CP XVI - Nubes del mar - Iliria

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CP XVI - Nubes del mar - Iliria

Mensaje por lucia »

NUBES DEL MAR

Ilós encontró en el ala oeste el espacio abierto y solitario que buscaba. La noche comenzaba a apagar los tonos del crepúsculo en un azul fugaz antes de volverse tinieblas. Flotaba en el aire un aroma a salvia, a ciprés y a pino que le sumergía en la calma, lejos de la algarada que resonaba entre las paredes del recinto. Nadie le extrañaría. Casi echado sobre las escalinatas, contemplaba el edificio semiderruido, en parte tan similar a los que había visto en su Micenas natal. ¿Qué habría ocurrido antes de que ellos llegasen?
—¡Maldita sea! Aquí no hay nada que llevarse—había exclamado Jalepo, antes de dejarse caer en un banco de alabastro, de donde ya no se movió en toda la tarde.
Sin embargo Jalepo, como jefe del grupo, había ordenado a sus hombres que buscasen por el lugar lo que fuese. También Ilós había tomado parte, aunque con disimulo se escabullese para admirar cuanto quedaba de los frescos en las paredes, sus colores rojos, azules, blancos, que parecían saltar a los ojos de cualquiera que los contemplara. Como los de Micenas, sí, pero quizá más antiguos. Igual de evocadores. Animales marinos y terrestres, toros sobre cuya grupa pirueteaban los acróbatas, flores, ofrendas, bellas mujeres de senos descubiertos y muchachos esbeltos y fuertes. Pero habían hallado el lugar vacío. ¿Dónde estaba toda aquella gente?
Varios hombres habían encontrado abundante grano en los silos. Otros—y esto entusiasmó más al cabecilla—jarras de vino todavía selladas. Algunas cabras que merodeaban sin pastores completaron el festín del que ahora disfrutaban, no sin antes haber cargado los barcos con todo lo que pudieron. Como era su costumbre, Ilós había buscado un lugar tranquilo. Podía alejarse de Jalepo y de sus hombres, pero no de sus recuerdos ni de lo que se había convertido. Aún tenía grabada en su mente la primera imagen del cabecilla, sus ojos zarcos entre los cuales la cicatriz de un espadazo surcaba todo el rostro en diagonal. Sus dientes podridos en una sonrisa al descubrir a un asustado Ilós de unos tres años escondido en su choza, sin haber tenido tiempo de correr hacia la ciudad fortificada, que acabó envuelta en llamas y tomada por aquellos dorios salvajes. Diez años habían transcurrido desde entonces.
Jalepo lo había tomado como quien por capricho se apodera de un cachorro. Acabó creciendo y, aunque había aprendido a luchar como ellos, la guerra y el pillaje no formaban parte del espíritu de Ilós. Ni siquiera ese era su nombre. Tampoco recordaba el verdadero. Al verlo por vez primera, Jalepo había exclamado: “¡Ilós!”, pues nunca había visto a nadie con un ojo azul y otro marrón, y a su ruda mente sólo pudo acudir la imagen de alguien bizco.
—Vamos, camina.
Se incorporó de un salto. Reconoció la voz de Kyón, otro de los jóvenes micénicos adoptado por los dorios y que, respondiendo al nombre que Jalepo le había dado, deseaba agradar a su amo a toda costa y lamer su mano. No iba solo. Arrastraba a un pobre anciano que gemía y se lamentaba. Se detuvieron a la altura del muchacho.
—Vente, Ilós. A Jalepo le va a encantar esto.
Sin embargo dejó que el bandido y su prisionero entrasen en las ruinas. No deseaba presenciar el interrogatorio de otro cautivo que caía en sus garras. No esa noche. Sentía de nuevo como si una segunda alma se agitara dentro de él, se debatiera por poseerlo y convertirlo en un ser distinto. En momentos como ese, recordaba las palabras del oráculo a propósito de la anomalía en su iris: “Con un ojo verás la bondad, y con el otro la maldad del mundo” .
.
Antes del amanecer, Jalepo despertó a patadas a varios de sus dorios, que rezongando y frotándose sus doloridos traseros fueron a reunirse en el patio central con el grupo de micénicos ya dispuestos para la marcha. En la penumbra, entre las rojas columnas que rodeaban el recinto, Ilós vio cascos redondos de bandas broncíneas, rematados en enhiestos penachos, escudos de madera y cuero, espadas y lanzas de puntas de hierro salir a campo abierto. También los contemplaba Kyón, sentado en el suelo, sorbiendo una sopa de cereal en un cuenco grasiento.
