R- Crónica de una caza anunciada - Rubisco (3º Popular)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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R- Crónica de una caza anunciada - Rubisco (3º Popular)

Mensaje por lucia »

Crónica de una caza anunciada

El día en que lo iban a matar, el Lobo Feroz se levantó a las 5.30 de la mañana para aguardar que el ovejero sacara el rebaño. Así lo hacía cada día de los últimos siete años, desde que el pastor Simon Bourgeois lo salvara de morir en una trampa cuando era un cachorro. Se sabe de la capacidad de los cánidos para anticipar ciertos sucesos; sin embargo, según explicó el señor Bourgeois, el Lobo Feroz no dio muestras de inquietud o alarma en ningún momento.

Sí advirtió el señor Bourgeois que el Lobo Feroz andaba menos animado que de costumbre, lo cual achacó en su declaración a que estaba acercándose el frío y el animal, por motivos de la lesión causada por la trampa, solía experimentar dolores en las articulaciones de las patas traseras. Idéntica impresión mostraron varios pobladores de las aldeas cercanas que observaron al animal merodeando el rebaño en los días previos al de la matanza.

Aquella mañana, sin embargo, el Lobo Feroz nunca llegó a presentarse en la puerta del cercado a la hora habitual.

Muchos habitantes, de aquella colina y de las que estaban en la otra ladera, sabían que al Lobo Feroz lo iban a matar. La panadera Victorie de Flandes, por ejemplo, había escuchado rumores desde al menos dos meses antes del asesinato. Idéntica información había llegado a oídos del cardador Guilherme Wales, quien pensó que era bastante factible.

—¿Por qué no advirtió al señor Bourgeois?
—Porque pensé que alguien más lo haría.

Varios testimonios, prestados bajo juramento ante el juez Andre Knjinenbug, insistieron en esa misma premisa: dado que todos conocían las intenciones de los asesinos de acabar con la vida del Lobo Feroz, alguien acabaría advirtiendo al señor Bourgeois.

Pero nadie lo hizo.



Artur von Gallwitz, el cazador que dio muerte al Lobo, había llegado dos años antes a la comarca. Se había apeado de una diligencia que, según declaró en el juicio, provenía de las afueras de Amsterdam, aunque otros testigos afirmaron que se había presentado como ciudadano de Prusia. Su figura, robusta y ancha, no se correspondía ni con la de un holandés típico ni con la de un cazador al uso y, sin embargo, quienes decían conocerlo me dijeron que era el mejor con el arco y la flecha.

Por tanto, me sorprendió que el arma utilizada por Von Gallwitz para dar muerte al Lobo Feroz fuera un cuchillo de pan, hecho que confesó el autor cuando el médico forense aportó en su prueba testifical una declaración describiendo los cortes irregulares de los dientes de sierra del arma. Esto desdijo la declaración inicial del cazador, de que había usado un cuchillo de carnicero, algo más coherente con su profesión.

—Con los nervios no me fijé en cuál usé —declaró, creo que para justificarse.

La declaración de Adelaide Laurent, hija de la anciana atacada por el Lobo Feroz, no hizo referencia en ningún momento al tipo de cuchillo usado, e incluso se mostró incapaz de concretarlo ante las preguntas del fiscal.

—Usted sostuvo el cuchillo. Tenía las manos manchadas de sangre.

Pero la señora Laurent negó este hecho y declaró que la sangre provenía de los restos masticados de su madre.



La presencia del señor Bourgeois en el juicio no hizo ningún favor, en mi opinión, a la estrategia de la acusación. El campesino estaba bajo los efectos de psicotrópicos, para poder sobrellevar la declaración sin sumirse en la profunda tristeza que le había causado la muerte del Lobo Feroz, y eso había provocado limitaciones temporales en su memoria y en su juicio, además de generarle dificultades para hilar varias palabras seguidas sin trastabillarse. Aunque el juez descartó la petición de la defensa de descartar el testimonio del señor Bourgeois, sí tengo la sospecha de que sus declaraciones fueron ponderadas a la baja por el magistrado.

