CP XVII - Asumible - David Pesadilla

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CP XVII - Asumible - David Pesadilla

Mensaje por lucia »

Asumible

El calor del soldador derritió la varilla de estaño y una gota se derramó sobre la placa de circuitos. Cuando se solidificó, el pequeño condensador y la placa quedaron unidos para siempre (si consideramos siempre en su sentido no literal). La puerta del taller se abrió. Zhang movió los ojos para mirar por encima de sus gafas, alternando su atención entre la puerta y la placa de circuitos, como un amanecer indeciso en un sistema solar binario. Vio entrar a un hombre con las dos manos en los bolsillos. Vestía traje rojo de tres piezas, camisa negra, a juego con los zapatos, y una corbata, perfectamente rectangular, blanca con una pequeña raya vertical de color negro en la parte de arriba. Era tan blanca que parecía brillar en la penumbra de aquel lugar. Le siguieron otros cinco hombres, todos ellos vestidos igual que el primero pero en color verde. Formaron una disciplinada línea de apoyo y esperaron. El hombre de rojo recorrió los ocho metros que lo separaban del anciano, que amusgó los ojos reconociéndolo.
—¡Ah! Es usted. ¿Qué quiere ahora? —dijo volviendo su trabajo.
—¿Es usted Zhang Yimou? —dijo el hombre de rojo.
—Ya sabe que lo soy. ¿Por qué hace como si no me conociese?
—Porque no le conozco.
—¿Es una broma? —dijo Zhang confuso.
—Le aseguro que no. Y ahora, si no le importa, recoja lo que tenga que recoger y apague lo que tenga que apagar —dijo gesticulando con las manos—. Se viene con nosotros.
—Vale, jugaré a su estúpido juego… Otra vez —dijo Zhang. Sopló la soldadura del decimotercer condensador y dio por terminada la placa—. Total, no me iba a servir de nada negarme. Me quedó bastante claro la última vez.
—Oiga, no sé quién cree que soy, pero le aseguro que no le había visto en mi vida.
—Vale. Tengo curiosidad por ver adónde lleva esta pantomima suya. —Zhang manipuló algunos aparatos, cogió una chaqueta y acompañó a aquellos hombres. Tres coches de gran tamaño esperaban en la calle—. ¿Coches? Qué tradicional —dijo.
—¿Le parece mal?
—No, solo decepcionante.
—¿Esperaba un helicóptero?
—Esperaba algo más cuántico.
El hombre de rojo se encogió de hombros, caminó hacia el vehículo de en medio, abrió una puerta y se giró hacia Zhang.
—Suba, por favor —dijo.
Zhang obedeció. El hombre de rojo lo siguió, cerró la puerta e hizo una señal al conductor. Todos los vehículos se pusieron en marcha.
Veintiuna agotadoras horas más tarde Zhang estaba sentado en el extremo de una mesa ovalada rodeado de otras treinta y cuatro personas. Todos vestían igual que el hombre de rojo, pero algunos de ellos en color amarillo y el resto, la mayoría, en naranja. Todos en perfecto orden, sin mezclarse entre ellos. Junto a él, con varias sillas vacías de separación y a ambos lados de la mesa, los de color naranja, y a continuación los de color amarillo, flanqueando una silla vacía en la otra punta. Zhang miró su reloj. Habían transcurrido cincuenta y cinco minutos cuando una puerta, al fondo de la sala, se abrió. Todos se pusieron en pie. Zhang hizo lo propio. Una mujer de unos ochenta y nueve años (redondeando), vestida con el mismo traje que el resto de los presentes, pero completamente blanco salvo por la corbata rectangular, que era de color negro, entró y, ayudándose de un bastón, se acercó a la silla vacía. Tras ella entraron cuatro personas más, de nuevo con el mismo atuendo, pero en color azul. La ayudaron a tomar asiento y repartieron dosieres a todos los miembros de la mesa. Luego permanecieron a la espera al fondo de la sala. La mujer de blanco se calzó unas gafas y dedicó un par de minutos a hojear el dosier. Cuando hubo terminado se las quitó, apoyó las manos en la mesa con los dedos entrecruzados, se inclinó hacia adelante y miró fijamente a Zhang.