—Al viejo que traje anoche sólo hubo que romperle un brazo y los pocos dientes que le quedaban. Confesó enseguida. Es un comerciante que negocia con Alashiya y otros reinos del Este. Dijo además que los habitantes de aquí huyeron a la montaña en cuanto nos avistaron. Será fácil para los nuestros encontrarles.
Ilós no pareció escucharle. Un pensamiento le rondaba sin parar:
—Este mundo se ha desmoronado…
—Algo así dijo ese abuelo. Los dioses agitaron la tierra el pasado invierno y todo esto—su dedo manchado de pasta trazó un círculo—se vino abajo. Lo intentaron reconstruir cuando la mayor parte de la población enfermaba y moría casi al mismo tiempo. Por eso sus naves quedaron en el puerto sin poder atacarnos. A saber qué sacrilegio habrán cometido…
—¿Y nosotros? ¿Acaso no somos también unos sacrílegos, llevando muerte y miseria por doquier?
—No me cuentes historias. ¿Qué mal hicimos tú y yo aparte de que tu ciudad y la mía no se soportasen? La lluvia dejó de regar nuestros campos, los animales morían y sus cadáveres envenenaban los pozos. Y tu familia no sé, pero la mía me abandonó cuando ya éramos demasiados hermanos para tan poco alimento. De no ser por Jalepo hubiese reventado en cualquier camino. Si tengo que convertirme en dorio, que así sea.
Kyón se levantó y al marcharse arrojó el cuenco en mitad del patio. Los añicos se esparcieron por la superficie empedrada. La mirada de Ilós siguió el trazado que habían dejado hasta la pared del lado opuesto, donde se apoyaban las espadas de quienes habían quedado en el asentamiento. Puede que Kyón estuviera en lo cierto, y su sino fuese mezclarse con los dorios.
.
Las noticias que trajo el grupo armado de Jalepo resultaron ser nefastas. Además de haber sido imposible apresar a los lugareños, regresaron menos hombres. Uno de los dorios relató lo sucedido:
—El ascenso por esas montañas fue tan difícil que muchos tuvimos que dejar nuestros escudos en tierra. Esos perros minoicos están asentados al otro lado, en lo alto de unos desfiladeros tan estrechos que apenas podíamos avanzar en fila. Estaban esperándonos, y conforme íbamos llegando tan mal pertrechados hasta ellos, obligados a abordarlos de uno en uno, nos arrojaban enormes piedras, haciéndonos perder el equilibrio, o directamente nos empujaban al abismo. La mitad de nosotros ha acabado estrellada contra las rocas.
Al escuchar esto, Jalepo comenzó a proferir toda clase de maldiciones y a derribar a puñetazos y patadas los pocos enseres que aún quedaban en pie. Arrojó de allí a sus hombres, no sin antes ordenar que se apoderasen de las reservas de grano y del ganado que quedaba libre y arrasaran todos los campos, a punto como estaban de dar sus cosechas. Luego, más calmado, encomendó a Kyón la custodia del comerciante prisionero. Embarcaría con ellos para guiarles por mar a las tierras del Este.
.
Durante las noches siguientes casas, cultivos y bosques ardieron por toda la zona. Dorios y micénicos corrían ebrios de un lado para otro mientras proferían aullidos y sus rasgos humanos parecían desdibujarse bajo las teas que esgrimían. Desde la distancia, oculto tras unas rocas, Ilós los observaba sobrecogido. Su temor no era por lo que veía, sino porque comprendía lo que en ese momento anidaba en el corazón de esos hombres. En un pasado reciente también él lo había sentido. Como si alguna divinidad malévola hubiese puesto por unos momentos el mundo en sus manos. Destruían y con ello se sentían dioses. En el pecho de Ilós comenzó a arder el odio hacia ellos. Y hacia sí mismo. Su mente comenzó a perfilar ideas incoherentes, pero con el único fin de liberar al prisionero del barco y huir.
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La noche todavía era cerrada más allá del resplandor de los incendios. En el puerto, los curvados cascos de las barcas invasoras oscilaban junto a los de las minoicas en suave mezcolanza. Desde la orilla el aire salobre llevaba a Ilós el olor a cabra asada que Kyón y algunos hombres daban cuenta en unas brasas. También podía escuchar sus voces pastosas y sus palabras incoherentes por los vapores del vino. Con sigilo, se adentró en el agua hasta llegar a la barcaza de Jalepo. Trepó por la madera de estribor y halló al prisionero sentado en el suelo, con las manos atadas al mástil. Al acercarse para liberarlo se percató de que no estaba dormido. Su cuerpo aún caliente pronto daría muestras de rigidez. Entonces tomó otra decisión. Como pudo, despojó al anciano de sus ropajes y volvió a saltar de nuevo al agua, escabulléndose entre las sombras.