Al Lobo Feroz y a su dueño le unían un vínculo tan grande como el de un padre y un hijo. Esto, que el señor Bourgeois explicó con un circunloquio de palabras arrastradas por una lengua plomiza, fue corroborado por varios de los testigos que fueron llamados por la defensa y que, contraviniendo su intención, acabaron hablando bondades del campesino.

La estrategia de la defensa, como pude observar desde el principio, fue tremendamente agresiva. Nada más corroborarse la relación pseudofilial que el señor Bourgeois mantenía con su cánido, el abogado le preguntó si amaba más al Lobo o a su hija.

—Los amo por igual, pero de diferente manera. —Arrastraba cada palabra como si fuera a morir en la siguiente—. A mi hija la vi nacer, pero no la veo desde hace años. Al Lobo Feroz casi lo vi morir y lo veía todos los días.
—Por tanto, amaba más al Lobo.
—No me dejaban ver a Marianella —aclaró antes de empezar a sollozar.

Las hermanas Ingrid y Gertrud Lansen, que conocían al campesino, a quien le compraban la leche de sus ovejas para hacer queso y mantequilla, siempre habían percibido la mirada del señor Bourgeois como la de «un hombre triste en su felicidad», según declaración de la primera, o como «un viudo aún enamorado», en opinión de la segunda. Ninguna de las dos sabía de la separación del ovejero, a causa de su carácter más bien reservado, pero semanas después, cuando coincidí con ellas en el mercado de abastos, les reconocí que yo no hubiera encontrado mejores palabras para describir al campesino.



Sandrine Laurent, la abuela víctima del ataque del lobo, vivía al otro lado del bosque, junto a unos pastos que el señor Bourgeois visitaba de vez en cuando con su rebaño. Su vivienda era una choza remodelada con los años hasta adquirir el aspecto de una casa de campo. Viuda desde hacía casi un lustro, dejaba morir los días dormitando en su cama y, cuando se despertaba del todo, era para alimentarse o ir al baño. Tenía los bajos de la cama llenos de madejas de lana sin usar, abandonados de cuando una enfermedad le inutilizó los dedos de las manos, dejándolos agarrotados y doloridos.

La señora Laurent no hacía ostentación de su enorme fortuna, labrada a partir del comercio de las lanas que ella cardaba, teñía y enrollaba mientras su difunto marido se hacía cargo de las labores de venta y suministro, según me contó el cardador Guilherme Wales, quien conocía a Sandrine por ser vecina de sus padres. A la muerte del señor Laurent, Sandrine ofreció al señor Wales la continuación del negocio, lo que aceptó de buen grado tras haber ganado experiencia en dichas labores en el pueblo vecino.

Durante el juicio me preguntaba por qué Sandrine Laurent no había donado el taller de cardería a su hija Adelaide. No obtuve respuesta de la mencionada, y ni el señor Wales ni otras personas cercanas a la hija de la fallecida supieron darme un porqué.



Aquella mañana el Lobo Feroz, en lugar de esperar ante la puerta del cercado a que Simon Bourgeois abriera la puerta para sacar al rebaño, siguió andando, según declararon Ingrid y Gertrud Larsen, hasta adentrarse en el bosque. Gertrud sintió el impulso de seguirlo, convencida de que la actitud del animal era extraña, pero lo reprimió y siguió cargando quesos en el carro porque, según me explicó, iban con retraso para abrir su puesto en el mercado de abastos.

El señor Bourgeois echó de menos al Lobo desde el mismo instante en que no lo vió cuando se asomó a la ventana.

—Esperé media hora, o así —explicó con la voz lenta y pesada—, y al ver que no venía saqué el rebaño y rogué a Dios que pudiera controlarlo yo solo con la vara.
—¿Pensó que le había pasado algo?
—Creí que no había llegado por los dolores de sus patas traseras. —Hizo una pausa para recuperarse del esfuerzo de hablar—. Aquel día había unos nubarrones negros, parecía que iba a llover en cualquier momento y a lo lejos se oían truenos, así que creí que se habría quedado en su madriguera.

Por el camino se había cruzado con Gertrud, que volvía a su casa a por más queso mientras Ingrid atendía a los clientes.

