CP XIV - La cálida brisa del desierto - Rubisco (3º Jur)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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kassiopea
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CP XIV - La cálida brisa del desierto - Rubisco (3º Jur)

Mensaje por kassiopea »

La cálida brisa del desierto

Ojalá no estuviera basado en hechos reales.

Como cualquier otro día, aquel 21 de febrero de 1987 el desierto de Atacama era testigo de cómo el sol había ido desapareciendo del cielo. Dejaba en su lugar un rastro entre naranja y rosado que parecía brotar de Calama, la ciudad que se escondía tras aquella montaña de color arena. Martina contemplaba con el mismo embelesamiento de siempre aquella paleta de colores mientras esperaba apoyada en el capó de su Renault 4. Una brisa aún tibia le acariciaba la cara y jugaba con su pelo corto y negro carbón, como queriendo recordar la capacidad del desierto de Atacama para conservar el calor del día durante unas horas más.

De pronto una nube de arena la abrazó desde la espalda y una consecución de ruidos mecánicos la trajo de vuelta de aquel embelesamiento. Notaba la vieja Renoleta temblar bajo sus glúteos al son de las palas excavadoras que horadaban el suelo. Se viró y volvió a ver aquellas máquinas apuñalando la tierra que una vez fue su propio puñal, y recordó entonces a su hija, Amanda, jugando en la tierra apenas cuatro años antes.



Era una tarde similar a aquélla, calurosa hasta incluso después de la puesta de sol. Martina estaba a pocos cientos de metros de allí, también apoyada en el capó del coche, mientras esperaba a las puertas de la mina de Chuquicamata a que saliera Felipe, su marido, cubierto de tierra y polvos metálicos. Para que la espera no aburriera a su hija siempre la dejaba jugar en las inmediaciones; al principio se entretenía con un par de piedras o alguna rama seca, pero desde que había visto aquel documental de paleontología se había empecinado en buscar dinosaurios.

La pequeña Amanda había empezado a cavar en la arena con sus manos desnudas a los cinco años, y a los seis ya se llevaba un set completo de playa formado por pala, rastrillo y un cubo que usaba para portar los objetos que iba encontrando y que Martina acababa tirando a la basura cuando encontraba oportunidad.

Aquel día Amanda corrió hasta su madre y le enseñó su último descubrimiento: una pieza calcárea, de unos catorce centímetros de longitud, estrecha, plana en uno de sus extremos y con una forma que recordaba a una S.

—¡Un hueso de dinosaurio, mami! ¡He encontrado un hueso de dinosaurio!

Martina disfrutó brevemente viendo aquellos ojos verdes iluminados y aquellas pecas atrapadas entre arrugas de felicidad ante tamaño descubrimiento, hasta que su vista se posó en el objeto y sintió un escalofrío de repulsión.

—Bien —contestó Martina con displicencia nada disimulada.

Al día siguiente aquella pieza de color blanquecino había acabado en el cubo de la basura pero, por alguna extraña razón, Martina había vuelto sobre sus pasos y la había rescatado. La sospecha la hizo llevar aquel objeto a su médico para averiguar su verdadera naturaleza. Tres horas después Martina yacía tumbada en la camilla, inconsciente, bajo la supervisión del facultativo; se había desmayado al enterarse de que aquel hueso era una clavícula humana.



Aún se vislumbraba un tenue resplandor anaranjado en el cielo cuando el capataz gesticuló un «basta» con los brazos. Los ruidos mecánicos cesaron y las palas parecieron descansar sobre sus pesos. Aquello hizo a Martina fruncir el ceño. Se irguió y emprendió camino hasta alcanzar al capataz.

—¿Por qué ha detenido las máquinas?
—No parece que vayamos a encontrar nada —explicó, enjugándose el sudor con un pañuelo.
—¡No puede ser! —Miró doscientos grados a la redonda—. Aún queda mucho desierto por revisar.

El capataz torció la boca, suspiró y la miró con lástima.

—No crea que me duele menos que a usted detener la búsqueda, pero hace ya semanas que se acabó el crédito. Mis muchachos están trabajando de gratis.

En ese momento un hombre trajeado, que formaba parte del equipo de abogados que colaboraba con Martina, se acercó a los dos. Ella protestó por lo que había dicho el capataz y el abogado la corrigió:

—Siento decirte que tiene razón. Además, aunque me duela decirlo: no podemos remover todo el desierto.
—¿Por qué? —insistió ella.