.
Ilós recorrió la isla en dirección sur. Siguió durante varias jornadas el curso de un arroyuelo próximo a la linde de los bosques. El agua estaba asegurada, pero la escasez de alimento comenzaba a ser un problema. Sin duda, las gentes hambrientas habían acabado con la caza. Para Ilós el último recuerdo de carne provenía de un conejillo que días atrás había despellejado con su daga, un pedazo de hierro que él mismo intentó forjar en su niñez y que todavía conservaba haciendo caso omiso de las burlas.
A pesar de sus ropajes minoicos, decidió eludir las poblaciones todo lo que pudo. Su dialecto micénico le delataría. Sin embargo, cuando no estaba oculto en los bosques, pudo observar que Jalepo y los suyos sólo habían sido un problema más para los isleños. Por todas partes campesinos y pastores parecían recomponer lugares derruidos o incendiados. La desolación y el miedo se reflejaban en sus rostros, y quienes podían huían y se refugiaban en las montañas. Cuanto más avanzaba hacia el mediodía, más se repetía una palabra: peleset. Así pues, otros invasores hacían estragos desde la costa sur. Ilós no tardó en verlos. Fue el día que alcanzó el litoral bajo un cielo azul boyante de nubes. Nubes del mar. Aquel espacio de placidez inalcanzable para los hombres y sus miserias.
Le asombró la visión de los peleset, los penachos rojos que cubrían totalmente sus cascos, los faldellines triangulares y las corazas broncíneas que completaban su indumentaria. Sus barcos eran bastante similares a los que había visto hasta el momento, salvo por la madera tallada en forma de cabeza de ave que remataban proa y popa, pintados con la misma profusión que los frescos minoicos. Quizá ellos mismos lo fuesen. Parecían entenderse con grupos de hombres vestidos a la manera en que ahora lo hacía Ilós, y que ayudaban a cargar los barcos. Lo acostumbrado para el joven. Asaltadas y sometidas, algunas gentes que lo habían perdido todo se unían a los atacantes para engrosar sus filas y lanzarse sobre el siguiente pueblo. Si Ilós se unía a ellos, probablemente tendría que volver a luchar o dedicarse al pillaje. Pero estos peleset tenían lo que él ahora mismo necesitaba: barcos que le ayudasen a dejar la isla.
….
—Aquí tienes lo tuyo.
Ilós guardó en su bolsa cuanto le correspondía: un par de ajorcas de cobre que intercambiaría en cualquier taberna o lupanar en cuanto tocasen tierra. Migajas, teniendo en cuenta lo que el botín podía dar de sí. Y lo que los peleset se habían quedado del barco rodio interceptado en su travesía a Egipto. Prefirió no decir nada, pero algunos micénicos y cretenses comenzaron a protestar al recibir la misma parte.
—¡Callaos, chusma! O correréis la misma suerte—amenazó el jefe peleset, señalando con el filo ensangrentado de su espada los comerciantes pasados a cuchillo.
En el fondo, Ilós sabía que el jefe podía cumplir con su amenaza, pero no lo haría. No le interesaba. Al final los extranjeros enrolados resultaban útiles como remeros, para reparar el velamen y los aparejos o para subir las mercancías a bordo. Y tampoco eran tan fáciles de reemplazar. No todos quienes en aquellos tiempos convulsos habían sufrido alguna calamidad en su tierra de origen estaban dispuestos a unirse a cualquier horda de bandidos. Preferían recomponer sus hogares e intentar seguir adelante. Sólo quienes no tenían nada que perder se lanzaban a un destino incierto. Ilós lo sabía, y por ello siguió remando.
Siguieron remando. La vida en el mar era tan pronto invariable y constante como las aguas en un calmo día de estío, o agitada y azarosa como las olas en mitad de una tormenta. Pasaron los años. Y con ellos, Ilós pareció resignarse a la voluntad de Ares. Vio encallecer sus manos a golpe de remo, su piel volverse cuero al sol y los surcos que el látigo del cómitre abría en sus espaldas dolían cada vez menos con el salitre. Y sin embargo, al contrario que sucedía con aquellos extranjeros, Ilós había demostrado en alguna ocasión su valentía y su habilidad con la espada. Por eso, los jefes peleset mostraban alguna deferencia con él y sólo se burlaban y le lanzaban desperdicios en vez de arrojarlo por la borda cuando hablaba de sus planes de vivir en Egipto.
