Me lo terminé hace unos días, pero como llevo una semana sin tiempo para pasarme por acá, no he podido dejar mis comentarios antes.
Primero, me parece que es tan protagonista la democracia como Alcibíades. Y con la situación mostrada de demagogos que se dedican a azuzar a la gente recordando a la que vivimos ahora en España de políticos populacheros y agitadores, hacer el paralelismo es inevitable. Aunque la tesis viene a ser que los vaivenes a corto plazo y la democracia de verdad (de una persona un voto a la hora de gobernar, no la representativa) son peligrosas si no hay alguien con sentido común que aglomere al populacho (como Pericles...), o, mas bien, lo manipule hacia votaciones que persigan un bien general, se presta a la inmovilidad y al no querer hacer nada reseñable por miedo a que en un error te descabecen. En este sentido me quedo con la reflexión que hace en un momento dado de que mientras la libertad de insultar este por encima de la libertad a ofenderse, la democracia no acabará en tiranía. En este sentido, el gobierno de Esparta, para los espartanos, se presenta muy favorecido.
Segundo, el libro es arriesgado, reconocido por el mismo
@Agías, por el hecho de que la novela se narra siempre desde puntos de vista de personajes en contacto con Alcibíades, pero no directamente el de Alcibíades. De aquí resulta que los años de su infancia y primera juventud se lean como una colección de anécdotas apenas hilvanadas que ya denotan hacia adonde apunta el muchacho. También lo es por el tipo de persona que fue Alcibíades, que no dejó de ser alguien muy inteligente, pero que debía tener un poco bastante de sociópata egoísta y ególatra. Eso sí, a mí me fascinó la forma en que maneja a todo el mundo a su alrededor, cómo, anunciando su estrategia a bombo y platillo (quiero la guerra), consigue lo que quiere con unas tácticas impecables y unas venganzas implacables contra quienes le buscan el mal, esperando lo que tenga que esperar.
Y hacia el final del libro una se pregunta qué hubiese sido del mundo griego si Alcibíades no hubiese nacido en Atenas sino en Esparta o si la democracia no le hubiese cortado alas y vuelto la espalda cada vez que estaba a punto de doblegar al resto de polis. Desembocando el choque de ambas fuerzas en la destrucción completa de Atenas en vez de en su hegemonía.
La imposición de una tarifa aduanera en vez del tributo de la ciudad fue un gran golpe.