—¿Por qué no le dijo al señor Bourgois que el Lobo Feroz había seguido su camino hacia el bosque? —preguntó el fiscal.
—Porque pensé que ya se lo había dicho el señor Von Gallwitz, que caminaba por delante de mí cuando nos cruzamos con el señor Bourgois.
—¿Von Gallwitz también lo sabía?
—Sí. Cuando vimos al lobo, Von Gallwitz venía del bosque y se cruzó con él.

Artur von Gallwitz omitió en su declaración que se había cruzado con el lobo aquella mañana. Sí explicó que había estado en el bosque poco antes del amanecer para cazar alguna pieza de venado, pero que no había tenido suerte. Preguntado por qué no mencionó que se hubiera cruzado con el lobo cuando otras testigos lo habían visto hacerlo, explicó que iba con prisa para resguardarse de la lluvia.

—Sin embargo, al poco tiempo estaba usted en casa de Sandrine Laurent dando muerte al lobo. ¿Qué le hizo tomar el camino de vuelta?

—Me encontré con Adelaide Laurent. Estaba muy nerviosa porque había mandado a su hija Marianella a casa de su abuela y estaba tardando mucho en regresar, así que di la vuelta para acompañarla en su búsqueda.



La madre de Marianella no supo precisar desde cuándo dejaba que su hija atravesara el bosque a solas. La señora Laurent no tenía noticias de forajidos ni vividores que frecuentaran el bosque, pero, por alguna razón que nunca entendí, ella ignoraba la presencia de animales salvajes en aquel lugar, algunos de los cuales eran depredadores.

—Marianella solía regresar al cabo de una hora.
—¿Quiere decir que Marianella dedicaba menos de media hora a atravesar el bosque en cada sentido?
—Sí. Hay varios caminos hasta la casa de su abuela, pero Caperucita siempre tomaba el más corto.

En ese momento aclaró que Marianella había sido apodada «Caperucita» por su abuela, porque la niña solía llevar una pashmina que le cubría la cabeza en los días de fuerte sol. Tenía de varios colores, pero casi todos los que conocían su apodo describían el atuendo como una caperuza roja, que era el color del que tenía más pañuelos.

No fue hasta final del primer día del juicio cuando reparé en que Adelaide Laurent no usaba su apellido de casada. En cuanto pude me escabullí y acudí a los archivos comarcales y, tras sobornar generosamente al ordenanza, descubrí en su hoja censal que, en efecto, seguía siendo Adelaide Bourgeois, de lo que deduje que su convivencia con el cabrero no había acabado de forma amistosa y, sin embargo, mantenía el vínculo marital, al menos sobre el papel.

Nada más comentar este hecho con el abogado de la acusación, este irrumpió en la sala y susurró algo al juez, quien asintió con la cabeza. Al ordenar la reanudación del juicio, el abogado preguntó directamente a la señora Laurent sobre su verdadero apellido.

—Sí, sigo casada con el señor Bourgeois, pero hace años que no convivimos.
—¿Cuántos?
—Muchos.
—Indíqueme un número.
—Muchos —insistió—. No sabría precisar.
—Un número aproximado… —El abogado guardó silencio por un momento y miró entonces a Marianella—. ¿Ya había nacido su hija?

La callada de la señora Laurent duró lo suficiente como para que todos los asistentes se sintieran incómodos. Hasta el señor Bourgeois, con su estado narcoléptico, parecía haber acusado el golpe de una realidad que quería obviar.

—Fue el día que nació —dijo, al fin.

El relato de la señora Laurent se desarrolló entonces entre conatos de llanto y numerosos quiebros de voz. Por resumir, explicó que su marido, al ver el color rubio de la pelusilla que tenía el bebé, la declaró hija bastarda y prometió no querer saber nada de ella.

Dichas palabras fueron confirmadas por el propio señor Bourgeois en otra declaración suya, aunque añadió que al instante se había arrepentido y prometió querer a la pequeña Marianella fuera hija suya o no. Sin embargo, la señora Laurent consideró que la duda era otra muestra de rechazo y abandonó el domicilio conyugal con la recién nacida en su regazo.

