R - El mejor pistolero del Oeste - Jarg (1º Popular)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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R - El mejor pistolero del Oeste - Jarg (1º Popular)

Mensaje por lucia »

El mejor pistolero del Oeste

“Parece un pueblo abandonado”, piensa Jane mientras camina con desgana por la polvorienta calle principal de Tellertown. El abrasador sol californiano ya casi ha alcanzado su cénit y los habitantes del pueblo se refugian donde pueden. La mayoría de casas y edificios son de madera oscura y tienen, como mucho, dos plantas, lo que hace que la sombra escasee a mediodía.
Cruza la calle hasta el puesto de fruta del viejo Mike Crocker. Jane coge una manzana y ofrece una moneda al vendedor. Este acepta el dinero con desgana y suelta un gruñido de desaprobación. Jane no deja entrever el más mínimo fastidio ante tal gesto. Está acostumbrada. Sujetando la manzana, que desprende un aroma fresco en el sofocante aire del mediodía, se acerca hasta el porche del saloon, del que llega un murmullo de vasos de whisky, mazos de cartas e improperios de hombres. No va a entrar, sería arriesgado. Su vestido de encaje y seda granate delata su condición. No importa que hoy se haya peinado con sobriedad, recogiéndose el pelo como hacen las mujeres más recatadas. Si entra, no verán a Jane, solo a Jeanette, la puta del pueblo.
···

“Veinte años aquí, y todavía no me acostumbro a los colores de esta tierra”, se dice William Samuel Wiss, más conocido como Bill Wiss. Camina junto a Jack, su hijo de diez años. La pequeña Maggie se ha quedado en la granja, pues la inclemencia del sol a estas horas suele provocarle mareos. “Ha heredado mi piel”, se dice Bill, “Va a ser duro para ella crecer aquí”. Con paso tranquilo pero constante, se dirigen a la tienda del carnicero. En la mano, sujetas con una cuerda, Bill lleva unas liebres salvajes que él mismo ha cazado. Nunca ha sido hábil en la granja, esa era la especialidad de Anne, así que la caza le permite llevar algo de dinero a casa. Al pasar por delante del saloon, oye voces alteradas que provienen de su interior. Sin detenerse, Bill baja la cabeza y prosigue su camino, no sin inquietud.
···

La discusión en el saloon se vuelve más intensa. “No tardarán en llegar a los puños”, piensa Jane, sin inmutarse. Sigue apoyada en el porche, cortando trozos de la manzana con una pequeña navaja y llevándoselos a la boca con desgana. Pocos en el pueblo se acercarían a ese lugar ante el peligro de una pelea, pero a ella le da igual. “¿De qué le sirve el miedo a quien no tiene nada que perder?”, se dice. Aunque no siempre fue así. Recuerda la época en la que tenía mucho que perder, cuando vivía en la hacienda de sus padres, a las afueras del pueblo. Su madre la estaba educando para que fuera una dama, y lo habría sido de no ser por aquel fatídico día. Jane tenía doce años. Su madre y ella estaban en el salón cuando oyeron el sonido de caballos en el exterior. La mujer se asomó a la ventana para ver quién era. Por un momento, Jane creyó percibir una sombra de preocupación en su madre, pero apenas duró un instante.

—¿Quién es, madre?
—Nadie —se apresuró a responder—. Solo unos jinetes que pasaban por delante de la hacienda —y, moviéndose con cierto nerviosismo por la habitación, añadió—: Jane, tienes que ir al pueblo.
—¿Al pueblo? —preguntó la niña—. ¿A qué?
—A comprar huevos. Se nos han acabado, me acabo de acordar. Y sal por la puerta de atrás.
—Pero madre, ya tenemos…
—No me repliques, Jane. Haz lo que te digo.