—Buenos días, señor Yimou —dijo con cierta indiferencia que sonó artificiosa—. Confío en que haya podido descansar en el trayecto. Sé que ha sido largo.
—No mucho, si le soy sincero. La incertidumbre no es buena compañera de viaje.
—Sí. Le pido disculpas por eso. Pero supongo que entiende que la discreción es vital para una organización como la nuestra —dijo moviendo las manos para abarcar ambos lados de la mesa—. Espero que, al menos, haya comido algo.
—Algo he comido, sí —dijo con el tono de alguien que quiere ser cortés, pero, a su vez, quiere que se note que está molesto porque no ha comido lo suficiente—. Pero supone usted mal. No entiendo, en absoluto, la vitalidad que la discreción representa para ustedes… —dijo dejando las palabras suspendidas en el aire—. Porque no sé quiénes son ustedes —concluyó.
—Cierto. Y paradójico, porque es esa discreción la que me ha llevado a no revelárselo —dijo la mujer de blanco—. Dígame, señor Yimou, ¿ha oído hablar de los Fibonacci? —preguntó.
—¿En serio? Creía que eran teorías paranoicas de entusiastas de la conspiración.
—Pues ya ve que no.
—¿Por qué ese nombre? ¿Por Leonardo de Pisa? —Un desconcierto general sobrevoló la mesa. En una sociedad en la que los libros eran tabú y el conocimiento, o cualquier otro signo de haber tenido contacto con ellos, eran motivo de rechazo, la ignorancia fue la causa principal. Pero también hubo cautela—. El matemático —explicó Zhang sorprendido. No despejó ninguna duda.
—No, no es por el matemático —dijo la mujer de blanco manifestando una vasta cultura y una aún más vasta despreocupación por la opinión de los demás—. Es mera casualidad. —Hizo una pausa dramática—. Buscada, lo reconozco, lo que quizá descarte lo casual… —reflexionó—. Si decide discrepar no defenderé ese argumento. En definitiva, no. Se trata de un acrónimo de algunas de las compañías que forman la organización que representamos. Las más importantes, no podíamos meter las ciento cuarenta y cuatro. Son demasiadas hasta para una frase. Y antes de que lo pregunte: alguien lo propuso y sonaba bien, eso es todo.
—Vale —dijo Zhang—. Ya sé quiénes son ustedes. —Se inclinó sobre la mesa y continuó con cierto exceso de confianza—. ¿Qué hago aquí? ¿Qué puede querer una organización como la suya de un viejo mecánico?
—Es usted listo, señor Yimou. ¿Por qué lo intenta?
—Intentar, ¿qué?
—Como quiera —dijo la mujer de blanco. Examinó el dosier hasta encontrar la página que buscaba. Luego continuó—. Veamos… Doctor en física teórica con especialización en teoría cuántica de campos, física teórica de partículas y física experimental de altas energías. Doctor en matemáticas, con especialidad en estadística y probabilidad…
—Un tipo listo, desde luego —dijo Zhang interrumpiendo—. ¿Cómo se llama?
—Se lama Chang Tsen. —dijo ella. Zhang se encogió de hombros. La mujer de blanco lo miró y continuó—. Trabajó como físico experimental en el Sky God y participó en el proyecto Manantial con el doctor Fuentes, proyecto que, según todas las investigaciones que se han llevado a cabo, y no son pocas, provocó el accidente. —En ese momento dejó de leer el dosier—. Creo que el proyecto estaba relacionado con la materia rara…
—Extraña —dijo Zhang. La mujer de blanco lo miró confusa—. Materia Extraña, se llama así —explicó este. Ella sonrió y Zhang comprendió que había caído en su trampa.