Llorosa, aunque sin fuerzas para gritar, fue encontrada en un recodo del camino por Artur von Gallwitz, quien, al encontrarla, abandonó sus planes de explorar la fauna nocturna y la condujo a su casa, según declaración del propio cazador.

—Sin embargo, ustedes se conocían de antes —indicó el abogado de la defensa.
—Sí. El señor Bourgeois, por mediación de su esposa, requirió los servicios de un cazador para alejar a los depredadores, que estaban diezmando la población ganadera de la villa. Eso es todo.

Aquella declaración del señor Von Gallwitz fue un perjurio que nadie supo o se atrevió a destapar. Al menos dos testimonios, cuyo nombre mantengo en secreto por ser fuentes confidenciales, me hicieron saber que Von Gallwitz y Laurent se entendían desde antes de aquella contratación.



Durante gran parte del juicio, Marianella había permanecido callada, mirando a un punto fijo en el infinito. En varios recesos traté de acercarme a ella para intentar descifrar el motivo de esa mirada perdida, pero los gendarmes hicieron demasiado bien su trabajo de no dejarla sola en ningún momento para que su declaración no se viera alterada por la intervención directa de algún adulto.

De Marianella supieron hablarme muchas personas, pero obtuve más bien poca información. Su pelo rubio, con matices castaños y arreglado en dos trenzas laterales, se lo arreglaba su abuela; este hecho parecía justificar que en el juicio se presentara con los cabellos sueltos, lo que le daba una apariencia más adolescente y, a la vez, descuidada.

La edad de la niña fue siempre un misterio para mí. El dato no salió a relucir en ninguna declaración y las conversaciones que los numerosos voluntarios mantuvieron conmigo la ubicaban entre los ocho y los trece años. No pude acortar ese rango por la enorme disparidad entre la edad que sugería su aspecto físico y la notable inmadurez que exhibía al expresarse.

—¿Por qué se dirigió aquella mañana a casa de su abuela?
—Me lo dijo Mamá.
—¿También le dijo que tuviera cuidado con el Lobo Feroz?
—Sí.
—¿Le dijo algo más?
—Que era muy malo.

He de decir que la voz de Marianella era firme, sin un atisbo de vacilación, y que en ningún momento se le quebró ni mostró intención de romper a llorar; ni siquiera cuando la defensa le pidió que describiera el modo en que el Lobo Feroz trató de atacarla. Marianella explicó que, al entrar en su casa, descubrió algo negro y peludo en el colchón, que resultó ser el lobo. Contó que las sábanas blancas ahora eran rojas y que el cuerpo de su abuela estaba como del revés, con lo de dentro hacia afuera.

No pudo, sin embargo, describir las partes evisceradas por orden del juez, que consideró la pregunta no solo impertinente sino incluso perniciosa para el bienestar psicológico de la menor. Posteriormente, el abogado de la parte acusadora me explicó que tenía serias dudas sobre la veracidad del testimonio de Marianella. Su intención era provocarle una imprecisión en la descripción de la escena para solicitar la nulidad de su testimonio, pero el juez le había inutilizado la estrategia.

Sin embargo, la niña había observado el crimen impávida, mientras permanecía sentada en una esquina. La habían entrenado; para no escandalizarse y para callarse. Antes de la matanza habían ensayado con numerosos animales salvajes delante de ella; así me lo confesó Marianella von Gallwitz años después, cuando el delito había prescrito y no corría peligro la fabulosa herencia que le dejaría su madre.



La señora de Flandes, durante su habitual circuito de distribución de pan recién horneado, declaró haber visto entrar al Lobo Feroz en casa de la abuela de Marianella, lo cual le resultó extraño, pero no le dio importancia. Al tiempo vio entrar también a Von Gallwitz y entonces supo que el Lobo no saldría con vida. Declaró que Von Gallwitz repetía las acusaciones que formulaba Adelaide Laurent contra el Lobo cada vez que acaecía una desgracia y, siendo un cazador, lo esperable era que llegara ese final.

—Sin embargo, usted no fue a avisar al señor Bourgeois.
—¿Para qué? Todo el pueblo sabía que el cazador y su amante odiaban al lobo. Alguien se lo habría dicho antes que yo —contestó mientras se encogía de hombros.

