El día de hoy en un libro (II)

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Gretogarbo
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

Lunes, 23 de septiembre de 1963. El doctor Mendicò asiste a la muerte de una paciente.
El doctor Mendicò, repentinamente, se sintió muy cansado, con las piernas doloridas y un hormigueo en los brazos. Había permanecido en la misma postura durante más de una hora, sosteniendo las manos de la Mennulara entre las suyas, acariciándole los dedos con un movimiento circular y delicado, incesante. Levantó la mano derecha, dejando con la palma abierta sobre la sábana la izquierda, en la que se apoyaban las de la difunta, tibias todavía.

(...)
La tarde del 23 de septiembre, el señor Vito estaba sentado en la garita desde la que controlaba al mismo tiempo la entrada, el ajetreo de la plaza y las actividades de su familia dentro de la portería. Conversando plácidamente con su cuñado, el señor Vito comentaba:
— Ha muerto devorada por su ambición y codicia, una mujer vulgar y descortés, eso es lo que era. Se había alejado de sus ideales —que, además, igual a nosotros no era en absoluto, nació hija de bracero— y se le habían subido todos los aires de los Alfallipe, se sentía una de ellos, pero nunca lo fue y no podía serlo. Los hijos del abogado no la soportaban y ha muerto sola como un perro, ni siquiera los sobrinos se han dejado caer por aquí.

La Mennulara, de Simonetta Agnello Hornby (traducción de Carlos Gumpert)

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Última edición por Gretogarbo el 24 Sep 2020 10:34, editado 1 vez en total.
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Regresamos a Cádiz. Algunos fueron a recibirnos con júbilo creyendo que volvíamos cubiertos de gloria, y en breves palabras contamos lo ocurrido. La gente entusiasta y patriotera no quería creer que el valiente Renovales fuese un majadero. Por desgracia, de esta clase de héroes hemos tenido muchos.
Luego que descansamos un poco, después de poner el pie en tierra, fuimos a presentarnos a las autoridades de la Isla. Era el 24 de Setiembre.

Cádiz, de Benito Pérez Galdós
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

—¡Ese testarudo vejete no ha querido jurar! Pero el juramento con sangre entra.
—Que lo cuelguen. No acatar el decreto que se llamará de 24 de Setiembre, es dar a entender que las Cortes son cosa de broma.
—Yo me quitaba de cuentos, y al que no bajara la cabeza, le mandaría prender, y después...

Cádiz, de Benito Pérez Galdós
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Tras el éxito de Jane Eyre, Charlotte le confesó a su padre que ella era el escritor de moda Currer Bell, cosa que llenó de orgullo a Patrick. Pero Branwell nunca llegó a saber que sus hermanas habían publicado. Enfermo de tuberculosis, física y psíquicamente deshecho, Branwell murió con treinta y un años el 24 de septiembre de 1848, no sin antes contagiar a la esquelética Emily, quien, tras la desaparición de su hermano, se negó a comer y a ver al médico. Cuando falleció, tres meses más tarde, estaba tan consumida que el ataúd sólo medía 42 centímetros de ancho. También para entonces Anne había sido atacada por el mismo mal; murió cinco meses después en la costa, en Scarborough, adonde Charlotte la había llevado agonizante porque la enferma quería ver el mar. Emily tenía treinta años y Anne veintinueve.

Nosotras. Historias de mujeres y algo más, de Rosa Montero
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

