CV8 - El Equipo 4 - Raúl Conesa

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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kassiopea
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CV8 - El Equipo 4 - Raúl Conesa

Mensaje por kassiopea »

El Equipo 4

Corría el año 69, y esa mañana amanecí con las narices metidas en la entrepierna de una rubia. El teléfono me despertó con la más bella melodía jamás compuesta: el himno nacional británico, transformado en una nana por los muslos de la susodicha. Salí de la cama de un brinco y me deslicé dentro de mi albornoz de seda rosa al tiempo que caminaba con un bailecito hacia el teléfono.
–Starr al habla.
Escuché mis instrucciones, y al colgar me di cuenta de que la rubia había despertado. Lanzándome una miradita de ésas de “ven para acá”, la señorita se revolvió sobre las sábanas.
–¿Por qué no seguimos lo de anoche, machote?
Acerqué la mano a la parte inferior de la mesita de noche.
–Lo siento, tarta de miel: Inglaterra me llama.
Le di a un botón oculto, y la cama se abrió por la mitad, tirando a la rubia por un tobogán secreto. Su chillido se disolvió en un instante.
A día de hoy sigo sin saber a dónde iba ese tobogán.
De camino a nuestra base de Abbey Road la gente se paraba a saludarme, como era habitual desde que entré en el Equipo 4, la más famosa organización de súper espías del mundo. Yo les lanzaba el saludo protocolario del Equipo: el dedo pistola. Si la desconocida era una mujer de buen ver, entonces añadía un guiño. Era el protocolo.
Ya en la puerta, me encontré con uno de mis compañeros, que esperaba con un cigarrillo en la boca, apoyado con mucho estilo en la pared. Traje azul con camisa de volantes, sonrisa de confianza y mirada penetrante: era el agente McCartney, nuestro especialista en seducción. Como yo era el nuevo, me correspondía saludar con el máximo respeto; así pues, le disparé dos dedos pistola con guiño incorporado.
–Se te olvida algo, novato.
–Uy, perdón.
Repetí el saludo con un doble chasquido de lengua. Era el protocolo.
Dentro de la oficina, McCartney pasó de largo a la señora Rigby, nuestra secretaria, ya que era una persona mayor, y por ello indigna de atención. A mí me daba lástima verla siempre sola, así que le disparé un dedo pistola. Seguimos hasta la habitación con la placa “Sala de Actividades Secretas”. Allí nos colocamos en posición y, con un “Dios salve a la reina”, se abrieron sendas trampillas en el suelo. Saqué un crucigrama para distraerme en el tobogán. Dos minutos después aterrizamos en nuestro sofá de la Sala de Operaciones y Guateques.
Al mismo tiempo aterrizó un hombre de traje rojo y camisa de satén verde, con el rostro serio, actitud arrebatadoramente fría y mostacho de actor porno. Era el agente Harrison, el experto en combate y segundo agente de mayor veteranía, después sólo del agente Lennon, que brillaba por su ausencia. McCartney alzó una ceja.
–¿Un inglés impuntual? Vergonzoso.
Se encendió la pantalla gigante de la pared, y en ella apareció el rostro más bello jamás esculpido por la mano de Dios.
–Equipo 4 –saludó la reina.
–Su majestad –respondimos con fervor patriótico.
–Tengo malas noticias, Equipo 4. El agente Lennon ha sido secuestrado por la organización terrorista conocida como los Canteros.
–¿No los detuvimos la semana pasada? –dije yo.
–No –dijo McCartney–, ésos eran los Mineros.
A finales de los 60 había tantas organizaciones criminales secretas y agencias de inteligencia que el subsuelo británico ya no estaba compuesto de tierra. Las bases ocultas se metían unas en otras, provocando situaciones incómodas que, al modo británico, solían atajarse mediante notas pasivo-agresivas. “Le agradecería que detuviera su avance, señor terrorista: este subsuelo pertenece al MI5”. “Mensaje recibido, pero sepa que somos el MI6, palurdo comeanguilas”.
Harrison carraspeó.
–¿Qué objetivo persiguen estos “Canteros”, su majestad?
–Dominación mundial, como todos, pero éstos además pagan a sus esbirros en negro.
–¡Dios santo, son unos monstruos! –me escandalicé.