Aquella pregunta murió en el silencio de aquella llanura. Los dos hombres se miraron sin saber qué decir. Acto seguido el capataz se dio la vuelta y ordenó a sus hombres dejar las máquinas listas para retirarlas a la mañana siguiente y el abogado tomó a Martina por los hombros y la acercó a su coche.

En ese momento se escuchó un helicóptero venir a lo lejos. El sonido del rotor estremeció a Martina. El abogado sintió el cuerpo de ella convertirse en un amasijo de nervios y temblores y la comprimió en un abrazo. Cuando la aeronave se hubo alejado, y sólo cuando notó a Martina recompuesta, dejó de abrazarla.

—¿Por qué no podemos continuar? —volvió a preguntar ella.
—Porque quizás no estén aquí —se atrevió a contestar, al fin, su abogado.

Aquella afirmación era la misma que Martina se había negado a sí misma una y otra vez, y escucharla por fin de boca de otra persona le estrujó el corazón con la misma fuerza con la que se lo había estrujado el descubrir aquel hueso encontrado por Amanda. Tanto esfuerzo, tantos meses dedicados en exclusiva a aquella tarea sorteando las acciones de la inteligencia chilena para, finalmente, abandonar la tarea con apenas dos costillas y un cúbito hallados, todos de distintas personas.

No. No quería aceptarlo.



Después de recobrar el conocimiento en la consulta del médico había tomado la decisión que cambiaría su vida para siempre: abandonaría su puesto en la frutería del barrio y dedicaría las mañanas a frecuentar las oficinas municipales hasta hallar una respuesta. Cuando recibió el tercer portazo optó por dirigirse a las instituciones regionales, pero un periodista local se cruzó en su camino y ello la salvó de ser arrestada por los cuerpos de seguridad de la dictadura. El reportero le sacudió la ingenuidad y comenzó a reunirse con ella en la clandestinidad de su vivienda.

Desde aquel momento aquella casa, antaño tranquila, se había convertido en un trasiego de gente: vecinos, activistas, periodistas… todos acudían con sigilo, siempre portando algún ramo de flores o alguna bandeja de dulces para aparentar que allí se celebraba una fiesta o se conmemoraba algo. La repentina enfermedad de Felipe, aquejado de silicosis, sirvió de excusa en las no pocas ocasiones que la policía llamó a la puerta indagando por lo que allí parecía estar gestándose.

Fue tal su compromiso con aquellos asociados cada vez más numerosos que cuando quiso acordarse de su marido ya se encontraba agonizante. La silicosis había dado paso a un cáncer fulminante que fue detectado cuando le salió un bulto bajo las amígdalas, señal de que ya sólo quedaba esperar el óbito. Se culpó a sí misma por no acompañarlo durante el blanqueado de su pelo rubio y el debilitamiento de sus músculos y por dejarlo morir lentamente en soledad mientras ella se dedicaba a desentrañar un misterio imposible de escrutar.

Tras el fallecimiento de Felipe, un año más tarde, a punto estuvo de abandonar aquella empresa si no hubiera sido por Víctor, el médico que vivía en la casa contigua, que a partir de ese momento se ofreció a copresidir aquellas reuniones. Con el paso del tiempo Martina descubriría que la participación de Víctor no sería desinteresada.

Un día descubrieron con amarga alegría que aquella casa se estaba quedando pequeña y, con fondos aportados por los partícipes, alquilaron un local para fundar un club de lectura que usarían como tapadera. El falso club fue también auscultado por los agentes de la autoridad, pero en toda inspección descubrían a los lectores sentados en gran círculo debatiendo sobre algún libro que todos tenían en sus manos. Por aquel entonces Martina había enviado a Amanda, que tenía siete años, a vivir con su abuela paterna. No quería que su hija se criara sin padres, como ya le había ocurrido a ella.

Definitivamente, la vida de Martina había cambiado por completo. Despojada de su marido y alejada voluntariamente de su hija, su vida se centró en coordinar esfuerzos para escrutar las leyes en busca de algún resquicio que les permitiera defenderse ante la Comunidad Internacional de cualquier injerencia de la dictadura y captar los fondos necesarios para completar la excavación que un día, en su inocencia, empezara Amanda.