Con desgana, Jane se levantó del sillón y se dirigió a la puerta de atrás para cumplir con el encargo. De camino al pueblo, reflexionó sobre el súbito cambio de humor de su madre, quien había estado tranquila toda la mañana. Al llegar a Tellertown, se encontró con un grupo de niñas que conocía de la escuela y se entretuvo un rato hablando con ellas. Era el cumpleaños de Sally Smith, y esta la invitó a tomar el té en su casa por la tarde. Jane se puso tan contenta que hasta se le pasó el enfado por la extraña actitud de su madre. Hizo el camino de regreso con alegría, dando brincos y canturreando. Solo cuando se aproximó a la hacienda empezó a notar que algo no iba bien. Demasiado silencio.
···

—Vamos, Jack, no te quedes atrás —ordena Bill a su hijo. Cuanto antes vendan las liebres y vuelvan a la granja, mejor. No quiere quedarse más tiempo del necesario en el pueblo.

Nunca se ha sentido cómodo en Tellertown. Por muchos años que pasen, no puede evitar verse a sí mismo como un forastero, al igual que hacen los demás. Todos piensan que es holandés. Si tan siquiera una vez se hubieran molestado en preguntarle, él les habría sacado de su error. Lo cierto es que se crió en Vermont, en un lugar muy distinto a esta tierra. Rodeado de bosques, había crecido en un paraíso de tonos verdes y arroyos cargados de agua. Si vino a California, fue solo por el anhelo de aventuras, cautivado por la curiosidad juvenil que hace ver el mundo como un sinfín de sensaciones por conocer. Al principio sintió fascinación por el paisaje del desierto, el intenso azul sobre el el árido suelo, blanco en algunos lugares, rojizo en otros. Sin embargo, no tardó en echar de menos su tierra. Los arbustos grisáceos que custodiaban los caminos no podían compararse con los inmensos árboles bajo cuya frondosa copa solía refugiarse en los días calurosos. Fue en los bosques de su infancia donde había aprendido a cazar. No se habría quedado en Tellertown de no haber conocido a Anne, su querida Anne. Ojalá la enfermedad no se la hubiera llevado tan pronto...
···

Jane da un furioso mordisco a la manzana, ajena a lo que hay a su alrededor. Cuando ciertos recuerdos la asaltan, todo lo demás desaparece. Piensa en el día en que encontró los cuerpos asesinados de sus padres. Unos asaltantes habían entrado y les habían robado. “Ella lo sabía”, se repite Jane constantemente. Su madre les había oído llegar, por eso la había mandado al pueblo, para evitar que ella fuera otra víctima del asalto. “Y sus asesinos siguen sueltos”, murmura Jane, apretando los dientes. Ella no cree en Dios, pero cree en el infierno. Es lo único que le permite dormir, la esperanza de que la justicia que no le ha dado este asqueroso mundo se halle en el siguiente.
Después de la tragedia, nadie pudo hacerse cargo de la niña. La señora MacEwen la acogió en su casa por un tiempo, pero la pobre costurera apenas ganaba para mantenerse a sí misma. Tras unos años dando tumbos de un lado a otro, Jane fue a parar a la casa de Madame Lefleur, cuyo nombre real era Molly Haggard.
—No te preocupes, querida —había dicho Lefleur, con tono meloso—. Aquí estarás a salvo, no tendrás que preocuparte de nada… Aquí cuidamos las unas de las otras. Siempre que hagas tu trabajo, obviamente.
···

Las voces y ruidos provenientes del saloon son cada vez más fuertes. No hay duda, es una pelea, y de las fuertes. “Alguien morirá hoy”, piensa Bill, colocando la mano en la espalda de Jack e instándole a apretar el paso. Si algo ha aprendido en Tellertown, es a mantener la cabeza baja en determinadas situaciones. La banda de Rudd Hopper tiene el control de todo. Peleas, robos, pillaje... En otra ciudad, sería el sheriff quien se encargaría de mantener el orden, pero no en Tellertown. Aquí el sheriff no hace nada, o mejor dicho, hace demasiado. Y es que el sheriff de Tellertown no es otro que Rudd Hopper. Una sola palabra o un simple gesto de protesta puede acabar en detención y noche en el calabozo. Un calabozo en el que todo el que entra acaba ahorcándose, por algún motivo. Un disparo procedente del saloon interrumpe sus sombríos pensamientos.
···

