Párrafos al azar

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Moderador: Ashling

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madison
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por madison »

Al ponerse el sol, Gervasi cogía un rosado y enorme caracol de
mar y desde los cuatro puntos cardinales soplaba por el agujero del
cuerno. Hacía un ruido considerable. Los carrillos se le hinchaban.
Esto lo hacía al salir el sol, al ponerse y al mediodía. Como Gervasi
estableció esta costumbre desde el primer momento de su llegada, la continuidad creó ya una tradición. Los primeros días la gente creyó que aquello de tocar el cuerno era una pura broma. Después la gente empezó a hacerle caso y hoy el cuerno de Gervasi es una institución, a la cual la gente se ha adaptado perfectamente —ha adaptado sobre todo el trabajo—. Aquellos ruidos oscuros y graves son el cronómetro de aquellos parajes.
Decir, sin embargo, que son un cronómetro es quizá exagerado,
sobre todo dada la precisión de esta palabra. La salida del sol es anunciada no en el momento exacto de aparecer sobre el mar, sino en el momento en que es visto por los ojos de Gervasi. En la puesta del sol pasa lo mismo. Si el día está cerrado, turbio o alguna nube importante, juzgada por Gervasi consistente, se interpone entre la salida o la puesta exacta y la visión que tiene de ellas, el fenómeno es anunciado con el retraso o adelanto natural.
Un día, el santero de Sant Sebastián le dijo:
—El miércoles te anticipaste...
—No seas tan escrupuloso —le contestó muy serio Gervasi—.
No se puede estar en todo. Cuando se pone el sol y yo lo señalo, ya
puedes apostarte lo que quieras. No vuelve a levantarse.
También tuvo que hacer frente a algunas críticas provenientes
de personas poseedoras de relojes, muy quisquillosas. Cuando le di jeron que no tocaba nunca las doce en punto y que a veces los minutos se le pasaban de rosca, contestó:
—¡Que quede bien entendido! Yo no toco las doce en punto. ¿Qué
quiere decir las doce en punto? ¡Todos parecen contables! Yo toco
la hora de comer y yo como a las doce, ¿comprenden? Tienen una
manera tan nueva de hacer las cosas que pronto me volverían loco...
La verdad es que la gente, hoy, no sabría prescindir del cuerno
de Gervasi; sus rugidos forman parte del ritmo de la tierra y, el día
que el caracol se apague y Gervasi se muera, todo el mundo pensará
que, a aquella soledad, le falta algo
Josep Pla-El cuaderno gris
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Ashling
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por Ashling »

En este volumen aparece una película de Eastwood, pero podrían haber sido una docena. A él recurro en los malos momentos, en los buenos y en los reguleros, y mentiría si no dijera que me ha salvado varias veces la vida. Es por eso y porque Clint Eastwood ha sido tantas cosas en mi existencia, ha desempeñado tantos papeles, ganado tantas partidas en mi mesa, por lo que la idea de que sea mortal me cabrea profundamente. Recuerdo el final de Groucho y yo, las memorias de Groucho Marx, cuando se encuentra con una señora que le dice: "Señor Groucho, no se muera usted nunca". E imagino encontrarme a Eastwood, un día en la calle, con esos andares suyos, ligeramente inclinado hacia atrás, como si el viento pudiera doblarle pero no romperle. Imagino cruzarme con él, levantar la mano, apuntarle con el dedo índice y soltárselo, a bocajarro.
- Clint, escúchame bien porque no pienso repetirlo: ni se te ocurra morirte. Nunca. ¿Me oyes?



No estoy de cine, Toni García Ramón
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Gretogarbo
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por Gretogarbo »

... cuando se lleva una vida solitaria, se dan pocos y preciosos momentos en los que un alma se sumerge junto a otra, del mismo modo que, una vez al año, las estrellas rozan la tierra.
Circe, de Madeline Miller (traducción del inglés de Jorge Cano Cuenca y Celia Recarey Rendo)

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Re: Párrafos al azar

Mensaje por Gretogarbo »

Sabía que había sufrido, que siempre fue pobre, pero no lo comprendía. Apenas hacía un momento, le dijo que eran dos astros perdidos en el espacio, pero ahora, de nuevo él era sólo un hombre, un hombre oscuro, agobiado. Criaturas errantes, dando tumbos, chocando contra los muros, la cabeza encendida y murmuró: "luciérnagas". Y no por eso dejaba de amarle.
Luciérnagas, de Ana María Matute

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MISTRAL
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por MISTRAL »

