Pues sí, éste es el mío.
Estaba temiendo el momento en que tuviera que pasar por aquí, por temor a no saber canalizar bien las palabras, pero creo que he armado bien el discurso en mi cabeza.
En algún momento supe de las mujeres de Calama. No sé fijar cuándo, ni dónde, ni por qué, pero es de esas cosas que se quedan ahí dentro, con un runrún, y entre el morbo, el dolor y la esperanza de que fuera mentira seguía investigando. Y cuanto más investigaba, más dolía.
Y sentía que tenía que escribir sobre ello. La historia me asaltaba en cualquier lugar: comiendo, paseando, dando clases... Más o menos como le pasó a Míster_Sogad con El cuaderno de viaje. Y por más que imaginaba la historia no se me ocurría ninguna forma de empezarla y mucho menos de terminarla.
Hasta que visualicé la imagen de la niña con el hueso. Ahí explotó todo.
Tolo tiene toda la razón con la enormidad de la trama que monté. Son demasiadas cosas para un relato tan corto (y menos mal que él no vio el primer borrador, que medía un 50% más). Sin embargo, la necesidad de contar toda una historia con la madre y la hija se me hacía imposible, así que creé ese enorme ecosistema, a riesgo de que no funcionara bien.
Y el Trigrillo lo clavó con su comentario: sentía que me estaba implicando demasiado sentimentalmente con la historia y busqué un narrador más neutro. Es evidente que me excedí con el propósito.
Escribir esta historia fue un tormento. Tenía las sensaciones a flor de piel y la impresión de que rompería a llorar de un momento a otro. Me despertaba de noche con alguna imagen que podría venirle mejor a la historia. Puse y quité personajes por todos lados. Varié el orden cronológico buscando el mejor enfoque y hasta estuve a punto de fusilar a la protagonista, pero acabé haciendo lo que más me gusta: dejar un final agridulce.
Lo mejor de todo es lo que voy a contar a continuación: hasta ahora siempre participaba con la ilusión de ganar. Esa vez no. Esta vez sólo quería rendir tributo a esas vidas arrebatadas: hombres salvajemente asesinados, mujeres humilladas de por vida e hijos e hijas condenados a convivir con la tristeza.
No esperaba un premio, así que ahora tengo síndrome del impostor
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Muchas gracias a todos, de verdad. Creo que es el concurso que más he disfrutado y en el que más ilusión me ha hecho leer los comentarios.
Seguimos molestándonos
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PD: Los nombres de Víctor y Amanda no estaba escogidos al azar, aunque eso ya es un pequeño huevo de pascua dentro de la historia
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