Jane ve a los hombres de Rudd Hopper, seguidos por el mismo sheriff, salir del saloon, riendo y gritando con bravuconería. Está claro que uno de ellos ha sido el autor del disparo. La mayoría de la gente aparta la mirada a su paso, esa es la regla. Así, si alguien tuviera la osadía de denunciar algo, nadie más podría afirmar haber visto lo sucedido. Hoy, sin embargo, Jane mantiene la cabeza alta, mirándolos fijamente. Por una vez, olvida todas las enseñanzas de Madame Lefleur y deja de preocuparse por su supervivencia. Una pregunta, y nada más, ocupa su mente. Algo en lo que ha evitado pensar en los últimos diez años: ¿son estos los que mataron a mis padres?
Uno de los hombres de Hopper, aquel al que todos llaman Dirty Pete, se percata de su presencia. Ella mantiene la mirada, con desprecio. Dirty Pete se acerca a ella.

—Y tú, ¿qué estás mirando? —pregunta mientras la coge con brusquedad por la cintura—. ¿Es que te gusto?

Jane se resiste. Madame Lefleur tiene un acuerdo con Rudd Hopper. A cambio de un soborno semanal, este y sus hombres dejan en paz a sus chicas, aunque no siempre cumplen su parte del trato. Dirty Pete suelta una risotada, enseñando los dientes. Varios de ellos están podridos y emiten un hedor insoportable, causa de su apodo.

—¡Suéltame, asqueroso! —exclama Jane, intentando zafarse de su atacante.
—Vaya, nos ha salido peleona —responde Pete, coreado por las risas de sus secuaces.

De repente, la joven se acuerda fugazmente de la navaja en el bolsillo de su vestido. Con dificultad, la coge mientras se retuerce entre los brazos de Dirty Pete y hace un movimiento rápido, lo bastante como para herir a este en el brazo.

—¡Ahhhh! —Un grito de dolor surge de la garganta de Pete, que no tiene más remedio que soltar a Jane—. Asquerosa puta, ahora te vas a enterar.

Separándose unos pasos de la joven, Dirty Pete saca su revólver y se dispone a disparar. Jane contempla el arma con una mezcla de furia y horror, aunque no puede evitar sentir una fugaz oleada de triunfo al ver la sangre en el brazo de su contrincante. El dedo de Dirty Pete se dispone a apretar el gatillo, pero un instante antes de hacerlo un grito lo detiene:

—¡Ni se te ocurra disparar, malnacido!

···

Bill Wiss siente todas las miradas del pueblo clavadas en él. No tiene claro por qué ha gritado a Dirty Pete, ni por qué le está apuntando con su revólver. Él no es héroe ni soldado, solo un granjero y un cazador. Siempre ha aceptado las normas en Tellertown, era el único modo de proteger a su familia. ¿Qué ha cambiado?, se pregunta. No lo sabe bien. Algo en él se ha revuelto al ver cómo atacaban a esa joven, que tendrá poco más de veinte años. No la conoce, y por su ropa sospecha que es una de las mujeres del burdel del pueblo. Sin embargo, hay algo en ella… ¿El peinado, quizás? Lo único que sabe es que, por un instante, le ha parecido ver a Anne en su lugar, y se ha dado cuenta de que dejar que ataquen a una mujer es como dejar que las ataquen a todas.
Ante el silencio que se ha formado, el sheriff interviene:

—Bueno, bueno, ¿qué pasa aquí? —comenta, mientras se acerca a Bill con una sonrisa—. ¿A qué viene esto, Wiss? Pete solo estaba bromeando.

Bill baja su pistola, con cautela. No le conviene hacer que Hopper se sienta amenazado. El sheriff, que parece de buen humor, sigue hablando:

—Eso es, ¿ves? No hay que tomarse las cosas tan a pecho. ¿Qué es eso que llevas en la mano? —añade, señalando las liebres de Bill.
—Unas liebres, para venderlas.
—Ah, ¿sí? Curioso, curioso… Ahora que recuerdo, alguien ha denunciado esta mañana que le habían robado unas liebres de la granja… ¿No habrás tenido algo que ver en eso, Wiss?