–¿Sabemos quién es su líder? –preguntó McCartney.
–Se le conoce como “el Quinto”. Se hizo con el poder de los subsuelos de Primrose Hill hace dos días. El agente Lennon recibió el encargo de desmantelar su operación, pero no ha contactado desde anoche. Éste fue su último mensaje.
Sonó la melosa voz de Lennon después de un chirrido eléctrico. Había jazz ligero de fondo.
–Su majestad, he descubierto la localización de la base secreta de los Canteros: está bajo el club Rocky Raccoon. He conseguido mediante un interrogatorio sensual una audición para entrar en la plantilla. Espero infiltrarme esta noche. Se espera un gran guateque terrorista. Con suerte podré conseguir más información de alguna esbirra antes de que ésta muera trágicamente a manos de un asesino a sueldo.
–Mi clase favorita de mujer –dijo McCartney.
Su majestad carraspeó solemnemente.
–Equipo 4, vuestra misión es encontrar la base oculta de los Canteros, rescatar al agente Lennon y acabar con los planes del Quinto.
–Ya lo han oído, caballeros –dijo Harrison con su eterna serenidad, y los tres caímos por toboganes que nos llevaron en apenas un cuarto de hora al Departamento de Artilugios y Armamento, situado en la planta de arriba.
Nos equipamos con los artilugios más innovadores y los trajes de fiesta más elegantes, cada uno con su color; yo iba de fucsia, McCartney de azul celeste y Harrison de rojo. La sutileza era nuestro sello de identidad. Mientras me ponía unas gafas de oro con alicate incorporado, McCartney siseó a mis espaldas. Tenía un reloj de oro en la mano y un cigarrillo en los labios.
–Presta atención, novato.
Apuntó entonces a un maniquí que alguien había dejado convenientemente a nuestro lado. El reloj disparó un láser púrpura a la frente del maniquí, sin efecto aparente.
–¿Debería haber pasado algo?
–No, sólo funciona en personas. Si le das a alguien, el rayo alterará su mente, haciendo que se arrepienta de todas las decisiones que ha tomado en su vida.
–¿En serio?
–No, hará que cague sus tripas fuera. –Tiró la colilla al suelo, y me ofreció el reloj–. Toma, llévalo tú: yo llevo el Rolex con rayo bajabragas.
Cogí el reloj, y cuando miré arriba McCartney daba una calada a otro cigarrillo.
Ya en el garaje, subimos a nuestros deportivos de lujo y salimos por toboganes que nos dejaron junto al Rocky Raccoon. Entregamos los deportivos al aparcacoches ante las miradas de admiración de los presentes. Mientras los gorilas nos dejaban pasar delante de los pringados que hacían cola, miré a McCartney y dije:
–¿Se puede saber para qué hemos cogido los coches?
La música retumbaba en la sala principal, y las luces de colores replicaban con bastante acierto los efectos del LSD. El aire olía a perfume y tabaco, a marihuana y cócteles de frutas. A los lados la gente se meneaba de diversas formas, algunos con gracia, otros como chimpancés epilépticos. Nos acercamos a la barra y pedimos cócteles a juego con nuestros trajes. Harrison fichó enseguida la entrada secreta al fondo de la sala: tenía dos guardias armados con metralletas, y un cartel que decía “Sólo miembros de los Canteros”.
–Es menester una distracción –dijo Harrison.
McCartney terminó su cóctel de un trago y fue hacia la pista de baile. Moviéndose como sólo él sabía, pronto el club al completo quedó prendado de cada meneo de sus hombros y cada embestida de su cadera. Con todas las miradas fijas en él, Harrison y yo noqueamos a los guardias con sendos golpes de karate al cuello, y los metimos en la sala VIP. McCartney se nos unió al rato, limpiándose una marca de pintalabios. Dentro de la sala había sólo un ascensor, así que nos montamos y bajamos a la base subterránea.
El nivel inferior era un insulto al buen gusto, gris e industrial. Los suelos y paredes estaban, al menos, marcados con señales de colores que le daban algo de alegría. Tras un interrogatorio sensual a una esbirra que pasaba por allí, McCartney descubrió que la franja amarilla de la pared indicaba el camino a los calabozos (por desgracia, un esbirro la descubrió al terminar, y la mató en el acto). Nos abrimos paso a golpe de karate durante un par de minutos, dejando un rastro de esbirros noqueados dentro de sus monos plateados.