Dos meses más tarde de aquel día aciago en el que Martina vio las excavadoras retirarse del desierto se encontró, abrazada por Víctor, al pie de otra excavación de mayor tamaño. Desconocía que su asociación clandestina no era la única, y cuando supo de aquella otra iniciativa ambos se lanzaron a colaborar y animaron a sus asociados a hacer lo mismo.

Víctor y Martina tragaban polvo por toneladas, pero por dentro se sentían purificados al ver centenares de restos óseos salir de aquel arenal, junto con zapatos que habían estado de moda en la década anterior y un recorte de periódico fechado en 1973. Era una alegría amarga, un triunfo devastador.

Aquella excavación había durado casi tanto como la otra, pero había abierto el doble de agujeros y, esta vez sí, había conseguido desenterrar catorce caderas humanas, costillares varios y algún esqueleto casi entero. Martina se estremeció de pronto ante el sonido de las aspas de un helicóptero que apareció en escena, y descubrió que a Víctor le había ocurrido lo mismo. La sensación de desprotección les impulsó a abrazarse de forma instintiva mientras observaban, con incredulidad, cómo el helicóptero se posaba a pocos metros de allí y descendía un militar uniformado. En un alarde de falsa humanidad un general enviado por el Gobierno había hecho acto de presencia para ordenar la custodia de los esqueletos, que serían entregados un año más tarde alegando motivos sanitarios.

—¡Un año! —protestó Martina, aún estremecida.
—Bueno, llevás ya catorce años esperando. Un año más no les hará daño —contestó con sorna.

La conversación concluyó con Víctor arrestado por romper la mandíbula del militar. Su puesta en libertad un año después fue fruto de la intermediación de la oposición, que puso aquella condición, entre muchas otras, para aceptar el proceso democratizador auspiciado por el dictador Augusto Pinochet.

Aquella liberación vino acompañada de otra buena noticia: a Víctor lo llevaron de la cárcel directamente al laboratorio forense para entregarle el resultado del reconocimiento de los esqueletos. Allí pudo ver por última vez a su padre, el maestro Lucas Pagani, convertido en un montón de huesos. Junto a él habían sido identificados otros quince esqueletos incompletos, todos ellos hallados enterrados en aquella fosa.

Víctor y Martina, que estaban acompañados por Amanda, a la que su madre había ido a buscar a casa de su abuela unos días atrás, experimentaron alivio, aunque Martina no pudo evitar la desazón de saber que su progenitor, el sindicalista Gustavo Pérez, seguía en paradero desconocido. Alguien había sugerido que eso le abría la puerta a iniciar un pleito contra los militares de la caravana de la muerte por secuestro en lugar de por asesinato, pero ella se conformaba con darle sepultura de forma civilizada.

Los tres salieron del instituto forense, situado en pleno centro de Santiago de Chile, y decidieron pasear por La Alameda hasta llegar a la plaza de la Constitución.

—¿Qué pájaro es ése? —preguntó Víctor a Amanda.
—¡Un gorrión, papi! —contestó mientras se acercaba con sigilo para observarlo con detenimiento.

Aquella respuesta hizo a Martina dar un respingo.

—Te ha llamado «papi» —susurró sin disimular su emoción.

Víctor asintió henchido de alegría. En ese momento Amanda se separó un poco de ellos y se dedicó a observar a otros gorriones, fingiendo no estar prestando atención a lo que hacían su madre y Víctor. Ellos, a su vez, permanecieron mirando la estructura remodelada de la plaza, con los nuevos jardines, y el Palacio de la Moneda alzándose al fondo.

—Los mismos que destruyeron este lugar se han encargado de adecentarlo —comentó Martina—. No les bastaba con usar su fuerza para destruir a todo un Pueblo; también tuvieron que usarla para eliminar el rastro de su destrucción.
—Pero no siempre lo lograron —concluyó el dándole un beso en los labios.

Repararon en el kiosko que estaba a dos pasos de ellos. Allí, un periódico, con su titular a cinco columnas, anunciaba en letras mayúsculas la confesión de un sargento: «Nos obligaron a desenterrarlos y arrojarlos al mar». Aquello no pasó inadvertido para Martina y Víctor.

—Ya sabemos dónde está —dijeron ambos al unísono mientras veían aquella portada histórica.

Los años de búsqueda, lucha y fracaso afloraron en aquel instante y ambos rompieron a llorar. De pronto el rotor de un helicóptero sonó a lo lejos y ambos volvieron a estremecerse.

