Un lugar en el cielo, de Ann Napolitano. Traducción de Paula Vicens MartorellEn un rincón hay un sillón verde desteñido como el que suelen tener las ancianas. Al lado, una estantería. Edward ilumina los estantes y ve que contienen las obras, seguramente completas, de solo dos autores: Zane Grey y Louis L’Amour. Edward vuelve a repasarlas para ver si hay algún libro de otro autor. No hay ninguno. «¿John lee novelas del Oeste aquí?» Por algún motivo, está seguro de que todo esto no pertenece a Lacey, sino a John. La casa es de Lacey. Aquí es donde John guarda todos los trastos que Lacey no le deja meter en casa.
Dedicado a los que sentimos el placer de leer
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer
Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer
Una mañana, un joven que parecía un niño fue a una librería y pidió que se le presentara a su maestro. Ellos hicieron lo que deseaba. El librero, un anciano de aspecto venerable, miró con severidad a los jóvenes un poco intimidado, de pie delante de él, y lo invitó a hablar. "Quiero hacer el librero", dijo el joven principiante: "Tengo un gran deseo y no sé lo que me impediría llevar a mi propósito"
Robert Walser
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Re: Dedicado a los que sentimos el placer de leer
La sociedad literaria Ojos de Liebre, de Pasi Ilmari Jääskeläinen. Traducción de Tomás González Ahola y Tuula Ahola RissanenSiempre le había costado mantenerse temporadas largas lejos de la biblioteca donde el polvo del papel flotaba en el ambiente. También ahora, cuando se aproximaba al lugar con la obra defectuosa de Dostoievski en el bolso, esa misma sagrada adoración de su niñez se fue apoderando de ella. Había sido la niña que arrastraba consigo un pesado bolso de libros, esa clase de niña que suele haber en todas las bibliotecas. Cuando estuvo quince días en cama por bronquitis, la bibliotecaria llamó a su casa para preguntar si todo estaba bien. Muchas señoras y señores que Ella no conocía de nada la saludaban entre las estanterías: «Hola, Ella, ¿qué libros vas a llevarte hoy…?».
Leía más de lo que era saludable; cientos de libros al año. Algunos los leía dos o incluso más veces antes de devolverlos. Muchos de ellos los volvía a tomar prestados después de un breve descanso para digerir lo leído. Por aquel entonces ya opinaba que uno realmente disfrutaba de un texto cuando lo leía por segunda o tercera vez.