Bill contiene un suspiro de frustración. Todos saben que nadie ha denunciado nada. Es la clase de pretexto que Rudd Hopper se inventa para arrestar a alguien. Bill se esfuerza por controlar su voz:

—Le aseguro, sheriff, que estas liebres no son robadas. Las he cazado yo mismo.
—Ya, entiendo —responde Hopper, con aparente calma—. Aun así, quizás sería mejor que vinieras conmigo a mi oficina. Es mi trabajo investigar estas cosas, ya lo sabes.
···

Jane apenas puede creer lo que está pasando. No conoce a ese hombre, pues no es uno de los que frecuentan el burdel, así que no entiende por qué ha salido en su defensa. No está acostumbrada a la amabilidad de nadie. Mira a su alrededor y se da cuenta de que varias personas del pueblo han salido a las puertas de sus tiendas y casas, mientras que otras contemplan la escena tras la trémula seguridad de sus ventanas. A nadie le parece posible que alguien esté desafiando a Hopper y su banda.
El sheriff no parece molestarse por eso, es más, parece disfrutar al saber que tiene a Wiss en sus manos.

—Las liebres salvajes son muy rápidas y oyen a un hombre a cincuenta pasos. ¿Cómo es posible que te hayas acercado sin que escaparan?
—No me he acercado. Les he disparado desde cien pasos de distancia.

Ante esa respuesta, Hopper emite una potente carcajada, que pronto es imitada por sus hombres.

—¡A cien pasos! —dice, sin poder aguantar la risa—. ¡Resulta que el labrador nos ha salido pistolero!

Mientras el granuja ríe, Jane contempla a su defensor. Wiss no responde al sheriff, se limita a observa en silencio y con tal seriedad que la joven no puede evitar preguntarse si el supuesto cazador no se guardará un as bajo la manga.
···

—Muy bien, Wiss —acierta a decir el sheriff, tras el ataque de risa—. Como soy un hombre razonable, te propongo algo: si aciertas un blanco a cien pasos de distancia, me creeré tu historia y te dejaré marchar. Si no, vendrás conmigo.

Por unos segundos, Bill permanece callado, mirando a su adversario con suspicacia. Conoce a Rudd Hopper, sabe que detrás de una propuesta como esa habrá una trampa, un castigo ejemplar para que nadie más se atreva a desafiar su poder.

—¿Y bien? —dice Hopper con impaciencia—. ¿Acaso no estás convencido de tu propia puntería?

Bill suspira. Sabe que no tiene otra opción que aceptar las condiciones.

—Está bien, sheriff. ¿Cuál será el blanco?
—Puede ser cualquier cosa —Rudd Hopper se gira, mirando a su alrededor. Al ver el puesto de fruta de Mike Crocker, se acerca hasta él y coge una—. ¿Qué tal esta manzana? ¿Crees que podrás acertar?
—Sí —contesta Bill, más seguro de su propia puntería que de las intenciones del otro.
—Sea, pues. Colocaremos la manzana allí —dijo, señalando a un granero que estaba a un centenar de pasos. Después, se vuelve hacia el hijo de Bill y añade—: y este joven será el encargado de sostener la manzana en su cabeza.
···

Todo el pueblo, incluida Jane, ahoga un suspiro al oír la condición impuesta por el sheriff, a la vez que los hombres de Hopper se echan a reír con lúgubre excitación.

—No, un momento, sheriff —balbucea Wiss, pero Hopper le interrumpe.
—Has aceptado, no puedes echarte atrás. Si no lo haces tú, o si fallas el tiro a propósito, le pediré a Dirty Pete que pruebe a darle el blanco.

Jane puede ver el dilema en la cara de Bill. Sabe que si se niega, Hopper lo detendrá y saqueará su granja. “¿Tendrá mujer e hijos, este pobre hombre?”, se pregunta. Si los tiene, se llevarán la peor parte, quedando indefensos ante la avidez de la banda del sheriff.