Hoy se ha apagado Maria Rosalia Inzerillo, conocida como la Mennulara, a la edad de 55 años, administradora y persona de casa Alfallipe. Apesadumbrada anuncia la familia Alfallipe entre llantos su inconsolable pérdida eterna. Comunican la triste noticia la señora Adriana Mangiaracina, viuda del abogado Orazio Alfallipe, su hijo Gianni junto a su mujer Anna Chiovaro, su hija Lilla junto con su marido, el doctor Gian Maria Bolla, y su hija Carmela, junto con su marido Massimo Leone. Desde la edad de trece años vivió en casa Alfallipe y sirvió honradamente a la familia que desconsolada la llora. Los funerales se celebrarán a las 15 horas en la iglesia de la Dolorosa el día 24 de septiembre de 1963, y el cadáver será acompañado hasta el cementerio de Roccacolomba para su sepelio en la tumba familiar.
(...)
Martes, 24 de septiembre de 1963. El agrimensor Bommarito no recibe su café matutino.
Aquel martes 24 de septiembre de 1963 el agrimensor Bommarito subía por la plaza saboreando por anticipado el café humeante que le esperaba en casa. Eran las ocho de la mañana y ya había llevado a término una de las tareas del día: su tradicional visita al barbero después de las vacaciones. El aire matutino le pellizcaba las mejillas frescas y rasuradas, y el agrimensor se sentía, no sin buenas razones, complacido consigo mismo. El barbero le había encontrado en plena forma y le había felicitado. Había sabido entretenerle aquella mañana, el señor Biagio, con las novedades del pueblo, ésas de las que solamente en una peluquería se entera uno: la hermosa forastera alojada en el burdel de al lado del camposanto, que estaba realmente hambrienta (ya se sabe de qué) y hacía falta un buen rancho para satisfacerla; las aventuras de Totó Riesi, que tarde o temprano se partiría el cuello si seguía visitando el dormitorio de la mujer del farmacéutico, en horas nocturnas, caminando por los tejados, mientras el marido ganaba el pan en la farmacia, durante el turno de noche.

(...)
La librería Pecorilla había cerrado media hora antes, aquella mañana del 24 de septiembre, para permitir que su propietaria, Rosalia Mangiaracina Pecorilla, preparase la comida y asistiera al entierro de la Mennulara. Elvira Risico, la dependienta, aprovechó la ocasión para comprar en la pescadería sardinas frescas para su marido, a quien le encantaba comer pescado, y no sólo los viernes.
(...)
No acabaron de comerse las cuatro sardinas que quedaban, y Elvira tuvo que dar las gracias al compromiso político de su marido que le había prohibido tomar una sirvienta, aunque no fuera más que por horas, dado que así, aquel martes 24 de septiembre, Gaspare Risico amó a su mujer sobre la mesa del comedor, con todos los platos que había encima, que temblaban alegremente ante las acometidas de sus riñones. Además del pensamiento marxista, Gaspare enseñaba a su mujer transgresiones maravillosas. Tras el primer coito, se levantó y se alejó de la mesa donde Elvira yacía saciada y hermosísima, para mirarla mejor; tenía al alcance de la mano un vaso de vino y bebió un sorbo. Se le ocurrió verter el resto en la concavidad del ombligo de Elvira, pequeño y perfecto, y desde allí el vino empezó a deslizarse por el vientre tierno y pulsante hasta penetrarle en las partes íntimas y gotear sobre los muslos abiertos. Así Elvira conoció las alegrías del cunnilingus.
(...)
Los pocos roccacolombeses pudientes que se molestaron en ir al funeral de la Mennulara a las tres de la tarde del martes 24 de septiembre, no para manifestar su pesar ni mucho menos por respeto hacia los Alfallipe, sino empujados por la curiosidad ante tan inusitado acontecimiento, no quedaron decepcionados. Habían visto con sus propios ojos la escasa aflicción de los hijos Alfallipe por la muerte de la sirvienta que los había criado, como dejaban patente la mísera corona de flores y el modesto funeral, sin procesión de huérfanos ni música; habían intentado valorar la grandiosa corona enviada por los sobrinos de la Mennulara y se habían maravillado aún más de su ausencia en el funeral de su única tía materna. A no ser que hubieran sido excluidos expresamente por los Alfallipe.
(...)
La tercera y última petición fue satisfecha el martes 24 de septiembre de 1963. La Mennulara se merecía todo su respeto y él seguiría siendo el guardián de su reputación. Que se anduviera con cuidado quien hablase mal de ella.
La Mennulara, de Simonetta Agnello Hornby (traducción de Carlos Gumpert)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