—Allí tratan a los extranjeros peor que al estiércol. ¿Crees que te recibirán postrándose a tus pies y dándote tierras? ¿Que sus mujeres querrán mezclarse con tu sucia sangre?
—No será muy diferente su trato del vuestro...
—Sin duda el sol te ha dado de pleno en la cabeza. No seas necio y sigue con nosotros. También vamos a Egipto, pero no tocaremos a su puerta mendigando nada.
De hecho, los jefes peleset estaban coaligándose con otros grupos errantes de tribus lukka y tjeker para atacar el delta del Nilo. Los libios también estaban descontentos con el país vecino. Corrían rumores de que el ejército egipcio, o al menos gran parte de él, estaba ocupado poniendo orden en Siria.
—Además—argumentaban los peleset—no son buenos marineros. Con la ayuda de nuestras tribus hermanas venceremos a su flota.
Conforme se sucedían las jornadas y navegaban en dirección a la costa, Ilós veía a sus espaldas las nubes del mar oscurecerse con el color de la tormenta. Un mal presagio. A sus naves se iban sumando las de otras gentes que él no había visto jamás. Sus jefes pasaban de unos barcos a otros, hacían planes, sellaban pactos y se emborrachaban con las pocas reservas de vino, confiados en nadar pronto entre las riquezas de Egipto. Las esperanzas se fueron contagiando entre toda la tripulación, de modo que Ilós pronto se encontró solo.
.
—Por todos los demonios del Hades… ¿Qué ha sucedido?
La imagen que ofrecía el delta era muy distinta de lo que pensaron encontrar. Al ya dificultoso paso entre los cañaverales se sumaban algunas naves egipcias inundadas, escoradas, los mástiles quebrados. De algunas velas incendiadas todavía subían pequeñas columnas de humo. Salvo el chapoteo del agua contra los oscilantes navíos, todo estaba en un ominoso silencio. ¿Acaso se les había adelantado otro ejército? Lo acontecido, fuese lo que fuese, era muy reciente. Ilós frunció el ceño:
—¿Y los cadáveres?
Los timoneles maniobraron con cuidado. Conforme se adentraban en la desembocadura, más arduo era el avance. A los navíos egipcios semihundidos le comenzó a suceder una maraña de empalizadas que comenzó a atascar las naves, hasta un punto en el que ya no pudieron avanzar ni dar la vuelta. Tras la barrera, comenzaron a divisar más velas egipcias, esta vez de naves intactas. Entonces comprendieron.
—¡Es una trampa!
Desde todos los puntos comenzaron a llover flechas. Los arqueros egipcios, bien posicionados desde la altura de sus castillos de proa, dispararon en masa contra los peleset. De las naves hundidas como señuelo también comenzaron a surgir arqueros que hicieron silbar sus flechas al aire. Las fangosas aguas pronto comenzaron a ser un amasijo sanguinolento de cuerpos caídos que impedía todo avance. Los peleset gritaban y bramaban al ver que sus escudos y espadas no eran suficientes para hacer frente a un enemigo tan distante. En medio de la confusión, Ilós y algunos otros arrebataron las espadas y escudos de los compañeros muertos y chapotearon hacia las filas egipcias. En torno suyo, Ilós vio a muchos compañeros caer, y deseó por unos instantes que ese fuese su mismo destino. Un calculado flechazo en una pierna y un golpe en la cabeza frenaron en seco su carrera.
.
Cuando despertó, todo había terminado. Trató de incorporarse, pero todavía tenía la flecha clavada. Además, un general egipcio le impidió levantarse pisándole la cabeza.
—Ni se te ocurra moverte, perro.
Ilós, en el suelo, comenzó a reír. Una risa loca, histérica. El mismo dios que le arrojaba a la guerra y a la maldad humana parecía burlarse de él.
La confederación había sido aplastada. La mayor parte de los atacantes habían muerto bajo la lluvia de flechas. Quienes lograron alcanzar la orilla fueron abatidos a mazazos, y entre ellos, como Ilós, sólo unos pocos salieron con vida, hechos prisioneros.
.
Ilós acabó sus días en la frontera del este, a las órdenes del faraón. Se ganó el respeto y el afecto de quienes combatían a su lado en la defensa del reino, contra escaramuzas ocasionales de bandidos. Algunos soldados veteranos, en la sombra de su vejez, aseguraban haberlo visto caer a la vez que daba muerte a un veterano guerrero de ojos zarcos y rostro partido por una antigua cicatriz.
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pmarsan
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por pmarsan »