Pero nadie lo hizo.

De Flandes no supo tampoco explicar por qué el cuchillo utilizado en el asesinato tenía exactamente el mismo dibujo de dientes que los que usaba en su panadería. Deslizó, sin mucho convencimiento, que quizás se lo hubiera robado alguien, pero no fue capaz de precisar el momento, el ladrón ni el móvil, ni mucho menos aportó prueba de ninguna denuncia anterior.

Sin embargo, no dudó en reconocer que las mordeduras y laceraciones que habían desfigurado el cuerpo de Sandrine Laurent eran, en realidad, cortes y hachazos producidos por un cuchillo de pan, lo que coincidía con el informe forense. Dicho informe también decía que los pedazos masticados de la señora Laurent no eran tales, sino que simplemente habían sido machacados con el mismo cuchillo y, posteriormente, introducidos en las tripas abiertas del Lobo Feroz. El forense llegó a dicha conclusión ante la ausencia de quemaduras de ácido en la carne.



El Lobo Feroz rebasó el cercado aquella mañana y llegó a la casa de la abuela Sandrine Laurent, donde fue encontrada una boina del señor Bourgeois. Una vez allí, el cánido se quedó sorprendido por el fuerte olor a sangre y, antes de que pudiera salir a aullar para pedir auxilio, fue sorprendido por su verdugo, que le abrió el abdomen de un tajo certero.

Sintiendo sus tripas colgando, trató de huir, pero se trastabilló y apenas pudo emitir un quejido que no se habría oído por fuera de aquella casa. El quejido se repetía, cada vez más débil. Se desplomó y entonces aprovecharon para introducirle manualmente algunos trozos de la abuela. Luego, con un esfuerzo titánico, logró escapar de la casa y apenas giró la esquina, se cruzó con Simon Bourgeois, que tenía el rebaño a sus espaldas.

—¡Lobo Feroz, hijo —le gritó, qué te pasa!

El Lobo lo reconoció y emitió un aullido que sonaba a acusación y a despedida. Bourgeois se agachó y acercó su cara al morro del Lobo. Este, en un último esfuerzo, alzó la mirada, alargó la lengua y le dio un último lengüetazo de despedida antes de derrumbarse en el suelo.
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Raúl Conesa
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Raúl Conesa »

Pues sí que ha cambiado el cuento. Me da que de los dos que me quedan, uno, que se titula Marianela, también va a estar inspirado en Caperucita Roja. Ya veremos si está tan cambiado como éste.

El formato de juicio a posteriori creo que está bastante bien traído, aunque con tantos nombres me lo he tenido que leer dos veces para distinguir unos personajes de otros. A la segunda ya me ha quedado claro del todo. La madre y el cazador, que es el padre real de Caperucita, conspiran para matar a la abuela y hacer ver que ha sido el lobo, para así justificar matarlo con el objetivo real de herir al marido de la madre. Y a la abuela la querían matar porque no le había cedido su negocio en herencia, probablemente como castigo por la infidelidad, que debió causarle un enorme bochorno entre los vecinos.

La verdad es que me da más lástima el lobo, que ni pincha ni corta con los asuntos de esta gente. Si es que esto de la violencia vicaria se está yendo de manos...

El estilo es el adecuado para una historia de carácter judicial, todo muy sobrio y analítico desde el punto de vista de quien imagino debe ser el fiscal. El argumento, algo lioso por la cantidad de personajes, me parece muy creativo para darle la vuelta al cuento original sin salirse demasiado de lo que se cuenta en él. En general creo ha quedado redondo. Sin duda lo tendré en mi podio.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Edgardo Benitez
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Edgardo Benitez »

Me gusta el alegato de este lobo bueno. Toda una trama para una novela.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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David P. González
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por David P. González »

A mitad del relato he tenido que volver arriba para mirar el título pensando que había pinchado en otro sin querer, pero no. ¿Será la misma Marianella? Supongo que sí, que han coincidido :cunao:

Me ha gustado todo en este relato. El tono, el formato, la historia.
No sé si ha sido la intención del autor, pero me ha parecido una versión de "Crónica de una muerte anunciada" con los personajes de "Caperucita roja". No de manera explícita, porque hay mucha diferencia entre una y otra, pero hay algo ahí, algo sutil que me lo evoca. Seguro que es cosa mía :cunao:

Como amante de los animales no me importa reconocer que el final me ha tocado un poco. Eso es síntoma del buen trabajo del autor para sumergirme en su historia hasta ese punto.