—Se le dio por muerto, como al resto de sus compañeros —continuó la mujer de blanco con cierto aire triunfalista—. Cómo sobrevivió al accidente es una incógnita que no hemos podido resolver. Lo que sí sabemos es que se hizo llamar Zhang Yimou, que ocultó su pasado como científico, con muy buen criterio, he de reconocer; que se reinventó como mecánico y que ha estado creando esos vibrantes para que la gente salte las brechas. Un trabajo excelente, por cierto, señor Tsen —dijo poniendo énfasis en el nombre.
—Gracias —dijo Chang reconociendo la astucia de la mujer de blanco con un gesto.
—¿Se reconvirtió usted o ya tenía conocimientos de mecánica?
—Por aquella época, la del Sky God, devoraba los libros. Recuerdo que un año llegué a leer doscientos treinta y tres. Parece poco, pero puesto en contexto, con el poco tiempo libre que teníamos allí arriba… Me preparé para algunos doctorados de los que nunca llegué a sacarme el título: Electroquímica, Nanociencia, Biofísica, Materiales avanzados… Quizás alguno más, ya no lo recuerdo —explicó Chang—. ¿Por eso estoy aquí? ¿Por los vibrantes?
—En absoluto —dijo ella—. Esos vibrantes que usted ha inventado, a pesar de ser ilegales, dan esperanza a la gente. Se han convertido en un objetivo, en un motivo para continuar adelante. Para mucha gente son la posibilidad de un futuro mejor.
—Pero incierto — intervino Chang.
—Aún así, mejor —sentenció la mujer de blanco. Chang le concedió eso.
—¿Entonces cuál es el motivo? —preguntó.
—Nos gustaría conocer su opinión como experto sobre lo siguiente —dijo ella—. Suponga que queremos evitar un suceso que ya ha ocurrido. ¿Hay alguna manera de hacerlo?
—¿Qué suceso?
—¿Importa eso?
—No —dijo Chang. Hizo una pausa para reflexionar.
—¿Y bien? —dijo la mujer de blanco.
—Me temo que sólo hay una forma.
—Le escuchamos —dijo la mujer de blanco abriendo los brazos.
—¿Tiene usted una máquina del tiempo? —dijo Chang con condescendencia.
—Imaginaba que diría eso —dijo ella—. Acompáñeme, le enseñaré algo —añadió.
La reunión se trasladó a la sala de observación de uno de los laboratorios del edificio. Desde allí, Chang pudo contemplar una esfera, de tres metros de altura, que distorsionaba la luz. Varios operarios vestidos con batas de color morado trabajaban a su alrededor manipulando complicadas maquinas.
—¿Qué es? —preguntó Chang confuso.
—Me ha preguntado si tenía una máquina del tiempo. La tengo —dijo con la superioridad que le proporciona a uno poseer una máquina del tiempo.
—Supongo que me tomará usted por tonto y me hará una demostración convincente.
—Contaba con ello, señor Tsen —dijo ella. Se aproximó al hombre de rojo, que se había unido a la comitiva, le dijo algo al oído y este se marchó. Un minuto después estaba al otro lado del cristal, frente a la esfera, ajustándose una especie de arnés de metal. Uno de los operarios introdujo algunas líneas de datos en una consola y el hombre de rojo atravesó la esfera. No había desaparecido del todo en la profundidad de aquella bola de incertidumbre, cuando ya aparecía por otro lado de la misma. Iba acompañado de Zhang Yimou—. ¿Es lo suficientemente convincente?
—¿Pero qué…? ¿Cómo…?
—Es usted. El usted de hace dos semanas —explicó la mujer de blanco.
—¿Cómo sé que no es un truco?
—Porque lo recuerda. Recuerda usted haber estado ahí mismo, haciendo eso mismo.
—¿Cómo es posible? No hay tecnología lo suficientemente avanzada.
—Olvida que las compañías que construyeron el Sky God pertenecen a esta organización. Y los beneficios no fueron únicamente económicos. Nos aseguramos acceso a cualquier avance científico con aplicación a la tecnología.
—Entonces, ¿la han creado?