El 25 de septiembre de 1956 visité una clínica privada, sorprendentemente lujosa, gestionada por una orden religiosa distinta de las Hospitalarias de Ciempozuelos. El servicio de maternidad ocupaba todo un pabellón de habitaciones muy espaciosas, a juzgar por la distancia que mediaba entre las puertas. Las paredes estaban pintadas de amarillo huevo y a trechos regulares, en los pasillos, había grandes macetas con plantas frondosas, bien cuidadas, que creaban un ambiente agradable, pacífico. Yo había llegado hasta allí pocos minutos después que la ambulancia que transportó a Rafaelita. Por la mañana, le había preguntado a una hermana, en el tono más inocente, en qué hospital le harían la cesárea, y ella, con la misma inocencia, me había dicho el nombre y hasta la hora a la que estaba prevista la intervención. Probablemente no sabía que, salvo en casos de urgencia, las intervenciones quirúrgicas programadas se suelen hacer por la mañana, no a las ocho de la tarde. Aquella hora, la mejor para evitar testigos indeseables, no fue suficiente para esquivarme a mí.

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Carlos Suárez y Rodrigo Cabrera me siguieron sin hacer preguntas a una consulta desocupada. Cerré la puerta con pestillo, les ofrecí tabaco, encendí sus cigarrillos, el mío, y los miré a los ojos.
—El 25 de septiembre de 1956, a las ocho de la tarde, en la Clínica Santa Águeda, Rafaelita Rubio tuvo una hija sana, por cesárea. Un sacerdote al que conoceréis pronto, el padre Pedro Armenteros, estuvo presente. Él recogió a la niña, se la entregó a una pareja que estaba allí esperando, rellenó un certificado de nacimiento con todos los datos necesarios para simular que los padres adoptivos eran los naturales, e hizo otro certificado para justificar que el bebé de Rafaela había muerto a las pocas horas de nacer. Os lo cuento para que lo sepáis pero, sobre todo, para que no lo olvidéis. No le he dicho nada a la abuela porque saber la verdad sólo le causaría problemas, pero Franco no va a durar siempre. Cuando esto se acabe, yo ya no viviré en España, pero vosotros seguramente sí. Y a lo mejor tenéis una oportunidad de decir la verdad. A lo mejor podéis buscar a Rafaela, a su madre, incluso a su hija, y contarles lo que ha pasado.

La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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«Lo sabía, excelencia, lo sabía. Los vieron besarse el martes 25 de septiembre, la víspera de la partida de don Tancredi; en su jardín, cerca de la fuente. Los setos de laurel no siempre son tan espesos como se piensa. Durante un mes he esperado que su sobrino diese algún paso, y ya estaba por venir a preguntarle a vuestra excelencia qué intenciones abrigaba.»

El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (traducido por Ricardo Pochtar)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

Miércoles, 25 de septiembre de 1963. Contrariamente a las previsiones, se sigue hablando de la Mennulara y Gaspare Ridico se venga de los abusos de la difunta maltratando a Carmela Leone.
En la mañana del miércoles 25 de septiembre, las habladurías acerca del funeral de la Mennulara fueron repetidas en el pueblo a los pocos que todavía no estaban al corriente, ampliadas y embellecidas tras una buena noche de sueño, pero en todo caso con cautela. Los roccacolombeses, tanto los de las plantas nobles como los de las porterías, coincidieron en que no había nada más que discutir, criticar, sopesar o evocar acerca de la Mennulara y de los alfallipe, y todos estaban cansados de hablar de ellos: el tema se había agotado y a partir del día siguiente sería letra muerta. La inminente boda de la hija del rico notario Vazzano ocuparía el lugar que le correspondía entre las habladurías de Roccacolomba. En cambio, no ocurrió como estaba previsto.

(...)
El miércoles 25 de septiembre es una tarde de encuentros desagradables para Pietro Fatta.
El descanso de sobremesa de Pietro Fatta se había visto interrumpido por las visitas de Girolamo Meli y Lilla Alfallipe.

