CN10 - Bisbiseo - Rubisco

[Lifen]

Bisbiseo

Al entrar en casa se encontró la misma penumbra que había dejado una hora y media antes. Los únicos brotes de luz provenían de la lámpara del poyo de la cocina, que permanecía encendida hasta que se acostaba, y del televisor del cuarto del fondo, cuyo reflejo se proyectaba con intermitencias en la puerta.

Cruzó los siete metros del pasillo con el corazón encogido. Solo lograba escuchar el bisbiseo que emitían los altavoces del televisor. Era tan tenue que incluso una respiración humana debía eclipsarlo. Pero no oía nada más. Y eso la tenía aterrada.

Cuando finalmente traspasó el umbral de la puerta lo vio, tumbado en el sofá, inerte. Hubiera jurado que estaba muerto si no fuera porque había visto sus pupilas moverse para enfocarla a ella. En ese momento suspiró de alivio.

—¿Cómo te encuentras?

El joven no contestó. Su única respuesta fue moverse levemente para acomodarse en el sofá, donde llevaba acostado varias horas.

La madre lo observó con detenimiento. La oscuridad ocultaba bastantes estigmas, pero aún se distinguían los ojos hundidos, los labios azulados, la piel escamada y las clareas en el pelo.

—Hijo, ¿te encuentras bien? —insistió, con una nota de apremio en su voz.

Se revolvió de nuevo en el sillón y finalmente gruñó:

—No.

Sin pedir permiso, la madre se sentó a sus pies. Él se vio obligado a recogerlos con un esfuerzo considerable, seguido de un nuevo gruñido. De pronto, un espasmo le sacudió todo el cuerpo.

—Tienes frío —concluyó ella. Recogió la manta que yacía, desordenada, en el suelo y la extendió sobre las piernas de su hijo.
—No, no tengo frío —contestó con dificultad, seguido de otro espasmo.
—Ah, ya.

Ambos se quedaron sentados, haciéndose compañía mientras miraban el televisor con la vista perdida, hasta que él interrumpió el tenue sonido que emitía el aparato:

—Me duele.

La madre ignoró el televisor y miró a su hijo.

—¿El qué, cariño?
—Todo —contestó, con la mirada de indiferencia centrada en la pantalla y un tic persistente en un ojo.

Un nuevo silencio se apoderó de la estancia.

Sabía que la indiferencia no era tal, y lo confirmó cuando le pasó la mano por delante de los ojos, sin observar reacción alguna. Ya los sucesivos médicos le habían advertido del progresivo deterioro que iba a sufrir su sistema nervioso.

Tragó un nudo y sorbió unas lágrimas que se escaparon de su control.

—¿Estás llorando? —preguntó él en un susurro forzado.

La madre negó con la cabeza. Alargó la mano para tomar el bolso y rebuscó en él. El sonido del plástico acompañó a su mano, dejando entrever un pequeño bote transparente.

—Ten, hijo, esto es para ti —dijo, con la voz quebrada.

El joven, al ver la bolsa, pareció cobrar vida. Se incorporó con una agilidad extraña en él, le arrebató el bote, lo abrió y olió su contenido. Su cara reflejó su sorpresa al descubrir de qué se trataba.

—Mamá, ¿me has comprado caballo?

Asintió con los ojos humedecidos.

Sin soltar el bote, el joven hizo un último esfuerzo por acercarse a la madre y la abrazó con dificultad. Ella sintió una punzada de dolor en el pecho cuando notó los brazos prácticamente ausentes de carne rodeando su espalda.

—¿Quieres probarla ahora? —preguntó ella tratando de vencer la quebradura de su voz. Él asiintió de forma nerviosa—. Vamos a la cocina. —Se levantó, lo tomó del brazo y lo ayudó a ponerse de pie.

Les tomó más de dos minutos atravesar el pasillo. El joven avanzaba arrastrando las pantuflas y ella tenía que tirar de su cintura hacia arriba para que no se desplomara al suelo. Cuando llegaron a la cocina lo sentó en una silla y encendió un fuego de gas.

—Déjamelo —le pidió a su hijo, señalando el pequeño bote; el joven la miró con desconfianza mientras lo escondía entre sus manos huesudas, pero al ver las llamas ondeantes cedió y se lo entregó.

Tomó una cuchara, la colmó de agua y le echó el contenido del bote y unas gotas de zumo de limón; lo acercó a la llama y esperó a que cambiara de color.

—¡Mamá! ¿Tú sabes hacer…?
—Sí —le interrumpió—. Una madre tiene que saber lo que necesita un hijo. —Y agregó—: Sea lo que sea.