Maya es el enigma sagrado del hinduismo. El santo bengalí Ramakrishna empleaba la siguiente parábola para ilustrar su naturaleza: "Un asceta llamado Naranda se granjeó la gracia de Visnú y fue invitado a pedirle una bendición. Solicitó ver la maya del dios. Dios y hombre caminaron juntos un rato y, cuando a Visnú le entró sed, le pidió a Naranda que le trajera agua. Este fue a una casa a buscarla. Una bella mujer abrió la puerta. La miró a los ojos y se olvidó en el acto de su propósito. Se enamoró perdidamente de ella.
No tardó en sentirse como en casa en el hogar de aquella joven y, cuando pidió su mano, los padres de la muchacha accedieron encantados. La pareja vivió feliz en la casa de estos últimos durante doce años; tuvieron tres hijos. Cuando el suegro de Naranda murió, él se erigió como cabeza de familia, se encargo de cultivar el arrozal y de cuidar al ganado. Pero un año el monzón fue más violento de lo normal. Las inundaciones amenazaron con llevarse por delante las chozas de paja, el ganado, a la gente; toda la aldea huyó. Naranda cogió a su esposa con una mano, guió a sus dos niños mayores con la otra y se subió a las hombros al más pequeño para ir a resguardarse de la tormenta. Sin embargo las aguas eran demasiado turbulentas, tropezó y el crío se le cayó de los hombros. Dejó atrás a los otros dos para intentar agarrarlo, pero no pudo, y a los tres se los llevó la corriente. Después, la riada le obligó a soltar la mano de su esposa y se lo llevó también.
Fue arrastrado hasta una playa y, cuando abrió los ojos, vió ante sí a Visnú, que aún esperaba su trago de agua. Y el dios le preguntó : ¿Comprendes ahora la naturaleza de mi maya?
El embrujo del tigre (Sy Montgomery)
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por Gretogarbo »

Hoy he empezado Yoga, de Emmanuel Carrère, en el que cuenta su depresión, hospitalización y electrochoques. Qué pena, quizá tenía demasiadas cosas que hacer para poder relajarse sulfatando vides o podando rosas. Le habría sido de ayuda.
La librería en la colina, de Alba Donati (traducción del italiano de Ana Ciurans Ferrándiz)

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Ashling
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por Ashling »

Cuando no podía bailar, corria, utilizaba la misma música para las dos actividades, ambas las practicaba con compulsión. Una no sabe lo que es bailar con desesperacñon adolescente hasta que lo hace escuchando Papa Don't Preach a todo volumen, o la sensación de huida que proporcionaba correr con Cemetry Gates de los Smiths en el walkman.


La mala costumbre, Alana S. Portero
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madison
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por madison »

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No hay casualidades sino destinos. No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón. Porque si no, ¿Cómo el encuentro con una misma persona no produce en dos seres los mismos resultados? ¿Por qué a uno el encuentro con un revolucionario lo lleva a la revolución y al otro lo deja indiferente? Razón por la cual parece como que uno termina por encontrarse al final con las personas que debe encontrar, quedando así la casualidad reducida a límites muy modestos. De modo que esos encuentros que en la vida de cada uno nos parecen asombrosos, como el reencuentro mío con Fernando, no son otra cosa que la consecuencia de esas fuerzas desconocidas que nos aproximan a través de la multitud indiferente, como las limaduras de hierro se orientan a distancia hasta los polos de un poderoso imán; Movimientos que constituirían motivo de asombro para las limaduras si tuviesen alguna conciencia de sus actos sin alcanzar a tener, empero, un conocimiento pleno y total de la realidad. Así, marchamos un poco como sonámbulos, pero con la misma seguridad de los sonámbulos, hacia los seres que de algún modo son desde el comienzo nuestros destinatarios.
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madison
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por madison »