Muchas gracias por compartirlo, autor. Has conseguido una ambientación muy rica con tu relato, de esas que transportan al lector a la antigüedad clásica. Estupendo por ahí. La historia, además, entretiene. Ilós suscita curiosidad, da la sensación de que va a acabar siendo un personaje de la Ilíada o algo así, aunque luego resulta que tiene su propia historia y que esta no desmerece en nada a la de cualquier héroe mitológico. :D

En conjunto me ha gustado, si bien, tal vez, ese final es demasiadas cosas a la vez. No sé si es porque se te acababa el espacio o porque realmente querías que fuese así, pero en el último párrafo Ilós pasa de estar bajo la bota de un soldado egipcio, que, por cierto, tiene toda la pinta de ir a ajusticiarlo :roll:, a defender la frontera este de las tierras del faraón y matar al maldito dorio de ojos azules en una épica batalla final… ¡Joé, es que da para una novela entera! :lol:

Pues eso, que me da la sensación de que te han faltado páginas para contarnos todo lo que querías contar. ;)

¡Mucha suerte! :D
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Raúl Conesa
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Raúl Conesa »

No hay nada que criticar ni en técnica ni en estilo, ambos del todo correctos, así que voy a centrarme en el argumento y el protagonista.

Creo que Ilós queda bastante borroso en cuanto a sus planes. Deja un grupo de piratas y termina metiéndose en otro, pero en ningún momento da la sensación de que esté obligado a nada. La motivación se entiende, no le va eso de matar y robar, pero podría haber escurrido el bulto un poco más y escapar en otro momento, en algún lugar más propicio que una isla.

