El formato (por llamarlo de alguna forma) digital va bien cuando te dedicas a la investigación y escribes ensayo. Te facilita mucho el trabajo. Cuando las fuentes que estás trabajando están digitalizadas (bien digitalizadas, se entiende) y tienen un buen buscador, encuentras el dato inmediatamente y puedes avanzar rápido en el desarrollo de la investigación. ¿Qué problema tiene? Se pierde originalidad porque todo el mundo puede acceder a esos datos. Tu texto podría ser uno más entre muchos. Ahí ya entra la capacidad de análisis del investigador, porque en el fondo a los datos hay que darles vida y eso depende si tu formación y tu destreza funcionan para presentar algo original y de calidad. Por experiencia propia, cuando una fuente no está digitalizada y tienes que emplear horas, días o meses en su estudio in situ, y al final encuentras algo sorprendente, inédito o simplemente necesario para la novedad de tu investigación, la utilidad, pero también el placer, es muchísimo mayor que en una investigación rápida pero anodina.
Durante unos años trabajé en una revista. Escribía sobre todo tipo de temas. La inmensa mayoría de los redactores se ponían delante del ordenador y buscaban en Google, copiaban todo aquello que les interesaba, hacían un collage en word y a partir de ahí redactaban su artículo. También fui corrector un tiempo y llegué a encontrar verdaderos copia-pega, localizando las webs exactas de donde salía cada frase. En mi caso —perdón que me ponga como ejemplo, pero es necesario para explicar lo que quiero decir—, redactaba en casa, en mi estudio, donde tengo la mayoría de mis libros, muchos de ellos, por sus características, imposible encontrarlos en digital. Por decisión propia, visto lo visto, mis textos nunca los extraje de internet, nunca usé una fuente digital. Solo consultaba libros o revistas de papel. Y digo consultaba porque no copiaba y pegaba nada, solo me informaba y a partir de ahí desarrollaba el texto. También usaba el teléfono, llamando a especialistas del tema que me tocara en ese momento. Está mal decirlo porque eran mis textos, pero sirve para todo texto trabajado sobre fuentes en papel: objetivamente ese tipo de textos acababan siendo más originales que aquellos que se elaboraban como si fueran la obra de un robot, y esto era por la forma de elaboración. Había otro redactor que trabajaba así y se notaba también. No se podía rastrear nada porque no había nada que rastrear. Así de simple. ¿Que se puede trabajar igual con una fuente digital? Evidentemente, pero mi experiencia como redactor y corrector me dejó claro que la tentación es grande y la presión mucha.
Eso sí, utilizo constantemente y con gran aprovechamiento las herramientas digitales. Son un invento fantástico. Por ejemplo, cuando estoy trabajando un libro y determinado pasaje es útil, hago una foto con el móvil, la edito subrayando algunas líneas que son especialmente interesantes, la llevo a la nota del móvil dedicada a ese libro y escribo algunas reflexiones. Eso lo paso después al ordenador y allí lo trabajo en serio. También tengo que decir que lo hago con mucha improvisación. Recuerdo que escribí un pequeño ensayo sobre una poeta y novelista catalana cuya investigación hice durante un mes y pico prácticamente tirado en el suelo de mi estudio, rodeado de sus libros en papel y con el móvil en la mano, todo el día haciendo fotos que luego me sirvieron para desarrollar el texto, ya delante del ordenador.
Sobre obras literarias, que prácticamente es el tema central de este hilo, al principio pensé que quienes leían ese tipo de textos en formato digital eran unos degenerados. Luego, pasada la novedad y valorando su utilidad (evidentemente, también las obras literarias son fuente de investigación), quise experimentarlo. Tengo cientos de libros digitalizados en mi iPad… que nunca leo. Por ejemplo, tengo la práctica totalidad de la Biblioteca Clásica Gredos o la colección del número 1 al 300 de Cahiers du Cinéma. O, que se me ocurra ahora, y ya como simple lector, todas las novelas y los relatos de Raymond Chandler, de Hiromi Kawakami o todos los cómics de Blake & Mortimer. Etcétera. ¿Pero para qué leerlos en digital si ya los tengo en papel? Solo lo hago si determinado título es imposible encontrarlo en papel, y es pocas veces.
Estoy de acuerdo, como se ha dicho por aquí, en desmitificar el libro de papel. Especialmente el que está editado de cualquier manera
. ¿Es mejor un libro editado en ese papel espantoso que amarillea al mes siguiente de haberlo comprado, cuyas hojas se asemejan peligrosamente al papel de lija, que un libro digital? No. Hay ediciones espantosas del
Quijote, por poner el ejemplo de un libro que suele estar en todas las casas, o eso quiero pensar. Yo tengo varias ediciones de ese libro. Algunas de kiosco. Otras estupendas, ediciones críticas impresas en un papel que da gloria verlo. También lo tengo en digital. Las ediciones malas y la que está tras un cristal (la digital) tienen su utilidad, o alguien se la encontrará, pero yo me quedo con las maravillosas, unas más trabajadas que otras, en papel.
Ya no es cuestión de que una pared queda muy bonita llena de libros. Que sí que queda. ¿Qué libros tiene esa pared? ¿Qué dice esa pared de ti? ¿Es tu patrimonio cultural y vital o es pura apariencia? Una biblioteca en papel, una casa llena de libros, eres tú. Es la acumulación de tu experiencia vital, de tus búsquedas en librerías, incluso de tus búsquedas en internet, persiguiendo determinada obra o edición. ¿Qué recuerdos guardamos de algunos de esos tomos? Son memoria de nosotros mismos como lectores. Y busco un ejemplo lejano de lo literario: ¿tu experiencia vital fue la misma cuando fuiste al cine a ver determinada película, aquella cena de antes, ese paseo para llegar, ese regreso a casa, caminando tranquilo, pensando en todo lo que habías vivido, que ahora que la ves en una pantalla de ordenador o en un móvil, comiéndote un bizcocho? La huella es otra. Pasan otras cosas en tu vida. Con un libro en papel es lo mismo, o por lo menos —respetando a los lectores digitales, a quienes ya no veo como unos degenerados—, yo lo vivo así.