—Está bien —acaba por decir Wiss, con expresión de derrota.

Conteniendo las ganas de llorar, el pequeño Jack se dirige al punto señalado por Hopper, sosteniendo la manzana en la mano. Jane siente un vuelco en el corazón al ver al niño caminar hacia el lugar convenido, casi como si estuviera dirigiéndose hacia su ejecución. Y no es otro sino su propio padre al que le ha tocado hacer de verdugo.

—¡Cobardes! —grita ella, sin poder contener más la rabia— ¡Desgraciados! ¡Si fuerais hombres de verdad no haríais esto!

Durante unos segundos, continua insultándoles, usando palabras que hacen que más de uno contenga la respiración, hasta que el propio sheriff se impacienta:

—¡Cállate ya, maldita furcia! Si no lo haces, yo mismo dispararé al niño, y después le seguirás tú.

La amenaza surte efecto y Jane se muerde la lengua. Si algo le pasa al pequeño, no se lo perdonará. Se arrojaría desde un barranco antes que soportar tal culpa.
Al llegar hasta el granero, Jack se detiene. Lentamente, se gira de cara a los espectadores que, a cien pasos de distancia, contemplan la tétrica escena, y se coloca la manzana sobre la cabeza. Sonriendo, Hopper vacía el cargador de la pistola de Bill, dejando solo una bala en la recámara, y se la ofrece.

—Cuando quieras, Wiss.
···

Bill toma el revólver de la mano del sheriff y lo levanta con estudiada lentitud, apuntando hacia el granero. Hopper ha sido lo bastante astuto como para concederle solo una bala, por lo que si intenta usarla contra el mismo sheriff, los hombres de este acabarían con él y con Jack en un suspiro. Solo le queda una salida: acertar el tiro.
Con la vista fija en el blanco, intenta concentrarse, aunque siente que le tiembla el pulso. Ante el gozo que la tensión del momento les proporciona, los hombres del sheriff empiezan a abuchear y a gritar improperios para ponerle nervioso. Bill finge no oír lo que dicen. Respira profundamente. Piensa en los bosques de Vermont, en los árboles y las sombras de los troncos. Poco a poco, su mente se relaja ante la serenidad del recuerdo. No puede escapar de las grotescas voces de sus verdugos, pero consigue enmascararlas, imaginar que son solo el graznido de los pájaros y el rugir de las fieras. El azul intenso del cielo y la árida claridad de la tierra se desvanecen, dejando en su lugar el verdor de las hojas y los oscuros troncos que las sostienen. Por primera vez en veinte años, Bill se siente parte de un todo. Fijando la vista en su objetivo, apunta y dispara.
···

El silencio sepulcral que el disparo provoca en la calle queda cercenado por el silbido de la bala a través del aire. Todos los habitantes del pueblo están presentes, todos contienen la respiración, todos cierran los ojos instintivamente, incluida Jane. Cuando los abre, casi con temor, aprieta la mirada para distinguir el granero. Tras unos instantes, logra ver los restos de la manzana esparcidos sobre la pared del granero; el chiquillo, ileso.
Todo el pueblo estalla en gritos de júbilo mientras los hombres de Hopper maldicen por lo bajo. Es la primera vez que alguien les derrota y, pese al miedo que todos sienten ante la ira del sheriff, no pueden esconder la alegría que sienten al ver al pequeño Jack a salvo.
Tras unos instantes, Rudd Hopper se dirige a Bill con gesto de mal humor:

—Bueno, bueno, esto no prueba nada, después de todo. Venga, Wiss, tienes que acompañarme.

Esa frase hace que todos enmudezcan. Todos, menos Jane:

—¡Canalla! ¡Ese no era el trato! —Y, ante el gesto de sorna del sheriff, se lanza sobre él, gritando, mordiendo y arañándole la cara.
—¡Pero qué haces! ¡Quita, maldita fulana! —El sheriff se deshace de ella con un golpe que la tira al suelo. Dirigiéndose a Dirty Pete, añade—: Ocúpate de ella.

