaba de un modo increíble la faz de mármol de la figura masculina de la Piedad.
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Gretogarbo
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Re: La escultura en un fragmento literario

Mensaje por Gretogarbo »

En el fondo de aquel pequeño gabinete había una sola estatua. La de una mujer totalmente desnuda, recostada en un lecho, que parecía ofrecer una manzana. Tratando de encontrarse en el desorden del vino, Solimán se acercó a la estatua con pasos inseguros. La sorpresa había asentado un poco su ebriedad. El conocía aquel semblante; y también el cuerpo, el cuerpo todo, le recordaba algo. Palpó el mármol ansiosamente, con el olfato y la vista metidos en el tacto. Sopesó los senos. Paseó una de sus palmas, en redondo sobre el vientre, deteniendo el meñique en la marca del ombligo. Acarició el suave hundimiento del espinazo, como para volcar la figura. Sus dedos buscaron la redondez de las caderas, la blandura de la corva, la tersura del pecho. Aquel viaje de las manos le refrescó la memoria trayendo imágenes de muy lejos. El había conocido en otros tiempos aquel contacto. Con el mismo movimiento circular había aliviado este tobillo, inmovilizado un día por el dolor de una torcedura. La materia era distinta, pero las formas eran las mismas. Recordaba, ahora, las noches de miedo, en la Isla de La Tortuga, cuando un general francés agonizaba detrás de una puerta cerrada. Recordaba a la que se hacía rascar la cabeza para dormirse. Y, de pronto, movido por una imperiosa rememoración física, Solimán comenzó a hacer los gestos del masajista, siguiendo camino de los músculos, el relieve de los tendones, frotando la espalda de adentro a afuera, tentando los pectorales con el pulgar, percutiendo aquí y allá. Pero, súbitamente, la frialdad del mármol, subida a sus muñecas como tenazas de muerte, lo inmovilizó en un grito. El vino giró sobre sí mismo. Esa estatua teñida de amarillo por la luz del farol, era el cadáver de Paulina Bonaparte. Un cadáver recién endurecido, recién despojado pálpito y de mirada, al que tal vez era tiempo todavía de hacer regresar a la vida. Con voz terrible, como si su pecho se desgarrara el negro comenzó a dar llamadas grandes llamadas, en la vastedad del Palacio Borghese. Y tan primitiva se hizo su estampa, tanto golpearon sus talones en el piso, haciendo de la capilla de abajo cuerpo de tambor, que la piamontesa, horrorizada, huyó escaleras abajo, dejando a Solimán de cara a cara con la Venus de Cánova.
El reino de este mundo, de Alejo Carpentier

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Venus Victrix es una escultura de mármol de Antonio Canova, retrato mitologizado de Paulina Bonaparte como diosa Venus, concretamente en su advocación como Venus Victrix ("Venus victoriosa"). Está fechada entre 1805 y 1808 y se encuentra en la Galería Borghese de Roma.
Recuento 2024
Ayer: Cañas al viento. Grazia Deledda
Grito nocturno. Borja González
Hoy: Los asesinos del emperador. Santiago Posteguillo
Hoy es un buen día para morir. Colo
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