Anecdotario sobre escritores... y otros

[Richard Shelton]

Para disipar una duda, cualquiera que sea, se necesita una acción. - Thomas Carlyle

[Richard Shelton]

UNA vez el empresario teatral Leo Kerz hizo una serie de preguntas al dramaturgo Eugene Ionesco, que hace poco fue elegido miembro de la Academia Francesa.
El literato, natural de Rumanía, le contestó: “¿Por qué la gente espera siempre que los escritores respondan a sus preguntas? Soy autor porque a mí me gusta formular las preguntas. Si tuviese las respuestas sería político”.
—Leonard Lyons

[Richard Shelton]

James Whistler, el pintor norteamericano, amaba a sus enemigos pues, decía, siempre lo mantenían ocupado. Cuando Tom Taylor falleció, en 1880, un amigo lo encontró vagando por Picadilly.

—¿Por qué andas tan triste? —le preguntó.

—Tom Taylor murió. Estoy solo. Todos están muriendo. Apenas si me queda un enemigo personal cordial.
—H.P.

[Richard Shelton]

Tengo la mascota más frustrada del mundo: una tortuga que persigue automóviles.
—R.O.

[Richard Shelton]

Para Políticos

Si Churchill trató alguna vez bruscamente a un colaborador suyo, fue siempre a uno que pudiera resistirlo y que,además lo mereciera.
En una ocasión pidieron a un a un ministro muy pagado de sí mismo que asistiera a una sesión del gabinete para exponer no sé qué cuestión técnica de su especialidad. Churchill lo felicitó ceremoniosamente por ser esa la primera vez que participaba en el Consejo, y en seguida lo invitó a hacer uso de la palabra. El tipo habló descarada, incorrecta y monótonamente y, para colmo, se extendió demasiado. Churchill se limitaba a sonreír. Cuando el orador hubo terminado, le dijo:

—Gracias. Ha dominado usted la primera regla de política.

El ministro sonrió muy ufano, aunque un poco intrigado.

—¿¿Sabe usted cuál es esa primera regla? —preguntó el estadista.

—No.

—Cuando no entiendas un asunto, hazlo más confuso.
—J.G.

[Richard Shelton]

Chiquilladas

—¡CÓMPRAME un animal! —rogó el niño a su padre, en el parque zoológico.
—¿Y con qué lo alimentaríamos?
—Cómprame uno de esa jaula donde dice: “Prohibido darles de comer”.
—C.Z.


Llevé a mi hijita a hacer compras. Después de muchas vueltas, encontré por fin un lugar para estacionarme, y le di a la niña algunas monedas para el parquímetro. Yo estaba todavía en el auto cuando volvió y me anunció alegremente: “Mamá, nuestro parquímetro no funciona, pero el de al lado sí: se tragó todas las monedas”.
—A.R.


Una niña de seis años, al contemplar el firmamento nocturno, aseguró: “De noche, las estrellas corren por todo el cielo, pero ya en la mañana, se reúnen todas para formar el sol”.
—S.P.

[Richard Shelton]

Mortuorio

UNA PAREJA de avanzada edad que evidentemente regresaba de un funeral, comentaba las respectivas ventajas de la cremación y la inhumación. De repente la anciana miró a su esposo y le dijo:

—Jorge, creo que nunca me has dicho si desearías ser cremado o enterrado.

Tras un largo silencio él repuso:
—Tú escoge. Me encantan las sorpresas.
—J.W.

[Richard Shelton]

Aguda Comparación

El actor y autor Peter Ustinov afirma que es más fácil escribir una novela que una obra de teatro. “Escribir una obra de teatro es como postularse a unas elecciones”, dice, “porque uno está tratando de interesar a unas mil personas en una noche, mientras que con un libro sólo se dirige a una sola persona a la vez”.
—Post

[Richard Shelton]

Ya no hay Peligro

Una señora despierta sobresaltada en la noche. Interrumpe el sueño de su marido y le dice:
—¡Acabo de tener una pesadilla horrible! ¡Soñé que moría joven!

—¡Ya duérmete, mujer! —rezonga el esposo—. ¡Eso ya no es posible!
—L.V.P.

[Richard Shelton]

El que sabe gozar de la obra del poeta, es a su vez poeta por saber gozarla. —Miguel de Unamuno

[Richard Shelton]

A causa de un problema de salud, debo tomar antibióticos antes de someterme a tratamiento odontológico. Cuando mi esposo y yo decidimos tener familia, pensé que sería prudente cancelar mi próxima cita con el dentista, para evitar los riesgos que el medicamento pudiera representar para el futuro bebé.
Unas semanas después, la secretaria del dentista me llamó para preguntarme si quería una nueva cita. No muy segura de cómo explicarle el motivo de mi aplazamiento indefinido le dije:

—Bueno, lo que ocurre es que estoy tratando de embarazarme, y...

—¡Oh! ¡Perdón! —me interrumpió—. La llamaré más tarde.
—E.S.

[Richard Shelton]

ANTE el mostrador de la biblioteca, aguardaba mi turno para llevar libros prestados. Delante de mí estaba un muchacho de pantalones ajustados, el cual, a intervalos, se apoyaba ora en una pierna, ora en otra.
El bibliotecario miró al muchacho inquisitivamente.

—Quisiera un drama de Shakespeare —dijo el chico.

—¿Cuál de ellos? —preguntó el encargado.

El joven cambió entonces de piernas, se llevó al pelo la mano izquierda, colocó en el mentón los dedos pulgar e índice de la mano derecha y, frunciendo el entrecejo, procuró concentrarse.
Finalmente, levantó la cabeza y miró al bibliotecario. En tono triunfal, exclamó:

—¡William!
—S.B.

[lucia]

Por lo menos se sabía el nombre completo

[Richard Shelton]

“POR FIN hemos logrado mi mujer y yo la compatibilidad sexual”, musitaba un sujeto a un amigo; “anoche ambos tuvimos dolor de cabeza”.
-P.M.

[Richard Shelton]

CUANDO, EN 1849, despidieron a Nathaniel Hawthorne del puesto que desempeñaba en la aduana, volvió a casa desesperado. Su esposa escuchó sus lamentos, puso pluma y tinta sobre la mesa, encendió la lumbre y, echándole los brazos sobre sus anchos hombros, dijo: “Ahora podrás escribir tu novela”. Y la literatura norteamericana se enriqueció con The Scarlet Letter (La Letra Escarlata).
—James Humes, en Speaker’s Treasury of Anecdotes About the Famous