Jane traga saliva al ver a Pete relamiéndose ante la posibilidad de vengarse por el navajazo en el brazo. El pistolero saca su pistola y apunta a la joven. “Esta vez sí que ha llegado mi hora”, piensa ella, reprimiendo con dificultad las ganas de cerrar los ojos ante el inminente desenlace. El dedo índice de Dirty Pete saborea el tacto del gatillo con excitación, tras lo cual se escucha un breve y casi ensordecedor disparo.
Jane ha cerrado los ojos, no ha podido evitarlo. Los abre, y se da cuenta de no sentir dolor. Al levantar la cabeza ve a Dirty Pete, cuya mirada desorbitada muestra una inesperada incredulidad. Antes de que Jane se percate de la fatal herida que el pistolero tiene en el estómago, este se derrumba, sin vida. Ella se gira, sin entender lo que ha ocurrido. Desde el otro lado de la calle, ve a la señora MacEwen, en pie y sosteniendo una escopeta humeante.
Durante unos segundos, nadie sabe qué decir, incluido el sheriff. Su mirada va del cadáver de Pete a la escopeta de la costurera, casi como si no creyera lo que ha visto. Finalmente, reacciona:

—Pero, ¿te has vuelto loca, vieja?

Con rabia, Hopper se dispone a coger su propio revólver, pero una voz lo detiene

—Yo no haría eso, sheriff.

Ha sido Mike Crocker quien ha hablado, sujetando una escopeta él también. No es el único. Al mirar a su alrededor, Jane comprueba con júbilo que varias personas del pueblo han sacado sus armas y están apuntando a la banda de Rudd Hopper.
Sintiendo la amenaza, uno de los hombres del sheriff saca su pistola con agilidad y se dispone a disparar, pero antes de poder hacerlo recibe una bala en el cuello, esta proveniente de la pistola Burt Jackson, dueño del saloon.
···

Bill apenas puede creer lo que ve. El pueblo entero se está rebelando. El sheriff parece pensar lo mismo. Por un momento, Hopper parece sopesar la posibilidad de sacar su propia arma y disparar, pero recapacita. Ya ha perdido a dos hombres, y si inicia un enfrentamiento, él mismo podría resultar herido. Apretando los dientes, levanta las manos levemente y camina hacia atrás, sin dar la espalda a quienes le apuntan.

—Vámonos, muchachos —ordena de forma tajante.

A regañadientes, sus hombres se retiran. Todos ellos montan en sus caballos y, bajo la vigilante mirada de los habitantes de Tellertown, salen del pueblo.
Solo cuando Hopper y sus granujas se pierden en la distancia, Bill respira tranquilo. Jack se acerca a él y lo abraza, emitiendo leves sollozos por el alivio de haber sobrevivido. Los demás habitantes del pueblo se acercan a ambos, felicitando a Wiss y dándole palmadas en la espalda. La señora MacEwen se acerca a Jane y la abraza con ternura. Cuando se recompone un poco, Bill se dirige a todos ellos:

—Os agradezco lo que habéis hecho, pero es muy peligroso. Van a volver, Hopper no va a dejar que esto se quede así.
—Claro que volverán —responde Mike Crocker con una sonrisa mientras acaricia su escopeta—. Y les estaremos esperando.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Raúl Conesa
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Raúl Conesa »

A mitad de escribir mi comentario (que empezaba explicando que no pillaba qué historia se estaba versionando) me he dado cuenta de que se trata de la leyenda de Guillermo Tell. Me ha costado lo mío. Antes se me ha ocurrido pensar en It (por aquéllo de un grupo de personas que se unen para enfrentarse a un malo que usa el miedo contra ellos) que en lo más obvio, vista la manzana en la cabeza del niño. En fin, que soy un idiota.

Ahora ya al tema.