—Éste será el recuerdo que nos quede —se lamentó ella.
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Mister_Sogad
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Mister_Sogad »

Difícil historia la tuya, autor/a! Es complicado plasmar algo como lo que has relatado, basado en hechos reales pero aportando tu visión o modo en que pudieron suceder las cosas, sentirlo los protagonistas, o las motivaciones de estos. Apruebo tu idea y tú narración. Tal vez me hubiera gustado que añadieras algo más en cuanto a los sentimientos, en plan "sentimientos a flor de piel", una mayor vivacidad o intensidad que me hiciera a mí participe de dichos sentimientos o pensamientos. Pero es solo mi opinión.

Suerte primaveral. :60:
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lunaroja
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por lunaroja »

Un relato tremendo y angustiante.
Quizás también echo de menos más emoción o más visceralidad en ciertos momentos por el tipo de tema tan tremendo.
Pero me ha gustado mucho.
Mucha suerte!
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raumat
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por raumat »

Un relato muy emotivo.
Interesante mirada al pasado, al Chile de 1973, el golpe de Estado, Pinochet…
Pues sí, el drama de Martina podría perfectamente estar basado en hechos reales. Se cometieron tantas barbaridades durante el régimen del dictador, que ésta podría ser una de ellas.
Buen trabajo.
Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Un relato complicado, y difícil de comentar.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Te metes en muchos charcos y me sorprende que salgas airoso/a de todos. Me quedo intrigado con saber quién puede estar detrás de este relato.

Te voy a dar algunos consejillos para que el año que viene te quites el mal cuerpo que se te va a quedar cuando este den los premios... :cunao:...

Es brooooma.


---Consejo Uno, o Primer Consejo, o Consejo que antecede al segundo consejo: la idea del relato no está definida. Ojo, seguro que en tu cabeza sí, pero podría kassiopea abrir arriba una encuesta y que responda el respetable la siguiente cuestión: ¿Qué nos quiere contar el autor/a del relato?
-Nos habla de las desapariciones en época de la dictadura de Pinochet.
-Nos habla de una hija y sus desvelos por encontrar los restos de su padre.
-Nos habla de una mujer que pierde a su marido (y le importa poco) mientras busca los restos de su padre.
-Nos habla de una mujer que pierde a su marido pero encuentra a Víctor y se enamora, y Amanda llamará al final del cuento "papi" a Víctor.

Seguramente el relato verse sobre todo esto y más cosas... eso es un handicap: no hay una idea definida detrás. Para lo que nos ofreces, que es mucho, el formato de relato breve se te queda ídem, corto.
Muy ambicioso, si lo prefieres.

---Consejo Dos, o Segundo Consejo, o Consejo que sucede al primer consejo: Demasiados saltos temporales. El que se lo ha leído una vez apenas lo ha observado. Los que llevamos cuatro lecturas vemos un presente, llegando los helicópteros para detener la excavación, un flashback con Amanda encontrando el hueso humano, otro cerrando la frutería, otro desmayándose frente al doctor que le dice que el hueso es humano, otro con Felipe falleciendo, otro con la reunión en la casa con la gente simulando estar en un taller de lectura, otro..., otro..., otro...

Lo curioso es que has salido airoso/a del entuerto pese a las dificultades que te has puesto tú mismo/a, eso es de nota. Sin embargo, más fácil, una historia algo más lineal con alguna pincelada al pasado (una), y al menos yo pensaría en un resultado más redondo.

---Consejo Tres, o Último consejo para que ganes el año que viene: en una partida de póker te tocan uno o dos ases... no los cuatro. Tienes que elegir qué carta jugar: la hija que convierte la búsqueda de los restos de su padre en su leitmotiv, el distanciamiento de una pareja que tiene como telón de fondo la búsqueda de ella de los restos de su padre, el enamoramiento de una pareja y como telón de fondo la era post Pinochet...

Si el fallecimiento de su marido no está de más, sin duda sí lo está el enamoramiento de Víctor. O al revés, como prefieras.

Hay muchos nudos, pequeños, muy sutiles algunos, pero resultan demasiados en una trama tan breve.

Lo volveré a leer en unos días ya no con ánimo crítico sino por leerlo, y veré solo lo positivo, que es casi todo. Y comentamos de nuevo.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Sobra decir que, si un relato no me gusta, me ahorro tanto párrafo y tanta pamplina seguida...
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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rubisco
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por rubisco »

Hola, autor :hola: . Hola, autora:

Tu relato se lee fácil; sin embargo me había costado empezarlo un par de veces, así que había decidido dejarlo para el final, con el riesgo de que me dejara mal sabor de boca si no me gustaba. Y, créeme, no me arrepiento.