Llegamos a una sala octogonal con una compuerta en cada pared. Todas menos una estaban abiertas, y la compuerta cerrada estaba pintada de amarillo. Harrison miró particularmente serio a nuestro alrededor.
–¿Algún problema? –dijo McCartney.
–Aquí hay algo que no encaja. La facilidad con la que hemos llegado, que sólo hayamos tenido que noquear a una treintena de esbirros, que sólo hayas interrogado a una mujer… y el líder de los Canteros. “El Quinto”… Hay algo en ese nombre.
Restalló un altavoz del techo.
–Siempre agudo, agente Harrison –dijo un hombre de voz rasgada.
Las compuertas cayeron al unísono, encerrándonos en el octógono. Los tres nos colocamos espalda contra espalda.
–Esa voz… –dijo Harrison.
–¿Te recuerda a alguien? ¿A un muerto, tal vez?
–Maldita sea… Best.
–¿Pete Best? –dijo McCartney.
–¿Y ése quién es? –dije yo.
–Ah, el novato… No le habéis contado cómo me abandonasteis a mi suerte, ¿verdad?, cómo quedó libre la plaza que él ha usurpado.
–Te cayó un edificio en llamas encima –dijo Harrison–. Te dábamos por muerto.
–¡Me buscasteis un sustituto a los diez minutos! –chilló con voz de pito–. ¡Ni siquiera os molestasteis en llamar a los bomberos!
–…La verdad es que ahí nos ha pillado –dijo McCartney.
–Demasiado tarde para las disculpas, McCartney. Tú me querías fuera desde el principio. ¡Admítelo, se me daba mejor ligar! ¿Y a quién reclutáis? A un adefesio con pinta de yonqui.
–¡Eh, eh, eh! –protesté–. ¡Tampoco hace falta ofender!
–¡Tú a callar! Prepararos, Equipo 4, porque ha llegado vuestra hora.
La compuerta amarilla se abrió, revelando una docena de chavales medio dormidos, y que vestían chándales de colores. Detrás de ellos había otra docena, tirados por el suelo y esnifando pegamento. No mostraban un gran espíritu combativo. Durante varios minutos nos dedicamos a atizarlos con golpes de karate, hasta que no quedó ninguno en pie.
–Podemos hacer esto ocho días a la semana –me burlé.
–¡Esto sólo es el principio! –chilló Best. Siguió hablando después, pero ya no se dirigía a nosotros. Los tres nos quedamos mirando al altavoz del techo–. ¿Cómo han podido dar una paliza a nuestros hombres? ¿Cómo dices? ¿Chavales del barrio? ¿Que esnifan pegamento? ¿Tan mal estamos de presupuesto?… ¡Vale, vale, lo pillo! Tú, coge a todos los que queden. Sí, tú. Id ahí y rodead la sala. ¿Cómo que el mic…? Me cago en l…
Sonaron unos golpes antes de que se cerrara la comunicación. Los tres corrimos al interior de la sala amarilla. Cogí a uno de los chavales del cuello de su chándal. Le pregunté de buena manera si había una salida, y él, con los ojos entrecerrados y la mirada perdida, me pidió algo de calderilla. Le di unas monedas, y él señaló el techo de rejilla. Un cuadrado oscuro en la esquina indicaba que allí había algún tipo de conducto de ventilación. El problema era que el techo estaba a cuatro metros del suelo.
Así pues, empezamos a apilar a los chavales en la esquina. Estaban tan idos que no ofrecían ninguna resistencia, lo que no quitaba que oyéramos “Hermano, ¿me das pal autobús?” y “Una monedita para un cristiano” una y otra vez. En los pasillos anexos al octógono, visibles a través de los cristales de las compuertas, los esbirros de Best se acumulaban, esperando a atacar todos juntos.
Me encaramé a la pila de chavales, pisando sin querer la cara de alguno, e intenté llegar al techo, pero no lo tocaba ni saltando. McCartney me ayudó a ponerme de pie sobre sus hombros. Palpé el techo buscando algún mecanismo, pero la rejilla era una sola pieza. McCartney gruñó bajo mis pies.
–Las gafas, novato.
Divina providencia. Me quité las gafas y separé las patas. Las junté entonces para formar un alicate de acero con filo de diamante monomolecular. Dicho de otra manera: cortaba la rejilla como si fuera mantequilla. Me puse manos a la obra, y cuando pensaba que ya nos salvábamos, las compuertas se abrieron. Docenas de esbirros entraron al unísono.
Harrison nos miró, muy serio él, y dijo:
–Yo los retendré.