Hay una repetición en los tres primeros párrafos que me ha espinado de mala manera; con desgana. Al principio me he imaginado que la repetición era un elemento intencionado y que conectaría con algo, pero no he encontrado la conexión, así que tengo que achacarlo a un descuido que afea el tono de la historia al principio, como si el mismo autor le tuviera tirria a los que está pasando.

A nivel de argumento es bastante sencillo, aunque en este caso eso juega a su favor, ya que complicar más las cosas ralentizaría el desarrollo y le quitaría urgencia al problema en el que se meten los protagonistas. La encrucijada del padre, más allá de adaptar la leyenda de Tell, encaja perfectamente con algo que haría el malo de una película del oeste, así que la decisión de fusionar ambos mundos me parece muy acertada.

Salvo la repetición desganada, la verdad es que me parece un relato muy redondo, de notable bajo.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Raúl Conesa
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Raúl Conesa »

Ayer escribí mi comentario con algo de prisa y se me olvidó comentar un par de elementos muy pedantes, pero que a los entendidos de las armas de fuego nos hacen sangrar los ojos.

Primero, un revólver no tiene un cargador que tú puedas vaciar. Los revólveres tienen un tambor con ranuras para los cartuchos, siendo cada una una recámara en sí misma, y que van girando para alinearse con el cañón; por eso tampoco tiene sentido referirse a "la" recámara, ya que tienen varias (normalmente 6).

Y lo segundo: 100 pasos son alrededor de 70 metros. A esa distancia, con un revólver de pólvora negra de finales del siglo XIX, si le das a una manzana será más por suerte que por habilidad. Incluso con una pistola moderna sería difícil, salvo que seas Jerry Miculek. Esto no lo tuve en cuenta para mi valoración, ya que forma parte de la leyenda original, y en ese caso Guillermo Tell usaba una ballesta, que tampoco atinaría a esa distancia.

En fin, es lo típico de cuando alguien toca un tema que controlas y te das cuenta de los errores que a nadie más le importan. Como cuando en las noticias los periodistas confunden semiautomática con automática, y otras chorradas similares.
Era él un pretencioso autorcillo,
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Edgardo Benitez
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Edgardo Benitez »

No pude evitar escuchar a Rossini mientras leía este cuento. Muy ameno.

https://youtu.be/EnnU-ptbFEA
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por David P. González »

Con este relato me ha pasado algo muy curioso. Es el que más intensamente he disfrutado, realmente engancha, por lo menos a mí; pero al mismo tiempo es el que peor está escrito, con algunos destellos de talento, eso sí, pero con demasiadas expresiones toscas, feas o forzadas. Por favor, no te molestes, autor.
La historia engancha, como he dicho, y el formato está bien elegido.
Hay por ahí una pistola que una línea después se convierte en revólver. No son la misma cosa.
Y poco más, buena historia y final satisfactorio, aunque sí lo escribo yo no se van del pueblo, a no ser que el cementerio esté a las afueras XD.

Gracias, autor :60:
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Jarg
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Jarg »

Guillermo Tell en el oeste, vaya combinación, autor/a :lol: :wink:

Aunque ninguna de las dos temáticas es santo de mi devoción, tu relato no me ha disgustado. Leí Guillermo Tell cuando era pequeño, así que me acuerdo poco de los detalles. Por ejemplo, no recuerdo si en la leyenda original había un personaje que se correspondiera con el de Jane, pero por lo demás veo que has metido lo esencial de la historia en tu relato.
En el estilo lo veo bien, adecuado para el tipo de historia que narras (no creo que un estilo demasiado poético hubiera quedado bien en el oeste), pero hay algún que otro gazapillo en el texto que hay que revisar.

Gracias por compartirlo y buena suerte :60: :60: .
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Isma
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Isma »

Me ha gustado mucho, tiene buen ritmo y buen estilo. Me gusta la alternancia de puntos de vista. Es una historia original, este crossover entre Guillermo Tell y el lejano Oeste. Enhorabuena, autor, y mucha suerte.
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Dama Luna
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Dama Luna »

Guillermo Tell y, si no me equivoco, pinceladas de Caperucita también en un marco más global.