Nos hablas de muchas cosas, pero básicamente todo gira en torno a una: la búsqueda de los restos del padre de la protagonista. La dictadura chilena, como casi todas las dictaduras, cometió abusos que buscaron, sobre todo, la humillación y el escarnio de los sometidos y los vencidos. Aunque quede muy lejos, la guerra civil española y la dictadura de Franco tuvieron mucho de eso, también, aunque menos televisado y eclipsado por la segunda guerra mundial y por la guerra fría.

El texto tiene algo muy bien conseguido, y es plasmar la angustia de las situaciones a las que se enfrenta la protagonista. Para mi gusto quizás seas demasiado descriptivo y dejes de lado una descripción más profunda de las emociones, pero me parece que la carga emocional está, en todo caso, conseguida.

Coincido con Tolo en que has abierto demasiadas tramas para la longitud del texto, aunque las has cerrado todas sin dejar huecos extraños. Incluso me ha gustado ese elemento final en el que Amanda llama "papá" a Víctor. Creo que sin Víctor el relato hubiera funcionado igual, pero en todo caso me parece muy logrado.

También tengo que darte un palo y una zanahoria con los flashbacks :colleja: . Te confesaré que a mí me cuesta horrores escribir un buen flashback, así que la labor que has hecho me ha parecido encomiable; sin embargo (y aquí viene el palo), ¿no crees que has abusado en exceso de este recurso? Al menos has dejado las separaciones adecuadas como para poder darnos cuenta, pero yo me hubiera replanteado la narración para evitar tanto ir y venir. En ese sentido me temo que el palo pesa más que la zanahoria; por ahí te restaré algo.

Por cierto, hay una frase que me ha chirriado mucho: Por aquel entonces Martina había enviado a Amanda, que tenía siete años, a vivir con su abuela paterna. No quería que su hija se criara sin padres, como ya le había ocurrido a ella. Creo que la frase está mal redactada, porque a fin de cuentas va a criarse sin padres. Sé que no es un elemento determinante, pero emborrona un poco el resultado final. Supongo que ya nos comentarás si hay un fallo en la frase o si soy yo que estoy obtuso.

Otros elementos adicionales que están en el relato y que también me han gustado, pese a que creo que son un poco excesivos, reitero, para la longitud del relato :icon_no_tenteras: : el coraje de la protagonista, su irresponsabilidad al ignorar al marido agonizante y dejar a la hija en manos de la abuela y su determinación (intuyo que rozando la locura) al pretender que excavaran en todo el desierto.

He dejado para el final lo que me parece el aspecto ganador de tu relato: el impacto. Ya mencioné en otro relato (una piedra en el camino, creo) que la mejor forma de dejar huella es forzar al lector a replantearse su concepto del tema tratado en el texto. En ese sentido, la última parte...
kassiopea escribió: 18 Abr 2019 14:55 De pronto el rotor de un helicóptero sonó a lo lejos y ambos volvieron a estremecerse.

—Éste será el recuerdo que nos quede —se lamentó ella.
....me ha parecido que redondea todo, porque no sólo deja a Martina con la desazón de saber que nunca podrá recuperar los restos de su padre, sino que, además (me tomo la libertad de interpretar esta última parte), tendrá que convivir con el ruido de los helicópteros como recuerdo del día en que la Caravana de la muerte ajustició a su padre y a otros tantos disidentes. Además, que Víctor también se estremezca da un cariz de miedo colectivo que da sentido a ese final.

Te tengo entre mis arribas :alegria: . Eso significa que casi con total seguridad te caerán puntos; ahora me tocará decidir cuántos. La verdad es que el listón está muy alto por culpa de muchos relatos, entre ellos el tuyo. En cualquier caso creo que puedes estar orgulloso u orgullosa del relato que has escrito.

Gracias por compartirlo y mucha suerte :60: .
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ACLIAMANTA
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por ACLIAMANTA »

Un título bonito para un recuento de hechos dolorosos ocurridos en los años 70 en Chile durante la dictadura de Pinochet.

Pienso que la historia daba para un relato mucho más impactante y más cargado de emoción y como en otro de los trabajos participantes en este concurso, me queda la sensación de que el narrador escogido es causa de esa falta de contundencia, ya que no ayuda para la identificación del lector con lo dramático de la historia.