—No exactamente. Solo la hemos construido. No fue fácil, trescientas setenta y siete páginas de planos nada menos. Alguien los encontró entre los restos del Sky God. Desconocemos su origen.
—Vale —dijo Chang—. Tienen una máquina del tiempo. Pero no pueden hacerlo.
—Sabe que podemos. Pruebe otra vez.
—¡Pues no deben! —sentenció.
—¿No? Convénzanos —dijo la mujer de blanco.
—La cantidad de cosas que podrían cambiar en el presente solo con modificar un detalle del pasado… Es abrumadora. Esta organización… podría no existir.
—Lo sabemos. Para eso le hemos traído —dijo ella.
—Creía que era por mi opinión de experto sobre lo de evitar…
—También, aunque habíamos llegado a la misma conclusión al respecto. No. El verdadero motivo es que necesitamos que utilice sus conocimientos en estadística y probabilidad para analizar el evento que queremos evitar. Es usted el mejor en esa disciplina. Tampoco es que haya muchos candidatos —dijo con cierto desasosiego—. Sabemos que provocaremos cambios en el presente y queremos reducirlos al mínimo. Usted nos dirá cuáles son las opciones con mejor resultado.
—¡De ninguna manera! ¡No participaré en semejante barbaridad! —dijo Chang con determinación—. No pienso ser cómplice de tamaño despropósito.
—Si no participa lo haremos a ciegas. Pero lo haremos, señor Tsen —dijo la mujer de blanco—. Asegúrenos el mejor resultado posible y duerma tranquilo —añadió con condescendencia.
—¡Cabrona! —espetó Chang en un acto reflejo. Se arrepintió al instante—. Lo siento.
—No se lamente, señor Tsen. Asumo mi rol.
—¿Cuál? ¿El despótico o el de irresponsable.
—¿Cree que soy una déspota? ¿Que aquí mando yo? —dijo ella—. Se deja usted llevar por los convencionalismos. Nuestro sistema es jerárquico y yo tomo las decisiones, sí, pero esto no es una dictadura, aquí no hay un líder rodeado de fanáticos. Si yo tomara una mala decisión, los miembros de amarillo la anularían, me destituirían y elegirían otro. Al instante. Esa es su función, por eso están aquí. A su vez, si los miembros de amarillos tomaran una mala decisión, los miembros de naranja la anularían, disolverían a los miembros de amarillo y elegirían a otros. También están aquí para eso. Esa es la función de este Consejo.
—¿Y quién controla a los miembros de naranja? —preguntó Chang.
—El resto de colores. Aunque ellos tienen otras funciones, por eso no están sentados a esta mesa. Los de azul son asistentes. Los de morado se dedican a la investigación y el desarrollo. Los de marrón son cocineros. Los de verdes, seguridad. Los de negros, datos. Y los de rojo hacen trabajos… especiales. trabajos que requieren otro tipo de escrúpulos.
—¿Del tipo escasos?
—Del tipo escasos —dijo ella. Le concedió unos segundos de reflexión a Chang—. ¿Y bien? ¿Qué ha decidido, señor Tsen?
—Quiero que quede claro que no lo apruebo —dijo Chang—. No lo apruebo en absoluto, ¡maldiga sea! Esto es un error.
—Tomamos nota de su postura y le agradecemos que colabore. Nadie le responsabilizará a usted de lo que ocurra, puede estar tranquilo—dijo la mujer de blanco. Hizo un gesto un asistente de azul le proporcionó un dosier a Chang—. Esos son todos los datos que los miembros de negro han recopilado sobre el evento. Como verá es un trabajo exhaustivo.
—¡Tiene seiscientas diez páginas!—dijo Chang sorprendido.
—Se lo resumiré: Ocurrió hace novecientas ochenta y siete semanas. Un camión cargado con nitrógeno líquido…
—¿Eso no son diecinueve años? —interrumpió Chang.
—Supongo que sí, no lo he calculado.
—¿Por qué no dice diecinueve años?