A mí me ha gustado mucho; tiene mucho ritmo gracias, por un lado, al uso del fraseo rápido, los cortes abruptos de PoV y la cantidad abundante de diálogo. También muy bien utilizado el recurso del presente, que introduce poderosamente al lector dentro del texto. El ambiente está muy bien recreado, ese far west duro y polvoriento en el que parece que no caben los personajes blanditos. Tiene fuerza y está muy bien narrado, así que enhorabuena!
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Gavalia
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Gavalia »

Pues he pasado un buen rato con la lectura de este trabajo. Encuentro una atmósfera muy bien conseguida, tanto en cuanto al lugar donde se desarrolla, como en la forma de contarlo. Pistolas, revólveres, cargadores, tambores... Supongo que dar veracidad con los detalles es importante y en estos encuentro algún error. Por lo demás me parece un buen relato con una prosa que engancha a pesar de algún que otro gazapo.
Suerte.
En paz descanses, amigo.
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Megan
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Megan »

Autor/a, me gustó tu relato.
Me tuvo entretenida todo el tiempo, a pesar de que lo mío no son los pistoleros y las cosas del western. Pero valió la pena, me pareció bien escrito y con gran expectativa, lo que lleva al lector a no desconcentrarse del tema central. Me gusta cuando las palabras me hacen "ver" lo que sucede como si fuera una película, muy buena la narración y las descripciones.

La verdad es que, si no fuera por los compañeros que comentaron antes, no me hubiera dado cuenta de que era una versión de Guillermo Tell, pero no es problema tuyo, es totalmente mío, :roll: .

Mucha suerte y gracias por compartirlo, :D .
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rubisco
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por rubisco »

Querido autor, querida autora:

Voy a ser la nota discordante, porque alguien tiene que asumir el rol de poli malo.

Reconozco que la lectura se me hizo más bien lenta. Será el género, será que me costó encontrar el enganche entre entorno e historia o será que sentí que entran demasiados elementos en juego para lo que debería ser un relato corto. También me ha sido imposible descifrar los cambios de tiempo narrativo de pasado a presente; normalmente podría indicar cambios de pasado a presente, pero aquí los he visto en la misma escena. Son pequeños detalles que a lectores quisquillosos y pretenciosos, como yo, nos sacan de la lectura. Por suerte, somos minoría :lol:

Sin embargo, no voy a negar que el encaje de la historia de Guillermo Tell con un entorno western te ha quedado muy bien. Las motivaciones de los personajes son claras y las recreaciones me han parecido muy logradas.

¡Mucha suerte! :60:
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Iliria
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Iliria »

Me ha gustado este retelling. Creo que la ambientación está bien lograda y, aunque sencilla, la historia funciona muy bien. Si tengo que ponerle algún pero, es el final un poco abierto. Quizá deje abierta la puerta a la venganza de Jane, que he echado en falta.

Gracias por participar, y suerte :hola:
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-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Sinkim
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Sinkim »

Me ha gustado la historia y me ha parecido muy valiente atraverse con este genero que suele estar tan denostado. Me ha parecido ver en la historia reminiscencias de "Infierno de cobardes", de Clint Eastwood :D
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Casper
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste

Mensaje por Casper »

Gillermo Tell no lo he leído y lo poco que sé es por un par de imágenes sueltas y nada más.
Me gustó. La ambientación es buena, la historia que define a cada uno de los personajes se va alternando al comienzo y de paso mantiene la atención del lector, este sabe que en algún momento estos se cruzaran y juntos darán vida a la historia principal.
El final lo encontré bueno, la muerte de los forajidos habría sido poca cosa comparada con la decisión del pueblo a no dejarse avasallar nuevamente.
Suerte :60:
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Gavalia
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Re: R - El mejor pistolero del Oeste - Jarg

Mensaje por Gavalia »

Está claro que me tienes ganado, socio.
Enhorabuena porque me lo pasé muy bien leyendo tu variante de Guillermo Tell.
Abrazote.
En paz descanses, amigo.
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