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Era un viejo y pálido y haraposo; su mirada fría parecía no ver a quien hablaba; su boca sonreía con amarga tristeza; su voz era de un tono apagado, y toda su persona respiraba decaimiento y ruina.
Así habló aquel anciano:
“Mis padres eran nobles y acaudalados; murieron antes de que pudiera yo darme cuenta de lo que es la muerte; me eduqué en un colegio en donde nadie se oponía a mi voluntad; salí de él a los veinte años, noble, rico y hermoso; tuve caprichos de nabab, que satisfice; no negué a mis ojos cosa alguna que desearan, ni a mi corazón placer que anhelase; gocé de todo, de todo lo que el mundo puede presentar de más grato…
Y estaba triste.
Viajé; vi en el Sur mares luminosos en que cada gota resplandecía con la luz deslumbradora de un diamante; vi en los países del Norte montañas sembradas de pinos y abetos y cubiertas con una perpetua capa de nieve apenas irisada por un sol pálido, como convaleciente; me confundí en el infernal torbellino de la gran ciudad, como la hoja con las otras del campo, para dar vueltas frenéticas en el aire; moré en la aldea de sencillas costumbres, pero no experimenté la paz del alma…
Y estaba triste.
Estudié, comprendí con facilidad los más oscuros misterios de la ciencia; la esfinge me reveló sus secretos; adquirí fama en el mundo para comprender, como dice el Eclesiastés, que en la mucha sabiduría hay mucha molestia, y que quien añade ciencia añade dolor. No, mi sabiduría no mitigó mis vagos anhelos, mis deseos caóticos…
Y estaba triste.
Veía el astro del día sonreír en la cima de los montes, ahuyentando las negras sombras del valle; veíale brillar en las delicadas gotas que adornaban las hierbas; respiraba un aire cargado de suaves emanaciones que las florecillas del campo despedían; murmuraban en mi oído con dulce son el cristalino arroyuelo; pero yo no cedía al encanto; encontraba extraña voluptuosidad en no ver en aquel magnífico espectáculo más que motivo de aflicción para mi espíritu.
Y estaba triste.
Un día vi en la calle de una antigua ciudad una joven, casi una niña, encantadora; su cabeza tenía un no sé qué virginal, que creí verla rodeada de una blanca aureola; su faz estaba impregnada de dulce tristeza; su andar era leve; sus vestidos, modestos y sencillos. La seguí; la vi entrar en una casa de pobrísimo aspecto y después asomarse a una estrecha ventana, cuyo alféizar sostenía dos macetas con dos rosales de pálidas rosas; se estremeció al choque de mi mirada y yo me estremecí también al verla. Sentíme impulsado hacia el amor, pero la fuerza extraña que en mí se aloja y que me lleva a la desesperación aniquiló el movimiento del alma; huí de aquel sitio; salí de aquel pueblo y siempre, siempre…
Y estaba triste.
No conozco el amor que hace arder los corazones, no conozco la cólera que irrita, ni la alegría que expansiona el espíritu, ni la envidia que lo rebaja, ni la esperanza que todo lo tiñe de color de rosa; no tengo virtudes, ni vicios, ni pasiones, ni nada… Lamento la juventud perdida y que no he apreciado; el dinero que he visto siempre con desprecio cuando lo he poseído; el amor ahora para mí imposible, y antes por mí desdeñado. Deseo precisamente lo que no tengo, y, sin embargo, no hay en mi alma un ideal fijo y claro; siento ansias y anhelos de algo grande, de algo enorme, pero con ellos me moriré, y con ellos me enterrarán; ¿Quién sabe?, quizá la muerte, al hacerlos desaparecer, los satisfaga”. Y al decir esto sonreía con amargura.
Y estaba triste
Pío Baroja. Melancolía (1893)
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MISTRAL
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por MISTRAL »

Salí dando tumbos por la puerta de casa, llegué a la calle y me dije: "¡No puedo creer que realmente esté aquí! ¿De donde vengo? ¿Cómo he llegado hasta aquí?" En cuanto pensé esto, fue como si todo se derritiese a mi alrededor. Dirigí la mirada al poste de telégrafos que había en la casa de mi vecino, cuatro casas más arriba, me pareció que estuviese latiendo lleno de vida, como colmado de una energía palpitante. Lo mismo le ocurría a la superficie de la carretera. Luego me miré a mi mismo: también yo estaba hecho de la misma energía vibrante. El tiempo también se desvaneció. Me sobrevino la comprensión de que todo era irreal, una ilusión. Sencillamente, era capaz de ver a través de todo...
Proseguí mi camino y llegué a un campo cercano, me tumbé, dirigí la mirada hacia el cielo y entonces sentí la unidad de todas las cosas, sentí cómo la Tierra giraba en su órbita. Conocía la Tierra, era la Tierra. Sentí que me fundía con el suelo, aunque, en realidad, en ese momento veía todo como si lo hiciese con la visión normal, solo que todo estaba extraordinariamente vivo, brillante, fresco. Llegué a comprender, a saber, que todo se crea de nuevo a cada momento. No había yo. Empece a reírme. ¡Claro! ¡Por supuesto que todo el mundo sabe ya esto! ¿Por que seguían fingiendo todos?
El Salto. Steve Taylor
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magali
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por magali »

–Reconozcamos que la recopilación del material a veces suena a caza –asintió–. Ni el mejor de los cocineros es capaz de elaborar un asado con sus propias piernas. La vida de cada quien no suele tener demasiada miga; como mucho, tanta carne como en un gorrión. No se puede escribir más que un par de relatos cortos sobre una persona mediocre. Y muchos que se creen muy especiales sólo dan para un par de anécdotas.