—No lo sé, el dato está expresado en semanas. Aquí hay gente muy excéntrica. —explicó ella—. Cómo le iba diciendo, el camión vuelca cuando circula por un viaducto. El nitrógeno líquido se derrama y se filtra en la estructura, que está húmeda por las lluvias. El agua se congela al instante, se expande y produce microgrietas que crecen y, meses después, el viaducto se derrumba. Un centenar de víctimas mortales —concluyó. Un murmullo rubricó la exposición.
—¿Por qué lo hacen? —preguntó Chang—. Es mucho riesgo por tan solo cien vidas.
—Porque creo que es hora de hacer algo realmente útil por la sociedad, señor Tsen. Aunque no le negaré que hay cierto componente de egoísmo: se están produciendo muchos saltos en masa. La mano de obra empieza a escasear y el consumo desciende. Eso afecta a nuestras compañías —explicó. Hizo una pausa dramática antes de continuar—. Hemos elegido este evento porque son pocas víctimas y el riesgo que usted tanto teme es menor, pero si todo sale bien, habrá más. Y más importantes.
—De acuerdo. Necesitaré tiempo para analizar esto como es debido —dijo Chang blandiendo el dosier.
—No hay ninguna prisa, señor Tsen, tómese el tiempo que necesite. El evento seguirá ahí vayamos desde cuando vayamos.
Chang necesitó dos semanas para elaborar un informe. Lo presentó en la sala del Consejo. En él se describían los cambios que, según su criterio, había que llevar a cabo con una precisión de tolerancia cero. La mujer de blanco se congratuló.
—Es un trabajo exquisito —dijo—. Ha superado usted todas mis expectativas.
Hizo un gesto con la mano y el hombre de rojo, que estaba en la sala, se acercó a ella y recogió el informe. Llevaba puesto el arnés de metal. Ella chasqueó los dedos y un asistente de azul hizo aparecer una pantalla enorme en el lado derecho de la sala. El hombre de rojo se marchó leyendo el informe. La pantalla se encendió. La esfera del laboratorio de la máquina del tiempo apareció en primer plano. Unos minutos después apareció el hombre de rojo y le entregó el informe a un operario de morado. Este introdujo varias líneas de datos en una consola y el hombre de rojo atravesó la esfera y apareció de vuelta al mismo tiempo. En la mesa de la sala del Consejo faltaban dos miembros de naranja y uno de amarillo era distinto. Un dosier apareció de la nada, frente a la mujer de blanco, con el título: Cambios. Ella lo leyó. Se quitó las gafas y se dirigió a la mesa.
—Hemos provocado un evento nuevo con mil quinientas noventa y siete víctimas mortales —se lamentó.
—Sabía que no saldría bien —dijo Chang.
—No se vanaglorie, señor Tsen. No es elegante —dijo la mujer de blanco.
—¿Y ahora qué?
—Lo arreglaremos.
—¿En serio? —dijo Chang incrédulo—. ¿Es que no ha aprendido nada?
—Coja el dosier, señor Tsen. Se lo suplico.
Chang lo cogió. Y dos semanas después, como si de un deja vu se tratara, la reunión se repitió. El hombre de rojo volvió a atravesar la esfera y a regresar al mismo tiempo y un nuevo dosier apareció en la mesa del Consejo frente a la mujer de blanco.
—Dos mil quinientas ochenta y cuatro víctimas mortales —se lamentó.
—¿Es suficiente? —dijo Chang—. ¿Se da por vencida?
—No.
Tres semanas después se repitió la reunión. El hombre de rojo atravesó la esfera y volvió al mismo tiempo. En la sala del Consejo los miembros de amarillo ahora eran verdes y los de naranja eran morados. Faltaban varios de ellos y otros tantos habían cambiado. Un dosier se materializó frente a la mujer de blanco, que seguía siendo ella misma y vestía de blanco igual.
—¿Cuántas? —preguntó Chang.
—Cuatro mil ciento ochenta y una —dijo ella.
—¿No estará pensando en continuar con esto?