Y sin más, se lanzó contra ellos. Los golpes de karate volaron por el octógono. Me llevó unos segundos, pero terminé desprendiendo un círculo de la rejilla. Subí con un impulso de McCartney, y una vez arriba me dispuse a subirlo. Por desgracia, los esbirros se habían ocupado de Harrison, y alcanzaron a McCartney antes de que pudiera coger mi mano.
–¡En la cara no! –le oí gritar mientras me daba la vuelta y echaba a gatear.
Ya sólo quedaba yo.
Llegué a un salón gigantesco. Miré por una rejilla del conducto, y vi a Best sentado en una silla giratoria, en una plataforma elevada sobre el resto del salón. Llevaba traje blanco con camisa blanca, guantes blancos y corbata blanca, así que tenía que ser bastante maligno. Su calva brillaba y marcaba el contorno de unas cicatrices aun más malignas que su atuendo. Junto a él había dos figuras, una mujer y un hombre, también vestidos de blanco los muy sosos. Ella era una asiática más bien feúcha, de cuerpo delgado y cara de haber mordido un limón. Él llevaba una máscara dorada con forma de cráneo. Detrás de ellos había una consola con diversas pantallas, teclados y botones. El ángulo no me dejaba ver más allá. Bajo la plataforma, a los flancos de un pasillo central, había una multitud de científicos sentados frente a consolas de todo tipo.
Es habitual ver científicos trabajando para organizaciones criminales secretas. Al fin y al cabo, cuando uno se doctora por una universidad pública, sus opciones son el crimen o servir mesas.
Llegaron cinco esbirros empujando a Harrison y McCartney, que llevaban las manos engrilletadas. Harrison tenía mala pinta, pero McCartney se había librado de la peor parte. Los esbirros los presentaron ante Best.
–Ah, caballeros, me alegra que hayan podido llegar a tiempo. Justo me disponía a llevar a cabo mis planes.
Harrison escupió sangre sobre el suelo.
–¿Qué te propones, Best? ¿Qué has hecho con el agente Lennon?
–Lennon está perfectamente –dijo el hombre de la máscara–. De hecho, está mejor que nunca.
Tiró la mascara a los pies de mis compañeros. Era el agente Lennon, con sus gafitas redondas y su pelambrera despeinada.
–¡Lennon! –se sorprendió McCartney–. ¿Que significa esto, y cómo se te ocurre vestir tan soso?
–La moda ya no me concierne. He encontrado el amor, y eso es todo lo que necesito.
La mujer le metió la lengua hasta la faringe. McCartney sacudió la cabeza, incrédulo.
–¿Esa cosa? ¿En serio? ¿No te parece que has bajado demasiado el listón?
–¡Silencio! –dijo Best–. Puede que Ono no sea nada en cuestión de físico, y tampoco de personalidad, y la verdad es que apenas sirve para nada, pero es… ehm… decente en telecomunicaciones.
–¿Qué pasa, es que no puede defenderse ella sola?
Lennon la abrazó mientras ella miraba a McCartney de una forma extraña. El conducto de ventilación se extendía hasta quedar encima de Best y su consola. Pensando que podría dejarme caer sobre ellos, me desplacé a gatas.
–¿Le pasa algo en los ojos? –dijo McCartney.
–Yoko se comunica con la mirada. Hablar es muy mainstream para ella.
–Basta de hablar de Ono –dijo Best–. Por fin ha llegado el día de mi venganza. En cuanto mis esbirros capturen al agente Starr, os obligaré a ver cómo lanzo un misil nuclear sobre el palacio de Buckingham, ¡y a tomar por culo la reina!
–¡Estás loco! –acusó McCartney.
Best bufó con desdén.
–Hablas igual que mi psiquiatra.
Me coloqué al fin sobre ellos. Miré por una rejilla distinta, y lo vi: frente a la consola se erigía un misil tan grande que desaparecía detrás del suelo y el techo. Best se dio la vuelta y empezó a tocar los botones. Intenté desprender la rejilla, pero sólo logré que crujiera el conducto.
–¿Qué ha sido eso? –dijo Lennon.
Se me pusieron los huevos por corbata.
–¿Qué? –dijo McCartney–. Yo no he oído nada, creo que estás perdiendo la cabeza.
–A ver si traen de una vez a ese usurpador –dijo Best–. No será lo mismo si no estáis todos presentes.
–Tranquilo –dijo Harrison–, estoy seguro de que Starr hará acto de presencia cuando llegue LA HORA.
–¿Qué? –se extrañó Best, apartando la vista de la consola.