Gracias autor :60:
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Jarg
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Jarg »

Este ha sido el primero que he leído. Me ha encantado el estilo, muy acorde con el de la obra de Gabo, y el giro que le has dado al cuento, con Lobo Feroz siendo un inocente víctima de una trama de celos y codicia. En la parte central se me ha hecho la trama un pelín lenta, pero después ha recuperado ritmo. Me ha gustado la forma de desgranar los hechos poco a poco. Cuando leí que a la hija de la señora Laurent también la llamaban "señora Laurent" he pensado "qué raro, si es señora, por esas latitudes habría cambiado de apellido", así que me ha gustado el modo en que lo explicaras, autor/a.

Como he dicho, el estilo es adecuado y se lee con bastante fluidez. Hay algún gazapillo rebelde que se ha colado, pero nada que no se pueda revisar antes del recopilatorio. Gracias por compartirlo, autor/a :60: :60:

P.D.: en este concurso me he enterado de que Caperucita se llamaba Marianella. En la versión del cuento que me contaron a mí de crío el único nombre que le daban era Caperucita, pero supongo que habría otras versiones en las que tendría nombre :) .
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Isma
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Isma »

Me he estrenado con este. Quizás mal día para empezar porque estoy pachucho (como todo el mundo estos días, parece ser. El resfriado diferido).

Me ha parecido curioso y original, aunque se me ha hecho pesado. Pasado el arranque, me ha parecido que los argumentos se repetían una y otra vez. También me ha chocado lo de Marianella: no puede ser que en un concurso con tan pocos relatos presentados dos hayan apostado por el mismo tema. ¿Qué pasa, que solo habéis leído Caperucita de pequeños? También puede ser que dos autores se hayan puesto de acuerdo. No lo sé.

Lo que más me ha gustado, el estilo y el enfoque, puesto que del acusado poco o nada se sabe. La historia también me ha parecido bien hilada. Pero como digo, se me ha hecho largo. A corregir esa despedida repetida al final, lo afea un poco.

Mucha suerte.
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Dama Luna
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Dama Luna »

Es original la presentación del tema y en cierta manera, también, la presentación del lobo no como villano sino como víctima desamparada. Digo en cierto modo porque es verdad que, con todas las revisiones de Caperucita que se han hecho en los últimos tiempos, que no han sido pocas, el lobo bueno e incomprendido es casi una constante. (Ojo, que no digo nada como crítica, sino como comentario al aire).

En cuanto al estilo, la narración tropieza alguna que otra vez consigo misma.

Me he hecho un poco de lío con tanto nombre y he tenido que leerlo un par de veces para atar los cabos; puede que sea problema mío (probablemente lo sea), o no. La historia está bien hilvanada y es cierto que tiene todo el sentido, pero me he quedado con una extraña sensación al terminar. Tendré que darle un par de vueltas, o tal vez una tercera lectura.
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Gavalia »

Lo que más me ha gustado es el formato de estilo judicial. Reconozco que se me hizo algo largo, quizás por lo repetitivo de los argumentos durante el proceso, y no quiero decir con esto que no sean consecuentes con la historia, pero supongo que la introducción de tantos personajes lo hacían necesario. No he entendido muy bien la relación que tiene el lobo con toda la población, parece que es muy normal convivir con un lobo feroz, lobo que a la postre es chivo expiatorio de una venganza.
Se entiende perfectamente y no parece tropezar más allá de lo ya comentado, pero me ha llegado a aburrir un poco.
Suerte.
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Megan »

Autor/a, me encantó tu relato.
Me fascinan las querellas judiciales y ésta con el Lobo Feroz y Caperucita de protagonistas, está realmente genial.
El vocabulario jurista está excelente y las preguntas súper bien hechas.
La forma de tratar al Lobo Feroz como acusado de asesinato, muestra que tenés una imaginación privilegiada, las vueltas de tuerca que hiciste son buenísimas.

