Desde que abrimos no dejan de venir a Las Verdaderas Riquezas numerosos clientes para llevarse prestado o comprar algún libro. Nunca tienen prisa, les gusta opinar de todo: sobre los escritores, sobre el color de la sobrecubierta, el tamaño de la letra… En su mayoría son profesores, estudiantes, artistas, pero también hay algunos obreros que ahorran para comprarse una novela. La gran aventura está en marcha.
Prácticamente ni un libro en la librería. Para obtener papel debo recurrir a la astucia, suplicar, gritar. Nuestros fieles clientes continúan viniendo y se llevan lo que encuentran, es decir, no gran cosa.
Nuestras riquezas. Una librería en Argel, de Kaouther Adimi (traducción de Manuel Arranz)