–Ha dicho que Starr llegará cuando sea LA HORA.
Me quedé quieto, pensando a qué venía ese tonito tan raro, cuando recordé el reloj que McCartney me había entregado. Podía disparar por la rejilla. No obstante, el conducto crujió bajo mi peso, se hundió un poco, y después se rompió del todo. Caí a plomo, gritando durante el descenso, y aterricé encima de Lennon. Rápidamente saqué el alicate, separé las dos mitades, y las arrojé como si fueran cuchillos a los grilletes de Harrison y McCartney. Libres de sus ataduras, los dos se lanzaron sobre los esbirros de Best mientras él centraba su atención en la consola.
La chica de Lennon se postró sobre él.
–¡John, John! ¡Hijo de puta, lo has matado!
–¿No se supone que tú no hablas?
Desquiciada, Ono desenvainó un cuchillo y fue a por mí. Di un paso atrás, asustado, y entonces recordé el reloj. Le disparé un rayo púrpura a la frente, parándola en seco. Se echó las manos al vientre, y se abultaron sus pantalones. Chilló como una loca, corriendo sin control. La parte de atrás de su pantalón se rompió por la presión, vertiendo sus tripas por el suelo. De tanto correr cayó finalmente por el hueco del misil, arrastrando las tripas durante el descenso, y su chillido se apagó a los pocos segundos.
–Muerde limones en el infierno, loca de los cojones.
Los altavoces de la sala resonaron con rotundidad: “Cuenta atrás iniciada. Ignición en sesenta segundos”.
Miré a Best, que se erguía orgulloso sobre su consola.
–Me alegra que hayas llegado a tiempo, Starr. Ahora podrás morir sabiendo lo que va a pasar, sabiendo que has fracasado.
Ambos cargamos al mismo tiempo. Intercambiamos golpes de karate y patadas a la espinilla durante unos instantes, y entonces Best me derribó con un barrido a los tobillos. Caí al suelo, y él se me echó encima, poniéndome un cuchillo en el cuello. “Ignición en diez segundos”. Best me miró fijamente a los ojos, permitiéndome admirar de cerca sus repugnantes cicatrices.
–Aun llegarás a verlo tú mismo. Enhorabuena.
Presionó el filo contra mi nuez, y entonces un láser azul celeste le dio en la cabeza. Best se apartó de mí con la mirada perdida, y yo corrí hacia la consola. Analicé el teclado principal. Había un gigantesco botón rojo etiquetado “Abortar lanzamiento”.
–Pues sí que es conveniente.
Esperé a que quedara un segundo para darle más emoción, y entonces le di al botón. “Ignición cancelada”. Miré a Best, que se quitaba la ropa poco a poco, lanzando miradas seductoras. McCartney y Harrison terminaron de noquear a todos los esbirros, y se acercaron después a la consola. Los tres nos quedamos mirando a Best.
–¿Por qué hace eso?
–Es el efecto del rayo bajabragas –dijo McCartney–. Se quedará así hasta que alguien le dé un buen revolcón.
–A mí no me mires –dije yo.
Los tres echamos a reír.
Un chillido se acercó a toda velocidad. Yoko Ono salió disparada desde la salida de un tobogán oculto en la pared, estrellándose de cara contra el suelo. Sin perder un segundo, se levantó chillando y salió corriendo hasta caer de nuevo por el hueco del misil, arrastrando sus tripas por el camino.
Dice una leyenda urbana que en el subsuelo de Londres un espíritu recorre eternamente los sistema de toboganes, chillando como un alma en pena. Me reconforta pensar que pueda ser cierto.
Esa noche celebramos nuestra victoria en la Sala de Operaciones y Guateques, rodeados de gente, música y cócteles. Era la noche de un día duro, y esas noches siempre son las mejores. Discutíamos en nuestro sofá el futuro del Equipo 4, ahora que habíamos perdido a un agente, cuando se acercó a nosotros un hombre de traje negro con pajarita, con el pelo largo y el rostro afeitado, como si fuera una versión más sofisticada del propio Lennon.
–Caballeros.
–¿Le conocemos? –dijo McCartney.
–Su majestad la reina me envía para sustituir al agente Lennon.
Alzó la mano para pedir un martini seco, y se ajustó la pajarita. Dejé mi cóctel sobre la mesa, y me levanté para estrecharle la mano.
–¿Cuál es su nombre, agente…?
El sustituto estrechó mi mano con firmeza.
–Clapton, Eric Clapton.