Sos el primero que leí, y me impactó, por lo que puedo decir, que, de no leer algo muchísimo mejor, desde ya estás en mi podio.

Estoy como @Jarg, no sabía que Caperucita se llamaba Marianella, y también veo que hay un relato con ese nombre, veremos que enfoque la da al cuento.

Mucha suerte y gracias por compartirlo, :D .
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rubisco
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por rubisco »

Querido autor, querida autora:

Hete aquí una segunda revisitación del cuento de Caperucita, con un enfoque muy diferente al anterior.

La historia es más convencional. Te apegas a la muerte del lobo por parte del cazador, pero te inventas una novela dramática alrededor para conseguir que la muerte tenga una justificación plausible diferente de la del cuento original. Hasta ahí no hay nada novedoso.

Lo interesante es el formato en el que lo presentas: como una crónica. Y no solo eso, sino que es una crónica en la que participan todos los intervinientes en el juicio. Un juicio, por cierto, que tiene toda la apariencia de moderno aunque existen elementos que sugieren que la historia sucede en el pasado (como la mención a la diligencia o a Prusia). Y no solo eso, sino que la crónica la has calcado de "Crónica de una muerte anunciada", de García Márquez:
  • El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.
  • El día en que lo iban a matar, el Lobo Feroz se levantó a las 5.30 de la mañana para aguardar que el ovejero sacara el rebaño.
Esto podría ser una anécdota, pero la sucesión de personajes, las distintas menciones al mismo hecho (que nadie hubiera advertido al ovejero) y la falta de una mención a la sentencia judicial muestran que has querido apegarte a la obra de Gabo.

Pues, qué quieres que te diga, me ha gustado el resultado final. Eso sí, te ha faltado una o dos etapas de revisión; el relato tiene algunos errores de escritura que me han sacado un par de veces de la lectura.

¡Mucha suerte! :60:
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Casper
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Casper »

Sin duda tiene mucho de la historia de Gabo, incluido el título.
No logre avanzar demasiado sin perderme con los personajes y tuve que regresar al comienzo, pero se entiende un poco por el estilo y lo corto del relato.
Es original, logras reflejar muy bien ese presentimiento colectivo de que algo trágico esta por suceder como acontece en la obra de García Márquez y en medio de todo esto le das un giro total al cuento de Caperucita Roja.
Un injerto interesante, ambas historias dispares se funden muy bien aunque en medio del experimento se perdiera todo rasgo de inocencia :cunao:
Muy bien, suerte :60:
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Iliria
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Iliria »

Pobre Lobo :|
Le debo muchas lecturas a Gabo y no tengo perdón de Dios :colleja: Me ciño a tu relato:
Si bien las historias de juicios no son lo mío (prefiero un poco más de acción), está muy bien escrito, y tirando del hilo, se llega fácil a los hechos que se juzgan.
Buena vuelta al cuento de Caperucita. Mira por donde, tenemos dos en el concurso :hola:

Gracias por participar, y suerte :hola:
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Sinkim
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Re: R- Crónica de una caza anunciada

Mensaje por Sinkim »

La idea es muy buena pero yo tengo un problema con las historias de juicios y no me suelen enganchar :oops: De hecho, esta historia me ha recordado, por momentos, al libro A sangre fría, de Truman Capote que tampoco es santo de mi devoción :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

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Gavalia
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Re: R- Crónica de una caza anunciada - Rubisco

Mensaje por Gavalia »

Para mi gusto es el más currado de todos con tantos detalles argumentales, y como le decía a Raul, no he tenido demasiado tiempo para hacer una mejor interpretación del trabajo.
Se me hizo un poco farragoso y con las prisas, pues eso..
Un abrazo rubiales.
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Megan
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Re: R- Crónica de una caza anunciada - Rubisco (3º Popular)

Mensaje por Megan »

Muchas felicidades, Rubisquis querido, fuiste mi número uno, tu relato me impactó, es buenísimo, nunca dejes de escribir, y cuando puedas empezamos las clases, :P :beso: :60: .
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