El párrafo final llega muy de sopetón, como un epílogo que casi te cuenta otra historia adicional. Lo que pasa justo antes, la derrota ante los egipcios, queda sin resolver. Un simple diálogo en el que se ofrezca para luchar por Egipto habría cerrado mejor ese viaje inicial y habría ayudado a hacer una transición más natural a ese párrafo epílogo.

Así que en conclusión me parece un buen relato, pero que podría haber sido mucho mejor si el autor/a se hubiera trabajado un poco más la estructura y las transiciones entre los distintos segmentos narrativos.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Iliria
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Iliria »

Interesante relato de aventuras al que quizá no le ha sentado muy bien la limitación de 6 folios. Bien por la trama, el escenario y demás, como apuntan los compis. Me ha gustado que el prota tenga un ojo de cada y que con eso te hayas sacado de la manga un oráculo que haga referencia a su modo de ver la vida (que sea consciente de las malas acciones que están llevando a cabo, supongo... ya nos lo aclaras, si eso). Por otro lado, creo que ese "dejarse llevar" en determinados momentos hace de Ilós un personaje muy humano.
Estoy de acuerdo con los compis en que al menos una pequeña frase aclaratoria, sobre todo entre la derrota a manos de los egipcios y su nueva vida como mercenario de estos hubiera sido de ayuda. Sin eso, el lector se puede perder un poco.

Gracias por participar, y suerte :60:
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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raumat
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por raumat »

Ese Ilós se pasa la vida de guerra en guerra: dorios, micénicos, peleset, egipcios... :malandrin: Y eso que a él no le gustaba mucho guerrear...

Bien escrito, lograda ambientación histórica, con mucha acción, me ha resultado muy entretenido de leer.
Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.
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Megan
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Megan »

Autor/a, me gustó mucho tu relato.
Me trajo recuerdos de mis días de estudiante, leyendo sobre batallas, traiciones, atracos, arcos, flechas y todo lo necesario para darme cuenta de que los humanos son iguales en todos lados. El protagonista es, sin duda, un chico que ha sufrido y que no tuvo muchas opciones en su vida, el andar con maleantes era muy de esa época y a él le tocó. Con esto quiero decir que describiste muy bien la naturaleza humana en todos sus aspectos. Por otra parte, me pareció genial la ambientación, me parecía estar viéndolo todo y eso me gusta mucho cuando leo. La prosa es estupenda, prolija, cuidada, con frases cortas que lo dicen todo. No necesitaste explicar demasiado porque a medida que ibas contando las aventuras, lo ibas haciendo, eso también me entusiasma en las lecturas. Definitivamente es un gran relato, y como dicen mis compañeros, te quedó corto, porque podría ser parte de una novela. Te felicito, autor/a, sos un/a gran narrador/a. Seguro vas a tener puntos de mi parte.

Mucha suerte y gracias por compartirlo, :D .
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Gavalia
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Gavalia »

Diría que es el trabajo más elaborado de todos los presentados a concurso.
Situa el cuerpo histórico del relato a finales de la época micena. Es en ese momento cuando los dorios imponen su ley y comienzan sus invasiones. La historia  transmite bien esa atmósfera oscura de una época donde la vida no valía nada y la violencia era dueña de todo. Sin embargo, no acabo de ver claras las transiciones en la historia, llegán de sopetón pues el prota cambia de bando como yo de camisa. Finalmente parece encontrar su espacio, será el karma.
Lo encuentro bien redactado y a pesar de sonar a crónica novelada, sigue un guión histórico, no deja de ser arriesgado tratar un tema de este difícil género donde es muy fácil meter la pata por no documentarse bien, usar una terminología no adecuada a la época y que además no rechine.
Buen trabajo. Un saludo y suerte.
En paz descanses, amigo.
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JotaArkham
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por JotaArkham »

Relato muy bien escrito y ambientado, se nota que el autor/a conoce bien el contexto histórico en el que se desarrollan los acontecimientos, o se ha documentado a fondo. La prosa te transporta con facilidad de un evento a otro, proporcionándote detalles muy coloridos (me ha gustado mucho la aparición de los fenicios con sus penachos y faldellines, las cráteras selladas, etc.).