Sí lo estaba pensando. Y lo hizo. Y dos semanas después la reunión se repitió de nuevo. El hombre de rojo atravesó la esfera y regresó al mismo tiempo. En la sala del Consejo la mujer de blanco era un hombre con el pelo cano. Los miembros de amarillo (de nuevo) todos rubios y los de naranja (de nuevo) eran todos pelirrojos. Un dosier apareció frente al hombre de blanco.
—Me temo, Chang, amigo mío, que tenía usted razón desde el principio —dijo—. Un evento nuevo se ha producido con motivo de nuestra acción. Las víctimas mortales ascienden a seis mil setecientos sesenta y cinco.
—Parece usted un hombre razonable. Más razonable que… —dijo Chang— ¿Detendrá usted esto de una maldita vez?
—Supongo que es hora de… —empezó a decir— No. Bromeaba —dijo con sorna—. Haga el informe, por favor.
Cuatro semanas después el hombre de rojo atravesó la esfera con el informe de Chang. Volvió al instante. En la sala del Consejo el hombre de blanco era una oveja. Los miembros de amarillo se cubrían la cabeza con caperuzas y los miembros de naranja jugaban a las cartas con indiferencia. Un dosier se materializó frente a la oveja. El hombre de rojo no esperó a que lo leyesen. Atravesó la esfera y regresó. La mujer de blanco volvía a ser ella misma. No había más miembros sentados a la mesa. Un dosier apareció frente a ella. Lo leyó.
—Lo lamento. Diez mil novecientos cuarenta y seis víctimas mortales.
—Por favor, pare. Tiene que parar.
—No puedo, señor Tsen. Lo siento.
—Una última vez. No haré más informes.
Seis semanas después el informe estaba en manos del hombre de rojo. Atravesó la esfera y volvió. En la sala del Consejo todo estaba bien. Ningún cambio excepto Chang Tsen, que no estaba. El dosier también apareció.
—¡Vaya! Qué contratiempo más conveniente —dijo la mujer de blanco leyendo—. Parece que el señor Tsen es la única víctima mortal en esta ocasión —dijo. Hizo una pausa para la reflexión y luego continuó—. Asumible —sentenció.
Dio por terminado el experimento y ordenó destruir la máquina del tiempo y los planos.
Dos meses después una extraña enfermedad se propagaba rápido entre la población. La mujer de blanco se reunió con sus mejores científicos, expertos en la materia.
—Que alguien me explique qué está pasando, por favor —dijo dirigiéndose al grupo.
—Parece ser —dijo uno de los científicos—, que es una enfermedad que ataca al sistema nervioso, paralizando los órganos internos. Es una muerte espantosa. Su origen se remonta al último evento que manipulamos.
—¡Pero qué hemos hecho! —se lamentó ella.
—Desconocemos su naturaleza, pero podríamos tener un tratamiento.
—Eso son buenas noticias —dijo la mujer de blanco.
—Hay un inconveniente —intervino otro—. El tratamiento requiere de los vibrantes que fabricaba Chang Tsen.
—¿Y el inconveniente?
—Pues que Chang Tsen ya no está.
—Pero habrá vibrantes por ahí, en algún lugar, que podamos estudiar y reproducir.
—Lo cierto es que esos vibrantes se usaban para saltar las brechas.
—¿Me está diciendo que el único tratamiento posible está en el futuro? ¿Es eso?
—Hay más —dijo otro.
—Más —suspiró la mujer de blanco—. Está bien, suéltelo.
—Los datos que manejamos arrojan cifras de contagios alarmantes. Mire —dijo mostrándole un gráfico lleno de números—. Diecisiete mil ciento once en la primera semana. Veintiocho mil seiscientos cincuenta y siete en la segunda. Cuarenta y seis mil trescientos sesenta y ocho en la tercera. El crecimiento es exponencial. Calculamos que a este ritmo nos habremos extinguido en dos años.
Dos años, pensó la mujer de blanco, tengo ochenta y nueve… asumible.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Raúl Conesa
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Raúl Conesa »