(...)
A primera hora de la tarde del miércoles 25 de septiembre de 1963, Carmela Leone yacía en la cama, dolorida pero confortada por la inesperada visita de su hermana. Con gran curiosidad por escuchar el resumen de la excursión a Correos, nada más acabar de comer, mientras su madre descansaba, Lilla se había precipitado a casa de los Leone, donde encontró a Carmela en el suelo, todavía semidesvanecida. Llamó inmediatamente al doctor Mendicò, quien le diagnosticó unas probables fracturas en las costillas y equimosis varias. Le prescribió reposo durante una semana por lo menos. Al quedarse solas, las hermanas lloraron juntas y hablaron largo rato. Por penosa que fuera, aquella conversación pareció acercarlas.
(...)
Durante la noche del miércoles 25 al jueves 26 de septiembre, el jardín de la casa de campo de los Parrino sufrió graves daños a manos de desconocidos.
La Mennulara, de Simonetta Agnello Hornby (traducción de Carlos Gumpert)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

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Como en la imagen del 23 de febrero, Suárez está posando; como en la imagen del 23 de febrero, Suárez no parece estar posando (Suárez siempre posaba en público: ésa era su fortaleza; a menudo posaba en privado: ésa era su debilidad). La imagen es del 25 de septiembre de 1979, pero, de no mediar ciertas diferencias de color y de encuadre, podría confundirse con la del 23 de febrero de 1981, como si, más que fotografiar a Suárez, la fotógrafa hubiera fotografiado el futuro.

Anatomía de un instante, de Javier Cercas

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

-La claridad es lo primero -dijo el héroe- y no hay cosa que más me enfade que ver un escrito sin comas, donde uno no sabe cuándo ha de tomar resuello. Bien; puedes comearlo como quieras... Adelante... porque había dejado en tierra de Guadalajara la división de D. Antonio Sardina; pero Durán llevaba consigo toda su gente, y toda la de D. Antonio Tabuenca y D. Bartolomé Amor (punto, un punto grande). Reuníamos entre todos 5.000 hombres... ¿Hombres con h? Me parece que se pone sin h... No estoy seguro. En el infierno debe estar el que inventó la otografía, que no sirve más sino para que los estudiantes y los gramáticos se rían de los generales... Adelante: Pues como iba diciendo a vuecencia... no, no: quita el como iba diciendo... eso no es propio, y pon: el 26 de Setiembre entre dos luces, aparecimos Durán y yo sobre Calatayud y les sacudimos a los franceses tan fuerte paliza...
-Eso de paliza -dijo el escribiente mordiendo las barbas de la pluma- no me parece tampoco muy propio.

Juan Martín el Empecinado, de Benito Pérez Galdós
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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Felizmente el general en jefe había previsto todo, y sabedor por sus espías de la salida de tres mil quinientos hombres de Daroca, abandonó la sierra para bajar a la carretera. Fue el 26 de Setiembre cuando sostuvimos en Cuvillejos una de las acciones más reñidas y sangrientas de aquel período. Venían mandados los franceses por el jefe de brigada Mazuquelli, y traían cuatrocientos caballos y cuatro piezas de artillería, y si en el número no nos llevaban gran ventaja, teníanla sí, como es fácil comprender, en la organización. D. Saturnino ocupó las alturas de Rueda en cuanto se tuvo noticia segura de la aproximación del francés, y D. Vicente Sardina nos escalonó entre Anchuelas y Cuvillejos. Según su costumbre, venían los imperiales desprevenidos, con aquella fatua confianza que tanto les perjudicaba; pero bien pronto les sacamos de su distracción cayendo sobre ellos con el empuje propio de guerrilleros españoles, que tienen de su parte la elección de sitio, hora y el abrigo del terreno, con posición favorable y retirada segura.

Juan Martín el Empecinado, de Benito Pérez Galdós
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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26 de septiembre de 1938: Hitler debe arengar a las masas enloquecidas en el Palacio de Deportes de Berlín. Deja plantada a una delegación británica que ha venido a comunicarle la negativa de los checos a evacuar los Sudetes, diciéndole sobre la marcha: «¡Tratan a los alemanes como a negros! El 1.º de octubre, haré con Checoslovaquia lo que me dé la gana. Si Francia e Inglaterra deciden atacar, ¡peor para ellos! ¡Me importa una mierda! Es inútil proseguir con las negociaciones, ¡carecen de sentido!» Y se marcha.