FIN
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Raúl Conesa
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Raúl Conesa »

Me ha matado la explicación de los científicos :lol: .

Vaya relato, un equipo de Austin Powers y un argumento simple y directo al grano. De hecho, tal vez ése sea su mayor problema, que se mueve a un ritmo frenético. Apenas hay descripciones de nada, y eso hace que cueste visualizar los entornos. Pero oye, me ha sacado unas risas. Y he pillado algunas referencias: ese "he encontrado el amor, y eso es todo lo que necesito". All you need is love. Muy sutil, pillín/a.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Jarg
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Jarg »

Autor, me has hecho reír a carcajada. Lo de pintar a los Beatles como una parodia de espías de los sesenta es bastante original, aunque en algunos momentos ha habido algún salto de James Bond a Pajares y Esteso :lol: . Lo de la cama-tobogán me ha recordado a la cama de Barney Stinson en Cómo conocí a vuestra madre.

En general me ha gustado, sobre todo porque escribir comedia siempre me ha parecido más difícil que escribir drama. Una de las frases que más me ha hecho reír:
Harrison fichó enseguida la entrada secreta al fondo de la sala: tenía dos guardias armados con metralletas, y un cartel que decía “Sólo miembros de los Canteros”.
También están bien intercaladas las referencias a canciones de los Beatles, como la de Eleanor Rigby.

Como pegas, sólo una: el que hayas usado guión en lugar de raya para los diálogos (un error que también cometí yo en el concurso del verano pasado). Aparte de eso, te ha quedado una historia muy divertida. Mucha suerte en las votaciones :)

P.D.: ¿Ha sido impresión mía o le tenías ganas a Yoko Ono? :lol:
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Tolomew Dewhust
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Lo leí anoche, mientras degustaba un nescafé fresquito con galletas de chocolate... Como hay golpes buenos en cada párrafo, hice cuanto pude para mantener el tipo, pero fue leer eso de "Una monedita para un cristiano" y ya no pude más: la leche me salió disparada por la nariz como la sangre al maestro Mutenroy.

Lo pasé muy bien leyéndote, socio.

Lo cierto es que siento envidia de cómo os sale la vena humorística a algunos de vosotros de manera tan natural. Por contra, yo, que fuera de Matrix me considero un tipo divertido y con sentido del humor, luego soy totalmente incapaz de desarrollar una historia como esta: fresca, ágil, llena de golpes. Además es que justo algo así pretendía traer al concurso... lo que pasa es que hacer humor es -creo que lo ha dicho Jarg- lo más complicado del mundo.

La historia, además de divertida, tiene un desarrollo coherente; es casi como ver una peli de Agustín Powers en cinco o diez minutos de lectura.

Fíjate: me he despertado a las cinco porque ayer se le cayó un diente a la niña y quería comprobar si el ratoncillo Pérez había pasado por aquí. Luego me he liado con la lectura de los periódicos digitales y, cuando rebosaba de emérito por aquí, rey emérito por allá, el cuerpo me pedía volver a leerte.