Bueno, que empiecen los juegos.

Me siento tentado a darle una lectura política. La figura de la persona de blanco encaja perfectamente con la de un líder nacional que toma decisiones arbitrarias sin importarle las consecuencias de las mismas. Me recuerda un poco a "¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú" por lo absurdo de la situación y la imagen de estar en manos de idiotas. El resultado es curioso y bastante imaginativo.

En lo negativo diría que le han faltado un par de repasos para depurar algunos errores menores. También le falta algo que me enganche más al desarrollo del argumento. Pero en términos generales está bien. Nota media tirando a elevada.
Era él un pretencioso autorcillo,
palurdo, payasil y muy pillo,
que aunque poco dijera en el foro,
famoso era su piquito de oro.
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Yayonuevededos
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Yayonuevededos »

Hola, Lucía.
El relato desliza con facilidad, y el tema esta bien desarrollado.
Coincido con Raúl Conesa en que el texto merece un pequeño pulido.
Tengo la sospecha —o el temor— de que esta ficción ya no lo sea tanto en el presente.
Me gustó leer algo de tu autoría.

Saludos,
Marcelo
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Tolomew Dewhust »

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Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Gavalia
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Gavalia »

El relato es bastante original, aunque a mí criterio algo deslavazado en cuanto a forma y argumento. Hay partes que no he conseguido entender muy bien, escenas producto de los diferentes viajes que se realizan y que no tienen ninguna explicación del porqué ocurren. Tampoco entiendo a qué viene tanto informe por parte de Zang, sin tener el lector información de lo que haya pasado, más allá de los cambios producidos en el personal de la mesa. La sociedad que se representa en el cuento queda coja por la misma razón: falta de información. Queda claro, eso sí, la indiferencia, frialdad, etc, hacia los sucesos por parte de la mujer de blanco. El final me ha gustado, supongo que es la parte más fácil de entender.
Un saludo y suerte.
En paz descanses, amigo.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Es por esa misma "falta de información" a la que alude el maestro Gavalio por lo que a mí me seduce tanto este relato. Me encanta, vaya.

No es una novela ni un cuento largo, y su autor no cae en lo que nos pasa a casi todos los demás: que nos sentimos casi obligados a darlo todo mascadito por miedo a que no se nos entienda o a que la gente desconecte si no comprende algo.

Es un ejercicio inteligente y valiente, y presupone al lector la capacidad de disfrutar con lo que se nos muestra, y atar otros cabos si acaso como lectores lo necesitamos. Quiero decir que centrándonos en los saltos temporales y en sus consecuencias, ya se pasa un rato agradable; solo por eso vale mucho el relato. Pero a poco que seas un tanto curioso quieres saber más de esa sociedad: del "Accidente", del Proyecto Manantial, o de los saltos que se están produciendo en masa y esos vibrantes... Y el autor se queda tan pancho dejando esas miguitas de pan para que cada uno nos montemos nuestra película si queremos.

Tiene cositas súper interesantes: como al prota lo secuestran dos semanas después, la primera vez que van a por él en realidad es la segunda, así que él si recuerda al tipo de rojo pero no al revés (un poco paranoia pero tiene todo el sentido del mundo). Es también por eso que se extrañe que lo trasladen en coche, porque dos semanas atrás/adelante fue teletransportado, :alegria:. Luego está el tema de los colores, que al principio pensé: "qué pesado el autor describiendo a los tipos estos cómo van vestidos", pero luego se nos ofrece la explicación, y también justo esto da mucho juego al final con el lío de los cambios.

Me queda la duda de si la mujer dice la verdad en cuanto al motivo de por qué es justo sobre aquel accidente con el nitrógeno líquido en lo que se decide intervenir. Si me acuerdo le pregunto al autor cuando acabe esto...

Me repito: muy inteligente y arriesgado al mismo tiempo. A mí me ha seducido. Vaya, el que más de los que he leído.

Sí es cierto que le hace falta un repasillo de , pero ya dijo Pesadilla que lo había mandado tal como le salió por falta de tiempo, así que 9/10.
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Tolomew Dewhust »

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Un vibrante de los que construye Chang.
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Gavalia »

Tolomew Dewhust escribió: 05 May 2022 17:03 Imagen

Un vibrante de los que construye Chang.
Un placer leer tu explicación, socio. Ya sabes que soy un poco tarugo. Lástima de robotillo para hacer sangre, :cunao:
En paz descanses, amigo.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Na, maestro Gavalio, que en cada concurso me da por un relato y en este voy a defender a capa y espada el de los temporals jumps, :boese040:.