Esas palabras lograron, por primera vez, extraer una tenue risa de la boca del joven, que no dejaba de mirar, absorto, como ella pinchaba un filtro de tabaco con la aguja y lo empapó en la mezcla para absorber el líquido dentro de la jeringuilla.

Cuando terminó, pegó una silla a la de su hijo, se sentó a su lado y le entregó la agujas junto a un elástico grueso. El joven tomó ambos objetos y la abrazó de nuevo.

—Mami, eres la mejor.

Intentó ponerse el elástico en el brazo, pero el pulso no le permitía enlazar ambos extremos, así que ella le ayudó a atárselo. A continuación, tomó la jeringuilla y, con una destreza impropia de su estado, enterró la aguja en el brazo y empujó el émbolo.

Dos minutos después, el joven, abrazado torpemente a su madre, comenzó a reírse de forma lenta y pesada mientras perdía la mirada en el techo.

—Todo es maravilloso —dijo, alargando cada vocal.
—Lo es, cariño —contestó ella con lágrimas en los ojos mientras sostenía su mano.
—Es todo tan… tan… —Permaneció callado, con la boca abierta, y un goterón de saliva le chorreó antes de que terminara la frase—. Tan suave. Tan… tan… tan dulce.

La madre no dijo más nada; se limitó a sonreír con los ojos achinados mientras veía a su hijo disfrutar aquella última dosis de heroína.

—Gracias por el caballo, mamá.

De pronto, el cuerpo perdió tensión y se volvió más pesado. El silencio inundó la vivienda, aderezado por el tenue bisbiseo que provenía del televisor del fondo.

—De nada, hijo.

[Atreyuyfuyu]

Hola, ha estado muy bien. Era como si hubiese estado leyendo el fragmento de un libro. Has sabido transmitir la situación, a mi se me ha puesto mal cuerpo por la enfermedad del niño y que tome droga.

[lucia]

A mí me queda la duda de si estaba terminal por ser yonqui o era otra enfermedad y la madre aprovechó que el hijo era heroinómano para matarlo.

Ahora, por más que se diga caballo dos veces y que al final hay un muerto, no le veo relación ninguna con la foto.

[Estrella de mar]

Joé, me ha impresionado esta historia. La verdad es que duele, por el infierno del adicto y por el de una madre con el hijo adicto. La cosa es que la imagen no la he visto por ningún sitio. Te habría quedado redondo para mí si con el ciego de él va y le suelta a la madre algo en plan paranoia de que se está viendo en un féretro llevado por un carruaje y que se siente en el paraíso. O algo así.

Ambrosio, este no hace falta que lo comentes.

[Estrella de mar]

A mí me queda la duda de si estaba terminal por ser yonqui o era otra enfermedad y la madre aprovechó que el hijo era heroinómano para matarlo.

#Este comentario es de Ambrosio#
Yo creo que no, señorita lucia, porque nada más entrar en la casa la madre teme que esté muerto.

[Raúl Conesa]

Es un relato potente y que aprovecha bien la limitación de 1.000 palabras para dar un golpe veloz a las emociones. Está muy bien condensado, no saliéndose ni un instante del objetivo final: mostrarnos desde el punto de vista de una madre, y con su aportación benevolente, la muerte de un joven enfermo y heroinómano. La situación es dramática de por sí, y creo que ése es el gran acierto del autor/a, ya que la situación es autodescriptiva y por tanto permite centrarse en las emociones.

Creo que éste va para podio.

[Megan]

Hola autor/a, me gustó tu relato.
La trágica historia de un joven drogadicto a quien su madre ayuda a dejar de sufrir, está muy bien narrada, los diálogos son claros y muy tristes, lo que hace que la historia llegue más aún al lector.

Mucha suerte y gracias por compartirlo.

[David P. González]

No me gusta mucho cómo está escrito. Hay muchas expresiones mal utilizadas que, si el autor quiere, comentaré una vez se sepan las autorías. A mí es que esas cosas me distraen muchísimo, no puedo evitarlo. No disfruto igual.
La historia es desgarradora y dura y nos presenta a una madre capaz de pasar por el trago de aprender a preparar un pico para suministrárselo a su hijo, algo ya de por sí dramático, pero es que además, en un acto de generosidad, tiene el valor de aplicarle una sobredosis para aliviar el sufrimiento de él a costa del de ella. Porque tendrá que vivir con el hecho de haber matado a su hijo. En un acto de generosidad, sí. Pero ha matado a su hijo.
Buen trabajo autor

[raumat]

Una historia muy emotiva... Perturba y hace sentir al lector...
Técnicamente muy bien escrito, a mi juicio.
El tema, la drogadicción... tan triste, tan deprimente...
Me ha gustado. Buen trabajo.

Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.

[Estrella de mar]

#Este comentario es de Ambrosio#

Señorite autore: he leído a la señorita Estrella notificarme que no comente este relato, pero de no hacerlo incurriría un servidor de ustedes en una discriminación que repele mi sentido de la justicia, por lo que le dejaré aquí las impresiones que me produjo su propuesta artística, aun a riesgo de llevarme un azote.

Me ha gustado su narración por el elogio a la madre, que buena falta nos hace en esta sociedad corrompida e individualista. También porque me ha trasladado usted a mi infancia, cuando mi pobre madre se desvivía por mí. Qué no harán las madres por sus retoños, aunque estos tengan ya una extensa melena adornando sus partes pudendas (dicho esto sin ánimo de escandalizar a ninguna fémina del foro) es algo que me resulta abrumadoramente inspirador. Me gusta, pues, este ensalzamiento de los progenitores.

Me ha dejado su narración con varias cuestiones en la cabeza, ¿estaba enfermo y necesitaba aliviar su dolor? ¿Era adicto y necesitaba su dosis? ¿Las dos cosas juntas? ¿La madre se pasó sin querer con la dosis y se fue la criatura para el otro barrio? Porque está claro que él es el muerto, digo yo. Estas y otras preguntas me han estado aleteando y eso me parece a mí que es meritorio. Me he maravillado de lo bien que usted escribe, y me ha venido a la cabeza que el señorito Isma, asiduo de este subforo, como ustedes le dicen, hace mucho hincapié en que siempre hay que utilizar las comillas angulares, que no sé que cosa es esa, si le soy sincero, pero estoy completamente convencido de que usted sí lo sabe y hasta las utiliza como es debido, por la destreza que demuestra.

Si no requiere usted de mis servicios, me retiro ya, agradeciéndole su creación.

[Jaillet]

Uf, qué duro. Es fácil visualizar y entrar en el corazón de esa madre, en el momento en el que encajas las piezas... No obstante, como han dicho por ahí, la relación con la foto pudo haber sido más explícita, aunque fuese en forma de delirio.

[Spicata]

Hola autor

Vaya, me he quedado en shock
Quizás sea que tengo dos niños pequeños y me cueste ponerme en el papel de esa madre, pero me ha resultado especialmente duro. Y si lo pienso detenidamente, hasta qué punto la madre estará destrozada para hacer ese acto, para ayudar a morir a su hijo. Se me encoge el estómago sólo pensarlo. Quizás me faltó un poquito más de desarrollo, de empatía con esa madre, pero bueno, esa es mi impresión y quién soy yo para criticar

Gracias por compartirlo

[Jarg]

Un relato intenso en cuanto a las emociones que transmite, acompañadas además de la atmósfera de la casa: la oscuridad y el silencio frente al resplandor y el bisbiseo de la tele. Es breve pero engancha, y el dolor de la madre está expresado con mucha autenticidad.

La relación con la foto del concurso es leve (los dos caballo que menciona y el muerto), pero a mí me vale. El recorrido que hacen hasta la cocina es prácticamente una marcha fúnebre. Gracias por compartirlo, autor/a, y buen trabajo.

[Ginebra]

uf, está tan bien escrito que pone los pelos de punta. Yo veo a un heroinómano y su dolor. Y a una madre y su dolor. Lo que hace es terrible, para ella, porque para él es el descanso. Muy bien narrado, es duro pero me ha gustado. En cuando a la foto, sí, la mención del caballo y la muerte del joven, creo que tampoco tiene que ser literal, aquí se ve, en mi humilde opinión. Mucha suerte!

[Isma]

Ohh, qué bueno. Me ha gustado mucho. Enhorabuena.

El título, bisbiseo, hace referencia a algo que a lo que no le encuentro mucha importancia. Es la única pega que le encuentro. Por lo demás, un buen ritmo, una trama sencilla y directa, un argumento interesante. Un tema un poco parco en emoción, quizás, me parece a mí: quizás hubiera sido positivo alguna frase más para hacer hincapié en el dolor de la madre. A los lectores nos gusta que los personajes sangren, no necesariamente de manera explícita.

Como curiosidad, al comenzar la lectura he dudado por un momento. Me hubiera gustado encontrar a un pollo sosteniendo una lámpara en la cocina. Pero no, la lámpara estaba en una repisa.