Ha sido buena idea, porque anoche se me escaparon otros puntos buenos del texto, como cuando se tiran del tobogán para llegar al Departamento de Artilugios y resulta que está en una planta superior, :meparto:, o eso de que Yoko abrazaba a Lennon mientras miraba a Paul de una manera extraña, jajajajakajaja.


A finales de los 60 había tantas organizaciones criminales secretas y agencias de inteligencia que el subsuelo británico ya no estaba compuesto de tierra. Las bases ocultas se metían unas en otras, provocando situaciones incómodas que, al modo británico, solían atajarse mediante notas pasivo-agresivas. Esto es mortal, :cunao:.

Resumiendo: el relato es una mega paranoia y como pase Ukiah por aquí te va a poner fino... pero a mí me ha encantado.


Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Raúl Conesa escribió: 03 Ago 2020 19:05 Me ha matado la explicación de los científicos :lol: .
Es habitual ver científicos trabajando para organizaciones criminales secretas. Al fin y al cabo, cuando uno se doctora por una universidad pública, sus opciones son el crimen o servir mesas.

:meparto:

El fragmento es mooooortal de bueno. La cuarta pared de Deadpool, :cunao:.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Gavalia
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Gavalia »

Es inevitable reir con este trabajo. Todo lo que cuenta y como lo cuenta tiene su buen tino. Una especie de caos, dentro de una peculiar realidad, que intenta tener orden. El absurdo como hilo argumental y la frescura de sus personajes hacen de este cuento un buen relato. Enhorabuena.
--- Pareces atribulado!!
--- No entiendo... tan sólo me estoy cagando.
--- Corre raudo, pues...
--- ¡Por los dioses! ¡¡¡Necesito un diccionario!!!
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Isma
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Isma »

No me ha gustado, lo siento. Este humor no es lo mío. Los detalles de los Beatles y de la época son insuficientes para mí. La historia tiene buen ritmo pero la trama se queda corta, como algo ya visto. Está bien escrito, eso sí.
Gracias por participar y perdón por no hacer un comentario más productivo (no saco tiempo ni en vacaciones).
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Mario Cavara
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Mario Cavara »

Confieso que me ha costado leerlo entero. Y eso que reconozco que tiene golpes buenos y graciosos, pero desde un punto de vista literario no le he encontrado nada vistoso al relato, nada destacable. Una sucesión de chistes, solo eso. No dudo que tenga su mérito, pero la verdad es que a mí ese tipo de literatura no me va, habría estado bien en plan tebeo, con viñetas y esas cosas, a lo Mortadelo y Filemón, pero como texto literario ya digo que no me seduce. Pero vamos, que es algo mío personal, que soy un tanto soso para este tipo de cosas :cry:
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rubisco
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por rubisco »

El relato tiene una intencionalidad clara, que es hacer reír. Y lo consigue. En ese sentido ha triunfado de sobra.

La pena que me queda es que recurre más de lo que me gustaría a la exageración, y, en vez de soltar algún chascarrillo de vez en cuando, aparecen numerosas menciones humorísticas en un solo párrafo, quitándole el poso de seriedad que creo que le vendría bien. Para que me entiendas, autor, un espejo en el que yo me hubiera querido reflejar de escribir esta historia sería en el de Eduardo Mendoza. El relato tiene las bases, sin duda.

Espero regresar de nuevo.
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Megan
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Megan »

Autor/a, me encantó tu relato.
Me pareció muy bueno, la idea de hacerlos espías me pareció genial.
Tiene muchas partes graciosas que vienen muy bien para darle más sabor a la historia ya de por sí divertida.
Lo de Paul con un Rolex baja bragas está impresionante y lo que me reí de los toboganes que llevan al piso de arriba :mrgreen:
Y esto es algo de morirse:
–¿Qué objetivo persiguen estos “Canteros”, su majestad?
–Dominación mundial, como todos, pero éstos además pagan a sus esbirros en negro.
–¡Dios santo, son unos monstruos! –me escandalicé.
:lol: :lol: :lol:
La verdad que estuviste genial, lo disfruté muchísimo con todas esas locuras, la verdad que tus musas se portaron como unas reinas.
Y qué decir del final, desopilante, nada más ni nada menos que Clapton sustituyendo a Lennon, buenísimo.
Te felicito, un relato redondo, tampoco me olvido de las canciones que nombraste.