Flaquea un poco en el argumento, que no acaba de cuajar. Las motivaciones del protagonista son ambiguas más allá de su deseo de no continuar siendo partícipe de la destrucción, y los acontecimientos le arrastran en manos de distintos grupos que lo dominan, hasta caer al servicio del Faraón, combatiendo (precisamente de lo que huía). Parece como si todo el trabajo de recreación y color no hubiese dejado aire al desarrollo de un argumento. Por ese motivo, me parece un capítulo o pasaje de novela, más que un relato con entidad propia.

Dentro de todo lo bien representado que está el contexto, en mi opinión chirría un poco la forma de hablar, relacionarse y pensar del protagonista y con quien se encuentra. Creo que, hablando en general, los principales impulsos de los pueblos de la Antigüedad estaban guiados por la espiritualidad y la tradición (familia, honor, sangre, dioses, ciclos, Naturaleza...), y en el relato no acabo de encontrar esa forma de ver el mundo. En ese sentido, me ha parecido un poco anacrónico, fuera de contexto. Exagerando un poco, los diálogos podrían pertenecer a un micénico tanto como a un norteamericano en Vietnam. Es una pequeña falta que puede disculparse sin problemas. La ficción histórica a menudo peca de este mismo problema, también la fantasía estilo Martin o Abercrombie. Recomiendo leer a Guthrie (Orfeo y la religión griega), Meunier (La leyenda dorada de los dioses y de los héroes), Evola (Revuelta contra el mundo moderno) o Borges (Antiguas literaturas germánicas) para entender un poco mejor las peculiaridades de esa forma de pensar de la Antigüedad, los valores, la ética, las relaciones sociales, el pathos y como manejaban el ethos, el sentido de trascendencia, la cosmovisión estática, etc.

Autor/a no me malinterpretes, tu trabajo es muy bueno y espero que no tomes mis palabras como una crítica negativa, si no como sugerencias de mejora. Es muy posible que recibas puntos por mi parte.

Enhorabuena y mucha suerte.
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Dama Luna
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Dama Luna »

En líneas generales me ha gustado el relato, aunque creo que es de esos que necesitan de muchas más páginas para poder desarrollar todo el potencial que tienen. Se le da una muy relativa profundidad al prota al focalizar a través de él y gracias a algunas imágenes (como la del conejo); pero aún así, para el talante del relato, no queda lo bastante definido. El desarrollo está mucho mejor que el final, tan escueto, casi como si te lo arrojaran a la cara, y que rompe la magia que se había ido tejiendo.
El tema es interesante y creo que se podría sacar una buena novelette de aventuras históricas si se trabaja a partir de aquí.
Suerte.
jose2v
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por jose2v »

Gracias, autor o autora.
La historia me ha gustado por el hecho de que el protagonista se ha sobrevivido en cada uno de los momentos que fue, hasta el momento de su muerte siendo un egipcio más. Aunque no me queda claro si fue un fracaso o un éxito.
Pues parece que no le gustaba la refriega.
Pero quiero pensar, o creer, que fue un éxito. Pues aunque murió, murió siendo respetado.
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Jarg
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Jarg »

¡Qué bien! Una de griegos :D

Autor/a, enhorabuena por este trabajo y su ambientación histórica, en el que incluyes las invasiones dóricas, la decadencia de minoicos y micénicos o los terremotos de Creta. Supongo que la confederación que lideran los peleset en tu relato es la de los Pueblos del Mar que atemorizaron el Mediterráneo oriental por aquella época. Una elección atrevida, ya que el origen y composición de estos grupos es todavía un misterio no confirmado para muchos arqueólogos, pero creo que tu reconstrucción tiene mucha verosimilitud y se nota una base documental sólida.