HHhH, de Laurent Binet (traducido por Adolfo García Ortega)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por Gretogarbo »

Durante la noche del miércoles 25 al jueves 26 de septiembre, el jardín de la casa de campo de los Parrino sufrió graves daños a manos de desconocidos.
(...)
Jueves, 26 de septiembre de 1963. El padre Arena se encuentra en la plaza con el presidente Fatta y se toman un granizado.
El padre Arena salía de la librería Pecorilla e iba subiendo la calle, cargado de libros. El vientecillo otoñal, cálido aún, le revolvía el pelo, pero no lo refrescaba. Estaba contento de haber resuelto sus asuntos en el pueblo a tiempo para volver al campo por la mañana, sentía un ardiente deseo de abandonar Roccacolomba y saboreaba de antemano el placer de la lectura de los libros que había intercambiado por los que le había regalado Adriana Alfallipe. Ya se veía sentado en su jardincillo: los higos de septiembre en plena floración serían el fondo perfecto para descansar en ellos los ojos exhaustos, durante las pausas de la lectura.

(...)
La mañana del jueves 26 de septiembre, Lilla mantuvo una larga conversación telefónica con su marido, furibundo por la segunda necrológica del Giornale di Sicilia. Gian Maria exigía una explicación racional, lo que resultaba imposible, porque no la había. Sin poder contener las lágrimas, Lilla le contó la presencia del jefe mafioso en el funeral, los destrozos en el coche de Massimo y el mensaje de clara impronta mafiosa que atribuía a la negativa de la familia a publicar la necrológica solicitada por la Mennulara. Confesó que tenía miedo, parecía como si la difunta se hubiera transmutado en un espíritu maléfico que aleteaba sobre su familia, que no se aplacaría hasta que no hubieran obedecido sus órdenes: estaba convencida de que en el pueblo los espiaban y temía por su propia integridad y por la de su hija. El marido le ordenó que regresara a casa al día siguiente.
(...)
Santa entró en el cuarto agitada: en la portería estaba el cartero, que exigía la firma para un certificado. Lilla bajó y regresó junto a su madre con un sobre, la dirección venía escrita a máquina. Había sido enviado desde la capital de la provincia. Lilla lo abrió impaciente: la carta estaba fechada el día anterior, 26 de septiembre, escrita con la ancha grafía en letras de molde de Mennù y no iba firmada. Lilla leyó en voz alta.
(...)
Sacó la carpetita C, la única abierta. Contenía la página de las esquelas de la edición del jueves, 26 de septiembre de 1963, del Giornale di Sicilia, donde se había publicado la necrológica de Maria Rosalia Inzerillo. Las primera letras de la frase: “Apesadumbrada anuncia la familia Alfallipe entre llantos su inconsolable pérdida eterna” habían sido resaltadas, y reescritas al margen: “A alfAllipe”
La Mennulara, de Simonetta Agnello Hornby (traducción de Carlos Gumpert)

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Re: El día de hoy en un libro (II)

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Mi madre había escrito al doctor Goldstein a mediados de mayo para contarle la muerte de su amigo y pedirle que no me diera la noticia hasta que hubiera terminado los exámenes. Cuando le escribí para que supiera que ya lo sabía, había dado todas las variedades del llanto por concluidas, aunque la muerte de mi padre me seguía doliendo como una herida infectada. Había pasado más de un año desde que nos abrazamos por última vez en Madrid, ante el portal de nuestra casa. Había vivido más de un año sin él, pero sentía su ausencia con más intensidad que nunca. Al hablar por teléfono con cualquiera, recordaba que ya no podría llamarle a ninguna parte, que no volvería a escuchar su voz. Al echar una carta al buzón, me daba cuenta de que jamás escribiría su nombre en ningún sobre. Al quedarme dormido, a menudo soñaba que seguía estando vivo, a veces conmigo, y nada me aplastaba tanto como la certeza de su muerte, que sólo llegaba unos segundos después del despertar. Pero nunca incumplí mi juramento. No me vine abajo, no cejé, no sucumbí al ensimismamiento, a la apatía de la tristeza. Estuve todo el verano doblando turnos, lavando platos después de las comidas y de las cenas. Y el último domingo de septiembre, me monté en el coche de Karl-Heinz y me fui a su casa como un miembro más de su familia.

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