El periodista dijo algo apenas audible. Tierrafría le dio unas cuantas palmadas en el brazo, le dedicó una amplia sonrisa y prosiguió:

–Es triste, pero qué le vamos a hacer. Las propias experiencias nunca son suficientes si uno piensa en seguir escribiendo. Para terminar ya el tercer relato hay que añadir al menos doscientos gramos de la vida de otra persona.
El periodista asintió con la cabeza y se alejó un poco en busca de una conversación más fácil.
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por magali »

»Cuando Ingrid quería llevarse prestado un libro cualquiera que ni siquiera tenían en la biblioteca de Ojos de Liebre, Nieves no accedía jamás. Los motivos que daba quedaron rondándoles la cabeza durante mucho tiempo, aunque estaban casi seguros de que Laura Nieves les estaba gastando una broma:

»Lo siento mucho, querida Ingrid, pero se trata de una regla incondicional que tengo. Existen bacterias que se adhieren a los libros cuando se los manipula. Así, cada libro tiene su particular cepa de bacterias, que cambia un poco siempre que una nueva persona lo lee. Seguro que lo entiendes.

La mujer se miró las manos y se puso más seria:

»Seguro que todos conocéis el cartel que tienen en la biblioteca donde se ruega que aviséis si tenéis en casa enfermedades contagiosas. Allí saben muy bien lo que las bacterias pueden llegar a hacer a los libros. Los ejemplares que son propiedad de distintas personas no deben guardarse jamás en el mismo lugar; de lo contrario, cepas enteras de bacterias se podrían mezclar unas con otras. Y los libros tampoco lo aguantan todo.

»Y, por cierto, las bibliotecas son lugares bastante peligrosos, por mucho que sirvan a un propósito noble. Recordad lavaros las manos siempre que leáis libros de la biblioteca y mantenedlos siempre separados de los vuestros.
La sociedad literaria Ojos de Liebre, de Pasi Ilmari Jääskeläinen. Traducción de Tomás González Ahola y Tuula Ahola Rissanen


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Re: Párrafos al azar

Mensaje por magali »

Así pues, cuando Danny divisó finalmente una luz en el sótano del castillo y se dio cuenta de que era una puerta cerrada bordeada por un halo luminoso, cuando notó que algo le estallaba en el pecho y se acercó a la puerta, la empujó y de pronto se encontró ante una escalera curva con una lámpara encendida, sé perfectamente cómo se sintió. No porque yo sea Danny, ni porque él sea yo, ni por ninguna de esas mierdas: esto son solo cosas que alguien me contó. Lo sé porque cuando Holly mencionó lo de que tenemos una puerta en la cabeza, me sucedió algo. La puerta no era real, no existía, solo era «lenguaje figurado». No era más que una palabra, vamos. Un sonido. «Puerta.» Pero yo la abrí y la atravesé.
La torre del homenaje, de Jennifer Egan. Traducción de Carles Andreu


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Re: Párrafos al azar

Mensaje por clemar »

"Los chicos del pueblo, al atardecer, se sentaban sobre la tapia del cementerio para ver pasar los mensajes de amor".
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Re: Párrafos al azar

Mensaje por Gretogarbo »

Y aquello que yo estaba viendo también era la expresión de un sentimiento, como la confianza de Eneka o como los lamentos de mi hermana Lucía, y pensé que los sentimientos eran preguntas repentinas e incontestables, que no había respuesta para ningún sentimiento, fueran esperanzas, odios, reniegos, amores, ambiciones o anhelos viejos, y que algunas emociones eran señales de humo, asomos inútiles en el cielo oscuro que no encontraban el objeto merecido.
(...)
(...) Eneka dijo, Calíope, y repitió aquel nombre varias veces, quizá para encontrarle un sentido, luego me explicó, la sabiduría no es el amor, la belleza tampoco es el amor, el amor es éxtasis y lágrima, y se alejó diciendo, Calíope, Calíope.
(...)
El abuelo permaneció con los ojos cerrados y sin soltar las manos de su mujer. Ella levantó sus labios, se sostuvo sobre la punta de los pies y besó los párpados de su marido, primero uno, después el otro, y él se limitó a quedarse quieto. Desde el rincón del corredor donde se encontraba, pensé que no sólo las almas se perdonaban, que también existía el perdón de los cuerpos a través de una caricia tierna, de un contacto que ahogaba la congoja y borraba señales, y también pensé que el perdón nunca era consecuencia de un veredicto, y desde aquel día, para mí, el perdón siempre sería un beso que te dan cunado tienes los ojos cerrados.
El palacio azul de los ingenieros belgas, de Fulgencio Argüelles

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