Este es uno de esos relatos que te encuentras de pronto delante de tus ojos y no sabes qué hacer con él. Sí, lo has escrito en un arrebato y lo has pulido doce días después, pero no tienes claro si es un texto para donar al mundo o para esconder en el búnker de las vergüenzas.
Y a día de hoy sigo sin tener claro qué debía haber hecho.
Llevaba meses de sequía de ideas y solo el haberme topado con este texto y no tener tiempo ni para pensar en alternativas hizo que lo presentara. Claro, el confinamiento me trajo una nueva realidad y mucha inspiración, pero el texto ya estaba presentado y, aunque estábamos en plazo, no quería desdecirme.
Sobre el relato, supongo que es lo más pornográfico que llegaría a escribir. La idea era representar a un cura concupiscente y lascivo, de esos que ha habido con tanta abundancia, pero quería huir de lo evidente, así que usé a una pobre muchacha a la que inventé una condena popular a la prostitución por su pasado republicano y que, tras un tiempo, quiere reintegrarse a la vida casta aunque eso signifique fingir que denosta sus ideas, las mismas por las que murieron sus padres.
Creo que ubicarlo en la posguerra servía para aprovechar el ambiente sórdido en el que la Iglesia había conseguido un poderío igual o incluso mayor al que tuvo durante la Santa Inquisición. Eso me serviría de pretexto para que el cura fuese tan desvergonzado que le diera igual que le vieran en el prostíbulo del pueblo.
La parte cochina salió sola. No la premedité y tampoco la evité. Bien es cierto que en las relecturas me planteé quitarla, pero por alguna razón cada vez que la eliminaba o la suavizaba sentía que el relato dejaba de ser el mismo y perdía su esencia. Gilipolleces que escritor, qué les voy a contar que no sepan ya…
Por supuesto se trata de un relato tremendamente irreverente. Puede que algún lector haya experimentado una ofensa a sus sentimientos. Por supuesto que esa no era mi intención (respeto enormemente el concepto de creencia y no tanto el de jerarquía eclesiástica) pero, si sirve de algo, aquí dejo mis disculpas más sinceras para quienes se hubieran sentido ofendidos.
Por responder a algunas dudas que han surgido de la lectura:
- La muchacha tiene miedo a ir a la iglesia aunque vaya todas las semanas. No trasciende el porqué porque la intención es que quede patente que es un sitio que le genera respeto, en parte irracional y en parte por acontecimientos pasados que no sabe identificar pero que le han dejado ese poso de temor. Decisión del autor.
- La muchacha decide que no quiere seguir en esa vida, la cual oculta a todo el mundo aunque todo el mundo la conozca, y va a confesar para intentar exculparse (por eso nunca antes lo había confesado: porque no se había hartado fuera la causa que fuese). A fin de cuentas, los curas tenían mucho poder y muchas conexiones con el poder político, especialmente el local. Ahí posiblemente me faltó trabajar ambas ideas: la del hartazgo de ella y la del poder político de él.
- La explicitación de sus actividades era una forma de poner al cura contra las cuerdas. Su intención es dejar lo de la prostitución para el final con la idea de que al cura no le quedase tiempo porque empezaba la misa, pero no surte el efecto deseado.
- Luego, al creer que el cura está nervioso ella se piensa que quiere terminar ya y entonces comienza a contar más detalles, para ver si así él queda extasiado y decide cortar la confesión, en un claro error de cálculo. Al final, cuando ve que el cura está realmente interesado, cuenta con todo lujo de detalles para intentar asustarlo o dejarlo en shock, pero es entonces cuando descubre lo que la historia cuenta.
Y por último, lo más importante, lo que todo el mundo está deseando saber, y cuya explicación me va a llevar por lo menos 50 líneas más:
No sé de dónde coño salió ese 4.
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Esto me confunde y hace que el relato se desinfle para mí.
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Enhorabuena 
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