Suerte para el autor!
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Megan
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Megan »

Autor/a, me dejaste sin palabras...
Sentí el mismo dolor cuando, hace unos años, comenzaron a excavar en lugares señalados por militares que según lo que dijeron, cumplían órdenes.
Se encontraron varios esqueletos completos y muchos huesos sueltos también, lo pasaban por las noticias y nos dejaban estremecidos de dolor y no quiero pensar lo que sentirían los familiares al ver todo ese horror.
Fueron varios años, durante la primera presidencia de Vázquez y la de Mujica, después, no sabemos qué clase de arreglo hicieron, pero las excavaciones se terminaron.

Yo era una niña cuando todo ocurrió aquí, era la noche del 27 de junio de1973 y nunca voy a olvidar cuando una vecina en medio de la noche comenzó a gritar como loca, mis padres se asomaron a la ventana, mi hermano y yo, curiosos nos paramos en el sillón cercano a la ventana, y los vimos... a ella la llevaban tirándole de su cabellos rubios y su esposo caminaba con una tela negra a modo de capucha que le tapaba toda la cara, los subieron a un auto negro y se fueron. Recuerdo el susto que me llevé y cuando pregunté qué pasaba, mis padres bajaron las persianas y nos mandaron a la cama. Años más tarde, sus fotos aparecían y siguen apareciendo en pancartas de los detenidos desaparecidos por la dictadura militar, ellos y miles de personas más que tenían otra opinión sobre la política.

Perdón, me fui por las ramas, pero tu relato me trajo a la memoria esa terrible noche de junio.
Lo contás muy bien, así fue, por supuesto que lo decoraste con cosas de la familia de la protagonista y un amor que nunca viene mal para suavizar lo horroroso del tema.

Suerte y gracias por compartirlo :D
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Ginebra
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Ginebra »

considero que es un relato ambicioso, teniendo en cuenta la trama y el estilo elegido. Me he perdido un poco, he necesitado de nuevas lecturas para situarme, pero sí, se entiende la obsesión -justificada- de la protagonista por encontrar los restos de su padre. Me sobra, quizá, la figura del marido y de Víctor, aunque supongo que tú lo consideraste importante para reflejar el estado de ánimo de ella. Y me resulta tierno y triste a la vez su intención de agujerear todo el desierto si fuera necesario

muy buen trabajo, mucha suerte! :D
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano


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Gavalia
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Gavalia »

Hubiese preferido algo más novelado porque tanto lo que pone como lo que propone lo hace de una forma muy periodística. Según yo lo veo, es una relación en plan investigación, de hechos ocurridos en chile durante la dictadura de Pinochet. Debió ser muy duro
Sin embargo, cada uno escribe lo que quiere y como quiere intentando transmitir lo que desea y tú has optado por este formato. En algún momento resultó farragoso de seguir, creo que por la cantidad de monótonos datos que ofrece. Se me queda un poco plano, la verdad. Bien escrito.
Saludos y suerte.
En paz descanses, amigo.
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Berlín »

"Canto que mal que sales cuando tengo que cantar espanto. Espanto como el que vivo, espanto como el que muero". Dicen que son los últimos versos que escribió Victor Jara.
Las caravanas de la muerte, los vuelos de la muerte, esos helicópteros Puma, toda esa mierda asquerosa. En fin, en la historia queda, como recordatorio.

Amanda, Victor, bien, qué bonito homenaje. Luego, por otra parte, aunque la historia me ha conmovido, la forma de contarla no me acaba de convencer. De todos modos me parece un buen trabajo y te tendré en cuenta. :60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Sinkim
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por Sinkim »

Un relato muy duro sobre unos hechos aciagos que nos vuelven a mostrar cuan bajo es capaz de llegar el ser humano. Me ha parecido que está muy bien escrito y me alegra que no hayas caído en el regodeo de momentos dramáticos y lacrimógenos :60: :60:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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rubisco
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Re: CP XIV - La cálida brisa del desierto

Mensaje por rubisco »

Vuelvo por aquí para decirte que estás arribita en mi lista de votos. Hay otros relatos que te aventajan, pero en una o dos próximas lecturas quizá cambie de parecer.

Dice mi editor que si por él fuera te daba los 8 puntos. No porque le haya gustado, sino porque así el mío tiene menos posibilidades de ganar.
69
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