Me ha parecido muy bien escrito, con un estilo que combina lirismo y contenido (además de corrección). El argumento también es interesante, con Ilós que quiere escapar de la vorágine de destrucción y guerra que conoce desde niño. Parece condenado a vagar eternamente de un bando a otro, sin nunca encontrar lo que busca. Me ha parecido entender que esa capacidad para ver el bien y el mal que menciona el oráculo explica su carácter, tan distinto del resto de los hombres.

El único "pero" que le pongo es que el formato se queda corto para esta historia. Tienes un personaje con mucho potencial aquí, además de una ambientación envidiable, así que seis páginas no son suficientes. Esto da para relato largo o incluso novela corta ;) . Gracias por compartirlo y buena suerte :60:
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Isma
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Isma »

Mola. Interesante la época y el tema. Muy interesante lo que comenta @JotaArkham, yo me lo he preguntado a veces pero no he tenido la erudición necesaria para adelantar qué fundamentos tenía en su cabeza alguno de nuestros ancestros lejanos más allá de lo que me sugiere la intuición. Como dice Jota, la familia, honor, sangre, dioses, ciclos, Naturaleza: todo ello parecen cosas lógicas.

Hubiera esperado otro proceder del protagonista. Cuando se enrola con los filisteos me quedo sorprendido. No esperaba que siguiera con otro grupo de bandidos. Quizás no tuvo otra opción. También me hubiera gustado un poco más de ambientación sensorial. El escenario y la época me han intrigado y me hubiera gustado poder ubicar mejor los detalles históricos en el marco de los sentidos.

Suerte.
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Mister_Sogad
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Mister_Sogad »

Interesante relato el tuyo, autor/a. Me gusta el contexto que has usado, pues lo dota de esa pátina histórica que, en mi caso, le añade el poder imaginar con facilidad escenarios, vestimentas y acciones.

Aún así, debo señalar que me ha faltado engancharme con la historia, tal vez porque esperaba que relataras algún pasaje con mayor detenimiento, con sentimientos más a flor de piel, y que así me hicieras sumergirme en lo que se iba desarrollando. Puede que sea fallo mío, pues se me ocurre que echo en falta algo más de acción en alguna escaramuza o batalla, mientras tu intención, quizá, era solo narrar la historia sin detenerse demasiado en pasajes de modo más pormenorizado.

Pero, como digo, me ha gustado lo narrado. Es un texto ágil y entretenido, a parte que tiene "cuerpo", por así decirlo; esto es que no es difícil de situar, imaginar o visualizar.

Suerte en el concurso! :60:
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rubisco
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por rubisco »

Coincido con los compañeros en la riqueza documental del relato. No sé si el contexto histórico está bien descrito, pero me da igual porque consigue trasladarme a él.

Menos positivo es el hecho de que el argumento me parece supeditado a ese contexto histórico, y no al revés. Me da la sensación de que querías que Ilós hiciera determinadas cosas influenciado por el contexto y su toma de decisiones me parece automática, como si no le generaran ningún tipo de conflicto interno. Esa sensación se me acrecienta en el último párrafo, cuando el protagonista pasa de prisionero a venerado sin que se indique el motivo para ello.

Pero tengo que decir que estoy maravillado con tu forma de escribir. Es muy fluida, pero no dejas detalles en el tintero, y ese equilibrio no es fácil de conseguir.

Algún punto te caerá por mi parte.

¡Mucha suerte!
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Sinkim
Dragonet
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Re: CP XVI - Nubes del mar

Mensaje por Sinkim »

Está muy bien escrito y se nota una una buena pluma detrás, sin embargo la historia no ha llegado a conquistarme, quizas porque el histórico no es mi género preferido, pero eso es solo culpa mía, autor :D :D De todas formas, vistos los buenos comentarios que estás recibiendo no te preocupes demasiado, seguro que quedas alto en las votaciones :D :60:
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:101:
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