Mira, otro vibrante de esos del future...

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Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Estrella de mar
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Estrella de mar »

#Este comentario es de Hope Grace#

A Pesadilla pongo por testigo que me lo he pasado muy bien con este relato. Además me encantan las historias de viajes en el tiempo porque como no me entero de nada no necesito pensar mucho. De más está decir que está escrito con mucha pulcritud y maestría. Las cartas me han soplao que el número de víctimas de los accidentes y, más tarde el de los contagios por la enfermedad, forman parte de la secuencia Fibonnaci. Aquí sí que me refiero al matemático. Me ha parecido un detalle muy mono. Y lo de que la solución esté en los vibrantes del futuro me ha encantado, tiene mucha retranca. Por cierto, yo lo de los vibrantes lo he visto más tipo objeto satisfacente. Quizás por eso me ha caído tan bien el tocayo del cineasta.

Te he echado las monedas del I Ching y te ha salido el hexagrama cinco, que no sale casi nunca. Dice así:

La Espera.
Si eres veraz, tendrás luz y éxito.
La perseverancia trae ventura.
Es propicio atravesar las grandes aguas.

Lo que viene a decir en castellano llano que tu criatura es un caramelito.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Estrella de mar »

#Este comentario es de Hope Grace#

Con la emoción de un relato tan guapo se me había olvidao dar la puñalá. Qué despiste. Que Pesadilla me perdone. La puñalá es que a las cartas no les gusta el título. Lo siento, tendrás que asumir que asumible no es asumible.
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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David P. González
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por David P. González »

Este es un sí, pero no.
No sé como explicarlo. Me gusta la idea, pero veo como dos velocidades. En la primera mitad te tomas tu tiempo, no pareces tener prisa, y no se hace pesado, supongo que por el dinamismo que le dan los diálogos. Pero en cuanto empiezan a saltar al pasado a hacer los cambios aceleras el ritmo y la historia, para mi gusto, se resiente. Y mucho, lo siento. La historia está contada, sí, pero entre una parte y otra hay mucha diferencia, como la que hay entre una pintura terminada y su boceto inicial. Por otra parte, no sé si hubieras tenido suficiente espacio para escribirla como es debido.
En lo formal, hay errores que me hacen pensar en cambios de última hora, como plurales o palabras de más.
Todo en conjunto, esos errores y el ritmo acelerado al final me sugieren que te quedaste sin tiempo y lo terminaste a lo que saliese. Pues la historia la has contado, pero a mí me tira para atrás. No quiero que me malinterpretes, si soy (parezco) duro en algunos comentarios es porque me gusta lo que proponéis y me frustra que no brille todo lo que podría.
Tolomew Dewhust escribió: 05 May 2022 16:52 Sí es cierto que le hace falta un repasillo de , pero ya dijo Pesadilla que lo había mandado tal como le salió por falta de tiempo, así que 9/10.
:cunao:
Es muy de mi estilo, ¿verdad?

Tu relato me ha sugerido este tema, autor:

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raumat
Me estoy empezando a viciar
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por raumat »

Esa abuelita de blanco nos ha jodido bien jodidos... :meditando: Dos años nos quedan... Después, la extinción... :dragon:
A ella, que tiene 89 tacos (redondeando), le da casi igual... :roll: Pero yo, que estoy en la flor de la vida... :cunao: ¡¡Para nada asumible!! :superenfado: :superenfado:

Divertido y bien escrito.
Me ha parecido ver por ahí a mitad de relato un "¡maldiga sea!" que supongo será "¡maldita sea".

Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.
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Megan
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Megan »

Tolomew Dewhust escribió: 05 May 2022 17:03 Imagen

Un vibrante de los que construye Chang.
:lol: :lol: :lol:
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🌷🌷🌷Give Peace a Chance, John Lennon🌷🌷🌷

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Rey Tomate
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Re: CP XVII - Asumible

Mensaje por Rey Tomate »

El relato perfecto. Ya está.
#ramonslifematters.

No me ralles.
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