Mucha suerte y muchísimas gracias por compartirlo :60:
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Mister_Sogad
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Mister_Sogad »

Menudo relato te has marcado, autor/a. Aunque al inicio se me ha levantado una ceja en plan "no sé si me va a gustar", conforme avanzaba en la lectura me he dejado llevar por el tono cómico y despreocupado y has logrado irme sacando sonrisa tras sonrisa. Así pues, la idea me ha gustado, tal vez en algún punto se me ha antojado una historia algo descuidada pero puede que, precisamente ahí esté la gracia, ya que en mi opinión le otorga cierta frescura, o libertad para no ceñirse tanto a normas o reglas.

Pienso que has apostado por reproducir una película de espías en plan comedia (a lo Austin Powers o Johnny English) jugando a veces con lo absurdo que tienen estas metiendo elementos y acciones no muy realistas junto a situaciones y escenas que alteran las leyes de la física (y otras cosas más). Pero es que, de este modo, otorgabas la entidad que creo buscabas para esta historia. También creo que se puede ver que te has pensado todo o, al menos, tenías claras ciertas cosas de The Beatles, sean clichés, críticas y opiniones, que siempre los han acompañado.

Narrativamente no me he perdido en la lectura por lo que tiene cierta fluidez, sin embargo, a falta de posteriores lecturas, creo que el texto es algo descuidado, por ejemplo me da la impresión como si faltasen elementos que "perfilaran" bien la continuidad en ciertas acciones que se desarrollan; aunque bien puede ser esto solo una sensación de primeras. No es que no se comprenda lo que se lee, sino que parece como si hubiera cierta tosquedad. Y perdona por esto que digo pues quizá no me explique bien. Puede que estas sensaciones que he tenido se deban a que escribiste todo en plan rápido, del tirón o, probablemente, te fluían demasiadas ideas en la cabeza! :paranoico:

En el aspecto visual ha sido una explosión de elementos estrambóticos y excéntricos que pegan muy bien con la historia o idea, y que son muy útiles para moldear un relato original y divertido.

Mucha suerte en el concurso. :60:
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Iliria
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Iliria »

Es que escribir en clave de humor es complicado. El/la autor/a lo consigue, sin duda :cunao:
Como no estoy muy familiarizada con los Beatles ni con la época, se me escapan cosas (una lástima), pero muy bueno el toque Mortadelo/Anacleto que le das al tema.

Gracias por participar, y suerte :60:
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Ratpenat
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Ratpenat »

Es facilín de leer este también. Bueno para el relatos y se nota que te lo has currado para cumplir ambas temáticas. No me he reído demasiado, tampoco quiero mentirte, porque no es mi tipo de humor. Pero te has tirado de cabeza al relato y es muy entretenido. Gracias :hola:
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Mister_Sogad
Tigretón
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Mister_Sogad »

Dentro del submarino amarillo pilotado por un tigre verde:

<<El Tigre miraba con una franca sonrisa a los Beatles sentados sobre el amplio sofá, en el corcho de la pared del enorme camarote una nueva fotografía seguía centrando la atención del cuarteto. En ella se veía un batiburrillo de personas peleando a conciencia con gestos de lo más variopintos.

—Pues en este lo pasamos bien —Rompió el silencio Ringo Starr acariciando su traje de terciopelo fucsia. Le brillaban los ojos y no dejaba de sonreír.
—Sí claro, haciendo el tonto —Replicó George Harrison mientras echaba una ojeada de disgusto a las exageradas solapas de su traje rojo.

En los extremos del sillón McCartney, embutido en una chaqueta y pantalón azul eléctricos, echaba miradas de reproche a Lennon, que con mirada perdida relucía trajeado en blanco níveo.

El Tigre volviendo su atención a la instantánea, susurró:

—Hay que ver cuánta imaginación.>>
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Megan
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Re: CV8 - El Equipo 4

Mensaje por Megan »

Imaginación para vestirlos, Tigretón :lol: :lol: :lol:
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